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Colonia: contra el racismo y el sexismo – La necesidad de la unidad de clase

En la Nochevieja de 2015, se informaron de más de quinientos casos de abuso y acoso a la policía en Colonia. No hay mucha claridad respecto a lo que sucedió exactamente. Que podamos obtener una imagen clara de los acontecimientos es altamente improbable, dada la forma en que los sucesos de Colonia han sido ya absorbidos por la propaganda de la derecha racista.

Parece que no hay duda que ha habido agresiones sexuales en la Nochevieja de 2015 en Colonia. Condenamos absolutamente los ataques sexuales en Colonia, al igual que condenamos todos los ataques sexuales. Estos no son en ningún caso actos aislados, sino que son una constante en la vida cotidiana hoy en día en toda Europa.

Sin embargo, los asaltos en Colonia sólo se convirtieron en una historia en los medios de comunicación debido a que los autores de los que se informaron eran refugiados o inmigrantes. Por tanto, cualquier debate sobre la violencia contra las mujeres ha sido completamente ahogado con la propaganda racista. La derecha es cínica con el dolor y el sufrimiento de las víctimas ya que siembra divisiones dentro de la clase obrera. Toda su hipocresía es revelada por el hecho de que la violación y el abuso sexual son normalmente silenciados cuando están involucrados los no inmigrantes.

Los que ganan con esta historia son las capas más reaccionarias de la sociedad: las organizaciones de extrema derecha como Pegida, el derechista partido populista alemán AfD, y la clase dominante y la élite política de Alemania y Europa. Mientras tanto, los fundamentalistas islámicos se lanzarán a la búsqueda de más reclutas entre una capa de jóvenes musulmanes, frustrados por otra ola de ataques de propaganda racista contra ellos.

En Calais, en Lesbos, en la frontera con Hungría, la gente está hacinada en las condiciones más inhumanas. En las ciudades europeas, los musulmanes son atacados en las calles y los policías son racistas sin conciencia. Al tratar a los seres humanos como animales, el sistema los embrutece y crea las condiciones que pueden provocar acciones indignas de seres humanos. No hay duda de que habrá más historias sobre crímenes cometidos por los refugiados mientras existan estas condiciones. Será una prueba para la izquierda para que proponga una perspectiva de clase en contra del racismo y del sexismo.

Rechazar la demagogia de la derecha

Colonia fue un regalo de propaganda para una capa de capitalistas de Europa, que están tratando de desviar la atención de la clase obrera de la crisis y de sus políticas de austeridad impopulares, usando a los refugiados como chivos expiatorios. Utilizan historias como la de Colonia para justificar sus políticas brutales sobre los refugiados y el cierre de fronteras. Los medios de comunicación se apoderaron inmediatamente de la historia. La derecha demanda mayores ataques contra los refugiados. El hecho de que hubiera mujeres que habían sido agredidas fue completamente sumergido en la histeria anti-inmigrante y reducido a una nota al margen.

La izquierda ha sido incapaz de hablar claramente acerca de lo que sucede en Colonia con una perspectiva de clase, ya que está paralizada por el feminismo pequeño burgués. Como consecuencia, se ignoran por completo las clases y se reproduce la idea reaccionaria del choque de «culturas». Se pinta un cuadro de hombres sexistas y culturalmente atrasados de Oriente Medio. Es decir, una imagen de los refugiados que vienen aquí catalogados como «peligrosos».

En Dinamarca, un sector de la izquierda se pasa al vagón de la derecha y exige políticas de asilo más estrictas. La otra parte, ejemplificada por la Alianza Roja-Verde, sugiere que a los refugiados se les debe enseñar cultura «danesa» de manera que puedan adquirir «una mentalidad abierta e igualitaria” por parte del gobierno danés (!) Ambos terminan siendo los emisarios de la derecha.

Las mujeres trabajadoras de Europa no disfrutan tal «mentalidad abierta e igualitaria». Si dejamos a un lado la cuestión de la desigualdad de salarios, las regulaciones de licencia parental, etc., el sexismo sigue siendo un problema importante. El acoso y el abuso sexual en el lugar de trabajo y en el hogar, es una parte de la vida cotidiana de las mujeres, y hablar sobre ello es tabú.

