Egipyo Tahrir nov 12

Egipto, Brasil, Turquía: Temblores revolucionarios a nivel mundial (Declaración de la CMI sobre el momento actual)

«Esa tendencia que crece con la revolución, que es capaz de prever el mañana y el pasado mañana, que se propone metas claras y sabe cómo lograrlas». (Trotsky, Sobre la política del KAPD [Partido Comunista Alemán], discurso pronunciado en la sesión del CEIC, 24 de noviembre de 1920).

Los dramáticos acontecimientos en Turquía, Brasil y Egipto son una indicación gráfica de la situación completamente nueva en la que hemos entrado a escala mundial. Necesitamos examinar estos procesos fundamentales para evitar cualquier tendencia que nos haga caer en la rutina.

Se han producido siete recesiones desde la Segunda Guerra Mundial, pero la actual recesión es la más grave de la historia. La tasa de recuperación es mucho más lenta que cualquiera de las caídas en los últimos cien años. Cinco años después del comienzo de la crisis, la economía mundial sigue sumida en la recesión y el estancamiento.

La recuperación en Estados Unidos es extremadamente lenta y frágil. Europa está en una profunda recesión. Su antiguo motor de crecimiento, Alemania, está al borde de la recesión. Las economías más débiles del sur de Europa están en una depresión profunda. Mientras tanto, la desaceleración de la economía china está provocando inquietud, y las llamadas economías BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) también están entrando en crisis.

Norteamérica, Europa y Japón representan el 90% de la riqueza de los hogares. Si estos países no consumen, China no puede producir. Y si China no produce (al menos en la misma medida), países como Brasil, Argentina y Australia no pueden vender sus materias primas.

De este modo, la globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo. La enorme acumulación de la deuda actúa como un lastre colosal para la economía, evitando cualquier recuperación significativa. En todas partes, en los niveles de vida estándar, baja la demanda y se profundiza la crisis.

Los intentos de la Reserva Federal de Estados Unidos por mantener los tipos de interés bajos y la inyección de liquidez en la economía («flexibilización cuantitativa») han demostrado ser inútiles para aumentar la producción. Los capitalistas reciben préstamos a bajo interés y los usan para especular en los mercados bursátiles. O los usan para apoderarse de otras empresas, o para comprar acciones en las suyas propias y subir el precio de las acciones. Esto explica el auge en la bolsa de valores en un momento en el que la economía estadounidense apenas experimenta un lento crecimiento.

La flexibilización cuantitativa fue una apuesta colosal. Se calculó que no habría inflación mientras los mercados no tuvieran cambios/se mantuvieran estables. Así, se inyectó más dinero en la economía, con la esperanza de conseguir una reactivación (como un drogadicto que se droga para “colocarse”). Es una política conforme a la ley de los rendimientos decrecientes. El rendimiento se produce, necesitándose cantidades más grandes para producir los mismos resultados.

Los monetaristas señalaron (correctamente) que, tarde o temprano, la «flexibilización cuantitativa» provocará una explosión de la inflación. Lo que, a su vez, conducirá a un fuerte aumento de los tipos de interés, como un hombre dando un frenazo en su coche y una nueva bajada más profunda. Tan pronto como la Reserva Federal anunció su intención de poner fin a la flexibilización cuantitativa, se produjeron fuertes caídas en los mercados bursátiles en todo el mundo. Esto pone de manifiesto el nerviosismo de la burguesía y la naturaleza extremadamente frágil de la «recuperación».

La crisis actual no tiene realmente ningún precedente en lo que respecta a su magnitud y su carácter global. Es cierto que no hay ninguna crisis final del capitalismo. Pero la simple afirmación de que el capitalismo puede recuperarse de la crisis no nos dice nada acerca de la fase específica que está sufriendo el sistema.

La pregunta a la que debemos responder es: ¿Cuánto tiempo durará? ¿De qué manera se encontrará una solución? ¿Y a qué coste? Algunos economistas burgueses están pronosticando que nos llevará 20 años resolver la crisis del euro. Dos décadas de austeridad y caída en los niveles de vida significa una explosión de la lucha de clases en todas partes. Esto es lo que teme la clase gobernante.

