Catalunya: sobre la formación de Un País En Comú – Un nacimiento con dificultades

Hace unos meses se anunciaba la hoja de ruta para la construcción del nuevo sujeto político en Catalunya. El proceso se termina este 8 de abril con una gran asamblea en Barcelona. El proceso ha tenido su momento álgido en la polémica entre PODEM y el resto de fuerzas políticas que forman Un País en Comú (UPEC). Antes de que culmine el proceso de formación del nuevo sujeto político, es necesario hacer un balance del mismo.

Recorrido de las confluencias hasta ahora

Después del éxito electoral de Barcelona en comú y la irrupción de varias listas similares en toda una serie de ciudades y pueblos de la periferia de Barcelona, como Terrasa, Badalona, Castelldefels, entre muchos otros; así como algunas experiencias en la Catalunya interior, se llevaba fraguando la necesidad de construir una organización capaz de crear una dinámica conjunta en el seno de las “fuerzas del cambio”.

Dicho proceso sufrió un retroceso durante y después de las últimas elecciones autonómicas catalanas del 27 de septiembre de 2015. Estas fueron planteadas como un plebiscito sobre la independencia, y para ellas se creó una coalición electoral entre PODEM [PODEMOS en Catalunya], Iniciativa per Catalunya, Esquerra Unida i Alternativa [la federación de IU en Catalunya] y Equo, junto con algunos independientes supuestamente representantes de los movimientos sociales, pero sin las fuerzas claves que habían construido las listas electorales municipales. El resultado fue muy modesto.

Catalunya Sí que es Pot, el nombre de esta coalición, no se acercó siquiera a ser una mala copia del proceso de creación de Barcelona en Comú en las elecciones municipales de ese año. Obtuvo 367.613 votos y 11 diputados al Parlament de Catalunya. En cambio En Comú Podem (ECP), que sí contenía las mencionadas fuerzas, sacó en sus primeras elecciones del 20D 927.940 votos, triplicando casi el resultado. Una parte de ello es atribuible al efecto «Colau», pero sin duda el hecho de que ECP no fuera percibido como un pacto entre las cúpulas de 2 o 3 organizaciones ayudó a la movilización de su electorado. En las siguientes elecciones del 26J recibió 853.102, con la pérdida de 75.000. En Catalunya, en ambas contiendas, se consiguió una lista unitaria a la izquierda del PSC-PSOE, sin la CUP que no se presentó. No se puede atribuir el resultado de ECP a las mismas causas que en el resto del estado: a la alianza PODEMOS-IU o a la falta de ella. En Catalunya, dicha alianza opera desde las elecciones municipales de 2015. En ese sentido, es una lástima que las direcciones de todas las organizaciones, y en especial aquéllas que se reclaman venir de los movimientos, como Ada Colau, hayan decidido volver a construir una organización por arriba y con un programa que es un paso atrás respecto a previas contiendas electorales.

Pero todo el espectáculo mediático alrededor de la construcción de UPEC ha estado acompañado de la falta de participación de los miles de activistas que hasta ahora habían participado en la construcción de las diferentes candidaturas de las que hemos hablado.

Lo cierto es que desde Junio 2016 todo han sido movimientos entre los diversos partidos [ICV, PODEM, Barcelona en comú (BEC), etc] para posicionarse ante la creación de la organización que coordine y vehicule al numeroso grupo de diputados, concejales y representantes locales que han surgido en los dos últimos años.

El “Documento 0” del nuevo partido: un retroceso importante

El “Documento 0” del nuevo partido se destaca por un significativo retroceso político con respeto al programa de En Comú Podem hacia posturas más moderadas. En este último, que también se quedaba corto, por lo menos se sugería la necesidad de la “reapropiación pública” de las palancas fundamentales de la economía, empezando por las eléctricas.

Desde las primeras páginas de las ponencias del Documento 0 se dice que la esencia del programa es regular el capitalismo y no superarlo.

En las mismas palabras del documento se resumen así los objetivos:

  1. Intervenir sobre el mercado a través de la regulación social y ambiental, democratizando la economía y las empresas para avanzar hacia una sociedad realmente justa e igualitaria.

