Lecciones de la Comuna Asturiana de octubre de 1934
Esta semana se cumple el 80º aniversario de la Revolución de Asturias de octubre de 1934, una de las grandes gestas de la Revolución Española de 1931-1937. Este episodio heroico, que duró varias semanas, fue impulsado por el proletariado minero al grito de ¡Uníos Hermanos Proletarios!, y también quedó registrado en la memoria colectiva como la Comuna Asturiana. Para conmemorar este evento, reproducimos un artículo publicado hace 10 años en marxist.com para conmemorar el 70º aniversario de este hecho que nos trae importantísimas lecciones que debemos aprender y utilizar en nuestras luchas actuales contra la explotación capitalista.
Contenido
Introducción
Hace 70 años la región minera e industrial de Asturias en España presenció una de las más fascinantes revoluciones de la historia del siglo XX. Durante 15 días hombres y mujeres lucharon para establecer una nueva sociedad libre de explotación y gobernada siguiendo los principios de la democracia obrera. Este era el inicio de la comuna asturiana.
El 12 de abril de 1931, las masas españolas votaron en bloque por los partidos socialistas y republicanos en las elecciones municipales que tuvieron lugar por todo el país. Una de las características de estas elecciones fue la alta participación. Dos días más tarde, el 14 de abril, el odiado régimen monárquico colapsaba y el rey se veía forzado a abandonar el país, y España se convirtió en una república.
Las masas buscaban acabar con siglos de explotación, de atraso cultural y romper la influencia de la todopoderosa iglesia católica en los asuntos económicos y sociales del país. El programa burgués-democrático para la reforma agraria, el desarrollo de la industria, la separación de la iglesia de los asuntos del Estado y las promesas de educación y sanidad decentes llenaron a los trabajadores y campesinos españoles de esperanza. La situación abrió una etapa de gobiernos de coalición socialistas-republicanos y de ilusión para las masas oprimidas de España.
Sin embargo, en 1934 la república burguesa-democrática había quebrantado las iniciales ilusiones democráticas de una gran capa de la clase obrera y el campesinado. Tres años tras la proclamación de la república, la clase trabajadora empezaba a ver que la república no había resuelto ninguno de los problemas a los que se enfrentaban. En las elecciones que tuvieron lugar el 19 de noviembre de 1933 los obreros se abstuvieron en masa; gracias a eso y a las maniobras de los patronos hubo un giro a la derecha en el parlamento. El Partido Radical de Lerroux salió como ganador, pero sin mayoría absoluta. Esto significaba que necesitaría el apoyo de la CEDA, un partido burgués de extrema derecha. La CEDA era un partido ultraderechista que representaba a los terratenientes, a los caciques, a los oficiales del ejército y a la patronal.
España entró en una situación de profunda inestabilidad, que sacudió a todas las partes del país, empezando por arriba. Las crisis gubernamentales se convirtieron en una de las principales características de la vida política española. En el transcurso de dos años el gabinete cambió 6 veces, pero el Partido Radical (un partido burgués que usaba una retórica de izquierdas) era el denominador común de todos estos gobiernos.
Otra característica permanente de este periodo fue la represión. El gobierno republicano-radical usaba leyes aprobadas por los socialistas cuando estuvieron en el gobierno (en coalición con los partidos republicanos burgueses) ¡contra el propio partido socialista! Entre noviembre de 1933 y septiembre de 1934 más de 100 ediciones de El Socialista fueron requisadas. Antes del alzamiento de 1934, 12.000 trabajadores estaban en la cárcel. Las milicias socialistas fueron prohibidas y desarmadas. Los fondos de los sindicatos también fueron requisados. Suponía una ironía cruel para los socialistas que fueran reprimidos con las mismas leyes que ellos aprobaron contra “los enemigos y saboteadores de la república”.
Cada vez estaba más claro para la masa de los trabajadores que la república no podía satisfacer sus aspiraciones y reivindicaciones de una vida mejor. La experiencia frustró sus ilusiones en sólo tres años. La impotencia del parlamentarismo frente a la severa crisis del capitalismo se hacía evidente.
