Argentina, Balance de la huelga general del 27 de junio: un fracaso anunciado
La huelga general convocada el día de ayer por la dirección de la CGT quedó reducida a un paro general de los camioneros y del transporte de cargas, a paros parciales y desiguales de algunos sectores (estaciones de servicio, canillitas, judiciales, puertos, peajes, transporte aéreo, empleados públicos a través de ATE, educación), y con una incidencia mínima en otros, reducida a delegados y algunas comisiones internas (bancos, textil… ). La inmensa mayoría de la industria y del transporte (incluido el ferrocarril, el subte, colectivos de corta, media y larga distancia) no paró, como tampoco lo hicieron el comercio, ni la electricidad ni las telecomunicaciones (telefónicas, TV, etc.).
La movilización a Plaza de Mayo en Buenos Aires quedó muy por debajo de las expectativas (50.000 según Clarín, menor en nuestra opinión); y en todo caso fue bastante inferior a los manifestantes congregados por la misma CGT en la celebración de los 1º de Mayo últimos, que también fueron organizados en días laborables.
Desde todo punto de vista, la huelga general fue un fracaso, como anticipábamos en nuestra declaración anterior. Y la movilización a Plaza de Mayo reflejó el limitado apoyo que encontró en la clase obrera el paro de la CGT. La realidad es que el paro encontró más simpatías públicas en la pequeña burguesía reaccionaria y en la oposición de derecha que en la clase obrera. La conclusión es clara: hay que tomar en serio a la clase obrera, cuya movilización no es una canilla que uno pueda abrir y cerrar a voluntad.
Moyano trató de justificarse en su discurso diciendo que «este no es un paro de la CGT, sino de camioneros, al que se sumaron otros sectores». Sin embargo, el mismo Moyano, la dirección cegetista y los medios de comunicación nos dijeron otra cosa durante días, insistiendo en que se trataba de la convocatoria a un “paro general”. Moyano no puede tratarnos ahora, visto el fracaso de su convocatoria, como si fuéramos nenes de pecho.
El discurso de Moyano en la Plaza de Mayo fue muy vacío, consistente en reproches personales a la presidenta. En ningún momento propuso subir los impuestos a los ricos ni restituir las contribuciones patronales que eliminó Cavallo en los 90, ni propuso afectar las rentas financieras, actualmente exentas. Su reclamo contra el impuesto a las ganancias sobre los asalariados tenía así un carácter meramente corporativo, al aparecer así desvinculado de la realidad de clases de nuestra sociedad.
¿Qué lecciones pueden sacarse de todo esto? En primer lugar, que no se puede convocar a una huelga general de manera caprichosa, sin prepararla ni someterla a un debate amplio y democrático en la base, sólo por el enojo de un dirigente en un conflicto en un sector particular, como el de camioneros.
En segundo lugar, que es un desatino total convocar a una huelga general por un reclamo parcial de un sector de la clase obrera que ni siquiera es mayoritario, por muy justo que sea dicho reclamo, tal cual es la eliminación del impuesto a las ganancias a la franja superior de los asalariados y el reclamo de asignaciones familiares para ese sector de los trabajadores. Más aún cuando este reclamo no iba acompañado de ninguna demanda contra los grandes empresarios ¿Por qué razón iban a parar y movilizarse la mayoría de los trabajadores por un reclamo que no los afectaba? ¿Por simpatía a Moyano? Eso no tenía ningún sentido.
Y por último, no se puede jugar a la ambigüedad política haciéndole guiños a la oposición de derecha con este paro, en complicidad con los medios burgueses opositores como Clarín o La Nación desconociendo la sensibilidad que existe en las masas de la clase obrera, y junto a impresentables como el «Momo» Venegas o Barrionuevo.
El triste papel de la izquierda y de la CTA opositora
Pero el mayor de los ridículos lo hicieron la casi totalidad de las corrientes políticas, sindicales y de los movimientos sociales de izquierda que apoyaron este “paro”, junto a los dirigentes de la CTA de Micheli. Todos ellos, con su habitual impresionismo y su anti-kirchnerismo militante, se sumaron a este juego y al «paro» con más entusiasmo que Moyano mismo. Su única consideración a la hora de tomar partido era pegarle al gobierno de Cristina Fernández, sin importarles qué intereses de clase estaban en juego, ni quien movía los hilos del conflicto, ni con qué objetivos.
