Ecuador: ante el peligro de un derrocamiento revolucionario el gobierno deroga el decreto 883
El 14 de Octubre el gobierno ecuatoriano de Lenín Moreno derogaba el decreto 883. Después de 12 días de lucha y movilizaciones que habían alcanzado proporciones insurreccionales, Moreno se veía obligado a hacer una concesión importante ante el peligro de ser derrocado de manera revolucionaria. El levantamiento de obreros, campesinos y estudiantes había conseguido una primera victoria, todavía parcial, a costa de 8 muertos, 1340 heridos y 1192 detenidos.
Esta es sin duda una victoria muy importante. Una pieza clave del paquetazo que Lenín Moreno anunció el 2 de octubre ha sido derogada. Esto demuestra que la lucha sirve, y en este caso el bloqueo de carreteras, la toma de gobernaciones, la marcha a Quito, la huelga general y el paro nacional conseguieron echar atrás al gobierno y el FMI. Sin embargo, es importante insistir, esta es una victoria parcial solamente.
El paquetazo de Lenín Moreno, resultado de la firma de una carta de intenciones con el Fondo Monetario Internacional, se componía también de otras seis medidas económicas y 13 contra-reformas laborales y tributarias. Estas medidas representan un ataque brutal a la clase trabajadora y una transferencia enorme de recursos a la clase capitalista. Moreno sigue comprometido con los objetivos fijados en esa carta de intenciones, incluyendo la reducción de la deuda pública, la reducción del déficit fiscal, la «flexibilización» del mercado laboral, la reducción de la masa salarial del sector público, la privatización de empresas públicas, etc.
Con el fin de los subsidios al combustible el gobierno preveía ahorrarse 1200 millones de dólares. La intención de Moreno es modificar esa medida de manera que de ese ahorro se pueda dedicar una parte en transferencias directas o en subsidios específicos a sectores campesinos o indígneas. En realidad se trataría de tirar algunas migajas a la CONAIE para que se aceptara el objetivo central del gobierno de eliminar el subsidio.
Está claro que de una manera u otra, el gobierno de Moreno va a lanzar un asalto brutal a las condiciones de vida de la clase trabajadora. De esta manera se hace recaer el peso de la crisis capitalista en las espaldas de los más desfavorecidos. Sin embargo, después del levantamiento de octubre, el gobierno tendrá que calcular muy bien sus movimientos, ante el temor de volver a encender la llama de la insurrección.
La victoria del movimiento deja también un cierto sabor agridulce. En realidad, lo que empezó como un movimiento contra el paquetazo, se había convertido, sobretodo desde la huelga general del 9 de octubre, en un levantamiento para derrocar el gobierno de Moreno, y así poner fin a todo el paquetazo y además la brutal represión.
Sin embargo, los dirigentes más destacados del movimiento, sobretodo en la CONAIE, fueron reacios en todo momento a asumir ese objetivo. Incluso cuando la Asamblea del Pueblo en la Casa de Cultura de Quito gritaba como una sola voz «fuera Moreno, fuero», y cuando ese era el grito con el que los barrios populares de la capital desafiaban el toque de queda y la militarización.
Ante la acusación del gobierno de que en realidad el movimiento era un intento de golpe «correísta», los dirigentes de la CONAIE se desmarcaban, no sólo del correísmo, sino también del objetivo de derrocar el gobierno. Aquí el sectarismo jugó un papel nefasto. El gobierno utilizó el espantajo del correísmo, de «agitadores pagados por Maduro», «terroristas guerrilleros de las FARC» y demás, para tratar de dividir el movimiento.
Los dirigentes de la CONAIE debían haber respondido a estas provocaciones señalando claramente que aunque ellos no son correístas, todos los que estuvieran contra el paquetazo eran bienvenidos en el movimiento. Y que sí, ante la brutal represión del gobierno, que gobierna para la oligarquía capitalista siguiendo las instrucciones del FMI, el objetivo del movimiento era derrocarlo y sustituirlo por un gobierno de obreros y campesinos, mediante la toma del poder por parte de la Asamblea del Pueblo.
El resultado además es que habiendo desactivado la protesta en la calle, ahora el gobierno de Moreno se ha lanzado a una cacería de brujas contra personeros del correísmo, incluyendo diputados a la asamblea nacional y otros cargos electos. El mismo 14 de octubre se decretó prisión preventiva contra la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, detenida en un allanamiento de su casa por el supuesto delito de «rebelión», un delito que sanciona «a quien pomueva, ayude o sostenga cualquier movimiento armado para alterar la paz del Estado». Es decir, fue detenida en conexión con el levantamiento popular y para tratar de amedrentar a todos los que participaron en el mismo o los que piensen participar en otras protestas en el futuro. Se han producido además otras detenciones y siete dirigentes de la Revolución Ciudadana de Correa se han refugiado en la embajada de México, incluyendo cuatro parlamentarios.
Si la dirección de la CONAIE piensa que estos atropellos no van con ellos pues el gobierno ataca a correístas, están muy equivocados. La represión contra el correísmo hoy se cebará mañana contra cualquier dirigente o cargo público que se oponga, mediante movilización de masas, a las medidas de ajuste del gobierno.
Se puede decir que el levantamiento inconcluso de octubre fue un ensayo general. Es importante aprender las lecciones para el próximo acto, que no tardará. Los insurrectos demostraron organización y valentía en la lucha. Utilizaron métodos de movilización de masas para paralizar el país. Obligaron al gobierno y a la asamblea nacional a salir huyendo de la capital. Formaron su propia autodefensa armada, la Guardia Indígena, para enfrentar a provocadores y a la violencia policial. Levantaron la idea de una Asamblea del Pueblo que en realidad no podía ser otra cosa que un poder alternativo al del estado burgués. Ni la represión policial, ni el estado de emergencia, ni el toque de queda, ni la militarización, ni los francotiradores consiguieron aplastarles. Lograron una movilización amplia de muchos sectores de la población, mujeres, jóvenes, obreros, estudiantes, alrededor de un objetivo común.
Pero el movimiento también tuvo algunas debilidades que es necesario señalar. La ausencia de una unidad más firme entre el movimiento indígena y el movimiento obrero, y el sectarismo hacia el correísmo lo debilitaron. Faltaron también de estructuras democráticas de dirección, a través de delegados elegidos en las barricadas, los barrios, las fábricas y las comunidades que hubieran dotado a la Asamblea del Pueblo de contenido. Faltó en el momento decisivo lanzar la consigna de la toma del poder.
Los obreros y campesinos se han retirado de las calles, por ahora. Pero habiendo obtenido una primera victoria han demostrado y se han dado cuenta de su propia fuerza. Los obreros y campesinos de Ecuador han dado un ejemplo de lucha y de heroísmo que servirá de inspiración para las masas de todo el continente que se enfrentan a políticas similares. Sin duda volverán a las calles en cuanto el gobierno vuelva a la carga con su paquetazo del FMI. La siguiente oleada del levantamiento obrero campesino debe fijarse como objetivo derrocar el gobierno y tomar el poder.
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