EEUU: Matanzas masivas, la extrema derecha y su motivación política
Una oleada de tiroteos perpetrados por fanáticos de extrema derecha ha conmocionado nuevamente a todo el mundo. Los tiroteos en el mes de agosto en Gilroy, California y El Paso, Texas, ejecutados por individuos que compartieron manifiestos fascistas e hicieron públicas sus ideas antes de sus ataques, se cobraron la vida de 25 personas. Habría que estar ciego para no ver que los políticos reaccionarios de derecha como el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, son cómplices del aumento de los ataques fascistas.
Trump minimiza constantemente la amenaza del terrorismo supremacista blanco, alegando que es solo «un pequeño grupo de personas». Pero los terroristas de derecha en Estados Unidos mataron a más personas el año pasado que en cualquier otro año desde 1995, el año en que Timothy McVeigh explosionó una bomba en un edificio del gobierno matando a 168 personas. Además de esto, un informe de enero de 2019 mostró que todos los asesinatos perpetrados por extremistas en los EEUU en 2018 tenían vínculos con el extremismo de derecha, De acuerdo con Southern Poverty Law Center, el número de grupos de extrema derecha en los EEUU ha aumentado durante cuatro años consecutivos y recientemente ha alcanzado un máximo histórico.
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Trump cómplice
Contra todo pronóstico, Trump ha seguido minimizando esta amenaza y, en su lugar, tuiteó que estaba considerando declarar a “antifa” (una organización antifascista) como «una importante Organización del Terror». Esto siguió a una resolución, presentada por los senadores de Texas Ted Cruz y Bill Cassidy, con el objetivo de identificar a los «antifa» como «terroristas domésticos». Justo un día después del tweet de Trump, fue cuando el asesino fascista de Gilroy llevó a cabo su ataque.
Ante las avalanchas de críticas desde todas partes, Trump ha redoblado su retórica de odio y se niega a reconocer cualquier responsabilidad por incitar estos ataques. Esto a pesar del hecho de que los asesinos a menudo invocan el nombre de Trump, como se descubrió en una Investigación de la cadena de noticias ABC de El Paso, donde se menciona a Trump en su manifiesto de cuatro páginas donde señala su afinidad con el asesino fascista del atentado en Christchurch (Nueva Zelanda) hace unos meses. También afirma que «este ataque es una respuesta a la invasión hispana de Texas», repitiendo uno de los puntos comunes en los discursos de Trump. Este es exactamente el mismo argumento utilizado por Robert Gregory Bowers, el autor del ataque de Pittsburgh que ocurrió en octubre pasado inmediatamente después de que Trump etiquetara a la caravana de emigrantes que viajaba desde América Central como «una invasión». Bowers atacó la Sinagoga de la Congregación del Árbol de la Vida porque, según él, a la HIAS (Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante) «le gusta traer invasores que maten a nuestra gente».
Y, por supuesto, todo esto tiene lugar durante el debate cada vez más incendiario sobre el muro fronterizo de Trump y las detenciones masivas en la frontera sur. No es ningún secreto que los actos públicos de Trump se han convertido en reuniones de elementos violentos y racistas, como se vio en un mitin en Panamá City Beach, Florida, en mayo pasado cuando Trump preguntó «¿Cómo se detiene a esta gente ?» y un asistente gritó: «Dispárales». En lugar de contrarrestar esto, a Trump le pareció gracioso y luego le respondió: «Eso solo ocurre en el “Panhandle” ( una zona de Florida») donde puedes salirte con la tuya diciendo eso»
Después de estos ataques, que fueron claramente incitados por la retórica incendiaria de Trump, Trump permaneció callado durante dos días. Cuando finalmente salió a la superficie, hizo una declaración en la que, por primera vez, denunció «el racismo, la intolerancia y la supremacía blanca» y pidió la pena de muerte para los autores de crímenes de odio . Al mismo tiempo, una vez más se negó a asumir la culpa y en su lugar culpó a las enfermedades mentales y los videojuegos, afirmando que «La enfermedad mental y el odio aprietan el gatillo».
Canadá no es inmune
Si bien muchas personas en Canadá miran estos terribles sucesos en los Estados Unidos con horror, sería ingenuo pensar que Canadá es inmune al flagelo de la violencia fascista. Los mismos procesos sociales en curso en los Estados Unidos se están desarrollando bajo la superficie en Canadá donde podemos ver los efectos emergiendo. Al mismo tiempo que ocurrían estos ataques en los EEUU, se estaba llevando a cabo una persecución continua contra dos jóvenes canadienses, Bryer Schmegelsky y Kam McLeod, en relación con el asesinato de tres personas en el norte de la Columbia Británica. Se reveló que los sospechosos son militantes neonazis que han mostrado su admiración por Hitler.