No sólo no pueden evitar nuevas reformas; No pueden permitir la existencia de los avances logrados en el pasado. Es el escenario para la lucha de clases. Por lo tanto, nos enfrentamos a un futuro de años, probablemente décadas, de caída de los niveles de vida. Esto tendrá un profundo efecto en la conciencia de la gente. 

Desde Turquía a Brasil

El auge del capitalismo enmascaró las contradicciones subyacentes en la sociedad, pero no las eliminó. Los beneficios de la bonanza económica no se distribuyeron uniformemente. Según la ONU, el 2% más rico de la población posee más de la mitad de la riqueza mundial, mientras que la mitad más pobre de la población posee apenas el 1% de la riqueza mundial.

Se ha abierto un abismo infranqueable entre ricos y pobres en todas partes. En palabras de Marx: «la acumulación de la riqueza en un polo es, por lo tanto, la acumulación al mismo tiempo de la miseria, el trabajo esclavo agonizante, la ignorancia, la brutalidad, la degradación mental, en el polo opuesto, es decir, del lado de la clase que produce su propio producto en forma de capital». (El Capital, Vol.1, 25:4)

Este es el contexto económico de las explosiones sociales en Turquía y Brasil, que representan un cambio repentino de la situación. Ambos países se pusieron como modelos de crecimiento económico y estabilidad política y social. Ahora todo se ha convertido en su contrario.

El impasse del capitalismo se está expresando mediante saltos repentinos en la conciencia de las masas. La situación trae implícita cambios drásticos y repentinos para los que debemos estar preparados. En todas partes, se cuece la rabia a fuego lento bajo la superficie, explotando de forma masiva en Túnez, Egipto, España, Grecia, Turquía, Bulgaria, Rumania, Brasil y demás países. Rusia, China y Arabia Saudita se enfrentan a situaciones similares.

Lo que vemos es el comienzo de la revolución mundial. Lo que sucede en un país tiene un gran efecto en la conciencia en otros países. Los métodos modernos de comunicación permiten difundir los acontecimientos a gran velocidad. La revolución salta en un país tras otro ignorando las viejas fronteras.

Estas explosiones se han producido de forma accidental por asuntos que no guardan aparentemente relación: un plan para construir un centro comercial en un parque en Estambul, un aumento de las tarifas de autobús en Sao Paulo. Pero en realidad, son reflejos del mismo fenómeno: la necesidad se expresa a través del accidente. Es un reflejo de las contradicciones que se han ido acumulando durante décadas bajo la superficie. Cuando el proceso alcanza un punto crítico, cualquier pequeño incidente puede poner a las masas en movimiento.

Los acontecimientos en Turquía pillaron totalmente por sorpresa a los analistas del sistema. En cuestión de días, hubo protestas masivas similares en Brasil, el gigante económico de América Latina, con cientos de miles de personas en las calles. Fueron las mayores manifestaciones desde hace 20 años, que exhiben las contradicciones producidas por una sanidad y educación insuficientes y una corrupción galopante.

La falta de organización y liderazgo adecuados es lo que protege a la burguesía. Esto se demuestra más claramente en el caso de Egipto.

La segunda Revolución egipcia

Períodos de fuerte lucha de clases van a alternarse con períodos de cansancio, apatía, estancamiento e, incluso, reacción. Pero es sólo el preludio de nuevos acontecimientos, aún más explosivos. Es el caso, claramente, de la Revolución egipcia.

En Egipto, después de meses de decepción y cansancio, 17 millones de personas salieron a las calles en un levantamiento popular sin precedentes. Sin un partido, sin organización ni dirección, lograron en pocos días derrocar al odiado gobierno de Morsi.

Los medios de comunicación occidentales intentaron caracterizarlo de golpe de Estado. Pero un golpe de Estado es, por definición, un movimiento de una pequeña minoría que conspira para tomar el poder a espaldas de la gente. En Egipto, la gente revolucionaria tomó las calles y fue la verdadera fuerza motriz detrás de los acontecimientos. Con 17 millones de personas en las calles dispuestas a derrocar a Morsi, la cúpula del Ejército, que representa la columna dorsal del estado egipcio, intervino deponiendo a Morsi para evitar el derrocamiento de todo el régimen.

En una revolución genuina, es el movimiento fundamental de las masas el que proporciona la fuerza motriz. El marxismo, a diferencia del anarquismo, no venera la espontaneidad, la cual tiene sus puntos fuertes, pero también sus debilidades. Debemos entender sus limitaciones.

