El juicio de Ghislaine Maxwell arroja luz sobre la depravación de la clase dominante
El reciente juicio y sentencia a Ghislaine Maxwell, figura de la alta sociedad británica y traficante sexual, abrió el telón de la repugnante guarida del abuso en la que habita la clase capitalista, con todos los ojos puestos ahora en el príncipe Andrés y la monarquía en crisis.
Ghislaine Maxwell, cómplice del multimillonario playboy y pedófilo convicto Jeffrey Epstein, podría ser sentenciada a hasta 65 años por cargos relacionados con la conspiración en tráfico sexual de menores. Es probable que pase el resto de su vida en prisión.
La decisión del jurado proporciona al menos algo de justicia para las víctimas de Epstein y Maxwell. Especialmente teniendo en cuenta que Epstein solo cumplió 13 meses previamente cuando fue sentenciado en 2008, murió en prisión en circunstancias misteriosas antes de que pudiera ser llevado a juicio en 2019.
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‘Depredador sofisticado’
El juicio de tres semanas, que tuvo lugar en diciembre de 2021, ha expuesto el papel que desempeñó la élite británica en el tráfico sexual de menores para Epstein y sus compinches multimillonarios. Testimonios desgarradores de víctimas y testigos detallaron cómo la pareja trabajó ‘mano a mano’ para aprovecharse de menores en situación vulnerable del desfavorecido barrio de West Palm Beach (Florida), situado cerca de la mansión multimillonaria de Epstein.
Una víctima, Carolyn, que creció rodeada de abuso sexual y adicción a las drogas, describió cómo Maxwell comenzó a prepararla un año después de que abandonara la escuela secundaria a la edad de 13 años. Otra víctima, Jane, cuya familia estaba ‘en bancarrota’ en ese momento, describió cómo Epstein se hizo pasar por un ‘empresario’ de jóvenes talentos e hizo que un chófer la llevara a su mansión donde se produciría el abuso.
Un hilo común que atraviesa muchos de estos casos es que Epstein y Maxwell se dirigieron deliberadamente a niñas de origen pobre y las indujeron a actos sexuales utilizando su riqueza y conexiones. Los testimonios a lo largo del juicio destacaron la naturaleza calculadora y manipuladora del método de Maxwell. Los encuentros sexuales cada vez mayores se enfrentaban con normalidad. Maxwell preguntaba «en broma» a las víctimas si «se habían divertido» o le decía a una de ellas que era «una buena chica » por seguir adelante.
Cuando algunas de estas niñas cumplieron dieciocho años, fueron reclutadas a su vez en lo que una testigo describió como el «esquema piramidal de abuso» de Maxwell. A la ex víctima se le ofrecía el doble de dinero si conseguía traer a una niña más joven para que ella y Epstein abusaran de ella. Las sumas, que ascendían a cientos de dólares, eran cantidades insignificantes para Epstein y Maxwell, pero no para sus víctimas.
Durante el juicio, los antecedentes de clase de las víctimas fueron utilizados cínicamente en su contra por los abogados defensores, quienes las retrataron como sedientas de dinero que buscaban “sacar tajada» con el caso. Es más, según los informes , Maxwell le dijo una vez a un confidente: «Estas chicas no son nada, son basura». Todo esto revela el absoluto desprecio que Maxwell y su clase súper rica albergan por la gente de clase trabajadora, que no son más que materia prima para explotar y abusar para su placer.
La punta del iceberg
Está claro que este caso es solo la punta del iceberg. Epstein y Maxwell fueron parte de una elaborada red de tráfico y abuso que se extiende por todo el sistema. Una montaña de depravación que involucra a magnates empresariales, miembros de la realeza y políticos destacados permanece oculta y sin castigo.
Ghislaine Maxwell heredó de su padre, Robert Maxwell, los contactos con la alta sociedad, así como su riqueza. Este fue un infame magnate de los medios de comunicación y estafador.
Robert Maxwell hizo su fortuna a través de la propiedad de una serie de medios de comunicación británicos como el Daily Mirror , complementando su obscena riqueza robando cientos de millones de los fondos de pensiones de sus trabajadores. Evidentemente, la manzana no cayó lejos del árbol. Testimonios, como el que dio el piloto personal de Epstein, mencionaron una galería de personajes corruptos que tenían vínculos estrechos con Epstein, entre ellos: el director ejecutivo de Victoria’s Secret, Les Wexner; el actor de Hollywood Kevin Spacey; y los expresidentes estadounidenses Bill Clinton y Donald Trump.
Preocupados solo por el daño que pudiera correr su propia reputación, todos, desde Bill Clinton hasta la ex Miss Suecia, Eva Andersson-Dubin, han negado en sus declaraciones que supieran algo sobre los delitos de Maxwell. El juicio ha arrojado poca luz sobre si alguna de las conexiones de la alta sociedad de Maxwell estuvo involucrada en el abuso. La evidencia presentada ante el tribunal fue redactada en gran medida para eliminar las menciones de terceros, y el juez desaconsejó cualquier mención ‘innecesaria’.