  2. Desarrollar unas instituciones públicas no burocráticas que garanticen y provean derechos, servicios y políticas públicas de forma universal. Unas instituciones donde la ciudadanía tenga un papel central a través de nuevos mecanismos de participación, transparencia y control.

  3. Favorecer prácticas comunitarias y experiencias cooperativas y autogestionadas que fomenten el empoderamiento de la ciudadanía.

En la época de la crisis orgánica más profunda que el capitalismo ha vivido en su historia es utópico pensar que se pueda regular el mercado a favor de la mayoría social. Esta idea choca con la verdad de los datos económicos y políticos: la austeridad no es una política escogida por malos administradores sino más bien una necesidad de la clase dominante y del sistema capitalista.

Para que los de arriba sigan con sus ganancias en este contexto de estancamiento económico es necesario explotar más a la clase trabajadora, reduciendo las plantillas, recortando los salarios y el estado del bienestar. Pensar que sería posible un “nuevo pacto social” entre las clases no sólo es utópico sino peligroso para el movimiento obrero. La experiencia de SYRIZA y su traición al mandato del referéndum del 5 de julio de 2015 es la demostración perfecta de lo que se acaba de explicar.

Para que esto no se repita es necesario un programa combativo que pueda responder a las exigencias concretas del pueblo trabajador.

En las ponencias se echa de menos una crítica más contundente a la Unión Europea y la necesidad de una ruptura socialista con la misma para formar una nueva unión socialista europea.

Aún más evidente es la falta de una  clara llamada a romper definitivamente con el régimen del 78. En lo que se refiere a la cuestión nacional, sólo se dice que hay que hacer un referéndum, pero no se especifica en qué marco, si pactado o unilateral y cómo se podría organizar. En otros artículos (poner enlace) explicamos que es necesario ligar el referéndum a un programa contra la austeridad y a un proceso constituyente para decidirlo todo, no sólo el encaje territorial sino también el sistema económico. Sólo así se podría ganar el apoyo de la clase trabajadora de todo el estado.

El grupo promotor del nuevo sujeto político

El método finalmente elegido por los partidos integrantes ha sido escoger a 120 «representantes», donde cada una de las 4 fuerzas principales propone a unas 30 personas de su organización, con intelectuales afines y miembros de los movimientos sociales. Estos 120 impulsores propusieron un manifiesto muy inspirado en la jerga típica del 15-M. Durante meses, los dirigentes políticos de dicho movimiento estuvieron especulando sobre la “construcción de un PSUC del siglo XXI”.

Se planteó un calendario de 4 meses para cerrar el proceso y la afiliación [o inscripción online]. Todo esto termina, como decimos, este 8 abril. El balance es que los mismos nombres que se autoproclamaron líderes serán elegidos por una base muy limitada y fiel a las estructuras de las fuerzas promotoras.

El proceso que se suponía abierto, democrático y participativo ha sido discreto y con la escasísima participación de los incondicionales de cada organización. En vez de impulsar el lanzamiento de una nueva organización con reuniones en barrios, ciudades y centros de trabajo y estudio, donde se pudieran recoger ideas, propuestas y el pulso de los movimientos sociales que han permitido a estas organizaciones llegar con fuerza a parlamentos y gobiernos locales, se han circunscrito a riñas mediáticas en las páginas de la prensa local, en el mejor de los cosas de la prensa alternativa, donde miles de militantes leían y veían boquiabiertos cómo «sus» diputados explicaban el futuro de la organización. En dicho llamamiento no se buscó la complicidad de los sectores más a la izquierda de la CUP, que cuenta con cientos de activistas honestos que  buscan una ruptura con el sistema. Es importante que se salga de la lucha de siglas y se busque la unidad más grande posible.

