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Elecciones británicas: Los Tories derrotados, Corbyn sale reivindicado – Ahora hay que echar a May

Después de la conmoción del Brexit, Gran Bretaña ha sufrido otro terremoto político. Theresa May puede enfrentarse al final de su carrera política. Una elección anticipada se ha convertido en un desastre Tory. La esperada avalancha Tory, que se suponía debía marcar el comienzo de décadas de gobierno conservador, resultó ser un mito. En cambio, hemos visto a la mayoría de los miembros del gobierno aniquilada por un Partido Laborista que ha resurgido bajo Jeremy Corbyn.

David Cameron jugó y perdió, ahora Theresa May ha jugado y perdido. El resultado ha sumido al país en la incertidumbre política. Ha sido un golpe devastador para los conservadores. En 2015, los conservadores tenían 331 escaños. Hoy, con prácticamente todos los resultados contados, proyectan ganar solamente 318 escaños. Eso significa un parlamento inestable sin mayoría.

La Sra. May había prometido un gobierno «fuerte y estable» para abordar las difíciles negociaciones del Brexit. Pero la imagen «fuerte» de May está ahora rota en pedazos. Esto ha provocado una ola de alarma en los círculos de los grandes negocios que fue inmediatamente expresada por la reacción nerviosa de los mercados. La libra cayó más del 2%, bajando frente al dólar y el euro. «Es evidente que los mercados no estaban posicionados para esto y por ahora el resultado no es visto bajo una luz positiva porque sólo significa más incertidumbre», dijo Geoffrey Yu, director de la oficina de inversión del Reino Unido en UBS Wealth Management.

Las elecciones fueron el mayor error de cálculo desde que Goliat decidió enfrentarse a David en un solo combate. Los medios de comunicación se movilizaron para construir su imagen «fuerte y estable» y atacar, difamar y desacreditar a Jeremy Corbyn. Pero cuanto más la gente veía a la robótica señora May, más les disgustaba. El fiasco de su programa electoral que se comprometía a hacer pagar a los ancianos por la asistencia social y a retirar el subsidio del combustible invernal para los pensionistas, seguido rápidamente por un viraje indigno para desdecirse, enajenó a muchos votantes del núcleo conservador. Para empeorar las cosas, su negativa a participar en los debates televisivos o responder a preguntas de la gente común creó una impresión de cobardía política.

Ahora Theresa May está luchando por su vida política, su autoridad destruida, no sólo con el electorado, sino también en su propio partido, donde ya ha habido llamamientos para que dimita. A pesar de esto, ha decidido (obviamente empujada por los líderes Tories que están aterrorizados de la alternativa) formar un gobierno conservador en minoría. Pero esto sólo fue posible gracias a un acuerdo podrido con el Partido Unionista Democrático (DUP) [nacionalistas británicos de derechas de Irlanda del Norte. NdT], cuyos diez escaños en Westminster pueden salvarle el pellejo a May temporalmente.

Pero el apoyo del DUP vendrá con un fuerte precio. Acuerdos entre partidos con diferencias, no es probable que duren en la turbulencia del próximo período. «Independientemente del acuerdo, significa que la Sra. May gobernará sobre una base de intereses altamente dispares», señaló el Financial Times.

Durante la campaña electoral, May advirtió que un gobierno de Corbyn sería una «coalición de caos». Esa es una descripción justa del gobierno inestable que ahora tiene la intención de formar. Este será un gobierno de crisis y de corta duración. El desastroso resultado electoral ya ha empujado a los conservadores a la crisis. La diputada Tory Anna Soubry, dijo que la primera ministra debía «considerar su posición» después de realizar «una campaña desastrosa».

Detrás de la escena, gente como Boris Johnson, el ministro de asuntos exteriores, está maniobrando en busca de un puesto de mayor rango. Los cuchillos han salido a relucir, pero los aspirantes a asesinos tienen miedo de atacar ahora mismo por temor a provocar una guerra civil y una escisión en el Partido Conservador. Por lo tanto, están temporalmente atrapados con la desacreditada e impopular Theresa May y deben esperar su momento, a una coyuntura mejor para lanzar una nueva carrera por la dirección del partido. Sin embargo, pocos observadores serios creen que esta tregua incómoda dure después del receso de verano.

La victoria de Corbyn

El verdadero vencedor de estas elecciones ha sido Jeremy Corbyn. Y él ha hecho esto contra todos los pronósticos.La totalidad de la prensa y del establishment Tory estaban completamente detrás de Theresa May. Cuando se convocaron las elecciones, periódicos como The Sun, llamaban a May la «nueva Maggie» (Thatcher) que liquidaría al Partido Laborista.

Un día antes de las elecciones, The Daily Mail usó 13 páginas para atacar a Corbyn de la manera más repugnante. La prensa de los canales y los medios de comunicación trataron de mancharle con la responsabilidad del terrorismo y de otros crímenes. Utilizaron los ataques terroristas en Manchester y Londres para ennegrecer el nombre de Corbyn como apologista del terrorismo.Estos barones periodísticos, que pensaban que podían moldear la opinión pública, han demostrado ser impotentes.

Los sondeos de opinión habían estado prediciendo una gran mayoría para los conservadores de hasta 150 escaños de diferencia. Ahora estas predicciones han sido destrozadas. Incluso hasta el mismo día de las elecciones, los expertos del establishment decían que todo apuntaba a una gran victoria para los conservadores y a la aplastante derrota de Corbyn. Pero todo salió mal.Cuando oyeron las encuestas a pie de urna, los Tories se mostraron incrédulos. Durante algún tiempo simplemente se negaron a creerlo.Cuando la verdad finalmente se alzó sobre ellos, sus rostros traicionaron sus semblantes de conmoción, asombro y desesperación.