La lucha contra el fascismo y su impacto sobre las organizaciones obreras
Este periodo fue uno de revolución y contrarrevolución a lo largo y ancho de Europa. El crash de 1929 aceleró este proceso. Desafortunadamente, las direcciones socialdemócratas y la línea ultraizquierdista seguida por los partidos comunistas llevaron a estas revoluciones a derrotas sangrientas y al auge del fascismo y de otros regímenes reaccionarios. En 1933 Hitler tomó el poder en Alemania. El movimiento obrero mejor organizado de Europa sufría así una derrota terrible. Una situación similar se dio en Austria. Años antes, la clase obrera italiana había sido aplastada bajo el yugo del fascismo.
La derrota sufrida por las clases trabajadoras de Alemania y Austria alertaron al resto del proletariado europeo, sobre todo al español, sobre los peligros del fascismo. Entre las bases de los partidos obreros y de los sindicatos un sentimiento de unidad empezó a surgir. Aquí vemos en la práctica un ejemplo de cómo la clase obrera, cuando siente la necesidad de combatir, rechaza las escisiones y las divisiones por norma general. El proletariado español estaba decidido a derrotar al fascismo. No querían pasar por la misma experiencia que sus compañeros alemanes.
La situación en Europa tuvo el efecto e empujar a los partidos de la II Internacional hacia la izquierda. Este giro a la izquierda empezó con el crecimiento del ala izquierda del PSOE. Largo Caballero y sus seguidores de la UGT y de las Juventudes Socialistas afirmaron que incluso estaban preparados para llevar a cabo la revolución proletaria. Incluso Prieto (identificado con el ala moderada del partido) afirmó en las Cortes que estaba decidido a impedir por cualquier medio (incluyendo un alzamiento armado) el surgimiento de un régimen fascista. La presión de las masas sobre sus dirigentes les empujaba más y más hacia la izquierda.
Largo Caballero ejemplificó el estado de ánimo que se estaba desarrollando entre las bases de los partidos obreros. Fue ministro del trabajo durante la dictadura de Primo de Rivera (1924-1930). A pesar de ello, en los años 30 su giro a la izquierda fue tal que se le acabó llamando “el Lenin español”. Sin embargo, los dirigentes del PSOE estaban lejos de ser marxistas o leninistas. Reemplazaron su cretinismo parlamentario previo por una línea crecientemente ultraizquierdista. De repente declararon que ya no estaban interesados en la “política burguesa”. Habiendo abandonado la idea de cambiar la sociedad poco a poco por medios parlamentarios, ahora eran incapaces de entender el papel que tienen las plataformas que te ofrece el sistema en la lucha contra el capitalismo.
La Alianza Obrera Revolucionaria
Mientras una amplia capa de militantes del PSOE giraba a la izquierda un nuevo fenómeno, la Alianza Obrera Revolucionaria, brotaba por todo el país. Su objetivo era el expresar los profundos sentimientos de unidad del proletariado. En octubre de 1933 el BOC (Bloque Obrero y Campesino) y la federación catalana del PSOE organizaron un mitin llamando a la formación de un Frente Único Obrero.
Más tarde, tras la derrota sufrida por los partidos de izquierda en las elecciones general de noviembre y tras el fracaso del último alzamiento anarquista promovido por la FAI, una Alianza Obrera Revolucionaria fue creada en Barcelona. El comité original consistía en el BOC, la UGT, el PSOE (federación catalana), FSL, la Izquierda Comunista, USC (Unió Socialista Catalana), Unió de Rabassaires (sindicato de los pequeños propietarios catalanes), sindicatos expulsados de la CNT (controlados por el BOC) y los sindicatos disidentes unidos entorno a Ángel Pestaña.
La Unió de Rabassaires y la USC abandonaron la Alianza Obrera. El hecho de que ambos le estuviesen dando su apoyo al gobierno burgués de Companys les llevo a un conflicto con el carácter original de la Alianza Obrera, que era el de un frente único de trabajadores.
La primera prueba práctica para la Alianza Obrera llegó el 13 de marzo de 1934. La Alianza convocó una huelga contra la creciente influencia de la reacción en el gobierno central. Sin embargo, la huelga fue convocada sin hacer un llamamiento a la CNT (federación anarquista de sindicatos). La CNT aunaba a la mitad de la clase obrera sindicada de la España de aquel momento. El aventurismo de los dirigentes de la Alianza Obrera y el sectarismo de los dirigentes de la CNT (sobre todo en Cataluña) sentaron las bases para la derrota de la huelga, sobre todo en Barcelona. En general, la Alianza Obrera fracasó en su intento de ser un frente único real contra el fascismo.