Este tipo de sindicalismo vulgar, sin un enfoque político que tome en consideración los intereses generales de la clase obrera, es ciego; no importa lo sanas que sean sus intenciones. Y como acontece normalmente, son otros quienes le guían los pasos.
La realidad es que todos esos sectores de “izquierda” terminaron diluidos en medio de moyanistas y barrionuevistas. En concreto, el paro de ATE pasó completamente inadvertido y Micheli sufrió el ninguneo humillante de Moyano que le impidió hablar en la plaza, obligándolo a movilizar sus menguadas columnas a un lugar aparte, frente al Congreso.
Habrá quien diga que el paro fracasó porque la mayoría de los burócratas sindicales de los gremios más importantes de la industria, del transporte y de los servicios no adhirieron al mismo. ¿Y por qué razón, ante un paro aparentemente tan popular, estos burócratas sindicales pudieron tomar esa decisión sin provocar ningún tipo de conflicto interior en sus gremios ni en las empresas donde están insertos? ¿Acaso se registraron casos notorios de indisciplina sindical de sectores de trabajadores en algunos de estos sindicatos a favor de adherir al paro? Si los hubo fueron mínimos. La realidad es que las masas de la clase obrera, más allá de que haya simpatías a favor del reclamo de la eliminación de este impuesto, no apoyaron el paro porque no lo veían claro, no comprendían qué era lo que pretendía Moyano, y temían quedar enredadas en una maniobra política donde la única beneficiada podría ser la oposición de derecha.
Si Moyano hubiera limitado su accionar a una jornada nacional de movilización a las plazas por el reclamo de la eliminación del impuesto a las ganancias, junto a otras demandas sentidas por los trabajadores sobre salarios, subas de precios, empleo digno, contra la criminalización de la protesta social, etc., sin necesidad de llamar a una huelga general –en una primera etapa, al menos– eso podría haber tenido un sentido y seguramente habría encontrado un eco en la clase obrera, incluso dentro de los gremios más afines al gobierno. Pero lanzar, como se hizo, una huelga general a la desesperada por un reclamo secundario del movimiento obrero, ubicando al gobierno como único enemigo con el apoyo de la derecha peronista y la simpatía activa de la prensa reaccionaria, eso era algo indefendible.
Última advertencia para el moyanismo
Moyano perdió más de lo que ganó con su aventura de la “huelga general”. Algunos de los gremios más a la izquierda que integraban su espacio –y que lo apoyaban hasta la semana pasada- le dieron la espalda por negarse a verse enredados en esa maniobra, como fue el caso de los Molineros, Foetra (telefónicos), Sadop, Prensa, imprenteros, Fatel (telecomunicaciones), y otros. Su imagen quedó más debilitada ante el conjunto de la clase obrera, y apareció más asociado a la oposición de derecha, y gremialmente junto a la derecha peronista de Barrionuevo y “Momo” Venegas. Con este “paro” agotó prácticamente todos sus cartuchos de movilización en meses.
Sin dudas, quienes participaron en la movilización de ayer eran trabajadores honestos que luchaban por un reclamo legítimo, y también es verdad que dentro del moyanismo se encuentran sectores que se ubican a la izquierda del barrionuevismo, de los Gordos y de los llamados “Independientes” oficialistas. Pero no da lo mismo cómo se lucha, con qué métodos y con qué consignas. Errores de táctica y estrategia sindical y política se pagan muy duramente.
Como explicamos en nuestras declaraciones sobre el conflicto de camioneros y sobre la huelga general de la CGT el futuro del moyanismo se define en los próximos días y en las semanas inmediatas. Acaso enfrenta su última advertencia.
Si quieren servir de utilidad al conjunto de la clase obrera los sectores más honestos y avanzados políticamente del moyanismo deben romper inmediatamente con la pata sindical de la derecha peronista, y deshacerse del peso muerto de los dirigentes sindicales más repudiados que aún conviven en su seno (Genta del SUTECBA, Palazzo de La Bancaria, y otros), debe recuperar un discurso ofensivo contra la oposición de derecha y tender la mano a la colaboración frentista con sectores del kirchnerismo y del activismo de izquierda. En esas condiciones podría emerger como una referencia sindical diferenciada de la derecha peronista y del oficialismo más obsecuente.