En Egipto, las masas podrían han tomado el poder a finales de junio. De hecho, tenían el poder en sus manos, pero no eran conscientes de ello. Esta situación guarda un parecido con la de febrero de 1917, en Rusia. Lenin señaló que la única razón por la que los trabajadores no tomaron el poder entonces no tuvo nada que ver con las condiciones objetivas, sino que fue debido al factor subjetivo:

«¿Por qué no toman el poder? Steklov dice: por esta razón. Eso es una tontería. El hecho es que el proletariado no está organizado y no tienesuficiente consciencia declase. Debemos admitirlo: la fuerza material está en manos del proletariado pero la burguesía resultó estar preparada y con consciencia de clase. Es un hecho monstruoso y debería admitirse abierta y francamente y la gente debería saber que no tomaron el poder porque estaban desorganizados y no eran suficientemente conscientes». (Lenin: Obras, Vol. 36, página 437, el énfasis es nuestro)

Los trabajadores y jóvenes egipcios están aprendiendo en la escuela de la Revolución. Es por ello que el levantamiento de junio fue mucho más amplio, más profundo, más rápido y más consciente que la primera revolución que ocurrió hace dos años. Pero todavía les falta la experiencia necesaria y la teoría revolucionaria que les permitiría lograr una victoria rápida y relativamente indolora.

La situación es de estancamiento en el que ninguna de las dos partes puede reclamar la victoria total. Es lo que ha hecho que el ejército se eleve por encima de la sociedad y se presente como el árbitro supremo de la nación, cuando, en realidad, el verdadero poder estaba en las calles. La confianza que algunas personas expresan en el papel del ejército son muestras de extrema ingenuidad. El bonapartismo representa un grave peligro para la Revolución egipcia. Dicha ingenuidad desaparecerá de la conciencia de las masas en la dura escuela de la vida.

Los Hermanos Musulmanes, contrarrevolucionarios abiertamente, han sido expulsados del poder, pero debido a los límites de la naturaleza puramente espontánea (es decir, desorganizada), la Revolución no ha podido tomar el poder. Por un lado, los reaccionarios islamistas están organizando una rebelión contrarrevolucionaria que amenaza con sumir al país en una guerra civil. Por otro lado, los elementos burgueses, los generales y los imperialistas, están maniobrando para robar a las masas la victoria que ganaron con su sangre.

La Revolución era lo suficientemente fuerte como para lograr el objetivo inmediato: el derrocamiento de Morsi y de los Hermanos Musulmanes. Pero no fue lo suficientemente fuerte para evitar que los generales y la burguesía robaran los frutos de su victoria. Tendrá que pasar por otra dura experiencia para alcanzar el nivel que es necesario para cambiar el curso de la historia.

Una Revolución permite a las personas aprender rápidamente. Si hace dos años hubiera existido en Egipto el equivalente del Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, incluso, solamente, con los 8.000 miembros que tenía en febrero de 1917, la situación habría sido totalmente distinta. Pero no existía tal partido. Tendrá que construirse al calor de los acontecimientos.

Los estrategas del Capital se alarmaron seriamente por estos acontecimientos. Dejando a un lado los elementos irrelevantes y accidentales, estos movimientos se produjeron por la misma razón. Lo que tenemos aquí es un fenómeno internacional: una tendencia hacia un movimiento revolucionario mundial. Se ven desarrollos similares en Europa.

La crisis del euro

La crisis en Europa expresa más dramáticamente la enfermedad del capitalismo mundial. La idea era hacer que la clase obrera pagara la crisis mediante la imposición de políticas de austeridad. Pero la voluntad de las masas de aceptar más reducciones en los niveles de vida tiene límites concretos, y éstos se están alcanzando. En Portugal, la presión constante en los niveles de vida ha provocado el aumento de las tensiones sociales y políticas, expresadas en una huelga general y manifestaciones masivas que sumieron al gobierno en la crisis.

El euro no es la causa de la crisis, pero todos los intentos de salvar al euro han obligado a adoptar la línea de la austeridad salvaje («devaluación interna»), lo que provoca una recesión cada vez más profunda. Como resultado, el desempleo aumenta, la economía enferma, se ingresan menos impuestos, y los déficits aumentan inexorablemente.