Los instigadores de la Alianza, la Izquierda Comunista de Andreu Nin y el BOC de Joaquín Maurín, nunca trataron de unir a las organizaciones obreras por la base. Siempre buscaron la unidad desde arriba. Este método burocrático socavó todo el proyecto a pesar de los deseos y el ánimo de unidad antifascista por la base de los sindicatos y de los partidos obreros. No adoptaron la posición leninista del frente único – marchar separados, golpear juntos.
El sectarismo de la dirección de la CNT y del, en aquel entonces, pequeño PCE jugaron un papel importante también. El partido comunista fue hasta el punto de tildar a las Alianzas Obreras de “Alianzas de Obreros reaccionarios”. Esto iba en la línea de la política de Stalin del Tercer Periodo, cuando los socialistas, anarquistas y trotskistas eran tachados de fascistas.
A pesar de la oposición de la CNT a la Alianza Obrera en Cataluña, los dirigentes de la CNT en Asturias apoyaron la idea de la Alianza y llegado un punto se unieron a ésta desoyendo a los lideres de la CNT del resto de España.
La explicación de este curioso comportamiento se debe a que en Asturias la CNT tenía casi tantos afiliados como la UGT. Esta situación había empujado a los trabajadores de los sindicatos socialistas y anarquistas a trabajar y luchar juntos. Por ejemplo, mientras que el SOMA-UGT (el sindicato minero socialista) dominaba todos los pozos, la mayoría de los trabajadores del metal estaban con la CNT.
Históricamente, el movimiento obrero asturiano estaba entre los mejor organizados de España. El número de Casas del Pueblo del PSOE, de centros sociales anarquistas, cooperativas e incluso colegios gestionados por los sindicatos, son ejemplos del nivel de organización del proletariado asturiano.
Sin embargo, el proceso de integrar a la CNT dentro de la Alianza Obrera no estuvo exento de controversia y oposición dentro de la propia CNT. El bastión de La Felguera controlado por la FAI siempre se opuso a la Alianza Obrera.
También es importante recordar el papel jugado por la dirección del partido comunista. Desde principios de los años 30 el PCE había adoptado la idea estalinista ultraizquierdista del Tercer Periodo, que llevó al abandono de la táctica leninista del frente único y así ayudó a la fractura del movimiento obrero y facilitó el auge del fascismo.
Las políticas erróneas de los dirigentes estalinistas dieron lugar a derrotas en China (debido a la táctica del Frente Popular) y en Alemania y Austria (por el sectarismo del “Tercer Periodo”). Debido a estos zigzags la Internacional Comunista dejó de ser una Internacional revolucionaria genuina. En vez de ello, como explicó Trotsky, acabó convirtiéndose en la guardia fronteriza de los estalinistas en Moscú.
Más tarde, los estalinistas giraron a la derecha de nuevo y adoptaron la táctica del frente popular. Reemplazaron su perspectiva ultra-sectaria hacia la socialdemocracia por una de colaboración de clases. El marxismo explica que el ultraizquierdismo y el oportunismo son dos caras de la misma moneda. Ambas políticas dieron lugar a una catástrofe durante el transcurso de la revolución española. En Asturias, en vísperas del alzamiento, la dirección del PCE abandonó su definición previa de la Alianza Obrera como el “nervio de la contrarrevolución” y en vez de ello ¡optó por unirse a ésta! La presión de los acontecimientos y de las propias bases se hacia imposible de resistir.
De la huelga general a la revolución
Para finales de septiembre la crisis era tan seria que el gabinete radical-republicano dirigido por Samper colapsó y a principios de octubre Alacá Zamora (presidente de la república) pidió a Lerroux que formase un nuevo gobierno.
La clase dominante no tenía ninguna solución. Había una creciente ansiedad entre la clase obrera. Todos estaban atentos a si Lerroux daba alguna cartera a la CEDA. La clase trabajadora consideraba la entrada de la CEDA en el gobierno como el primer paso hacia el fascismo en España. La experiencia alemana seguía viva en sus mentes. El tres de octubre, Lerroux nombraba a tres ministros de la CEDA. Seis horas más tarde la UGT y la Alianza Obrera convocaban la huelga general.
