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Brasil: El juicio político brasileño desata fuerzas de las que la clase dominante se arrepentirá

El juicio político a Dilma fue aprobado el domingo 17 de abril por un frente unido de partidos burgueses con el fin de establecer un gobierno de Temer [actual Vicepresidente] y Cunha [Presidente de la Cámara de Diputados], con el apoyo del PSDB (Partido Socialdemócrata de Brasil), DEM (Demócratas) y otros partidos. Este gobierno será incapaz de estabilizar la situación. Su aparición ha introducido en la arena política lo que Lula y la dirección del PT (Partido de los Trabajadores) más temen. Las masas están convencidas de que este será un gobierno de ataques (lo cual es cierto) y que tienen todo el derecho de abatirlo en las calles sin esperar a las elecciones (lo que también es cierto).

El Congreso de Temer, Cunha y Aécio [líderes del PSDB principal partido de la oposición] destruyó en un día el trabajo que Lula y la dirección del PT construyeron durante treinta años: la idea de que hay que respetar las instituciones, las elecciones fraudulentas organizadas regularmente, las instituciones a través de las cuales la clase dominante mantiene a la clase obrera y a la gran masa de la juventud en la esclavitud.

Los representantes políticos de la burguesía decidieron arrojar al cubo de la basura toda la legalidad burguesa (el marco definido por el Estado burgués de una convivencia pacífica entre las clases) y en su lugar se lanzaron a un asalto al gobierno.

Una jauría ultra-reaccionaria, sin principios y sin escrúpulos de lobos votó en el nombre de Dios, de la familia (sobre todo la propia) y de los amigos (es decir: sus propias bandas criminales), gritando en el nombre del país (como los reaccionarios siempre lo hacen), y unidos por los intereses privados más oscuros. No hicieron caso de las advertencias de todos los imperialistas y se propusieron derrocar al gobierno sin la menor unidad, legitimidad o popularidad para gobernar.

El imperialismo alarmado

En las semanas anteriores, las grandes potencias imperialistas de todo el mundo advirtieron a estos mafiosos provincianos de los partidos burgueses contra la aventura en la que se estaban metiendo.

El New York Times, Wall Street Journal, Le Monde, Financial Times, The Economist y una serie de voceros imperialistas advirtieron contra esto en sus portadas. Advirtieron que un juicio político llevado a cabo por un Congreso donde la mayoría es culpable o está acusada de corrupción, era un salto temerario en la oscuridad. Todos advirtieron contra crear una situación incontrolable, que los defensores del juicio político no tenían ningún gobierno estable para poner en lugar de Dilma, y ​​que en el proceso lanzaban a una parte considerable de la población a la lucha abierta.

Los grandes capitalistas locales se resistieron a la idea de un juicio político durante casi un año (véanse las declaraciones de FIRJAN, Itaú, Bradesco, Estadão, etc). Sin embargo, sus mediocres representantes políticos, dejados a sus propia estrategia, combinado con intereses inconfesables de ansia de oro; con degradación política e intelectual; con la introducción en la política de los cerebros más bajos y más ignorantes de la clase dominante; estos representantes políticos ciegos, frenéticos por la posibilidad de un asalto al tren que lleva a sus prebendas, pusieron sus intereses tribales por encima de todo. Temporalmente se liberaron de los industriales, los banqueros, los especuladores y la gran burguesía y, en solitario, emprenderán el camino de la aventura.

En un momento determinado estos verdaderos burgueses, los capitalistas, dejaron de resistirse, y, uno por uno, se resignaron a unirse con sus enloquecidos representantes en la irresponsable política del juicio político. Se han unido, so pena de perder el control completo, no podían hacer otra cosa.

Son como alguien que deja de luchar temporalmente, dejándose llevar por la corriente, a la espera de un momento en el que puedan encontrar algo para agarrarse  y que lo transporte fuera del río. En este caso, se trata de evitar una crisis revolucionaria y salvar al corrupto y podrido capitalismo, controlado por el imperialismo y sus socios nativos menores. Por ahora, han atado su destino a estos políticos enloquecidos, mediocres y oportunistas.

Con esta alianza de los grandes burgueses con los enloquecidos intereses de la pequeña burguesía brasileña, creen que se unirán a Macri en Argentina y a la oposición de Leopoldo López en Venezuela, en un frente internacional por la «restauración de la ley y del orden». La necesidad del capitalismo de atacar a la fuerza de trabajo para aumentar la productividad del trabajo mediante el aumento de la explotación directa e indirecta, extrayendo plusvalía como un vampiro chupa la sangre de sus víctimas, los lleva a un camino sin retorno. Ante ellos se encuentra el campo de la lucha abierta entre revolución y contrarrevolución.

