Egipto: El nuevo faraón inflama la ira de las masas
«Si no regreso, le pido al pueblo que continúe la revolución y reclame nuestros derechos», escribió el joven de 16 años de edad, Gaber Salah, en su página de Facebook poco antes de morir luchando contra las fuerzas de la policía cerca de la Plaza Tahrir de El Cairo el pasado Viernes. Hoy, miles respondieron a su llamada al unirse a su funeral que pasó por esa misma plaza emblemática.
También asistieron miles de personas en Damanhou al funeral de Islam Masoud, un joven de 15 años que murió el sábado luchando contra fuerzas de la Hermandad Musulmana. Saleh fue asesinado cuando participaba en una protesta masiva que atacó las oficinas de la Hermandad Musulmana en Damanhour el sábado. Antes de ir a otra protesta el viernes (que también ocurrió en el primer aniversario de los enfrentamientos mortales entre los revolucionarios y las fuerzas de seguridad en la calle Mohamed Mahmoud cerca de la plaza Tahrir) Saleh, escribió en su página de Facebook:
«Voy por el bien de la sangre de nuestros hermanos y hermanas, voy a Mohamed Mahmoud por la revolución, también voy porque llevé con mis propias manos a mi amigo, Ahmed Osama, después de ser asesinado, voy para recuperar a mi país».
El Nuevo Faraón
Las protestas masivas de hoy llegaron después de 4 días de protestas que estallaron el 22 de noviembre, cuando el presidente Mohamed Morsi emitió una declaración en la que en la práctica concentraba todo el poder en sus manos. Declaró que todas las decisiones y leyes que emitiera eran inmunes a cualquier desafío y que no podrían ser anuladas. También dijo que ningún órgano judicial puede disolver la Asamblea Constituyente, órgano totalmente no representativo firmemente controlado por la Hermandad Musulmana de Morsi. Ni siquiera el derrocado presidente Hosni Mubarak disfrutó de tan amplios poderes.
Al tratar de cubrir los puntos clave de su declaración también anunció algunas concesiones, como una nueva investigación sobre algunos de los crímenes cometidos por miembros del antiguo régimen. Se trata de una demanda que los revolucionarios han exigido desde el primer día de la revolución. Pero está claro que Morsi no va a aplicar esto -al menos no a los estratos superiores, donde todo el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) e incluso algunos de sus propios ministros, como Ahmed Gamal quien dirige el odiado Ministerio del Interior, están directamente relacionados con el antiguo régimen.
En junio, cuando Morsi fue elegido como Presidente, se apoyó en las masas para golpear a sectores del antiguo régimen que no estaban dispuestos a compartir el poder con él. Pero también está claro que el CSFA y Morsi de inmediato llegaron a un acuerdo después de las elecciones, lo que significaba que el CSFA permitiría a la Hermandad Musulmana tomar una participación en el poder, mientras que la Hermandad mantendría el viejo aparato estatal, incluidas las fuerzas armadas, intacto.
Esta vez, sin el ejército a su espalda, Morsi pensó que dando algunas concesiones, y llamando la atención con la eliminación de poderes al odiado aparato judicial, podía dividir el movimiento y hacer pasar su agenda principal.
El poder judicial inicialmente respondió declarando una huelga nacional, pero esta medida fue abandonada rápidamente cuando el Supremo Consejo de la Judicatura aguó su oposición a los decretos.
Le dijo a los jueces y fiscales que volvieran a trabajar y anunció que sus miembros se reunirían con Morsi hoy para tratar de persuadirlo de que restrinja la inmunidad a las decisiones estatales más importantes, como declarar la guerra y la ley marcial o la ruptura de relaciones diplomáticas con las naciones extranjeras. En otras palabras, los jueces están dejando en claro que están dispuestos a llegar a un acuerdo con Morsi también.
Enfrentamientos intensos
El reforzamiento de los poderes de Morsi fue visto correctamente por los jóvenes como un ataque contra la revolución. El viernes, miles inundaron la plaza Tahrir de El Cairo para mostrar su oposición al Presidente. En escenas que parecían las de los primeros días de la revolución, los manifestantes gritaban consignas como: «El pueblo quiere derrocar al régimen» y «Abajo, abajo, Morsi-Mubarak».
A lo largo del día, conforme más personas se congregaban en la plaza, un enfrentamiento violento se desató entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad.
