Cómo luchar contra el genocidio sionista en Gaza

Israel ha demostrado su determinación de consolidar la limpieza étnica de Gaza. Todo este horror fue posible desde el primer instante gracias al apoyo económico y político de las clases dominantes europeas y la estadounidense, que tienen grandes intereses en mantener a Israel como socio político y comercial en Oriente Medio.

De todo ello se sigue una consecuencia clara: los capitalistas y sus lacayos políticos no abandonarán voluntariamente su apoyo al genocidio, que les resulta un negocio millonario. Ha llegado el momento de que trabajadores y estudiantes actuemos contra los burgueses y capitalistas que han atizado la carnicería en Gaza. ¡Inundemos las calles, detengamos la producción con nuestra propia fuerza, pongamos sobre la mesa quién controla realmente la sociedad!

La clase trabajadora es la única que puede cortar con su fuerza los obscenos beneficios que los capitalistas y políticos están ganando con el genocidio, así como aislar efectivamente a Israel y luchar por sustituir la “democracia” burguesa cómplice, asentada sobre la propiedad privada de los medios de producción que enriquecen a unos pocos, por una democracia obrera, asentada sobre la planificación racional y democrática de la economía por todos. Los trabajadores y estudiantes italianos dieron un gran paso el 22 de septiembre y el 3 de octubre cuando salieron por millones a las calles, y bloquearon puertos, estaciones de tren, autopistas, pararon fábricas durante horas, etc. El camino está abierto para escalar el movimiento contra el genocidio y el capitalismo que lo ha incentivado.

En primer lugar, debemos incentivar la creación de comités de trabajadores pro palestinos en todas las empresas y centros de trabajo —independientemente de la filiación sindical, como órgano de lucha independiente si los sindicatos no colaboran—, pero principalmente en los puertos, aeropuertos y fábricas cuya producción o servicio contribuya directamente a la capacidad genocida de Israel. Estos comités deberían discutir qué medidas tomar para detener la producción, cómo arrastrar al resto de trabajadores al movimiento, las posibilidades de coordinar la lucha con otros tales comités de la misma empresa o rama industrial, etc., así como exigir a su patronal la apertura de los libros de cuentas para controlar que no se lucre con el genocidio.

Puesto que ha quedado claro que solo los trabajadores pueden asegurar que se cumpla el embargo de armas, los comités de portuarios y aeroportuarios, con la ayuda de los sindicatos —que se pronunciaron a favor de la medida del embargo de armas—, deberían bloquear ellos mismos los embarques de mercancías para Israel.

Paralelamente, tendríamos que exigir a los sindicatos que declaren ahora mismo una huelga general. Esta sería una herramienta poderosa para organizarse como clase, manteniendo asambleas a pie de calle para determinar la dirección del movimiento y unirlo con otras luchas sociales. Todo activista y sindicalista de base debería ponerse manos a la obra para la creación y difusión de dichos comités y de la huelga general.

Los estudiantes también tienen un importante papel que jugar. Igualmente, deberían organizarse comités propalestina en las facultades e institutos, participar en la huelga convocada este 2 de octubre en todo el Estado, y en las movilizaciones previstas en el momento que se ataque a la Flotilla. Los comités estudiantiles deberían desplazarse a la salida de los centros de trabajo y barrios repartiendo octavillas a favor de la huelga general y el bloqueo, etc. Como en Italia, trabajadores y estudiantes deberían movilizarse juntos y bloquear puertos, estaciones de tren y demás estructuras viales, como método de protesta.

En Europa, la rabia contra el genocidio está haciendo saltar las primeras chispas contra los capitalistas y políticos, que en la decadencia de sus sistema han apoyado el genocidio. Si una huelga general ocurriera en el Estado español, aunque fuera de un solo día, ayudaría a extender el reguero de pólvora por Europa y a poner todavía más contra las cuerdas a la burguesía europea, ya en bancarrota y enormemente desacreditada. Entonces sería posible valorar la escalada del movimiento hacia una huelga general de mayor duración, para lo que, sin duda, sería necesario haber creado una red de comités obreros en las distintas empresas, que pudieran seguir coordinando la lucha —incluso si los grandes sindicatos se echaran atrás— y dirigiendo la rabia contra los auténticos culpables: los capitalistas, banqueros y políticos defensores del capitalismo.

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