EEUU: ¿Por qué debemos pagar por el desastre de British Petroleum?
El 20 de abril de este año, la plataforma petrolera Deepwater Horizon explotó y se hundió en el Golfo de México, desatando una fuga torrencial de petróleo crudo y matando a 11 trabajadores de la plataforma. Semana tras semana, se vertieron millones de galones de petróleo, como una hemorragia, en el Golfo que salieron de la cabeza rota del pozo, envenenando el agua y todas las formas de vida marina no sólo en el presente sino también para el futuro previsible. Además de eso, decenas de miles de litros de dispersante de petróleo Corexit, que los pescadores de ostras denuncian que es hasta cuatro veces más tóxico que el petróleo, han sido arrojados en el Golfo. La pesca en el Golfo y otras formas de la industria marina – una forma de vida por generaciones – sabrá del incalculable impacto económico que tendrá para las próximas décadas.
El gerente de la plataforma de British Petroleum, así como el titular de la plataforma TransOcean (que recaudó U$S 270 millones en seguros por la catástrofe), y la subcontratista Halliburton Internacional, han intentado en el ínterin una serie de estrategias con el fin de responder a esta devastadora marea negra. Entre los medios empleados estuvieron el uso de campanas submarinas, la colocación de toneladas de basura en la brecha, y el llenado de la filtración con barro. Ninguno de estos esfuerzos tuvo éxito, debido en parte al hecho de que no estaban para nada preparados para este tipo de desastres, habiendo realizado cuantos recortes han podido en su deseo de maximizar las ganancias.
Fue en la primera semana de junio, cuando la BP aparentemente consideró seriamente el uso de un pequeño dispositivo nuclear submarino para detener el flujo de petróleo, la compañía alcanzó un cierto éxito con este esfuerzo llamado un «paquete elevador de fondos marinos» (lower marine riser Packaged), que coloca una campana de contención en un tramo recién cortado de la tubería averiada. Esto les ha permitido desviar una parte del petróleo hacia la superficie, haciendo posible la captura de hasta un 90% de lo que se está derramando. En definitiva, se trata de una evolución positiva, dado que la fuga había llegado a la pérdida de 500.000 galones de petróleo al día, incluso para las estimaciones más conservadoras.
Sin embargo, en los días transcurridos desde la colocación, se han planteado algunas advertencias por la compañía petrolera. Debe admitirse que la campana actual, al igual que las anteriores, podrían también ser incrustadas con cristales de hielo e impedir la extracción a la superficie del derrame antes de que puedan ser perforados con éxito pozos de alivio. La temporada de huracanes, según muchos especialistas, también podría interrumpir seriamente los esfuerzos para recoger el petróleo e impedir que se desparrame por la costa.
Aun así, hay que decir que todavía parece ser muy poco el reconocimiento del alcance de este desastre. A pesar del «arreglo» parcial de la fuga, enormes columnas de petróleo siguen viajando por debajo de la superficie de las aguas del Golfo de México, causando la increíble destrucción de la plataforma continental y su ecosistema. El delta del río Mississippi en Louisiana y todos sus valores naturales y humanos van a sufrir daños por cientos de miles de millones de dólares, y el petróleo está comenzando a aparecer en las costas del Mississippi, Alabama y Florida. Se reconoce ampliamente que los activos de BP no serán suficientes para cubrir los daños causados, al mismo tiempo que contemplan la entrega de miles de millones en «ganancias» para sus inversionistas.
