Contra el racismo, lucha de clases – Editorial de «Lucha de Clases» nº117
La cuestión migratoria se ha transformado en un pilar central de la situación mundial. Y esto por dos razones. La primera, porque refleja el carácter mundial de la economía capitalista y de todos sus componentes, comenzando por la fuerza de trabajo. A ello se añaden las lacras de este sistema reaccionario y degenerado con sus guerras, desastres naturales y cambio climático, agravados por la depredación imperialista que obliga a huir de sus hogares a una masa creciente de seres humanos. Actualmente, hay 122 millones de refugiados en todo el mundo por estos motivos. La segunda razón es que la clase dominante ha encontrado un grandísimo filón político en explotar cínicamente el tema de la inmigración para dividir y enfrentar a la clase obrera de todo el mundo, alimentando la xenofobia y la violencia intercomunitaria, dando alas a los demagogos racistas.
El problema no es la migración de personas de un país y continente a otro, un proceso inevitable y necesario, sino el sistema capitalista cuyas bases, la propiedad privada de los medios de producción y las fronteras nacionales, han quedado completamente estrechas y obsoletas para el desenvolvimiento de las necesidades humanas. Necesita ser superado y sustituido por un sistema social superior, basado en la plena integración de los recursos del planeta y de sus habitantes, en la propiedad colectiva gestionada democráticamente, y en la fraternidad universal de los seres humanos.
Contenido
El racismo, una cuestión de clase
En el Estado español vemos palmariamente este doble discurso de la clase dominante. Por un lado, se incentiva la llegada de población inmigrante por necesidades económicas. Así, el 24,2% de los contratos de trabajo en 2024 fueron para extranjeros, representando el 45% de los nuevos afiliados a la Seguridad Social. Por otro lado, desatan una campaña desvergonzada de criminalización contra la población extranjera, principalmente de origen magrebí y musulmana.
En esto hay una lógica. Como la mayor parte de la mano de obra magrebí está empleada en el sector agrícola, que registra la mayor explotación física de todos los sectores productivos, se precisa que esté desorganizada y criminalizada, y lo más alienada posible de la población autóctona, de ahí que el racismo hacia este sector de la clase obrera y su deshumanización jueguen el papel clave en esto. Se utilizan los prejuicios hacia la religión islámica, y datos sobredimensionados o directamente falsos sobre su implicación en la delincuencia común, para amplificar todo ello.
El ejemplo de Torre Pacheco
Los sucesos recientes de Torre Pacheco fueron una muestra elocuente de todo lo anterior. Tras manipular y exacerbar un caso de agresión a un vecino por un joven magrebí, se desató una cacería en la localidad contra la población magrebí, con la participación de decenas de lúmpenes y fascistas venidos de diferentes zonas del país y una cantidad similar de la propia población, con la complicidad de las policías local y nacional. Es destacable que la propia población inmigrante se organizó en sus barrios, sobre todo la juventud, enfrentándose valientemente a las hordas fascistas y mandando directamente a varios de ellos al hospital con la nariz y la cabeza rotas. En paralelo, las asociaciones de inmigrantes empezaban a ondear la idea de una huelga general en el campo y los almacenes, el corazón económico de la comarca. Bastaron estos dos hechos para obligar a la oligarquía local y al aparato del Estado a recular, con la complicidad de los dirigentes religiosos y civiles de la comunidad magrebí que se encargaron de desactivar la autoorganización popular en marcha. Al final, el racismo y la lucha antirracista consecuente son una expresión de la lucha de clases.
Vox y la clase obrera
Siguiendo la estela de la campaña antiinmigrante en curso, los medios de comunicación están destacando el repunte de Vox en las encuestas electorales. Actualmente, le dan alrededor del 16% frente al 12,4% conseguido en las elecciones de 2023. Es un incremento llamativo, pero tampoco es un salto significativo, por el momento. Ya en noviembre de 2019 Vox obtuvo el 15,1% y 600.000 votos más que en 2023. Ausente cualquier referencia radical de izquierda, el bloqueo de la lucha obrera por parte de las cúpulas sindicales, la incapacidad del gobierno “progresista” para avanzar un solo paso en temas sangrantes como el de la vivienda, todo eso hace que cuestiones artificialmente instaladas en la conciencia social por los medios de comunicación y la derecha, como la delincuencia o la inmigración, adquieran una relevancia desproporcionada a través de la cual se desvía el malestar social instalado. Vox, al ser el más consecuente en abogar por este discurso, puede beneficiarse al captar mejor la atención de la clase media y de capas atrasadas y apáticas de jóvenes y trabajadores.