Y no podemos olvidar el ataque con una furgoneta el año pasado en Toronto, donde Alek Minassian, un autodenominado “incel” (abreviatura de celibato involuntario) atropelló peatones, matando a ocho mujeres y dos hombres, e hiriendo a otros 16. El movimiento “incel” es un movimiento de hombres que expresan su odio a las mujeres por no poder mantener relaciones sexuales con ellas. Este movimiento misógino se ha vuelto cada vez más violento y esta asociado con la extrema derecha.
El número de grupos de odio de extrema derecha en Canadá también está en aumento. Según Barbara Perry, profesora y experta en delitos de odio, hay 130 grupos extremistas activos de extrema derecha en Canadá, un aumento del 30 por ciento desde 2015.
El Estado capitalista queda expuesto
Si bien los gobernantes burgueses actúan sorprendidos cada vez que un extremista de extrema derecha ataca, esto es ignorancia deliberada. El gobierno de los Estados Unidos es muy consciente del aumento del extremismo de derecha, simplemente ha elegido hacer la vista gorda. De hecho, nada menos que el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos publicó un informe donde detalla cómo desde 2009 cómo la principal amenaza terrorista era de extremistas nacionales de extrema derecha. Este informe fue descartado e ignorado.
El gobierno de los Estados Unidos ha seguido dedicando cantidades astronómicas de dinero a la lucha contra el «terrorismo internacional», mientras que muy poco se destina a combatir las amenazas terroristas internas. Este año, ambas cámaras del gobierno de los Estados Unidos introdujeron la Ley de Prevención del Terrorismo Doméstico, pero irónicamente no llega a designar el terrorismo doméstico como un delito. Hasta ahora, los terroristas domésticos han sido acusados de crímenes de odio o de conspiración. Esto significa que la gigantesca infraestructura antiterrorista en los Estados Unidos no se puede usar para combatir el terror doméstico.
Irónicamente, el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU) se creó después del 11 de septiembre como parte de una iniciativa antiterrorista, pero ahora está dirigido casi exclusivamente a la persecución de inmigrantes latinoamericanos que nunca han llevado a cabo ataques terroristas en suelo estadounidense, a diferencia de los supremacistas blancos, quienes están cada vez más envalentonados para cometer tales ataques. Esta discrepancia no ha impedido que la unidad antiterrorista del FBI afirme que los activistas negros que luchan contra la brutalidad policial son una «amenaza para la seguridad nacional». La ironía brutal es que Este informe se preparó solo nueve días antes de que los supremacistas blancos se concentrarán en Charlottesville, Virginia, para la manifestación «Unite the Right» en 2017. En esta manifestación la extrema derecha aterrorizó a la ciudad durante un fin de semana y durante la cual un fascista atropelló a los contramanifestantes con su automóvil asesinando a la activista de izquierda Heather Heyer.
En Canadá, las cosas no son tan diferentes. Un estudio reciente reveló que no se han realizado juicios por terrorismo contra la extrema derecha. Este fue el caso del asesino fascista de la ciudad de Quebec, Alexandre Bissonnette, donde los seis asesinatos que cometió no se consideraron terrorismo.
Mientras que el 44 por ciento de los canadienses en estos momentos considera a la extrema derecha como la mayor amenaza para la seguridad nacional, casi todo el presupuesto antiterrorista está dirigido a combatir el yihadismo.Solo este año Canadá ha agregado grupos de extrema derecha a la lista de vigilancia del terror, pero esto es solo un escaparate. Los agentes del CSIS (servicios secretos canadienses) dedican su tiempo a acosar a los musulmanes y los activistas ambientales, no hacen casi nada por investigar los grupos terroristas de supremacístas blancos, que se han multiplicado y se han envalentonado en los últimos tiempos.
Es fácil señalar con el dedo a conservadores y demagogos de derecha del tipo de Trump, como hacen muchos liberales. Sin embargo, en realidad, los liberales y los conservadores son solo las dos caras del mismo sistema en bancarrota.