Como es costumbre del capital global en los últimos tiempos, el Estado ha intervenido para «ayudar» a BP. Esto significa, en efecto, que los contribuyentes de la clase obrera en los Estados Unidos asumirán la carga. Ya fueron gastados millones por el gobierno en los esfuerzos por limpiar o evitar la propagación del petróleo, por no mencionar el tiempo y el dinero de miles de voluntarios. Es cierto que la Administración de Obama ha obligado a BP a mantener apartada una cuenta de garantía administrada en forma independiente de U$S 20 mil millones para pagar indemnizaciones a los pescadores, procesadores de mariscos, y a la industria del turismo por los persistentes efectos del derrame. Pero esto es, una vez más, un caso de Obama dando la apariencia de hacer algo, mientras que en la realidad, nada sustancial ha cambiado. BP iba a tener que pagar miles de millones en reclamos de todos modos. Teniendo en cuenta que el costo conocido efectivo y previsto del derrame se cree que será de billones de dólares, bien podemos esperar que muchos millones más de dólares de nuestros impuestos se pagarán para cubrir a BP, todo a expensas de la clase obrera y la poca infraestructura pública, salud, educación y servicios sociales que aún tenemos en este país.
Es ingenuo esperar otra cosa. Después de todo, como dijo hace unas semanas el congresista de Alaska, Don Young, que también fue beneficiario de la generosidad de la petrolera durante su largo mandato como único congresista del Estado: «Cuando hay un accidente de avión, no dejamos de volar.» Todos los ideólogos del capital, desde los republicanos abiertamente reaccionarios hasta los llamados demócratas «progresistas», encontramos que la humanidad y el planeta son prescindibles ante la búsqueda de las ganancias.
Este tipo de catástrofes no tienen por qué ocurrir, y desde luego menos en esta escala. Y no se trata sólo de British Petroleum, TransOcean y Halliburton. Todas las grandes corporaciones del planeta consiguen sus obscenas ganancias a costa del trabajo y del sufrimiento de los demás, con total indiferencia por los efectos sobre los trabajadores, el medio ambiente y las generaciones futuras. Al igual que el sector bancario, juegan con las vidas de millones, histéricamente rechazan cualquier tipo de intervención del gobierno cuando los beneficios están rodando en él, pero se apresuran a pasar la cuenta para la limpieza y las consecuencias de largo alcance de estas tragedias evitables para el público cuando las cosas van mal. Tenemos una propuesta sencilla: si quieren el dinero público, queremos que el control público. Es así de simple.
Este es otro ejemplo de por qué la mayoría de clase trabajadora de la sociedad tiene que tomar el control político y económico en sus propias manos. Por eso estamos a favor de la nacionalización de las grandes corporaciones petroleras y de las industrias bajo control público y democrático. Los activos de estas empresas deberían ser aprovechados y utilizados para limpiar el desorden, poner en marcha un amplio plan para crear millones de puestos de trabajo y crear medios de transporte público, y reciclar los empleos de los trabajadores del petróleo y del carbón a medida que realizamos la transición hacia la energía renovable. Por supuesto, los dos partidos de las grandes empresas no van a hacer nada de esto. Sólo un gobierno que representa los intereses de la mayoría de clase trabajadora podría incluso plantear la necesidad de tales medidas abiertamente.
El futuro pasa por la movilización política independiente de la clase obrera, basada en un método democrático revolucionario y marxista, o no hay futuro digno de hablar. Como primer paso en esta dirección, creemos que necesitamos un nuevo partido político en Estados Unidos, uno que represente a la mayoría de clase trabajadora de este país: un partido obrero de masas basado en los sindicatos. Imagínense si los candidatos obreros independientes propusieran en las elecciones un programa de nacionalización de las grandes compañías petroleras. Desafortunadamente, los líderes obreros están apoyando a los demócratas que están rescatando a BP. Podemos y debemos cambiar este enfoque en nuestros sindicatos.
En última instancia, sólo la transformación socialista de la sociedad puede asegurar que tengamos un control verdaderamente democrático de la producción, distribución e intercambio, en armonía con el medio ambiente. Aquellos lectores que están de acuerdo con esta perspectiva los invitamos a formar parte de nuestro esfuerzo por construir un movimiento como miembros de la Liga Internacional de los Trabajadores – Corriente Marxista Internacional
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