A pesar de las limitaciones de la dirección – su fracaso de llamar a la toma de las fábricas por parte de los obreros a la ocupación de la tierra por los campesinos, y la falta de verdaderos soviets y de claridad – la clase obrera se lanzó a la lucha.
La huelga general estuvo condenada por la falta de participación de los trabajadores sindicados en la CNT de sectores claves como los ferrocarriles. Esto permitió el transporte de municiones y de tropas para aplastar la protesta. Los obreros no recibieron armas hasta horas después de la convocatoria de huelga general. El ejército use este tiempo para arrestar a trabajadores y desmantelar las milicias. Pero los trabajadores resistieron con una huelga general que duró varios días y paralizó la industria y el comercio. A pesar de las limitaciones de la dirección, cuando la clase obrera empieza a luchar con tal determinación, es difícil de frenar. Un combate feroz siguió a la huelga. Sin embargo, al final el fracaso de los dirigentes fue decisivo y el movimiento fue derrotado.
El fracaso de este movimiento fue analizado por León Trotsky en su artículo Las consecuencias del reformismo parlamentario, en el que dice:
“El partido socialista, como los social-revolucionarios rusos y los mencheviques, compartieron el poder con la burguesía republicana para impedir que los obreros y campesinos llevasen la revolución a su conclusión. Durante dos años los socialistas ayudaron desde el poder a que la burguesía se deshiciese de las masas con las migajas de reformas nacionales, sociales y agrarias. Contra la capa más revolucionaria del pueblo los socialistas usaron la represión (…) cuando el partido socialista estuvo suficientemente comprometido, la burguesía lo echó del poder y se lanzó a la ofensiva en todos los frentes. El partido socialista tuvo que defenderse bajo las peores condiciones, que habían sido preparadas por su propia política.”
Trotsky señaló que como resultado del cretinismo parlamentario anterior del partido socialista, el anarcosindicalismo se vio reforzado como corriente dentro del movimiento obrero, ganándose a las mejores capas proletarias.
Aun así, el papel de la dirección anarquista fue tan pernicioso como el de la dirección socialdemócrata. Se negaron a apoyar la insurrección liderada por los socialistas. La insurrección es un momento decisivo, no un juego, y debe ser usada y preparada hábilmente.
De nuevo citando a Trotsky: “El marxismo está lejos de ser un pensamiento que propugne que la lucha armada sea el único camino, o una panacea aplicable a todas las circunstancias. El marxismo en general no conoce ningún fetiche, ni parlamentario ni insurreccional. Hay un momento y un lugar para todo.”
La peor traición del movimiento fue en Cataluña. Lluis Companys (presidente catalán) temía a los obreros más que a las tropas enviadas por el gobierno republicano. Usó las divisiones en el seno del movimiento obrero en Cataluña (sobre todo en Barcelona) para proclamar el Estat Català. El presidente de la Generalitat apeló al pueblo catalán para tranquilizarlo. Cuando las tropas llegaron desde Madrid y rodearon Barcelona, se rindió sin oponer resistencia. Por supuesto, este Estat Català no supuso ninguna amenaza a la propiedad privada o al estado de las cosas. La burguesía catalana trataba de distraer la atención de las masas a través de esta maniobra. Dejando la dirección de la lucha en manos de la pequeña burguesía representada por ERC y la Unió de Rabassaires demostró ser un grave error.
Esta maniobra de la pequeña burguesía catalana podía ser superado, pero la dirección de la CNT desdeñó todo el movimiento como “político” y no se unió a éste. En el momento decisivo, la CNT, que organizaba a la mayoría del proletariado barcelonés, no fue capaz de proveer un liderazgo. Este vacío lo llenó la pequeña burguesía de Companys, que no dudó a la hora de traicionar el movimiento. A pesar de esto el gobierno de Madrid “premió” a Lluis Companys metiéndole en la cárcel y condenándole a muerte, aunque más tarde la sentencia sería conmutada. Con el fracaso de la insurrección en Cataluña la lucha en el resto del país quedó seriamente debilitada.