Los lastimosos «socialistas» que organizaron este circo ahora lloran por la «democracia»

Mucha gente, Esquerda Marxista incluida, luchamos contra el juicio político en las calles. Desafortunadamente, todo lo que se pudo escuchar de aquellos que lucharon contra el juicio político en el Congreso fue:

– La defensa del honor personal de Dilma (que es muy discutible en una Presidente rodeada de un mar de corrupción)

– La defensa de un mandato electoral que Dilma misma, junto a Lula, ensuciaron aplicando los planes del candidato de la derecha derrotado

– La defensa de la democracia, tal como se entiende como el derecho a gobernar a través del cual se hace lo contrario de lo que se prometió en la campaña electoral

– Un aluvión de insultos despolitizados contra la corrupción, el gangsterismo y el honor inexistente de sus antiguos aliados que dirigieron la farsa política en el Congreso. Ninguna de estas acusaciones estaba relacionada con el sistema capitalista mismo, sino presentadas como una cuestión de honor y de ambición personal

– Anuncios de lucha en defensa de los derechos que Temer quiere atacar

Por desgracia, todos los que vieron el circo de cuatro horas en el Congreso fueron testigos de que el PSDB prácticamente desapareció de la escena, a pesar de ser el pilar de todo el proceso. Todo el odio de los defensores del gobierno de Dilma se volvió contra sus antiguos amigos y aliados: el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), PP (Partido Progresista), PSD (Partido Socialdemócrata), etc.

La inutilidad y la traición detrás de la «alianza programática» del PT y del PCdoB (Partido Comunista de Brasil) con los partidos burgueses (PMDB, PP, PSD, etc.) se reveló desde el principio con un programa que otorgaba todo a los capitalistas, de acuerdo a la política de saqueo imperialista.

Durante años, la mayoría de la dirección del PT luchó contra todos los que defendían la independencia de clase. Atacaron como locos a quienes se oponían a la política de colaboración de clases, a los que exigían que el PT debía romper con los capitalistas, expropiar el capital y ser un verdadero gobierno de los trabajadores. Ahora, después del domingo, ¡está claro quiénes eran los locos!

¡Qué dirigentes más brillantes los que presentaron al PMDB, PP, Maluf, Sarney y a Collor como aliados! ¡Qué dirigentes más brillantes los que resucitaron a estos cadáveres políticos cuando tenían en sus manos las armas para enterrarlos!

A lo largo de este sucio domingo, la defensa parlamentaria de Dilma no levantó ninguna voz para atacar al capitalismo y defender el socialismo. A lo sumo, algunas voces advirtieron contra los ataques por venir.

La legalidad rota por la burguesía y defendida por los «socialistas» reformistas

La ironía de la historia es terrible, pero sabrosa. En los últimos meses, el aparato del PT y del PCdoB, junto con los dirigentes de la CUT, CTB, UNE y el MST (organizaciones obreras y campesinas), se lanzaron con toda su fuerzas a la arena política con el absurdo planteamiento: «no habrá golpe de estado». Con esto intentaron defender al gobierno y el respeto a las instituciones. Ellos eran «más papista que el Papa». Si los burgueses eran incapaces de respetar la constitución y la legalidad burguesa, los «socialistas» les mostrarían cómo.

Pues bien, la burguesía ignoró el ejemplo de los «socialistas» y «comunistas» y mostró, una vez más, que esta letanía de legalidad, el respeto por las instituciones y la democracia (incluso esta democracia bastarda) debe hacerse cuando se necesita controlar a los esclavos. Y sólo los reformistas creen en ella.

Ahora que toda la «legalidad», toda la «democracia», todo el «respeto» se ha roto y ha sido pisoteado, ahora que el «golpe!» ha sucedido, ¿cómo responderán los reformistas sin reformas?

Podemos predecir con confianza que Lula y la podrida dirección del PT y del PCdoB seguirán reclamando la «legalidad» y el «respeto» de las instituciones. Ellos tratarán de contrarrestar el «golpe» por medios institucionales. Tratar de convencer a los líderes del golpe que no deben llevar a cabo golpes es como tratar de convencer a los monos de que no deben comer plátanos.

Esto se traducirá en una política de maniobras de distracción y manifestaciones inocuas. El objetivo será aplicar presión para llegar a un acuerdo con los golpistas. Es la línea del discurso de Dilma, antes de la votación, cuando afirmó su deseo de crear un gobierno de unidad nacional con los líderes del golpe. Es la línea del pobre Lula que pidió al «compañero Temer, [que] al final de todo esto, debería disculparse.»

