El auge de Aliança Catalana, la reacción que nace de las cenizas del movimiento independentista
El 12 de mayo se cumplió un año desde que Aliança Catalana (AC) entró en el Parlament de Catalunya. El surgimiento de este partido constituye la expresión catalana del llamado “populismo de derechas” que busca dividir a la clase obrera sirviéndose de la demagogia contra los trabajadores migrantes y el nacionalismo.
El partido se formó en Ripoll el año 2020 a raíz de la escisión de los miembros de la lista del Front Nacional de Catalunya en el municipio, liderada por la concejala Sílvia Orriols, quien se caracterizó por su discurso islamófobo. El fuerte impacto de la abierta islamofobia de AC sobre el electorado más conservador de Ripoll tiene una causa accidental: el radicalismo islámico originado en la ciudad que llevó a los atentados del verano de 2017. Siendo regidora del Ayuntamiento, el discurso de Orriols se amplificó y tuvo eco, primero obteniendo 6 concejales en el Ayuntamiento de Ripoll en el 2023, ganando así la alcaldía, y luego con la entrada al Parlament, con 2 escaños.
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La composición del movimiento
Un factor para el auge de AC ha sido la conclusión del proceso independentista por la traición de Junts y ERC en los momentos decisivos. El descrédito de los partidos independentistas oficiales, sumado a la desmoralización fruto de la derrota del movimiento y, sobre todo, la ausencia de una alternativa revolucionaria, han permitido a AC explotar la cuestión independentista. Así, ha podido encontrar una base en las capas más atrasadas del movimiento, de composición pequeñoburguesa y más netamente identitarias. Estas capas, que en el auge del movimiento quedaron ahogadas por su envergadura de masas y por los elementos avanzados de la juventud y la clase trabajadora, ahora, en situación de desarticulación del movimiento, pueden hacerse oír con más fuerza.
AC señala correctamente a Junts y ERC como traidores del movimiento, pero es incapaz de explicar sus razones ni de ofrecer una alternativa para la solución de la cuestión nacional. Presenta la claudicación de los dirigentes independentistas como una ausencia de “voluntad” o “firmeza” personales, en su corrupción o en el hecho de no ser lo “suficientemente catalanes”. En realidad, la principal razón se encuentra en el carácter pequeñoburgués de estos dirigentes, que los hacía incapaces de llevar hasta el final la lucha por la autodeterminación, que exigía el uso de métodos revolucionarios y la ruptura con el régimen del 78 y el sistema capitalista.
Por otro lado, AC también se nutre de la crisis de la democracia burguesa en su conjunto, esto es, del descrédito de todas las instituciones y partidos existentes que, gobierno tras gobierno, han estado gestionando la crisis del capitalismo, sin evitar el empeoramiento de las condiciones de vida, la degradación de los servicios públicos, la inflación, etc. Emergiendo como un partido “nuevo”, sin vínculos con los partidos tradicionales ni las instituciones, AC puede explotar demagógicamente el merecido odio hacia la clase política. A su vez, los “cordones sanitarios” y los ataques altisonantes contra AC por parte de estos mismos políticos, completamente desacreditados e incapaces de ofrecer una alternativa, solo hacen reforzar su perfil de “oposición”.
Todo ello se suma a su programa económico y social, netamente pequeñoburgués, basado en la rebaja de impuestos, especialmente el de sucesiones, la reducción del gasto social, la defensa de la propiedad privada frente a la “okupación», medidas proteccionistas para proteger a las empresas catalanas, etc. En materia de vivienda, por ejemplo, AC plantea tumbar la ley de limitación de los precios del alquiler y en cambio promover beneficios fiscales y “facilidades” para la construcción de nuevas viviendas o para los inversores que quieran comprar y reformar pisos para ponerlos en alquiler.
Así pues, la base social de AC es principalmente la pequeña burguesía de identidad nacional catalana. Esto lo muestran bien los resultados de las últimas encuestas: AC se ha expandido entre los votantes tradicionales de Junts y amenaza con alcanzar los 19 escaños en el Parlament. A su vez, el mapa de votos del 12M muestra que AC está arraigando en los municipios del Pirineo y la provincia de Girona, zonas del territorio con mayor identidad catalana y mayor presencia de esta capa fundada en la pequeña propiedad agrícola.
