Contratos mercantiles: vender humo, sortear derechos y aumentar la explotación
Durante el feudalismo, el siervo trabajaba en un trozo de tierra prestado por el señor feudal. El trabajador podía usar esa tierra para consumo propio, pero la mayor parte de su producción acababa en las reservas del noble a fin de mes. Podríamos agradecer que ese modelo de semi-esclavitud ya no existe, pero a veces el capitalismo se pone nostálgico y se las arregla para traer los viejos tiempos a contratos modernos.
Un contrato mercantil es un acuerdo entre dos o más partes para realizar actos de comercio con fines lucrativos y se rigen por la legislación mercantil (no laboral), lo que significa que todas las partes actúan como empresas o profesionales independientes.
Ejemplos de esto son franquicias de restaurantes o tiendas conocidas, en los que el encargado de la tienda cotiza como autónomo y gestiona el negocio bajo sus propias normas y gustos sin que la empresa grande establezca muchas reglas. Por su parte, la empresa puede facilitar al trabajador mercantil todo el material que considere necesario, como un lugar de trabajo, maquinaria, software, ropa, herramientas y publicidad.
Hasta ahora suena bien, pero como todo en el capitalismo, tiene truco. El trabajador que firma un contrato mercantil no tiene ninguna responsabilidad con la empresa; pero de la misma forma, la empresa tampoco tiene ninguna responsabilidad con el trabajador. Todo el Estatuto de los Trabajadores que, aunque como comunistas creamos insuficiente, es un reflejo de la lucha obrera a lo largo de las décadas y un pequeño respiro en un sistema que no para de asfixiarnos, pierde toda su validez.
¿Vacaciones? Tú verás cuánto quieres facturar. ¿Salario mínimo? Produce, paga a la empresa su parte, las cuotas de autónomo (que siempre serán las mínimas para maximizar las ganancias, lo que acabará en una jubilación también precaria), y ya veremos lo que te queda para pagar tu alquiler. ¿Sindicatos? La empresa es una entidad independiente a ti. Cruza los dedos para poder jubilarte antes de los setenta años. En el mejor de los casos, disfrutarás de material de trabajo por cortesía de la casa porque sale más rentable dar al trabajador máquinas que esperar a que se las pueda permitir.
Y como es habitual, las desgracias nunca vienen solas. Aunque el trabajador mercantil tenga algo de “libertad” para que las cosas funcionen a su gusto, las empresas saben hasta qué punto pueden involucrarse sin cruzar la línea burocrática que separa la relación mercantil de la laboral.
¿Cómo funciona esta estafa? Porque sí, es una estafa. Una empresa, a través del engaño y con ánimo de lucro, produce un perjuicio patrimonial a alguien necesitado.
Hablando desde la experiencia, cuando un servidor buscaba huir de un trabajo aún peor, encontré una oportunidad pasajera en el sector de los seguros. Durante el primer mes de trabajo me chirrió que los jefes de la oficina no me pidieran en ningún momento mi número de la Seguridad Social y que no hubiera que registrar las horas de entrada y salida. El día de las pagas me llevé dos sorpresas: la formación obligatoria para trabajar ahí no había contado como tiempo de trabajo y no había cotizado un céntimo. Denuncié la situación en inspección de trabajo y fue entonces cuando me explicaron que bajo un contrato mercantil no hay infracción.
Todo el tiempo supieron que yo no sabía que existía una diferencia entre los tipos de contrato; y probablemente todos los trabajadores de la oficina también pagaron la novatada en su día. Así funciona su juego: fingen que asumen que deberías saberlo.
Ofrecer un contrato mercantil es vender humo. Trabajas unas tierras que no son tuyas y a fin de mes tienes que pagar una gran fracción de tus ingresos a la empresa. Es la misma mecánica de explotación en la que un selecto grupo de burgueses se queda con la plusvalía del trabajo de miles de trabajadores de bien, pero descrito de forma más sofisticada y con mucha burocracia, papeleo y vocabulario jurídico.
Le pongan el nombre que le pongan, la explotación es explotación. Es pan que nos quitan de la boca. Tiempo que nos arrebatan de nuestras vidas.
¿Existe solución? ¡Nada de reformas! Hay que acabar con esto de raíz, destruyendo desde sus cimientos el sistema que permite estos crímenes contra los trabajadores; y la única forma de hacerlo es mediante la organización de la clase trabajadora.
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