Por otro lado, debe dejar de ubicar al gobierno como el principal enemigo a batir, y señalar como tales a los grandes empresarios, banqueros, terratenientes y multinacionales; y también podría ayudar a conformar un polo de izquierda y de clase dentro y alrededor del kirchnerismo, que ofrezca una alternativa programática, anclada en los intereses de los trabajadores, a la política general del gobierno. De otro modo, el moyanismo se condena a su disgregación y disolución, a izquierda y derecha, en los próximos meses.
Lecciones para el kirchnerismo
Pero el gobierno también ha dejado jirones en esta disputa. Después de este áspero conflicto se percibe la existencia de una mayoría de trabajadores que muestran su desacuerdo con este impuesto y, sobre todo, con el nivel relativamente bajo del mínimo imponible con que se aplica, que no sigue la suba inflacionaria de los precios. Pero también perciben con desagrado el ser tironeados de las orejas y el ser amonestados continuamente desde arriba, como chicos en una escuela, como si tuvieran que pedir permiso para lo que pueden o no pueden exigir. Somos los trabajadores los únicos que producimos la riqueza en esta sociedad, somos nosotros quienes constituimos el sostén del sistema económico capitalista, es el trabajo no pagado a los obreros de donde surge la ganancia empresaria y el excedente de donde provienen los ingresos y gastos del Estado.
Nosotros criticamos el accionar de sectores de la burocracia sindical que consideran la lucha gremial un fin en sí mismo al margen del contexto político y social, y que identifican sus intereses de casta con los del movimiento obrero. Pero, pese a nuestras diferencias con Moyano, sí reconocemos una parte de verdad en algunas de sus quejas contra el gobierno. Y es el afán asfixiante del gobierno por tutelar y maniatar al movimiento sindical. Eso no podemos aceptarlo.
El movimiento sindical debe ser independiente no sólo de los patrones, por definición, sino también de los gobiernos, independientemente de las simpatías políticas que pueda haber hacia determinados gobiernos de turno; y eso también cuenta para el actual gobierno kirchnerista que es un gobierno de colaboración de clases, que no siempre orienta su política hacia las necesidades de la clase trabajadora y cede regularmente a los intereses empresarios.
Eso no significa que defendamos el sindicalismo apolítico, sino que los asuntos del movimiento obrero, como la vida interna de sus organizaciones, es competencia exclusiva de él mismo.
Un movimiento obrero que se precie de tal no puede aceptar, por dignidad, fuerza y papel social, caudillismos políticos desaforados, ni ver obturadas sus expresiones políticas, incluso dentro del mismo kirchnerismo.
Como explicamos en nuestra declaración, la disidencia no puede proscribirse con métodos organizativos desde arriba. Nuestra pelea no tiene nada que ver con las luchas de camarillas de políticos y arribistas profesionales que utilizan al movimiento obrero, y a las masas trabajadoras en general, como un trampolín para hacer carrera política y gozar de privilegios materiales y sociales, inaccesibles a la mayoría de la población. No es a ese tipo de disidencias la que reivindicamos y que pueblan la vida política cotidiana del kirchnerismo y de la oposición de derecha.
Es muy importante, por lo tanto, que los sectores del oficialismo más vinculados a la clase obrera, particularmente en sus bases, se hagan sentir y se doten de una expresión política organizada en su seno.
Las tareas del activismo
La tarea del activismo de base, honesto y combativo de la CGT, sea cual sea su gremio y sea cual sea el vínculo político o sindical de su dirigente de turno, es reagruparse y hacer un llamamiento de unidad ante la fractura en ciernes que se abate sobre la CGT, tomando las reivindicaciones más sentidas del conjunto de la clase obrera y la juventud, abogando por un congreso de unidad que . delibere y defina con los trabajadores y en asambleas democráticas, las banderas por levantar, como también los pasos a seguir para lograrlo.
Estas son las tareas que consideramos tenemos por delante.
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