Pero las protestas no se limitaron a El Cairo. Durante todo el fin de semana hubo grandes protestas en Alejandría, Port Said, Suez, Behaira El, Dakhalia, Assuit, Qena, Luxor, Asuán, Damanhour, Tanta y muchos pueblos y ciudades más.
Al menos en Alejandría, Port Said y Suez, los tres viejos bastiones de la Hermandad Musulmana, las oficinas del partido gobernante fueron atacadas. En la principal ciudad industrial de Mahalla El-El-Kubra, los miembros de la HM tuvieron que organizar grupos de defensa para evitar a los manifestantes furiosos que querían asaltar sus oficinas.
En Damietta una protesta frente a la sede de la HM fue atacada por un grupo pequeño, mientras que la policía se retiró de la escena. En Asuán, también hubo enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad en la sede de la HM de la ciudad.
Un blogger escribió sobre Port Said y Suez:
«Port Said estuvo en llamas durante toda la noche. Hubo un intento de asaltar el cuartel general del Partido de la Democracia y la Libertd [FJP sus siglas en inglés, el frente electoral de la Hermandad Musulmana] en Port Said anoche, lo mismo que en Alejandría pero Salafistas armados [facción islamista de ultraderecha] desataron un ataque contra los manifestantes. Según testigos oculares estos salafistas tienen armas automáticas y llegaron en camiones. Hubo muchos heridos en estos enfrentamientos. No se encontró a la policía. Morsi consiguió el 46% de los votos allí.
En Suez, los manifestantes atacaron la sede de la Hermandad Musulmana en la ciudad, con piedras y cócteles molotov. Los manifestantes también atacaron la sede del FJP de Suez y se han producido enfrentamientos entre los salafistas que aparecieron de pronto para protegerla. Los manifestantes acusaron a los partidarios de la HM de disparar balas y perdigones contra ellos».
La respuesta del Estado a las protestas fue muy violenta. Es evidente que en muchos lugares los Hermanos Musulmanes, los salafistas y la policía estaban coordinando sus esfuerzos, con la policía en calidad de guardias de defensa y los salafistas como tropas de choque. Durante todo el fin de semana más de 500 personas resultaron heridas y varios -todos ellos opositores- han sido asesinados.
¿Por qué etapa estamos pasando?
La revolución egipcia está entrando en una nueva etapa. «Todo ha cambiado, nada ha cambiado». Esta es una afirmación que se oye en Egipto. Las masas revolucionarias derribaron un régimen feroz que tenía un enorme aparato estatal y un sistema represivo plenamente desarrollado, así como el pleno respaldo de todas las grandes potencias del mundo. Lo hicieron sin un plan, sin programa, sin organización y sin una dirección revolucionaria.
Pero después de casi dos años de lucha nada ha cambiado en la sociedad. La gente está cansada de constantes manifestaciones y movilizaciones que no producen ningún resultado tangible. Por lo tanto, son menos propensos a tomar las calles sin un cometido definido y las más amplias capas de las masas se sienten desorientadas y sin una perspectiva clara.
Pero el decreto de Morsi ha sido una llamada de atención. Las capas más avanzadas, sobre todo, sienten que la revolución está en peligro. Este proceso es común a todas las revoluciones. Después de la fase inicial de euforia, las capas avanzadas son las primeras en darse cuenta de que no todo está bien. Ven que detrás de la escena se está alcanzando un acuerdo con los viejos gobernantes para vender la revolución. Esto las radicaliza y las impulsa a una ofensiva en contra de los dirigentes reaccionarios que están a punto de vender la revolución. Este es un momento muy peligroso porque las capas más avanzadas están en peligro de quedar aisladas y por lo tanto vulnerables a los ataques de la contrarrevolución. Pero, sin embargo, se anticipan a un proceso que también se llevará a cabo entre las masas.
Mañana (Martes 27 de noviembre) hay un llamamiento a una marcha por un millón de personas contra el régimen. La Hermandad Musulmana también ha llamado a una manifestación -también en la plaza Tahrir. Esto es claramente una provocación, y podría parecer que la HM se siente lo suficientemente fuerte como para un encuentro directo con la revolución. Pero no es del todo seguro que la Hermandad salga de este choque sana y salva.
