Apagón masivo en la Península Ibérica: caos, orden y viceversa

Desde ayer mediodía, y en algunas zonas hasta bien entrada la noche, Red Eléctrica de España (REE) sufrió un fallo sin precedentes que dejó sin luz a todo el Estado español, a sus vecinos Portugal y Andorra, y a partes del sur de Francia. Después del atípico lunes, parece que la jornada del martes arranca con “normalidad”, con el 99% del suministro eléctrico recuperado y la jornada laboral en marcha.

El lunes 28 de abril hacia las 12:30 horas, durante cinco segundos, se perdieron de golpe 15 gigawatios (GW) de generación eléctrica, equivalente al 60% del consumo de electricidad en ese momento. El sistema se desplomó durante horas. Muchas personas se quedaron atrapadas en ascensores, trenes, metros, aeropuertos, etc. y nos quedamos sin telecomunicaciones, sin electrodomésticos, sin transporte público (excepto buses) y sin semáforos por la calle. No reinó el caos, como pensaría la clase dominante, sino al contrario, el orden y la autoorganización de los trabajadores y vecinos. Precisamente, al igual que en la naturaleza, también en la sociedad el orden surge espontáneamente del caos en un momento dado.

Quizá el caos reside, en todo caso, en un sistema que necesita medidas radicales en materia de energía y medioambiente, pero que choca constantemente con limitaciones y contradicciones inherentes a su propio funcionamiento, gobernado por la propiedad privada de los medios de producción, la ausencia de una producción planificada democrática y racionalmente y, por tanto, la anarquía y el desperdicio. Todo el mundo se pregunta qué ha podido causar este apagón histórico. Por ahora, dicen “no descartar ninguna hipótesis”, aunque algunos expertos ya están hablando de una posible sobrecapacidad del sistema y de la falta de equipos que contrarresten la inestabilidad de las energías renovables, combinado con una serie de factores que precipitaron el desplome.

Las renovables bajo el capitalismo

Las energías renovables han recibido un fuerte impulso en los últimos años, llegando a superar el 50% de la combinación de las diferentes energías utilizadas para producir electricidad en 2024; es decir, de todas las fuentes energéticas de las que depende el Estado español (gas, nuclear, térmica…), se está girando cada vez más hacia energías como la solar, eólica, hidráulica y de biomasa. No debemos olvidar que la Unión Europea está afectada por su ex-dependencia al gas ruso, que ha encarecido la electricidad en todo el continente, y está buscando cierta independencia energética mediante las renovables y, supuestamente, para combatir el cambio climático. Como consecuencia, nos enfrentamos a las ventajas de estos cambios, pero también a sus desventajas si no va acompañado de las inversiones necesarias.

A pesar de la necesidad urgente de energías limpias no contaminantes (aunque imposible de aplicar al 100% bajo el capitalismo rapaz), su aumento tiene implicaciones en las redes eléctricas tradicionales, que se construyeron sobre la base de generadores síncronos, aptos para energías como el gas, que fluyen de manera estable. En cambio, las energías renovables no síncronas (solar, eólica, hidraulica) no ofrecen la inercia necesaria, son más inestables, dependiendo de la mayor o menor intensidad de la fuente que las producen (sol, viento, caudal de los ríos, etc.) lo que puede provocar anomalías de frecuencia y tensión, sobrecargas, y desajustes entre la oferta y la demanda, que debe estar equilibrada en todo momento. En caso de exceso (sobrecapacidad), se necesitan soluciones adecuadas para almacenar esa energía y no desperdiciarla, de no hacerlo, los operadores de la red pueden verse obligados a reducir drásticamente la producción de energía, lo que se conoce como “curtailment”. Algunas fuentes afirman que en el momento del apagón las energías renovables representaban alrededor del 70% del total, supuestamente provocado por un momento de “altas temperaturas y vientos fuertes”, lo que explicaría la baja inercia que desencadenó el desplome. Por su parte, el pasado 9 de abril la REE descartaba rotundamente la posibilidad de un apagón. ¿Que pasó entonces?