Ah! ¡Dialéctica!

Tanto Lula como Rousseff hicieron mucho ruido contra el golpe de Estado, con el fin de salvar a las instituciones de la burguesía. Ahora que el «golpe» se ha llevado a cabo, las masas en todo Brasil que no quieren, y no aceptarán, un gobierno de Temer / Cunha / Aécio, se sienten libres para luchar en las calles por el derrocamiento del próximo gobierno. Así, una cosa se ha convertido en su contrario. El freno institucional se ha convertido en una palanca revolucionaria para la movilización.

El «Frente Brasil Popular» y el «Frente del Pueblo sin miedo» (de los que Esquerda Marxista es parte) han dicho que no reconocerán ninguna legitimidad de ningún gobierno que salga de este proceso, y hacen un llamamiento a la movilización en las calles para derrotar a la derecha, convocando una Asamblea Nacional de Trabajadores para el primero de mayo. La Esquerda Marxista hará todo lo posible por la victoria de esta Asamblea Nacional de Trabajadores. Allí debe comenzar una lucha desde abajo contra todas las instituciones, para defender a la clase obrera y a la juventud, y abrir el camino para expropiar a los expropiadores.

En esta lucha el principal obstáculo serán de nuevo Lula y sus seguidores reformistas. Sólo que ahora su política está fatalmente herida. Es hora de enterrar la línea de colaboración de clases y levantar audazmente la bandera del Frente Único por los inmediatos e históricos derechos y demandas de los explotados y oprimidos.

De aquí en adelante, ningún gobierno podrá disfrutar de estabilidad. La crisis dio un salto hacia adelante el domingo. Una nueva situación política se ha abierto en Brasil. Nos estamos moviendo rápidamente hacia una crisis revolucionaria.

Durante los próximos quince días nadie gobierna. Después de la decisión del Senado, en la que probablemente Dilma será removida y Temer asumirá el control, se formará un gobierno de los ataques. Pero es un gobierno de los ataques que será completamente incapaz de gobernar sin provocar una explosión revolucionaria.

Ellos no tienen el firme apoyo del capital internacional, que teme con razón una explosión social. El nuevo gobierno servirá como  terapia de choque contra los trabajadores. La clase trabajadora brasileña no se siente derrotada, sino que es fuerte como resultado de las luchas y logros de las últimas décadas. Está claro que ya no apoyan al gobierno Dilma / PT. La clase obrera no quiere al gobierno de la derecha y luchará contra su política de aumentar la explotación y la opresión.

La entrada en escena de la clase obrera, las masas y de la juventud, lo decidirá todo en el próximo período. Levantándose contra el gobierno, el congreso, y el poder judicial, formularán sus propias exigencias. No habrá espacio para el «Lulita de paz y amor». Las manifestaciones se transformarán por completo. Serán militantes y combativas, para expresar el deseo de derribar a la clase dominante y a sus representantes.

En estas luchas los marxistas levantarán las demandas de los trabajadores y la juventud. Estaremos defendiendo la revolución y el socialismo, defendiendo, no el retorno a una supuesta legalidad democrático burguesa, sino luchando por el Socialismo, por una Asamblea Nacional Popular Constituyente, por un gobierno de trabajadores que deje de lado el Congreso, el gobierno y el poder judicial, y limpien el país.

Para que la clase obrera se levante y derribe a los «golpistas» y a sus representantes políticos y económicos, es necesario levantar las banderas y los métodos de la lucha de clases. No hay, en el Brasil de hoy, ninguna lucha falsa entre «democracia» y «fascismo», sino la lucha entre revolución y contrarrevolución, entre el capitalismo y la revolución proletaria, entre la barbarie y el socialismo. Las masas sólo pueden combatir con las armas de la revolución proletaria.

En medio de una gran crisis económica, los representantes parlamentarios más mediocres de la burguesía han provocado una crisis política de proporciones ciclópeas, abriendo una nueva situación política. La burguesía ha desgarrado el papel en el que estaba escrita «legalidad» y las fuerzas que Lula y el PT logró contener durante años y años se han desencadenado. Las masas brasileñas se sienten libres para derrocar en las calles cualquier institución de este país capitalista, subyugado por el imperialismo y gobernado por sus lacayos mafiosos y socios nativos.

Una vez más, es el látigo de la contrarrevolución el que empuja hacia adelante a la revolución.

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