Hay una creciente división entre Alemania y los países más débiles del sur de Europa y también entre Alemania y Francia, que, debido a su debilidad, se coloca más cerca del sur. Alemania desea poner todo el peso de la crisis sobre los hombros de los miembros más débiles de la eurozona, lo que provoca severas tensiones en su unidad. No es imposible que dichas tensiones conduzcan finalmente a la ruptura, no sólo de la eurozona, sino de la propia UE.

Esta perspectiva horroriza a la burguesía, no sólo de este lado del Atlántico, sino también en los Estados Unidos. Si se rompe la UE, se abriría la puerta a las guerras de divisas, las devaluaciones competitivas y las guerras comerciales que prepararían la escena para una depresión profunda con efectos catastróficos a escala mundial.

Muchos economistas están hablando ahora, abiertamente, de la posibilidad de la desintegración de la Unión Europea. Por temor a la alternativa y, contra todo pronóstico, puede que consigan permanecer unidos, pero incluso si así sucede, no quedará mucho del proyecto original.

La lucha de clases se está intensificando. Las explosiones revolucionarias están a la orden del día en Europa. El potencial revolucionario en Europa es más claro en países como Grecia, España e Italia. Pero Francia no está muy lejos, y los disturbios en Gran Bretaña fueron una advertencia de que tales eventos son posibles en el país en el próximo período.

La burguesía se enfrenta a un grave problema: deben poner fin a todas las concesiones que se hicieron en los últimos cincuenta años. Pero el equilibrio de la relación de fuerzas es muy desfavorable para ellos.

En países como Grecia, se puede decir que la revolución ha entrado ya en su primera fase. El proceso es, naturalmente, desigual, desarrollándose con mayor velocidad e intensidad en algunos países, especialmente en el sur de Europa y a un ritmo más lento en aquellos países que han acumulado una “capa de grasa” en el último período. Pero, en todas partes, el proceso se está moviendo en la misma dirección.

Grecia

En Grecia, el movimiento se dirige hacia la revolución. Los trabajadores y jóvenes han demostrado una gran determinación y voluntad de lucha, pero no tienen un programa definido para cambiar la sociedad. Es lo que quieren pero no saben cómo expresarlo, eso es todo. Con una fuerte organización marxista Grecia estaría en vísperas de la insurrección. Pero nuestras pequeñas fuerzas no son lo suficientemente potentes como para proporcionar el liderazgo necesario.

Ha habido una tregua temporal de los trabajadores después de una huelga general de 24 horas tras otra sin lograr nada. El humor sigue siendo revolucionario. El sindicato reformista y los dirigentes estalinistas están frenando al pueblo. Pero la lucha por salvar la compañía de radiodifusión del Estado (ERT) muestra que el movimiento puede explotar en cualquier momento. Nada se ha resuelto.

El gobierno de Samaras es débil y turbulento. Samaras es puramente empírico. Se tambalea de una crisis a otra sin una idea clara de adónde va. El gobierno es demasiado débil para hacer lo que debe hacerse. Está dividido y no puede durar. Tarde o temprano la burguesía tendrá que pasar el cáliz envenenado a Tsipras y SYRIZA.

Sin duda, a una sección de la clase dirigente le gustaría avanzar hacia la reacción. Pero saben que esto significaría la guerra civil, que no estarían seguros de ganar. Así que enviarán a los trabajadores a la escuela del reformismo a aprender una lección. Será muy doloroso. Un gobierno de SYRIZA se encontraría con una clara alternativa: romper con la burguesía y defender los intereses de la clase obrera, o capitular ante las presiones de la burguesía y llevar a cabo las políticas dictadas por la Troika. No hay tercera vía.

Tsipras se hizo muy popular porque parecía defender políticas radicales, romper con el Memorándum, etc.. Pero a medida que se acerca al poder, ha moderado su lenguaje. Tiene cuidado de no prometer demasiado para no asustar a la burguesía y apaciguar las expectativas de las masas.

Sin embargo, las expectativas serán muy grandes. Si un gobierno de coalición de izquierda liderado por SYRIZA es incapaz de tomar las medidas necesarias contra las grandes empresas, provocará una ola de amarga desilusión, preparando el camino para una coalición aún más derechista, posiblemente entre la Nueva Democracia y Amanecer Dorado (Khrysi Argi).

