Educación: agrupar y consolidar para la huelga del 9 de marzo
El panorama en la educación está en continua efervescencia. En Otoño hubo dos huelgas, además de la que tendrá lugar el próximo 9 de marzo. Todas ellas tienen un objetivo claro: derogar las contrarreformas educativas que el nuevo gobierno del PP quiere terminar de implantar en este curso académico: la LOMCE con sus respectivas reválidas y el decreto 3+2, así como la reversión de los recortes en educación. Sin embargo, la huelga del 26 de octubre fue un éxito rotundo, mientras que la del 24 de noviembre fue un fracaso apabullante. ¿A qué se debe este contraste tan acusado?
Dos polos opuestos
Desde Marea Verde Morón de la Frontera (Sevilla) fuimos testigos de la numerosa afluencia de personas el 26 de octubre. En una localidad donde en los últimos años las tradiciones de luchas estudiantiles había sufrido un parón importante, se movilizaron más de 300 personas con el objetivo de derogar las contrarreformas educativas. A nivel nacional hubo más de 100.000 personas que se manifestaron contra estas reformas educativas que no son bienvenidas para la inmensa mayoría de la población, concluyendo así con una exitosa movilización en todo el estado español.
Sin embargo, los números no son tan buenos cuando hablamos de la movilización del 24 de noviembre. Por ejemplo, aquí en Morón no llegó a las 150 personas decayendo así un 50% de alumnado que no asistió a la manifestación local. En Madrid, todas las imágenes publicadas revelan que en ningún momento la asistencia superó las 1.000 personas. En el resto de ciudades el bajonazo en la movilización fue más o menos igual de proporcional.
Las diferencias son abismales por varios factores, fundamentalmente la confusión que impregnó toda la convocatoria del 24N con respecto a la del 26O. El Sindicato de Estudiantes fue la organización estatal que tomó la iniciativa de poner las fechas de la movilización, pero no planteó una estrategia previa de unión con otros colectivos que defienden la educación pública, citando a toda la comunidad educativa (en particular a todas las organizaciones estudiantiles progresistas) justo después del 26O para ponerse de acuerdo en la siguiente convocatoria.
Desgraciadamente, los dirigentes estatales del SE quisieron estar en cabeza ellos sólos. Al no mostrar interés en reunir a todos los colectivos de izquierdas, apenas se pudo contrarrestar la campaña de desmovilización del Ministerio de Educación (en la que el Ministerio tuvo que echar mano del propio presidente Rajoy), que tuvo bastante éxito al airear públicamente la marcha atrás del Ministerio de Educación en la retirada parcial de las reválidas. Las movilizaciones, que se habían hecho fuertes en el campo estudiantil, precipitaron una mayor caída hacia abajo de las mucho menos numerosas manifestaciones de toda la comunidad educativa por la tarde.
Las tareas actuales
Fruto de su confusa dirección, y del sectarismo reinante, el movimiento estudiantil ha sufrido un revés que puede mermar su poder de convocatoria de cara al 9 de marzo si no se genera una estrategia de unidad de acción franca y compañera entre todas las organizaciones. Y todo ello sin tener en cuenta las frecuentes divisiones de las que somos partícipes en las capitales de provincia entre universitarios y estudiantes de secundaria y bachillerato, que merman el movimiento e impiden la consecución de los objetivos marcados. Ahora es el momento de reagruparnos y consolidar todas las asambleas o colectivos creados en las movilizaciones de Otoño en las estructuras existentes (dentro y fuera de cada centro de estudio), pues este curso tiene todavía tareas pendientes, sobre todo de cara a la próxima huelga. Las reducidas manifestaciones del 24N permitieron al gobierno obviar el tema educativo y centrarse en otros temas acuciantes, como los presupuestos. Ahora, la amenaza de una nueva huelga masiva puede hacerles perder terreno en materia educativa si sabemos aprovechar la oportunidad.
Es importante subrayar, sin embargo, la brutal campaña de mentiras de los medios de comunicación, que intentaron desactivar las convocatorias anteriores por medio de noticias que anunciaban la derogación total de las reválidas, lo que no es cierto. Debemos aprender que el Gobierno no hará ninguna concesión si no es bajo la presión directa de los estudiantes y el profesorado. Todo lo demás son falacias y engaños para frenar el movimiento. Pero esto refleja sin lugar a dudas el miedo y la debilidad del mismo ante las movilizaciones educativas, que bien dirigidas y coordinadas podrían obtener buena parte de sus demandas.
Todavía no existe ningún decreto de ley que elimine las reválidas ni el resto de reformas, que se han implantado a todos los niveles. El Gobierno tan sólo ha dado lo que teníamos antes del 24 de noviembre: promesas y palabras que de nada sirven a los profesores despedidos ni a los estudiantes que se juegan su futuro.
En la unidad está la clave, y más en un contexto de recortes educativos. El 24 de noviembre fallamos por no cohesionar debidamente a la comunidad educativa, cuando están sentadas las bases para abrir un frente amplio con posibilidades de triunfo. El 80% de los docentes rechazan las reválidas, y verdaderamente son ellos los que tienen la llave para revertir las contrarreformas, pues son los trabajadores los que hacen que la educación pública funcione. Los estudiantes, en cambio, no tienen la capacidad de negociación del profesorado, pues únicamente son beneficiarios del derecho a la educación pública que conquistaron sus abuelos y que ahora tienen que defender.
A diferencia del 24N, ahora sí toda la comunidad educativa, a través de la Plataforma estatal en defensa de la escuela pública, lanza la convocatoria del 9 de marzo. Esto es muy positivo. Para la huelga del 9 de marzo debemos ir más allá de las diferencias mencionadas y unificar a la comunidad educativa bajo una bandera clara: la de la derogación de todas las contrarreformas educativas y la mejora de la enseñanza pública. Sólo así revertiremos los ataques del PP al derecho a la educación de todos y para todos.
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