Evidentemente, el sistema de justicia estadounidense no quiere entrometerse demasiado, por temor a implicar a algunas de las personas más ricas y poderosas del mundo. En última instancia, el Estado sirve a los intereses de la clase capitalista, y hará todo lo posible para ocultar los abusos de la élite. Este no es un fenómeno aislado: en Gran Bretaña, una serie de investigaciones han revelado el alcance del abuso sexual infantil que llega a los escalones más altos del establishment. Un informe que analizó casos históricos encontró que varios parlamentarios y ministros de alto perfil eran “conocidos o se rumoreaba que tenían un interés sexual activo en los niños y estaban protegidos contra el enjuiciamiento de varias maneras, por parte de la policía, los fiscales y los partidos políticos.”
Sudor frío
Una figura de la alta sociedad que sudará frío por este sórdido asunto es Su Alteza Real el príncipe Andrés, que era amigo de Epstein y Maxwell desde hacía mucho tiempo. Por cierto, una fotografía presentada a la corte mostraba a Epstein y Maxwell de vacaciones en la residencia de la Reina en Balmoral por invitación de Andrés.
El propio duque ha sido acusado de abusar sexualmente de Virginia Giuffre, que entonces tenía 17 años, en múltiples ocasiones en 2001.
Por supuesto, negó con vehemencia en la infame entrevista en Newsnight que este abuso se produjera, lo que le valió las burlas y vituperios del público.
A pesar de investigar estas acusaciones tres veces, la policía metropolitana hizo la vista gorda ante la actividad del príncipe. Es la fuerza policial de Su Majestad, después de todo.
Pero el pasado del príncipe Andrés lo está alcanzando. Actualmente se encuentra en audiencias preliminares en EE. UU. por una demanda civil presentada por Giuffre.
Increíblemente, los abogados de Andrés intentaron que se desestimara el caso, argumentando que el Príncipe estaba cubierto por un acuerdo entre Giuffre y Epstein que liberaba de responsabilidad a cualquier otro «acusado potencial». En cualquier caso, las cosas no pintan bien para el Príncipe. Si llega a un acuerdo extrajudicial con Giuffre, solo dañará su ya tóxica reputación. Pero si el caso llega a juicio, arrojará más luz sobre el turbio mundo de su pasado.
Recientemente se anunció que la Reina no financiará la batalla legal del Príncipe contra Giuffre. Esto ha significado que, según los informes, el príncipe Andrés tendráque vender su chalet de esquí de siete habitaciones de lujo de 17 millones de libras en los Alpes suizos. Nuestros corazones sangran por el pobre príncipe.
Monarquía en crisis
Al igual que Maxwell, a quien sus amigos de la alta sociedad han dejado de lado, Andrés está siendo excluido de los deberes reales en un intento de limitar los daños. La actitud parece ser ‘fuera de la vista, fuera de la mente’. La razón de esto es simple: la monarquía se basa en un cierto aire de ‘misterio’ para que parezca una institución sagrada e intocable. Este escándalo, junto con muchos otros en los últimos años, es aún más suciedad acumulada sobre el estandarte real.
Sin embargo, es poco probable que la familia real libere completamente a Andrés. Si renunciara a su derecho al trono, pondría en tela de juicio el principio mismo del gobierno hereditario sobre el que se basa la monarquía. Como se señaló recientemente en The Economist : “Es fundamental para un orden hereditario que la sucesión sea automática y más allá del debate. Si se comienza a jugar con la línea de sucesión porque un hijo está mejor cualificado, es más popular o tiene más moral, la lógica se desmorona”.
Todo este escándalo y sordidez está carcomiendo la opinión pública sobre la monarquía. Y, en un periodo en el que mucha gente ya se está radicalizando por la crisis del capitalismo, esto podría poner en peligro el futuro de ‘La Firma’.
La escoria sube a la cima
La condena de Maxwell, si bien es bienvenida, no brindará ningún consuelo real a aquellos que han sufrido abusos a manos de los ricos y poderosos. Maxwell fue el sacrificio que la clase dominante estuvo dispuesta a hacer para presentar una apariencia de justicia. Mientras tanto, muchos otros Epstein y Maxwell seguirán operando lejos del ojo público. Para la clase dominante, el único delito real de Maxwell fue ser atrapada.
La prevalencia del abuso y la perversión en la cima de la sociedad no es una coincidencia. El capitalismo, un sistema basado en la explotación despiadada de la mayoría en la sociedad, recompensa a quienes actúan de manera cruel y despiadada. En otras palabras, la escoria sube a la cima. Y como muestra la sentencia ridículamente corta de Epstein en 2008 y las pequeñas sumas requeridas para llegar a un acuerdo con sus víctimas, con ese tipo de riqueza viene una atmósfera de impunidad en la que prosperan tales depredadores.
Solo cuando el hedor se volvió abrumador, Epstein y Maxwell fueron arrojados a los lobos. Pero sus cómplices continuaron en libertad.
No podemos depender de los tribunales capitalistas para hacer que las élites depravadas rindan cuentas por sus crímenes. Solo derrocando el sistema que engendra monstruos como Maxwell, y que les permite actuar con virtual impunidad, podemos impartir verdadera justicia.
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