Un ejemplo para ilustrar los problemas que aún existen: poco después de la Nochevieja, unos días antes de que el suceso de Colonia comenzara a dominar realmente en los medios de comunicación, la empresa danesa de Radiodifusión (DR) mostró el documental «Fui Violada.» El documental es acerca de una mujer de veinticinco años de edad, que cuenta cómo fue violada por tres hombres en un coche después de una fiesta de Navidad. Los tres fueron posteriormente absueltos porque era un caso de declaración de uno contra otro. Los tres hombres afirmaron que la mujer consintió. La historia no logró mucho eco en los medios. Ya que no se hace referencia al origen étnico de los perpetradores, se debe suponer que eran daneses.

En relación con el documental, se supo que se estiman unos 4.000 casos de violación o intento de violación cada año en Dinamarca. De ellos sólo alrededor de 400 son denunciados a la policía, según cifras oficiales. Estas cifras, por cierto, son demasiado bajas ya que la policía, de acuerdo con la Fiscalía General, ha registrado los casos de forma incorrecta.

Luego están las innumerables historias acerca de cómo las mujeres que denuncian una violación son tratadas por la policía. Sólo alrededor de 145 de los casos denunciados a la policía terminan en una acusación. De éstos, sólo unos cincuenta terminan en una condena, es decir, sólo un 1,25 por ciento (!) de las supuestas violaciones. Esa historia no fue una gran noticia.

Es obvio que las condiciones de las mujeres son mucho mejores en Dinamarca y Europa que en países como Pakistán, Irán o Arabia Saudita. El porcentaje de mujeres que denuncian la violencia es más alto en África (45,6%), el segundo más alto es en el sudeste de Asia (40,2%) y el más bajo en Europa (27,2%). A nivel mundial, más de un tercio (35,6%) de todas las mujeres mayores de 15 años experimentaron violencia física y/o sexual por parte de su pareja, o por alguien que no era su pareja, según un informe de la OMS de 2013. Además de esto, por supuesto, están todos los casos no denunciados.

Feminismo

En los últimos años el feminismo ha tenido una especie de renacimiento. Muchas de las personas que se consideran a sí mismas como feministas quieren un mundo de igualdad, un objetivo con el que estamos totalmente de acuerdo. Pero como los acontecimientos de Colonia muestran una vez más, el problema con el feminismo pequeño burgués es que está separado de la lucha de clases, y por lo tanto se lo utiliza con fines reaccionarios. Se convierte en una cuestión de cultura y de moralidad más que de una cuestión de las condiciones sociales y del movimiento obrero.

El feminismo fue enganchado a la cabeza del vagón de la derecha cuando Afganistán e Irak necesitaban ser invadidos. Exactamente de la misma forma como el feminismo es enganchado al vagón de la derecha hoy con el fin de demonizar a los refugiados y a los inmigrantes.

La opresión de la mujer no es una condición de los hombres de Medio Oriente. Marx y Engels siempre mencionaban al socialista utópico y filósofo francés Charles Fourier, cuando dijo que «el progreso humano siempre se puede determinar por el progreso de las mujeres hacia la libertad.» Mientras la opresión y las clases han existido, la opresión de las mujeres ha existido. Que la situación de las mujeres siga siendo tan horrible y atrasada en algunas partes del mundo se debe a la opresión capitalista e imperialista; particularmente en lugares donde las fallidas revoluciones sociales han terminado en dictaduras reaccionarias y en condiciones sociales miserables.

En Afganistán, las condiciones bárbaras para las mujeres son un resultado directo de la injerencia del imperialismo occidental para derrotar a la Revolución Saur, al apoyar a grupos islamistas como los muyahidines.

La Revolución Saur en 1978 introdujo, entre otras cosas, «el decreto no. 7» para “garantizar la igualdad de derechos para las mujeres y los hombres en el ámbito civil y eliminar las relaciones feudales patriarcales injustas entre marido y mujer”. La revolución ilegalizó el hecho de que las chicas se casaran a cambio de dinero y bienes, así como el matrimonio forzado. Se fijó la edad para el compromiso y el matrimonio a los 16 años para las mujeres y 18 para los hombres, esto prohibió efectivamente el matrimonio infantil.

A partir de esto se puede ver que la opresión de la mujer no se construyó en la «cultura» de Afganistán. Las condiciones reaccionarias y de barbarie en Afganistán hoy en día son el resultado directo de la intervención occidental para derrocar al régimen creado por la revolución Saur, sustituyéndolo por el régimen bárbaro de los talibanes.

La Primavera Árabe en Egipto llevó a hombres y mujeres a la batalla contra Mubarak. A través de la lucha común las barreras entre los sexos se rompieron en un país donde más de cuatro de cada cinco mujeres han sido asaltadas sexualmente durante sus vidas.