El «PSUC del siglo XXI»

En la palabras, tanto del diputado Xavier Domènech como del teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, o del eurodiputado Ernest Urtasun, está el concepto del “PSUC del siglo XXI”. Pese a no tener un análisis de conjunto de lo que fue el PSUC del siglo XX, o de por qué ese PSUC se convirtió en la Iniciativa per Catalunya que rompió con la IU más exitosa electoralmente y gobernó con el PSC entre 2003 y 2006 de la mano de Pascual Maragall, ¿qué están dejando entrever? ¿acaso construir un nuevo espacio para acabar en el gobierno catalán con el PSC de Iceta, pero esta vez siendo nosotros el pez grande?… Alguno de los que firman, como Jordi Borja, miembro del comité central del PSUC que decidió girar a la derecha y pactar durante años con el PSC son modelos para muchos dirigentes de ICV y de En Comú Podem. Es importante abrir un verdadero debate sobre el estado del movimiento obrero en Catalunya y también hacer una auto critica de los dos primeros años de gobiernos municipales aprovechando el proceso. Si UPEC no cambia, y rápido, de análisis y de modus operandi no serán sólo los militantes los que brillarán por su ausencia, también su resultado electoral se verá afectado y eso parece que es lo único que les preocupa. Incluso desde ese punto de vista, el nacimiento  de UPEC empieza con dificultades.

El conflicto entre la dirección de Podem y UPEC

El secretario general Podem Catalunya, Albano Dante Fachin, avisó a principios de marzo en una serie de mensajes a los militantes, que el proceso de formación del nuevo partido presentaba unos signos claros de déficit democrático. En los mensajes criticaba justamente el verticalismo burocrático ejercido por parte de las direcciones de ICV-EUiA y BEC. Cuando salió públicamente con sus críticas, muchos pensábamos que finalmente alguien estaba expresando nuestras preocupaciones de ver que el nuevo partido iba en la dirección contraria a la marcada por el 15M de «democracia desde abajo y empoderamiento de las bases». En ese momento, el compañero Albano Dante tuvo la grandísima oportunidad de destacarse como el dirigente de la organización más grande del movimiento del cambio que criticaba, desde la izquierda, el proceso de formación del nuevo sujeto político catalán. Hubiera podido movilizar a la militancia del partido para corregir el rumbo de la confluencia, y caminar hacia el partido unitario que todos queremos, combativo y democrático. Lamentablemente decidió mantener sus críticas sólo y únicamente en el campo organizativo, cayendo así en la trampa de los burócratas de la «vieja política». Los tiburones de siempre muerden mejor y se manejan con destreza, en su entorno de maniobras organizativas. Nuestro secretario general hubiera tenido que partir de una crítica política al programa del “documento cero”, que supone un retroceso importante desde el punto de vista político a posiciones más moderadas y que en esencia proponen regular el capitalismo en lugar de superarlo. Línea política y organización dependen el uno del otro, como bien explicaba Gramsci. Sólo un programa de ruptura socialista con el régimen del 78 puede galvanizar a los militantes para la lucha por una una organización radicalmente democrática y combativa.

Por estas razones, la militancia no entendió las preguntas de la consulta del 16-18 de marzo en Podem, que se resolvió en un fracaso participativo (apenas 3.900 de 34.000 militantes activos y de un registro general de 52.000 inscritos). Estas maniobras han finalmente desorientado a la base de Podem que intuitivamente entiende la importancia de la unidad de la izquierda catalana, pero al mismo tiempo desea que no se repitan los errores del pasado. El resultado de estos bandazos ha sido la auto-exclusión de Podem de la formación del partido, con sus militantes abocados a una participación a título individual, y la entrega de la dirección de UPEC a las capas burocráticas de ICV-EUIA y Barcelona en Comú. Jaque mate para Albano, y se llega al resultado deseado exactamente por las burocracias a las que se quería debilitar.

Cambiar de rumbo para ganar

Muchos hablan del cansancio por el largo ciclo electoral para explicar la  bajísima  participación en todo el proceso de formación de UPEC. Los algo más de 8.000 afiliados que se han inscrito, contrastan con los más de 30.000 que firmaron por Ada Colau en 2015, o con las cifras de militancia de ICV-EUiA o PODEM.

De hecho, el congreso estatal de PODEMOS (el llamado Vistalegre II) muestra que un giro a la izquierda y una «vuelta» a la calle anima y genera la ilusión suficiente como para salir del actual desasosiego en los movimientos sociales, que permitieron generar el  actual momento político. Si la dirección de UPEC saliera de sus despachos y volviera a poner los pies donde dice tenerlos, se podría iniciar un proceso de construcción que tuviera en su centro una transformación radical de la realidad social, cosa que pasa por la movilización y por tener un programa de lucha contra el capitalismo y sus efectos, que la crisis puso de relieve.

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