Directivos de Sidenor imputados por complicidad con el genocidio de Gaza: solo la punta del iceberg

Un par de semanas después del supuesto alto el fuego en Gaza y tras la tardía huelga general y paros a favor de palestina, la justicia burguesa española ha dado un paso hacia la imputación de José Antonio Jainaga y otros dos directivos de la empresa Sidenor, que tiene cerca de 1900 empleados y centros de trabajo en Euskadi, Cantabria y Catalunya. La noticia en todos los medios de comunicación es la de que el presidente y dos directivos de esta siderúrgica han sido imputados por contrabando y participación en crímenes de lesa humanidad (o incluso de complicidad del genocidio en Gaza) por la venta de casi 1000 toneladas de acero a la compañía israelí Israel Military Industries (IMI) en plena masacre en Gaza, siendo estos los 3 primeros imputados desde que comenzó el genocidio por hacer negocios con Israel.

Sin embargo, este gesto judicial, aunque es necesario y seguramente quede en nada o multas irrisorias, no debe distraernos del panorama real: el capitalismo global y la necesidad de las potencias imperialistas de armarse (o rearmarse en el caso de Europa), un rearme que no solo facilita el genocidio, la muerte y la destrucción de la clase trabajadora a nivel mundial, sino que lo hacen rentable para los capitalistas dueños de estas empresas y sus accionistas. El Estado (en cooperación con los capitalistas) lo permite en la gran mayoría de los casos. La imputación de estos directivos evidencia que hay negocios que alimentan la muerte, pero no deja de ser la punta del iceberg.

El negocio con la muerte

La investigación de la Audiencia Nacional señala que Sidenor vendió acero a IMI sin la debida autorización del Gobierno español y sin inscripción en los registros correspondientes. Ese material siderúrgico fue destinado supuestamente a la fabricación de armas que se usan contra la población civil en Gaza por parte de las fuerzas israelíes. En el contexto de que muchos expertos de organismos oficiales internacionales ya calificaban los hechos en Gaza de genocidio como tal, siendo el conocimiento sobre este genocidio y las acciones de Israel en Gaza de “dominio público”, ven razones para imputarles tras una denuncia de la Comunitat Palestina de Catalunya.

En cualquier guerra o genocidio, la responsabilidad de la muerte y destrucción no es solo la del verdugo, de los mandos o del ejército que apriete el gatillo, sino también de la cadena productiva que los provee. Estas cadenas productivas, gracias a la globalización inherente del capitalismo, no tienen ni siquiera que encontrarse en los mismos países que cometen el genocidio, o pueden utilizar materias primas de otros países. Todo esto forma parte de un gran engranaje que suele maquillar la complicidad en el crimen como simple “operación comercial” o “exportación”, y siempre que el conocimiento de lo que se hace con ese armamento o material no sea de “dominio público” o esté directamente involucrado en crímenes que la ONU considere genocidio o lesa humanidad. Parece que en el capitalismo hay carta blanca para hacer cualquier negocio enmarcado dentro del ámbito de la “defensa”.

Esto es una lógica capitalista que normaliza la muerte como una vía más de negocio, ¿durante cuantos años y por cuantos millones se ha estado haciendo negocio con Israel desde antes de 2023? ¿cuántas otras empresas y con cuántos otros países como EEUU, directamente cómplice del genocidio se ha hecho y se sigue haciendo negocio?

Acción obrera, sindicalismo y empresas en tela de juicio

Desde el recrudecimiento del conflicto en Gaza después del 7 de octubre de 2023, los movimientos de BDS (Boicots, Desinversiones, Sanciones) han ido señalando a distintas empresas como cómplices de Israel.

En el caso de Sidenor, la investigación judicial menciona explícitamente a Clerbil S.L., empresa vinculada como administrador de Sidenor Holdings Europa, y destaca que fue el “papel activo” de sus propios trabajadores lo que impidió “la continuación de la actividad presuntamente delictiva”. (El Salto) Al mismo tiempo, en el caso de CAF, la empresa ha sido denunciada por los propios trabajadores y también sindicatos y la clase obrera de Euskal Herria por colaborar en la construcción del tranvía que conecta Jerusalén con asentamientos ilegales, lo que motivó un informe de la Naciones Unidas que la sitúa entre las empresas que “contribuyeron al desarrollo de infraestructuras clave para la colonización” de territorios palestinos. (El Salto) Los trabajadores han demostrado en distintas empresas y puertos a nivel internacional que no quieren que su fuerza de trabajo sea cómplice de destruir a la clase obrera y a los pueblos de otras zonas del mundo. Aquí hay que destacar el papel de los sindicatos y los comités de empresa, que han forzado a las patronales a rendir cuentas sobre los negocios que realizan. Incluso tengo constancia de otras empresas en las que, a título individual, comerciales se han negado a seguir haciendo negocios con israelíes.

No es suficiente

Ni las imputaciones de unos cuantos directivos, ni las acciones loables del movimiento BDS o de distintas organizaciones, ni las denuncias puntuales o acciones individuales, ni siquiera las victorias parciales en los centros de trabajo bastan para poner fin a la maquinaria genocida que sostiene al capitalismo global. Mientras el sistema siga basando su existencia en la acumulación desmesurada a costa de la vida, mientras los Estados sigan protegiendo los intereses de los grandes capitales armamentísticos y las guerras sigan siendo un negocio rentable, los pueblos oprimidos y la clase trabajadora seguiremos pagando con sangre. Es urgente que la clase trabajadora, en cada país, asuma que su lucha no termina en el salario o las condiciones laborales, debemos organizarnos y tomar los medios de producción a nivel internacional para poner fin a esta barbarie. Como trabajadores, somos los únicos que organizados en los centros de trabajo, de estudio, en los sindicatos, formando comités de huelga, paralizando la producción y bloqueando los puertos podemos acabar con el suministro de la maquinaria de guerra que hace posible el genocidio.

La justicia burguesa podrá señalar a veces culpables, pero solo la acción consciente y organizada de la clase obrera puede poner fin al sistema que los engendra. Romper con la lógica del capital es la única vía real para que las palabras “nunca más” dejen de ser una consigna vacía y se conviertan en una realidad para el pueblo palestino y para todos los pueblos que hoy sufren bajo el peso del imperialismo y la guerra. Solo una transformación radical del sistema, una revolución socialista que expropie a los capitalistas y siente las bases para una federación socialista en Oriente Medio, podrá garantizar el fin de la ocupación, del genocidio y de todas las formas de opresión imperialista.

 

 

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