«En la plaza [Tahrir], había personas de diferentes clases, tanto hombres como mujeres, mezclándose, hablando y debatiendo. Ellos [los hombres] veían que las mujeres son fuertes, que puedan valerse por sí mismas. Ellos estaban veían que las mujeres trabajan duro por la revolución, que conducían protestas, y su respuesta [sin ninguna duda] es su manera de decir: «Yo te respeto'», explicó la señora Hassan directora del Centro de Estudios Feministas Nazra en El Cairo. Esa situación cambió de nuevo tan pronto como la reacción utilizó la táctica de divide y vencerás de ataques organizados contra las mujeres y las minorías religiosas”.

El racismo y el sexismo son herramientas de la clase dominante, para dividir a la clase obrera. La izquierda debe luchar contra estas divisiones en líneas de sexo y raza, pero eso también significa una lucha contra las ideas reaccionarias sobre el «choque de civilizaciones». La lucha contra el sistema que crea y sostiene la opresión, el racismo y el sexismo, es una lucha de la clase obrera de todo el mundo, independientemente de su nacionalidad y religión.

El revolucionario ruso León Trotsky describe en la siguiente cita lo que separa a los bolcheviques revolucionarios de los «humanistas» liberales «bienintencionados». Él lo describe como la diferencia entre permanecer en los márgenes de la lucha de clases hablando de los derechos y deberes de los oprimidos, mientras que los bolcheviques hacen todo lo que pueden para organizar a la clase obrera cruzando fronteras y «culturas» en una lucha sin cuartel contra el sistema mismo.

«Lo que caracteriza al bolchevismo sobre la cuestión nacional es que en su actitud hacia las naciones oprimidas, incluso las más atrasadas, las considera no sólo el objeto sino también el sujeto de su política. El Bolchevismo no se limita a reconocer su «derecho» a la autodeterminación y a protestas parlamentarias contra el pisoteo de este derecho. El Bolchevismo penetra en el medio de las naciones oprimidas; las levanta contra sus opresores; ata su lucha con la lucha del proletariado en los países capitalistas; instruye a los oprimidos chinos, hindúes o árabes en el arte de la insurrección y asume toda la responsabilidad de este trabajo frente a los verdugos civilizados. Sólo aquí es dónde comienza el bolchevismo, es decir, el marxismo revolucionario en acción. Todo lo que no pasa por encima de este límite se mantiene como centrismo». (Trotsky, ¿Y ahora qué, preguntas vitales para el proletariado alemán, 1932)

No es la cultura lo que crea la opresión de las mujeres y el acoso sexual, es la situación social. Un mundo en el que se trata a la mayoría de la humanidad de manera inhumana desembocará en racismo y sexismo. La lucha contra la opresión y por la emancipación de la mujer no puede ser combatida bajo la bandera feminista, que separa la opresión y el abuso de la lucha social y de clase.

La lucha contra la violencia sexual, como en Colonia, no puede separarse de la lucha contra el capitalismo. Toda postura y enseñanza sobre la «mentalidad abierta» occidental ayuda a legitimar el capitalismo en su forma más «occidental».

Lo que se requiere es exponer a los gobiernos capitalistas occidentales como responsables del sistema y de las políticas que crean condiciones inhumanas de barbarie en todo el mundo. El capitalismo está en un callejón sin salida. Que estemos ahora ante el mayor número de personas, desde la Segunda Guerra Mundial, que se ven obligadas a huir en las condiciones más bárbaras es sintomático de esto.

Los refugiados y los inmigrantes, hombres y mujeres de Oriente Medio, no son ni enemigos ni víctimas. Son compañeros en la lucha contra el capitalismo. Para la clase obrera en los países capitalistas avanzados la lucha debe ser contra sus propias fuerzas reaccionarias, comenzando por sus burguesías respectivas.

La lucha debe ser contra todas las fuerzas reaccionarias que abogan por políticas que dan lugar a la opresión de las mujeres y obliga a la gente a huir de sus países de origen. Eso incluye el feminismo, cuando es explotado en beneficio de las fuerzas de la reacción. El sexismo y el abuso sexual deben ser combatidos con uñas y dientes, pero no mediante el apoyo al sistema que los crea, sino librando una lucha sin cuartel contra él.

Viernes, 22 de enero 2016

Artículo original: http://www.marxist.com/cologne-against-racism-sexism-need-for-class-unity.htm

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