El programa reaccionario de AC y la cuestión migratoria
Juntamente con la cuestión nacional, la cuestión migratoria está en el centro de todo el programa, reduciéndola a una misma premisa: la falta de recursos. Según AC, la ausencia de recursos para sanidad, educación, vivienda o pensiones para los catalanes se debe a que estos se destinan a los migrantes. Pero la ausencia de los recursos no se debe a su inexistencia, se debe a la rapaz acumulación de los capitalistas a costa de la miseria creciente de la inmensa mayoría. A la vez que la población catalana ha crecido en 2 millones en los últimos 25 años (un 33%), el PIB catalán ha pasado en el mismo tiempo de 122 mil millones a 325.000 millones de euros (un 111% ajustado a inflación). El programa de AC conecta con los síntomas de la crisis existente, pero culpa de esta al inmigrante, desviando así la atención de quién realmente tiene la responsabilidad: la gran burguesía y su sistema.
Además, AC carga las culpas a los inmigrantes mirando de diferenciar entre el migrante legalizado, a quien tratarían de apoyar e integrar, y el migrante “ilegal”, a quien hay que deportar y evitar que entre, para evitar la depreciación de los salarios de los trabajadores catalanes. Esto es, AC culpa a los inmigrantes de los abusos a los que se ven sometidos por la codicia de los empresarios que, aprovechándose de su situación irregular y su falta de derechos sindicales, les someten a las condiciones salariales y laborales más extremas.
La forma de luchar por mejores salarios no es compitiendo entre los distintos sectores de la clase obrera ni deportando a los más oprimidos, sino luchando por los derechos políticos y sindicales de todos los trabajadores independientemente de su situación legal, y para la máxima unidad de clase contra los empresarios que nos explotan a todos. El discurso de AC divide a la clase y encubre a los empresarios y, por ende, no es un ataque a los inmigrantes, lo es a los trabajadores en su conjunto.
No menos reaccionaria es la solución de AC al flujo migratorio: frenarlo con “ayudas” a los países de origen, mediante “la cooperación internacional de Estados y organizaciones no gubernamentales para generar zonas seguras en el África y el Oriente Medio”. Esta política parece olvidar que son los mismos Estados imperialistas europeos, y las ONG y universidades, que son la extensión del mismo Estado, los que históricamente y aún hoy mantienen el dominio económico y político que causa el fenómeno migratorio. AC nos quiere convencer de que los mejores bomberos son los pirómanos que iniciaron el incendio. El imperialismo europeo ha jugado y juega un papel profundamente reaccionario alrededor del mundo, expoliando los recursos naturales y estableciendo condiciones de vida horribles a los pueblos sometidos. La hipocresía de AC resulta evidente cuando, mientras habla de “crear zonas seguras en el Oriente Medio”, ha defendido incondicionalmente a Israel en su guerra genocida contra los palestinos.
AC también culpa a los migrantes del declive del catalán, pero los datos muestran que la demanda de solicitudes para aprender la lengua excede por mucho la oferta existente, y es que hay 2,3 millones de personas que quieren aprender y mejorar su catalán frente a las 120.000 plazas de oferta disponible, un 5% de la demanda. El problema no es la ausencia de voluntad de los migrantes, y tampoco la ausencia de recursos. El principal motivo son los ataques al catalán por parte del españolismo y el aparato del Estado, acompañados por la claudicación de los partidos independentistas que han concedido el 25% del castellano en las aulas así como la ley ineficiente del catalán en el audiovisual. Todo ello es el producto de defender la lengua dentro de los límites del régimen del 78 y de los beneficios capitalistas, que no permiten dedicar los recursos en educación, ocio y cultura accesibles en catalán.
Construir el partido para la oposición de clase
La conclusión fundamental de este análisis es que la ausencia de un partido comunista revolucionario permitió primero la derrota del movimiento independentista para luego alimentar el auge de AC. Este factor continuará siendo determinante en el período que se acerca. Por esta razón, la tarea de los comunistas ha de ser la construcción de una organización armada con un programa socialista, que muestre la necesaria conexión de la opresión capitalista en todos los frentes, plantee la necesidad unívoca de la revolución socialista mundial y pueda movilizar a la clase obrera ante la crisis del capitalismo y la reacción abierta como AC.
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