Bajo estas condiciones, Amanecer Dorado crecería a la derecha, y el KKE crecería a la izquierda. Por un período determinado, se sucederá un gobierno inestable tras otro. Coaliciones de izquierda darán paso a coaliciones de derecha. Pero ninguna combinación de fuerzas parlamentarias puede solucionar la crisis.

La clase gobernante griega procederá con cuidado, examinando el terreno a través de la introducción gradual de leyes reaccionarias y medidas para restringir los derechos democráticos. Intentará avanzar hacia el bonapartismo parlamentario antes de imponer una dictadura abierta.

Pero mucho antes de que la reacción pueda tener éxito, habrá toda una serie de explosiones sociales, en las que se planteará la cuestión del poder. Bajo tales condiciones, la tendencia revolucionaria puede construir rápidamente sus fuerzas. La sección griega tiene una enorme responsabilidad sobre sus hombros, la cuestión griega debe colocarse en el primer orden del día de la agenda de la Internacional.

Nivel de conciencia

Hay una contradicción entre el nivel de conciencia del movimiento y las tareas que impone la historia. Sólo puede resolverse por la experiencia de las masas.

El nivel de conciencia tiende siempre a ir por detrás de los acontecimientos. Pero la conciencia puede avanzar de un golpe. Ese es el significado real de una revolución. La esencia de una revolución es el cambio radical del estado de ánimo de las masas. Las explosiones pueden ocurrir de repente, sin previo aviso, inesperadamente. Ese fue el significado de los acontecimientos en Turquía y Brasil.

A medida que la crisis se agrava, el estado de ánimo de las masas cambia. En todas partes, hay una reacción contra las políticas de austeridad. Esto lo sabe una sección de la burguesía. Hay límites concretos a lo que la gente puede soportar. Estos límites se están alcanzando.

En el período de boom, a pesar del exceso de trabajo y mayor explotación, muchos trabajadores podrían encontrar una salida a través de soluciones individuales, como las horas extras. Ahora esa vía está bloqueada. Sólo a través de la lucha será posible defender las condiciones existentes y, sin duda, garantizar mejoras. Ahora la psicología de los trabajadores está cambiando fundamentalmente. Hay un sentimiento de ira y amargura.

Un sector tras otro se va incorporando a la lucha. Sectores que en el pasado se habrían considerado como clase media se han sumado al proletariado tradicional: profesores, funcionarios, médicos, enfermeras, etc..

Después de décadas de relativa paz social, los trabajadores necesitan un período preliminar para estirar sus músculos, como un atleta cuyos músculos se han quedado algo rígidos. La escuela de huelgas de masas y manifestaciones es una preparación para cosas más serias. En general, la clase obrera sólo puede aprender de la experiencia.

El inicio de la crisis sorprendió inicialmente a los trabajadores, que no la esperaban. Quedaron traumatizados e incapaces de reaccionar en muchos casos. Pero eso está cambiando ahora. En un país tras otro, los trabajadores y la juventud están tomando el camino de la lucha y a través de esa experiencia, empiezan a sentirse a sí mismos como clase.

Después de un período, todas las viejas ilusiones reformistas desaparecerán de la conciencia de la clase obrera, que se curtirá en la lucha. Tarde o temprano, esto tendrá un efecto dentro de las organizaciones de masas.

Las organizaciones de masas

Las organizaciones de masas están muy por detrás de los acontecimientos. En la década de los 30’ (y también de los 70’), las tendencias centristas emergieron muy rápidamente en los partidos de los trabajadores. No estamos todavía en ese escenario. Por el contrario, el estado de ánimo de rabia que existe en las masas apenas se refleja en sus organizaciones.

Es una paradoja que las mismas organizaciones creadas por la clase obrera para cambiar la sociedad se hayan convertido en enormes obstáculos en el camino de la clase obrera. Décadas de auge capitalista han llevado a todas estas organizaciones a un proceso de degeneración extrema, tanto a los partidos políticos (socialdemócratas y antiguos partidos «comunistas») como a los sindicatos.

La dialéctica de la historia se ha vengado cruelmente contra los reformistas y estalinistas. Precisamente en un momento en el que se derrumba el sistema capitalista, los líderes reformistas abrazan el «mercado» aún más que antes. Están destinados a hundirse con él. Es una receta acabada para la crisis en todas estas organizaciones en el futuro.