Todo el debate sobre deportaciones, inmigrantes «ilegales», el muro fronterizo y las redadas del ICE es solo una reacción a un problema fabricado por el imperialismo estadounidense. Tanto los Republicanos como los Demócratas han seguido políticas que han desestabilizado a Oriente Medio y América Central, lo que ha llevado al desplazamiento de millones de personas que huyen de situaciones horribles. Independientemente de quién se siente en la Casa Blanca, el gobierno de los Estados Unidos todavía respalda dictaduras, financia a los terroristas en el extranjero y lleva a cabo guerras directamente (como lo hicieron en Irak y Afganistán) o mediante terceros. Fue el gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Obama en 2009, el que orquestó un golpe de estado contra el gobierno democráticamente elegido de Manuel Zelaya en Honduras. Hillary Clinton, la entonces Secretaria de Estado, admitió que el gobierno de los Estados Unidos usó su poder para garantizar que Zelaya no volviera al poder. Esto desestabilizó completamente a esta nación y condujo a una situación en la que este país se vio sumergido en la violencia, con asesinatos selectivos de periodistas y cualquier persona que criticara al gobierno. Miles de centroamericanos han huido de esta horrible situación, buscando una vida mejor. Se encuentran con muros, detenciones y balas en los Estados Unidos.
Si bien los políticos del Partido Demócrata son críticos con el muro fronterizo de Trump, el hecho es que no están fundamentalmente en desacuerdo . Las primeras secciones del muro fronterizo se levantaron en San Diego y Tijuana bajo el presidente demócrata Bill Clinton en la década de 1990, y demócratas como Obama apoyaron el muro fronterizo de George W. Bush en 2006.
Si bien muchas personas se han dado cuenta recientemente de la existencia del ICE y de los horrores que perpetran, fue bajo el mandato de Obama que el ICE se expandió masivamente. Obama dijo en ese momento que: “Ahora tenemos más botas sobre el terreno en la frontera suroeste que en cualquier otro momento de nuestra historia. La Patrulla Fronteriza tiene 20.000 agentes, más del doble que en 2004, un aumento que comenzó bajo el presidente Bush y que hemos continuado”. Y contrario a lo que mucha gente piensa, Obama en realidad deportó a más emigrantes por año que Trump.
Si bien Trump no creó el ICE, ha potenciado la agencia, dándole una jurisdicción mucho más amplia. En palabras del exdirector del ICE, Thomas Homan, Trump le quitó las esposas, lo que permitió al ICE perseguir más indiscriminadamente a los 11 millones de inmigrantes indocumentados en el país. De hecho, las redadas masivas han comenzado en todo el país, aterrorizando a las familias inmigrantes y arrestando a trabajadores inmigrantes mientras trabajan. Esto a pesar del hecho de que dos tercios de estos 11 millones de estas personas han vivido en los Estados Unidos durante más de 10 años.
El hecho, sin embargo, no es la deportación de 1 millones de personas, una tarea monumental para la que Estados Unidos claramente no tiene los recursos para llevar a cabo. Lo que se trata es de difundir el terror. «El diseño principal es enviar un mensaje de que la Administración actual está dispuesta a hacer cumplir las leyes de inmigración existentes, y las redadas también actúan como un elemento disuasorio”, dijo Matthew Kolken, un abogado de inmigración en Buffalo, Nueva York.
Es en este ambiente enrarecido donde cada vez más fascistas están tomando el asunto en sus propias manos, extendiendo el terror entre las comunidades de inmigrantes. Esta es una situación desesperada y la gente exige respuestas. ¿Qué se debe hacer?
Para contrarrestar la violencia de extrema derecha, los liberales adoptan un enfoque completamente hipócrita. Ignoran el vínculo entre la violencia de extrema derecha, la política de inmigración imperialista y la crisis capitalista. Propagan una teoría acientífica: “la “teoría de la herradura”, afirmando que los antifascistas son lo mismo que los fascistas. Hablan de violencia en abstracto y proponen dar a las fuerzas estatales más control sobre las armas. Pero la policía no es un árbitro neutral y se ha demostrado en muchas ocasiones, de hecho trabajan de la mano con la extrema derecha.
En realidad, el control de armas no va a resolver la violencia de la extrema derecha. Lo que necesitamos es la oposición masiva de la clase trabajadora y la autodefensa de la clase trabajadora. Vimos un ejemplo fantástico de esto sólo una semana después del ataque de Charlottesville en Boston, donde una manifestación masiva clausuró un mitin de extrema derecha y los obligó a huir a cuatro patas y a refugiarse en sus madrigueras.
A medida que la sociedad capitalista profundiza su decadencia, el famoso lema «socialismo o barbarie»demuestra actualmente toda su vigencia. El aumento de la violencia fascista, la crisis de refugiados y las guerras imperialistas son sólo los ejemplos más apremiantes de esto. La crisis del capitalismo está exacerbando todos los males de la sociedad, produciendo radicalizaciones hacia la derecha y hacia la izquierda. No podemos luchar contra la extrema derecha con el liberalismo del statu quo que perpetúa las mismas guerras, desigualdades y austeridades.
Debemos enfrentarnos a la crisis en la sociedad con un audaz programa revolucionario socialista, dejando expuesto este sistema podrido que sólo crea violencia, miseria y opresión.
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