Bolivia: La fundación del PT y sus perspectivas
Para no ir más lejos es por lo menos desde el 2003 que la idea de un PT campea en resoluciones de la COB, producto de los levantamientos revolucionarios de aquel año y de la influencia que la victoria del PT en Brasil ejercía sobre los dirigentes del ente matriz de los trabajadores bolivianos. Los primeros serios intentos de conformar un PT boliviano naufragaron en 2005 ante la propuesta avanzada por García Linera de conformar un bloque de izquierda alrededor del MAS y el ascenso de este partido. El no haber sabido entender la orientación general de la clase trabajadora hacia el MAS, planteando en cambio una absurda equidistancia entre Tuto Quiroga y Evo Morales, aisló la COB. La reacción contra este aislamiento dio lugar a la gestión de Montes caracterizada por oportunismo e ilusiones en el “cogobierno”.
La nueva dirección de la COB, en la cual se ha consolidado el papel de vanguardia que el Sindicato Minero de Huanuni supo conquistarse en las luchas de los últimos años, está compuesta por trabajadores que apoyaron públicamente la reelección de Evo en 2009, como la mayoría de los sindicatos y dirigentes de las CODes que hoy promueven el PT. Sin embargo el alejamiento del gobierno de ministros con trayectoria sindical a favor de otros sectores, como es el caso de la minería, los resultados solamente parciales de la nacionalización de Colquiri y el impasse de las negociaciones sobre el pliego petitorio sindical, han replanteado con más fuerza el debate latente en la COB en torno a la necesidad de un PT, impulsando la aceleración de los últimos meses hacia su formación. En este contexto, el PT nace para superar las limitaciones de la acción sindical, pero sin haber hecho un balance real de las mismas. Alimentando y alimentándose de la impaciencia que madura entre sectores de vanguardia proletaria, que consideran agotada la experiencia del MAS.
Sin embargo, pensar que existe una ruptura entre los trabajadores y el gobierno del MAS y en general entre las masas y los gobiernos progresistas de América Latina es confundir los deseos con la realidad. En Venezuela y en Ecuador, aun con altibajos y en medio de críticas internas, las masas continúan movilizándose por la consolidación y el fortalecimiento de sus gobiernos que identifican con un proceso revolucionario. En el propio Brasil, el crecimiento económico ha llevado al fortalecimiento del PT, a pesar de estar aliado en el gobierno con partidos burgueses y haber aplicado recortes importantes. En Bolivia, tras un 2012 que ha sido el año con más nacionalizaciones, la situación no es diferente, como demuestran aun de manera indicativa, las elecciones del Beni o el apoyo a la reelección de Evo. En realidad todas las opciones que se reivindicaban alternativas a estos gobiernos, como la alianza CIDOB-MSM en Bolivia, los partidos de Brasil como el PSOL y el PSTU que acaban apoyando a la derecha contra el PT, la Unidad Plurinacional de las Izquierdas en Ecuador, han quedado reducidas a la marginalidad.
Todos estos procesos viven problemas similares de especulación, contrabando, burocratización y especialización en el rubro primario exportador mientras decae la inversión privada. La única manera para evitar que estas contradicciones vayan corroyendo la unidad popular, cosa que favorecería al imperialismo y sus lacayos, es avanzar al socialismo, a la expropiación bajo la administración democrática de obreros y campesinos de las principales palancas de la economía. Sin embargo ninguno de estos procesos ha sido todavía puesto a prueba de manera decisiva. Los beneficios materiales que han aportado a las masas con las nacionalizaciones, las disputas con el imperialismo – como por ejemplo por la reciente nacionalización de SABSA –, la derecha y las burguesías nacionales, garantizan todavía una enorme reserva de apoyo entre los trabajadores. Tampoco puede decirse que se han agotado los recursos internos para contrarrestar una “derechización”: el gasolinazo fue una capitulación a las multinacionales que fue resistida por la propia base del MAS.
Aunque el PT no ha nacido todavía ya proliferan pronunciamientos “principistas” y llamados a conformar bloques y corrientes. Mientras tanto ante las resistencias, corporativas – incluso en sectores del sindicalismo minero –, sectarias o de sectores afines al MAS en la COB, los dirigentes cobistas declaran que el PT será independiente de los sindicatos para preservar la unidad sindical. El problema es que crear partido que no sea expresión autentica de la clase obrera organizada, llevará a crear un partido más, paralizado en su interior por la lucha sectaria entre grupos que disputan porciones de hegemonía sobre la vanguardia y sin ninguna atracción para las amplias masas de los trabajadores. Un partido de las sectas que enfriará muy pronto el entusiasmo de los trabajadores honestos.
Desde el gobierno y el MAS el anuncio de la fundación del PT ha sido recibido de manera contradictoria. El Ministro Quintana ha declarado que con la fundación del PT las relaciones con la COB se dificultan. Es la expresión de la voluntad del ala derecha del gobierno de utilizar el pretexto del PT para basarse directamente en sindicatos y federaciones con afinidades al MAS y romper cualquier vínculo con la vanguardia proletaria, aislándola. Con las debidas proporciones, es lo mismo que ya han hecho con CIDOB y en parte el CONAMAQ.
La dirigente del MAS y de los cocaleros Leonilda Zurita ha declarado que el partido de la COB podría fortalecer a las organizaciones sociales o convertirse en una cueva de resentidos y buscapegas. Estas declaraciones reflejan de manera distorsionada las contradicciones entre el MAS y el gobierno y las limitaciones del propio MAS, cuya vida orgánica mediada y filtrada por dirigentes del partido y de las organizaciones sociales, acaba por dejar poco espacio a la militancia de base. Solo un partido con una base crítica de masas, basado en los sindicatos, con una autentica democracia interna y un programa socialista a partir del cual llamar a la unidad a la base social del MAS podría hacer emerger estas contradicciones, ganando a las mayorías.
El programa en discusión en Huanuni es, en cambio, una copia casi fiel del pliego petitorio de la COB con algunos retrocesos respecto a documentos anteriores. Su contenido podría ser aun más aguado en nombre del “pluralismo” interno, es decir de formulas organizativas para resolver problemas y diferencias políticas. Un partido que se proclamara depositario de la Agenda de Octubre y a la izquierda del MAS pero en el cual hubiera sindicatos que, por ejemplo, se opongan a las nacionalizaciones, sería muy fácilmente desplazado por el MAS.
Como escribimos en nuestro balance de la lucha por Colquiri estos problemas no se resuelven con atajos organizativos y resoluciones. Es necesario, a partir de la vanguardia y su capacidad de movilización, articular el más amplio apoyo popular alrededor de reivindicaciones como las nacionalizaciones y la administración obrera-campesina de la economía, ganando uno a uno a los sindicatos y organizaciones sociales a esta perspectiva socialista.
La fundación del PT podría llenar un importante espacio político, como se desprende de las mismas declaraciones de Zurita. Eso sólo será posible si se crea como un genuino partido de los trabajadores y entiende correctamente la relación de los trabajadores y las más amplias masas de la población con el gobierno del MAS, que sienten como suyo propio, o estará condenado a ser un aborto, a lo sumo un pequeño partido al margen de la corriente general del movimiento. Para ello, el primer paso debe ser la movilización de todas las estructuras de la COB, las CODes etc., para la convocación de ampliados en que se garantice la máxima participación y debate entre las bases, para solucionar los problemas más importantes sobre la relación entre el PT y los sindicatos y la cuestión del programa.
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