En Francia, el apoyo electoral de Hollande se derrumbó en pocos meses alcanzando los niveles más bajos desde 1958. En Grecia, el Pasok ha sido casi aniquilado. En Italia, el antiguo Partido Comunista (PCI) se ha destruido a sí mismo y el PRC se desintegrará rápidamente, castigado por los trabajadores por sus traiciones en el gobierno de coalición de Prodi. En España, el PSOE no gana apoyo a pesar de la impopularidad del gobierno del PP.

En Gran Bretaña, los dirigentes laboristas están aterrados ante la perspectiva de llegar al poder. No luchan por una mayoría. No hacen promesas de reformas, etc., porque temen que esto animará a los trabajadores y sindicatos a exigir más. En sus discursos, no se dirigen a los trabajadores sino a la patronal y a los banqueros, buscando su aprobación. Han pasado de las reformas a las contrarreformas.

En la mayoría de los países, ha habido un derrumbamiento de la izquierda. Los reformistas de izquierda son empíricos sin esperanza, al igual que el ala de derecha. Son sólo dos tipos de empirismo. Se aferran a las anticuadas recetas del keynesianismo. Ninguno habla de socialismo.

La historia ha castigado a los ex-estalinistas por los crímenes del pasado. Se han movido bruscamente a la derecha, especialmente después del colapso de la URSS y ahora no son ni la sombra de lo que fueron. Son profundamente escépticos sobre el socialismo y no tienen fe en la clase obrera.

Los viejos estalinistas fueron al menos una caricatura de un modelo genuino. Ahora son sólo una pálida imitación del reformismo. En consecuencia, en un momento en el que el capitalismo está en una profunda crisis, cuando las ideas del comunismo deberían tener una gran audiencia, se han mostrado impotentes para atraer a las capas más radicalizadas de los trabajadores y la juventud. En algunos países han desaparecido totalmente.

Trotsky dijo que la traición está implícita en el reformismo. No hablamos necesariamente de una traición consciente pero el hecho es que si uno acepta el capitalismo, también debe aceptar las leyes del capitalismo. Bajo estas condiciones, se desarrollará un ambiente muy crítico rápidamente. En cierto momento, veremos un fermento de discusión en las bases y la cristalización de un ala de izquierda.

Los reformistas anhelan un retorno a la «normalidad», pero es un sueño utópico. Administrar el capitalismo en su época de debacle es gestionar una caída general de los niveles de vida. Estos líderes reflejan el pasado, no el presente o el futuro. Los trabajadores ya no apoyan incondicionalmente a los líderes socialistas y ex-comunistas. Al contrario, hay una actitud crítica e, incluso, un abierto escepticismo hacia ellos.

Eso no significa, como imaginan las sectas, que estos partidos simplemente desaparecerán. Los reformistas tienen profundas raíces en la clase y pueden recuperarse incluso en lo que parecen ser situaciones imposibles. Cuando las masas buscan una alternativa, no miran a las sectas, sino que ponen a prueba una y otra vez a los partidos tradicionales bien conocidos y a sus líderes, antes de descartarlos finalmente y buscar un nuevo punto político de referencia.

Los trabajadores pondrán a prueba a un partido y a su líder, uno tras otro, en un intento desesperado por encontrar una salida a la crisis. Están descartando a uno tras otro. El péndulo se balancea a la izquierda y a la derecha. En contraste con la década de 1930 y 1970, la izquierda en la socialdemocracia es débil. Pero a medida que se intensifica la crisis, habrá una diferenciación dentro de las organizaciones de masas.

El rápido ascenso de SYRIZA en Grecia y los avances de Mélenchon y el Frente de Izquierda en Francia son una indicación de los procesos que se repetirán a una escala aún mayor en el próximo período. En ambos casos, sin embargo, los nuevos movimientos de izquierda no cayeron del cielo, sino que surgieron de las divisiones en las organizaciones de masas existentes (el KKE en Grecia y el Partido Socialista en Francia).

Habrá toda una serie de crisis en los partidos socialistas y comunistas en el futuro, que crearán condiciones muy favorables para el crecimiento de las corrientes marxistas de masas.