Gobierno vs Red Eléctrica

Sánchez ha empezado a apuntar a las “responsabilidades de los operadores privados”, sin acusar a nadie explícitamente, pero dejando claro que se formará una comisión de investigación para formar su propia versión de los hechos (más allá de la empresa “pública” de Red Eléctrica) y que la Comisión Europea formará un informe independiente en los próximos meses. Además, ha descartado que las renovables sean la causa del problema, y mucho menos que las nucleares sean la solución. Sobre todo, ha repetido que esto “no puede volver a pasar jamás”.

Pasada la pelota a Red Eléctrica, cabe destacar que la supuesta empresa pública, técnicamente, es privada. El 20% de sus acciones las están en manos de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), pero el 80% restante es de cotización libre en los mercados internacionales. Además, su presidenta Beatriz Corredor recibe una retribución anual ni más ni menos de 546.000 euros anuales.

Pero el debate va más allá de “renovables sí, renovables no”, o “público vs privado”. Como comunistas, debemos señalar el papel de la clase dominante en el sector energético, igual que en cualquier otro. Antonio Turiel, experto en Energía del CSIC afirma que “El problema fundamental no es tanto la caída como la inestabilidad de la red (…). La razón es que se ha integrado mucha energía renovable sin los receptivos sistemas de estabilización que se tendrían que haber colocado y que además por normativa ahora es obligatorio colocar” (énfasis nuestro). Lo barato sale caro. Él lo deja muy claro: “…eso se compensa si pones una serie de aparatos que obviamente son caros y que sirven para estas veces, para que esto pueda funcionar así. Como no se ha hecho, en un momento dado, la mayor parte de la electricidad de España se estaba suministrando con fotovoltaica, que es un poco inflexible y no se supo adaptar y entonces, ¿qué pasó? Que empezaron a caer unos sistemas y se produjo una caída en cascada”.

Aquí lo tenemos: el problema no es que las renovables hayan aumentado su cuota de participación en la producción de energía, sino que no está yendo acompañado de las inversiones necesarias por parte del oligopolio eléctrico (ENDESA, Iberdrola, Naturgy, etc.) para que funcione de la manera más segura y eficiente posible, porque no quieren sacrificar ni un céntimo de sus súper beneficios. Más aún, el oligopolio eléctrico ejerce una presión enorme contra el cierre de las centrales nucleares por una razón muy concreta: después de décadas de funcionamiento ya han amortizado su coste hace tiempo y ahora ofrecen beneficios sin apenas ningún coste. Por supuesto, para los capitalistas estos beneficios están por delante de los riesgos y accidentes que puedan provocar unas instalaciones nucleares cada vez más envejecidas.

Por la nacionalización del sector energético

Puede que las futuras investigaciones revelen las causas científico-técnicas exactas del apagón, pero los sindicatos deberían formar su propia comisión de investigación basándose en los trabajadores de la REE y de las compañías eléctricas. En todo caso, está claro que la clase dominante intentará ocultar responsabilidad real de lo ocurrido. Ningún político ni empresario busca mejorar realmente las infraestructuras eléctricas y su eficiencia por el bien de la sociedad, ni fomentar las renovables para combatir de raíz la crisis climática. Ninguna de estas tareas se cumplirá bajo el sistema capitalista, caótico y ahorrador. Lo que pasó ayer deja claro que, a pesar de ser un fallo “excepcional”, la ineficiencia y la creciente privatización de los sectores clave son la norma.

Es fundamental que sectores tan importantes como la energía, que movilizan o paralizan países enteros, sean nacionalizados sin indemnización bajo control obrero. Servicios esenciales para la sociedad no pueden servir de fuente de lucro para un puñado de ricachones, deben estar bajo el control de la clase obrera y de nuestras familias. Los jóvenes y trabajadores demostraron a lo largo de la jornada de ayer su gran capacidad para organizarse, coordinarse y suplir las funciones que hicieran falta durante el apagón. Sabemos que ni una rueda gira, ni un teléfono suena, ni una bombilla brilla sin el amable permiso de la clase trabajadora, quien pone en marcha el mundo. Solo cuando la clase obrera tome en sus manos los medios de producción y planifique armónicamente las palancas fundamentales de la economía, podremos aprovechar todos los avances técnicos (existentes y en potencia) para asegurar un mundo en el que ningún hogar se quede sin luz y donde la crisis climática y energética sea un problema pasado resuelto.

¡Por la nacionalización del sector energético bajo control obrero!

¡Únete a los comunistas para luchar contra el capitalismo!

 

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