Esto nos lleva al asunto de si Vox podría penetrar significativamente en la clase obrera. Recientemente, El País (10/08/25) publicó un estudio basado en la encuesta del CIS de julio con el elocuente título de: “Abascal gana fuerza entre obreros y parados y se acerca al umbral de Le Pen”. Esto nos parece una perspectiva muy precipitada. Realmente, el titular y las estadísticas usados en el artículo están sesgados, buscando la espectacularidad mediática. El artículo utiliza el dato de esta encuesta del CIS donde el 24,8% de los votantes de Vox se declaran “Clase baja/pobre”, un porcentaje mayor que el PSOE (16,3%) y Sumar (18,8%). Realmente, es muy arbitrario clasificarse como clase baja o pobre, y ahí caben desde obreros a pequeños propietarios o profesionales empobrecidos o con pocos recursos. Pero más importante es que el artículo de El País oculta el apartado en la encuesta del CIS de quienes se definen como “Clase trabajadora/obrera/proletaria” donde Vox solo obtiene el 5,9%, mientras que PSOE y Sumar obtienen 15,8% y 28,2%, respectivamente. Hasta ERC tiene aquí al 26% de sus votantes. Incluso sumando los porcentajes de votantes de ambos apartados, la composición del votante de Vox en estas franjas, según la encuesta, es del 30,7%, la del PSOE el 32,1%, y la de Sumar el 47%. Y ERC llega a sumar el 42,5%.
Vox solo destaca en el porcentaje de parados entre sus votantes (19,8%) respecto a PSOE (7,5%) Y Sumar (7,3%), si bien las cifras actuales de parados en el Estado español son las más bajas desde 2008.
Catalunya: un aviso
El caso más peligroso es Catalunya porque, siendo un baluarte de la clase obrera, hay una competencia entre el nacionalismo español y sectores reaccionarios del nacionalismo catalán a ver quién se muestra más xenófobo y antiinmigración. La posibilidad de que se instalara una cuña de división en la clase es muy preocupante. Así, a Vox le ha salido un competidor en su ámbito como es Aliança Catalana, igualmente islamófoba y antiinmigrante. Como resultado, posiciones similares aunque no tan extremas se han extendido a otros sectores del movimiento nacionalista catalán: a Junts, pero también a ERC. Es un escándalo la posición del diputado Gabriel Rufián, quien declaró en una entrevista en El Mundo (10(08/25) que “la gente que viene aquí tiene que aceptar un mínimo de códigos, de normas de convivencia y de sociabilidad igual que mis abuelos las aceptaron cuando llegaron a Santa Coloma de Gramanet hace 60 años”, haciéndose eco de la demagogia reaccionaria de la extrema derecha. Si figuras destacadas de la izquierda del sistema se suma a los prejuicios reaccionarios contra los inmigrantes, trabajadores y jóvenes que los tienen como referentes pueden sucumbir a la avalancha de propaganda antiinmigrante, abriéndose a dar credibilidad a quienes más consecuentemente defienden estas ideas, como es la extrema derecha.
No al impresionismo
En cualquier caso, debemos ver más allá de lo superficial para no caer en el impresionismo. Vox es altamente impopular en capas muy amplias de la clase obrera y la juventud. Todo avance de la extrema derecha encontrará una reacción en sentido opuesto, abriéndose un proceso de polarización a derecha e izquierda. Vox carece de un discurso que recoja las aspiraciones de la clase trabajadora, no oculta su perfil burgués, y utiliza un lenguaje violento centrado casi exclusivamente en la inmigración y el racismo. Esta es una base muy débil para conformar un movimiento de masas sólido. A eso debemos sumar el amor de la extrema derecha por la corrupción, su tufillo neofranquista, su negacionismo climático, o sus posiciones militaristas y prosionistas. Un ascenso significativo de la extrema derecha en el Estado español no sería un paseo al estilo de Meloni en Italia o de Chega en Portugal, sino convulso, y estaría lleno de peligros para la estabilidad del propio régimen.
No sobran los trabajadores en nuestra sociedad, sean nativos o inmigrantes. Sobran los capitalistas explotadores, los banqueros usureros, los rentistas que se lucran con la vivienda, los terratenientes y pijos engominados, y los multimillonarios y vividores que chupan la riqueza que genera la clase trabajadora. Al racismo de la clase dominante y de sus corifeos debemos oponerle la organización y unidad de los trabajadores, y la lucha de clases.
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