La Hermandad Musulmana logró 10 millones de votos en las elecciones parlamentarias del año pasado, pero ya en la primera vuelta de las elecciones presidenciales ese voto se había reducido a la mitad. En el otro lado, la revolución en su apogeo tuvo 15-20 millones de personas en las calles. Un movimiento público y abierto en contra de la revolución podría ser lo que impulsara de nuevo a la lucha a las amplias capas de las masas y aplastara a la Hermandad al mismo tiempo.
Las contradicciones de la Revolución
Casi dos años después de que comenzara la revolución está claro para la mayoría de los egipcios que no ha cambiado mucho. Mucha gente, aunque no necesariamente apoyan plenamente a la Hermandad, estaban pensando «Ellos no son como los anteriores, tienen las manos limpias y son democráticos». Pero a medida que la niebla de la religión, que la Hermandad utiliza para ocultarse detrás, se disipa, muchas personas están empezando a darse cuenta de que no hay diferencias fundamentales entre Morsi y Mubarak. Si bien las caras arriba han cambiado, el viejo aparato estatal sigue en manos de la vieja clase dominante en Egipto.
Pero, como hemos dicho muchas veces antes: en última instancia, la cuestión de la democracia no puede separarse de la cuestión del pan. Pero el capitalismo de hoy, al estar en una profunda crisis a escala global, no sólo no puede permitirse el lujo de dar concesiones, sino que se ve obligado a atacar el nivel de vida de las masas trabajadoras. Egipto no es una excepción a esto. Desde 2011 el crecimiento del PIB ha caído del 6 por ciento al 1,8 por ciento, empujando a millones más a la pobreza. El desempleo ha aumentado hasta el 12,6 por ciento. La inversión extranjera directa se ha reducido a sólo $ 218 millones en el primer trimestre de este año, en comparación con los $ 2,100 millones en el mismo periodo de 2011.
En este contexto, desde la revolución se ha producido un creciente desarrollo del movimiento obrero, con millones de trabajadores que van a largas y combativas huelgas por sus modestas reivindicaciones. Sólo en el último mes se han registrado más de 1.000 huelgas, una cifra que sólo ha sido mayor en los meses inmediatamente después de la revolución. Pero el régimen -al que la HM y los salafistas ahora también pertenecen- es incapaz de satisfacer las demandas de los trabajadores y cada vez más se enfrentan a las huelgas y protestas con represión defendiendo así los intereses del capital y de las grandes empresas.
La única manera de conceder hasta las demandas más modestas de la clase obrera, es romper con el sistema capitalista en su conjunto. Hay que expropiar la propiedad de la clase dominante y de sus amos imperialistas e introducir una economía democráticamente planificada para desarrollar la sociedad. Mientras la revolución no logre romper el dominio del capital en el país, la miseria y la pobreza seguirán prevaleciendo. En última instancia, las dictaduras del Medio Oriente son todas reflejo de esta contradicción.
Las masas revolucionarias aprenderán estas lecciones duramente a través de muchos reveses y derrotas amargas. Si hubiera habido una organización marxista de masas, como el Partido Bolchevique en Rusia en 1917, este proceso habría sido más rápido. La falta de una verdadera dirección revolucionaria de la clase obrera convierte este proceso en largo y prolongado.
Sin embargo este proceso está teniendo lugar. Mientras que una cierta desesperanza y desilusión prevalece en la superficie, hay un profundo proceso que está desarrollándose por debajo. Los jóvenes y los obreros avanzados, sobre todo, están cada vez más radicalizados cada día y están buscando ideas que puedan explicar una forma de salir del atolladero. Están empezando a comprender que un cambio fundamental del sistema es necesario.
La revolución egipcia está lejos de haber terminado. Mientras que la reacción puede parecer estar firmemente controlando la situación, su base es muy frágil. Al mismo tiempo, las masas recuerdan que ellas solas, sin ninguna ayuda, derrocaron al régimen de Mubarak. Este fin de semana las protestas revelan un elemento de ira que está hirviendo a fuego lento bajo la superficie.
La Hermandad es un partido burgués y no tiene más remedio que seguir llevando a cabo los ataques del capital sobre las masas trabajadoras. Pero cada nuevo asesinato y cada nuevo acto de injusticia llena las mentes de las masas con más amargura y odio. Tarde o temprano esto llevará a un enfrentamiento abierto. Nada ha sido resuelto todavía -una nueva revolución está preparándose.
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