Acuerdo por el cierre de NISSAN: ¿Victoria o trampa?

Después de 3 meses de huelga, el pasado 6 de agosto los trabajadores de Nissan ratificaron el acuerdo alcanzado el día anterior entre la dirección y los sindicatos. Descrito por los obreros como «una victoria agridulce porque no se ha evitado el cierre», el acuerdo se ha celebrado como un gran éxito por parte de las direcciones sindicales de CCOO y UGT, y en menor medida también por la CGT.

También fue celebrado por los representantes del gobierno PSOE-UP, los Comunes y el Govern de Catalunya.

El acuerdo prevé posponer el cierre de Nissan Zona Franca hasta diciembre 2021 y unas concesiones para las bajas voluntarias para los 2.525 trabajadores de la planta: una prejubilación para los trabajadores mayores de 55 años, con un complemento de hasta el 90% del salario hasta los 62 años, y unas indemnizaciones de 60 días por año trabajado para los menores de 50 años. Para los trabajadores de este último bloque que podrían recolocarse en una de las posibles alternativas industriales, se prevé una indemnización de 50 días por año trabajado y una cantidad de 750 euros por año trabajado. De aquí hasta el cierre, la empresa «se compromete» a no realizar ningún «despido traumático» y buscar posibles nuevos inversores que puedan relevar la planta de Barcelona.

Si bien se entiende la votación favorable por las concesiones obtenidas gracias a una lucha larga, valiente y llena de sacrificios, se deben hacer unas consideraciones críticas. En primer lugar, el acuerdo deja fuera a los 25.000 trabajadores de las contratas que dependen totalmente de la planta de la Zona Franca, de hecho dividiendo a unos trabajadores que hasta el acuerdo habían estado unidos en la lucha contra el cierre. Los trabajadores de Acciona, encargada de la logística de Nissan, se han manifestado el 24 de agosto impidiendo a los trabajadores de Nissan entrar en la planta reclamando la retirada del ERE y del cierre. Además, considerando las bajas voluntarias que habrá, en diciembre de 2021 la empresa llegará con una plantilla muy reducida, dividida y más chantajeable. Cabe preguntarse, ¿quién se beneficia de esto? Ciertamente no los trabajadores. En segundo lugar, no hay ninguna garantía de que la empresa respete los términos del acuerdo, ni que busque activamente ningún otro inversor potencial y, si lo encuentra, que esta nueva propiedad se comprometa a dar un empleo a los obreros que no entran en el plan de prejubilación. En tercer lugar, esta lucha tuvo y sigue teniendo mucha solidaridad en todo el Estado, combinándose con otras luchas como la de Alcoa de San Cibrao, con una opinión pública favorable a la nacionalización de estas plantas para mantener la totalidad los puestos de trabajo.

¿Cómo puede ser, pues, que en esta situación favorable a la lucha, los dirigentes sindicales nos vendan como victoria precisamente lo que habían jurado evitar, es decir, el cierre de la planta y la destrucción de miles de puestos de trabajo? Debemos ser claros, los puestos de trabajo no son patrimonio de quienes los ocupan, sino del conjunto de la clase trabajadora. Un puesto de trabajo que se pierde es un empleo menos para la nueva generación. Esto es aún más verdadero en el contexto presente de la crisis económica más profunda de la historia del capitalismo, agravada por la pandemia del COVID19, donde millones de trabajos se están destruyendo en todo el Estado y en el mundo.

La verdad es que este acuerdo es una trampa que quiere dividir a los trabajadores para llegar a diciembre de 2021 a un cierre «menos doloroso», y cortar la fuerza del movimiento obrero antes de que se unifique a nivel estatal. La clase dominante del Estado ve con preocupación la lucha de Nissan, de Alcoa, de Airbus, Aernova, Tubacex y de todas las otras empresas que amenazan el cierre y/o despidos masivos. Los capitalistas entienden que el próximo período se caracterizará por una creciente inestabilidad social y lucha de clases y ellos quieren intentar cortarla de raíz para poder avanzar sus medidas de austeridad sin obstáculos. Pero sus deseos chocarán con la voluntad de hierro de la clase trabajadora de defender los puestos de trabajo y rechazar más austeridad después de casi una década de apretarse el cinturón mientras los empresarios registraban beneficios récord.

Aunque sea difícil, pensamos que estamos a tiempo de cambiar de estrategia y agitar por la nacionalización y conversión productiva bajo control obrero, la única solución realista para evitar el cierre, con la ocupación de la planta como medida de presión. Esto podría combinarse con la formación de un frente único de todas las empresas que hemos mencionado antes por la máxima unidad de acción de la clase trabajadora. Esta sería la respuesta que mejor representaría la voluntad de lucha de la clase trabajadora y que inspiraría a millones de trabajadores en todo el Estado a hacer lo mismo.

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