¡Uníos Hermanos Proletarios! (UHP)
En Asturias, sin embargo, la situación era completamente diferente. Allí la huelga general tomó la forma de una insurrección armada. Sólo horas tras el alzamiento zonas mineras estaban enteramente bajo el control de los obreros revolucionarios. En dos días los trabajadores tomaron el ayuntamiento de Oviedo, la capital asturiana. La Alianza Obrera, establecida hace hacía más de un año, era ahora un verdadero frente unido.
Como explicamos antes, la presión de los trabajadores sobre la dirección de Asturias empujó hacia la unificación les gustase o no. Por ejemplo, el PCE tuvo que unirse a la Alianza Obrera a pesar de la posición sectaria y ultraizquierdista de la dirección con respecto a esta cuestión. Mineros dirigidos por González Peña y Grossi se abrían camino con cargas de dinamita debido a la falta de armas y munición. El proletariado asturiano revolucionario superaba las limitaciones materiales con su experiencia y su instinto de clase.
Mientras los obreros y campesinos establecían un nuevo orden llamado la Comuna, las instituciones del sistema capitalista colapsaban. Los guardias civiles y la guardia de asalto huía de los cuarteles. Cuando veían a los trabajadores armados algunos incluso se unían a éstos. El caso del teniente Torrens es el más famoso. Entregó a su escuadrón de guardias civiles y se unió a los obreros como asesor militar.
La Alianza Obrera y los cuerpos que salían de ésta, como los consejos revolucionarios, actuaban como verdaderos soviets. A pesar del fracaso de estas organizaciones en el resto del país, en Asturias lideraron la revolución.
A lo largo de los 15 días de existencia de la Comuna asturiana, los consejos revolucionarios tomaron la tierra, ocuparon las fábricas, pusieron a los enemigos de la clase obrera a juicio a través de los tribunales revolucionarios (un derecho que la reacción nunca concedió a los obreros asturianos tras la represión), establecieron al democracia obrera y mantuvieron a raya a las tropas moras y la Legión, los dos cuerpos más reaccionarios del ejército español.
A pesar de la valentía de las masas asturianas el movimiento e enfrentó a problemas serios. Por una parte la insurrección se aisló en Asturias. Esto le facilitó la tarea a la reacción. Pero la falta de coordinación entre las distintas zonas del alzamiento también hizo difícil el superar la falta de munición y armas.
El fracaso de la insurrección en el resto del país hizo posible que el gobierno republicano se centrase en aplastar la Comuna asturiana. Se solía decir que de haber surgido tres comunas asturianas, la revolución hubiese triunfado por todo el país. En vez de la mayor de las victorias ocurrió la peor de las derrotas.
La represión fue horrible. El ejército republicano, dirigido por Franco, no dudó en bombardear desde el aire poblaciones civiles. Mandaron miles de tropas a matar, violar y torturar a mujeres y niños. Estos son los métodos salvajes usados por la clase dominante para sofocar el alzamiento asturiano. No podían dejar que obreros y campesinos decidiesen su propio destino. No hay cifras exactas, pero distintas fuentes calculan el número de muertos entre 2000 y 4000. Los encarcelados se contaban por decenas de miles.
De nuevo, la falta de un programa y tácticas claras fue desastrosa y el proletariado pagó por ello. Si hubiese existido una dirección genuinamente bolchevique en los partidos socialista y comunista y los sindicados (tanto el anarcosindicalista como el socialista) que hubiese dirigido la revolución por todo el país, el resultado hubiese sido sustancialmente diferente.
Pero el sacrificio de los trabajadores asturianos no fue del todo en vano. Previnieron el triunfo del fascismo por medios parlamentarios. La clase dominante sólo pudo imponer su dictadura abierta tras tres años de una larga guerra civil en la que el proletariado español luchó como un león a pesar de estar dirigido por corderos.
Queremos rendirle homenaje a la lucha de estos hombres y mujeres que combatieron valientemente por un mundo nuevo. Mostraron a los obreros y campesinos de todo el mundo que una sociedad sin clases es posible. Lanzamos la vieja consigna de la Comuna asturiana contra el capitalismo, ¡uníos, hermanos proletarios! ¡UHP!
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