Los sindicatos

Trotsky dijo que los dirigentes sindicales son la fuerza más conservadora en la sociedad. Eso es más cierto que nunca. Sin embargo, los trabajadores no tienen adónde ir. El movimiento de masas puede desarrollarse espontáneamente, desde abajo, sin liderazgo por arriba. Los trabajadores improvisan todo tipo de campañas y de comités ad hoc.

Los anarquistas y sectas verán estos movimientos como una alternativa a los sindicatos. Pero la clase obrera no puede prescindir de los sindicatos, los cuales se elegirán más tarde. Las organizaciones ad hoc tienen un papel que desempeñar, pero no hay sustituto para el paciente trabajo revolucionario para transformar a los sindicatos.

La mayoría de los dirigentes sindicales están viviendo en el pasado y no están preparados en absoluto para el período en el que hemos entrado. En el momento en el que el sistema capitalista se desmorona por todas partes, se aferran desesperadamente al «mercado» y tratan de salvarlo a toda costa – a costa de los trabajadores.

Pero las organizaciones de masas no existen en el vacío. Es especialmente cierto para los sindicatos. Habrá un proceso de selección, en el cual se eliminarán aquellos elementos sin esperanza, desmoralizados, y se reemplazarán por gente más joven, más militante, dispuesta a arriesgar su puesto de trabajo en aras de la lucha contra la patronal y defendiendo los derechos de los trabajadores.

Bajo la presión de la base, los líderes sindicales tendrán que ponerse a la cabeza de la lucha o serán apartados y reemplazados por personas que están más en contacto con los afiliados. Los sindicatos se transformarán una y otra vez a lo largo de la lucha.

Sería erróneo imaginar que ese reformismo está totalmente desacreditado incluso ahora. Las masas desearían ver reformas. Pero en las condiciones actuales, la lucha se impone incluso para las reformas más pequeñas. Nuestra crítica a los reformistas no es porque defienden las reformas, sino porque no luchan por ellas y aceptan las contrarreformas – entregándose a las presiones de las grandes empresas.

Hacia la Revolución europea

Hace tres años, el Financial Times habló de «tiempos difíciles y peligrosos». Estas palabras han resultado ser muy ciertas. La clase gobernante está aterrorizada por los efectos sociales y políticos de la crisis y las medidas que se verá obligada a tomar. Los que han salvado la situación hasta ahora han sido los dirigentes sindicales reformistas, que han demostrado ser los sirvientes más leales y de confianza del Capital.

Las clases se preparan para una confrontación decisiva. En los próximos cinco o diez años veremos los enfrentamientos más graves desde los años treinta. Hay muchos paralelos entre la situación actual y la década de 1930. Pero también hay diferencias importantes.

La diferencia principal es el cambio radical en el equilibrio de la correlación de fuerzas. La clase obrera es ahora una mayoría decisiva en todos los países capitalistas avanzados y desempeña un papel fundamental en países como Turquía, Brasil, Egipto e Indonesia. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la burguesía europea tenía grandes reservas sociales en la forma del campesinado. Eso explica en parte por qué pudo desplazarse rápidamente en la dirección del fascismo en Italia, Alemania y España.

Ahora, el cambiante equilibrio de la correlación de fuerzas descarta un rápido desenlace. La situación actual puede durar años con flujos y reflujos. El movimiento tendrá una serie de olas, como en España, donde la revolución comenzó realmente en 1930, con una ola de huelgas y manifestaciones, incluso antes de la caída de la monarquía en 1931.

En un período revolucionario como éste, todos los estancamientos y derrotas son sólo el preludio de nuevas explosiones, desbancando a todos los viejos movimientos. La Revolución española atravesó toda una serie de etapas, antes de ser finalmente derrotada en mayo de 1937 en Barcelona.

En siete años, hubo períodos de grandes avances revolucionarios, tales como los de 1931, con la declaración de la República, pero también períodos de desesperación y desilusión. Hubo terribles derrotas como la derrota de la Comuna de Asturias en 1934 e, incluso, reacción profunda, como la del Bienio Negro de 1933-5.

Hoy, en Europa, un proceso similar está teniendo lugar en todas partes a un ritmo más lento o más rápido y con una mayor o menor intensidad. Grecia es el eslabón más débil en la cadena del capitalismo europeo, pero hay muchos puntos débiles. El proceso en Grecia ha ido más lejos que en cualquier otro lugar, pero sólo muestra de una forma particularmente aguda lo que sucederá en otros países europeos.

Mayo de 1968, en Francia, fue la mayor huelga revolucionaria en la historia. Pero en cierta forma fue un acontecimiento bastante ligero. Después de décadas de prosperidad, la conciencia de la juventud se caracterizó por una cierta ingenuidad. Bajo las condiciones mucho más duras de hoy, ese tipo de infantilismo semi-anarquista desaparecería de la conciencia de la juventud. Esta generación será mucho más difícil que las generaciones anteriores, y las luchas también serán más difíciles y más brutales.

Estrategia y tácticas

Estrategia y tácticas no son lo mismo. Es necesario tener una comprensión general de los procesos, pero la aplicación concreta y práctica puede ser diferente en cada momento dado, y las tácticas incluso pueden entrar en conflicto con la estrategia en determinados períodos.

Entendemos que en un determinado momento, la aguda polarización en la sociedad se verá reflejada en una diferenciación dentro de las organizaciones de masas, comenzando con los sindicatos.

Las explosiones son inevitables. Pero sin dirección, éstas no serán suficientes. El movimiento que ocupó las plazas en España alcanzó proporciones muy grandes, pero no llegó a ninguna parte y se apagó pronto. Las fuerzas del marxismo son demasiado pequeñas para determinar el resultado de estos movimientos de masas. En la mayoría de los países, se limitan al nivel de la propaganda. Pero debemos estar preparados.

Debemos desarrollar consignas de transición inteligentes y apropiadas en cada etapa. Pero esto es insuficiente en las condiciones actuales. Interviniendo activamente en cada lucha (huelgas, huelgas generales, manifestaciones masivas, etc.) debemos explicar con paciencia que sólo una ruptura radical con el capitalismo puede solucionar el problema.

Una economía planificada nacionalizada solucionaría el desempleo introduciendo inmediatamente la semana de cuatro días y seis horas de trabajo sin pérdida salarial. Debemos destacar en nuestra propaganda la colosal pérdida de producción por los millones de desempleados, el efecto sobre la juventud, las mujeres, etc.

Al mismo tiempo, debemos explicar el enorme potencial productivo de las nuevas tecnologías: la información, las computadoras, la producción «just in time», los robots, etc.. Si esto se pusiera en funcionamiento de una manera racional, significaría que las personas trabajarían menos horas, no más, para la satisfacción de las necesidades humanas.

Debemos buscar los elementos más revolucionarios y educarlos en las ideas del marxismo. En una situación revolucionaria, un pequeño grupo con ideas correctas puede crecer rápidamente – la calidad puede convertirse en cantidad y la cantidad puede convertirse en calidad. La tarea es construir las fuerzas del marxismo con un sentido de urgencia – en esta etapa no pueden encontrarse en las organizaciones de masas reformistas, por lo general. En esta etapa, los jóvenes, sobre todo, se están radicalizando y abriendo a ideas revolucionarias.

La contradicción entre el nivel de conciencia de las masas y las tareas planteadas por la historia sólo puede resolverse a través de la experiencia de grandes acontecimientos y explosivos. Pero estos están implícitos en la situación. Habrá giros bruscos y cambios repentinos, especialmente en la conciencia.

En el pasado, las ideas revolucionarias se podían recibir con escepticismo. Ahora la gente está buscando estas ideas. En Grecia, el 63% de las personas dice que quieren un cambio fundamental en la sociedad, mientras que el 23% quiere una revolución. Estas son cifras extraordinarias: en efecto, el 86% ve la revolución com0 una salida.

Debemos imbuirnos de la idea de un cambio fundamental en la situación y de la necesidad de un sentido de urgencia en la construcción de una organización revolucionaria. Debemos combatir toda tendencia a caer en la rutina. Sobre todo, debemos prestar especial atención a la teoría y a la educación política, sin la cual no somos nada.

Hay grandes posibilidades. Sobre todo, hay capas frescas de la juventud que entran en actividad buscando las ideas del marxismo, no mañana o el día después, sino ahora. Debemos encontrarlos, entablar un diálogo con ellos y ganarlos a las ideas del marxismo.

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