Además de los vitriólicos ataques del establishment y de los medios de comunicación, Jeremy Corbyn tuvo que enfrentarse a ataques maliciosos desde dentro de su propio partido. El ala derecha laborista estuvo constantemente prediciendo que el Partido Laborista perdería y que los Tories ganarían de manera aplastante de forma similar a como ganó Margaret Thatcher en los años ochenta. No hay duda de que los blairistas del grupo parlamentario Laborista querían ver tal resultado para lanzar un nuevo ataque para eliminar a Corbyn como líder del Partido. Pero su complot ha fracasado.

Contra todas los pronósticos, el laborismo ha destellado en uno de sus regresos más espectaculares de la historia política británica. El partido se disparó en las encuestas y ganó escaños cuando todos predijeron fuertes pérdidas. Aún más importante que los escaños, el Partido Laborista obtuvo el 40% de los votos. Esto fue un 10% más que lo alcanzado por Ed Miliband en las últimas elecciones generales cuando el laborismo fue derrotado. Fue más que lo conseguido por Gordon Brown e incluso más que Tony Blair en 2005. Ciertamente fue más que lo conseguido por Neil Kinnock, quien dijo que Corbyn sería aplastado.

Lo que esto demuestra es que el Manifiesto Laborista, el programa electoral presentado, que fue el más izquierdista que cualquier otro desde 1950, incluyendo demandas para nacionalizar el Correo, los ferrocarriles y otros servicios públicos, fue extremadamente popular. Galvanizó a la base laborista y entusiasmó a un gran número de personas, especialmente a los jóvenes que votaron a los laboristas en gran número. Este resultado para el laborismo es un logro monumental, que ha confundido a todos los críticos de Corbyn.

Millones más se animaron a ir a votar, empujando el nivel de participación al más alto en 25 años. La razón de esto fue la campaña de masas del Partido Laborista, su manifiesto de izquierda y la participación de grandes capas de jóvenes. Comenzando con más de 20 puntos abajo en las encuestas, la entusiasta campaña de Jeremy Corbyn cortó drásticamente esta ventaja Tory en sólo unas semanas. La juventud en particular giró hacia el laborismo. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, según una encuesta de YouGov durante el fin de semana, Corbyn disfrutó de un apoyo del 71% frente al 15% de los Tories. En las elecciones, votaron el 72% de los jóvenes, la mayor participación desde 1987.

El estado de ánimo en los masivos mítines electorales laboristas era eléctrico, especialmente donde hablaba Corbyn. Fue capaz de aprovechar el verdadero estado de ánimo de descontento en la sociedad británica, como Bernie Sanders lo había hecho en los Estados Unidos. Los comentaristas políticos son ciegos ante este estado de ánimo desafiante y no pueden explicarlo. Los expertos políticos están horrorizados.

Los tories fueron derrotados por el laborismo en lugares que nadie esperaba. En Canterbury, que fue un escaño sólido de los conservadores en los últimos 100 años, el laborismo le dio la vuelta a los 10.000 votos de mayoría Tory de las elecciones pasadas. Lo que marcó la diferencia fue el hecho de que 8.000 personas nuevas, principalmente jóvenes, se registraron para votar en esa ciudad. El laborismo también estuvo a punto de derrotar a Amber Rudd, la ministra del interior conservadora, en Hastings. Lo más asombroso de todo es que el Partido Laborista parece estar a punto de ganar en el seguro escaño Tory de Kensington, donde dada la estrechez del resultado, el conteo de los votos tuvo que ser suspendido dos veces.

El laborismo ha avanzado en todo el país. Tomó el Valle de Clwyd en Gales, Battersea, Stockton South, y muchos otros escaños de los Tories. En muchas áreas donde el laborismo no consiguió una mayoría, las mayorías conservadoras fueron reducidas a muy poca distancia del laborismo.Ocho ministros tories fueron derrotados en sus circunscripciones.

Los Liberal-Demócratas (Lib Dems), presionados entre los tories y los laboristas, sufrieron una serie de grandes derrotas. Nick Clegg, ex líder de los Lib Dems y ex viceprimer ministro, fue expulsado sin ceremonias de su escaño de Sheffield, una venganza adecuada por sus traiciones del pasado.

Irónicamente, lo único que salvó la situación para May fue el resurgir conservador en Escocia, donde los conservadores obtuvieron un eco entre ciertas capas al golpear el tambor a favor de «la Unión». Como resultado de esta demagogia, y un cierto cansancio con los nacionalistas escoceses del SNP, ganaron 12 escaños, mientras que el voto del SNP cayó un 13%. La mayoría de sus votos fueron a los Tories, cuyo voto aumentó un 14%. El laborismo también experimentó un pequeño resurgimiento, incrementando su voto en un 3%, debido principalmente al efecto Corbyn, hecho que sólo fue reconocido a regañadientes por los líderes blairistas del laborismo escocés.

En Gales, una encuesta poco antes del comienzo de la campaña electoral situaba a los conservadores en cabeza con un 10% de distancia sobre los laboristas. Tan confiada estaba May de un avance Tory en esta bastión tradicional del laborismo que visitó el País de Gales tres veces. Pero las encuestas de opinión fueron rápidamente revertidas a medida que la campaña se puso en marcha, destrozando las esperanzas Tories. Gales permanece sólidamente laborista.

El voto del partido derechista anti-inmigrante UKIP se derrumbó.Pero la idea de que estos votantes irían automáticamente a los Tories resultó ser falsa. Muchos pasaron al Partido Laborista, atraídos por sus políticas anti-austeridad.Al final, el Brexit fue como el perro que no ladraba, conforme la gente se preocupaba más por los problemas sociales de los empleos, las pensiones, el desempleo y el servicio público de salud, NHS.

La mayoría de los diputados laboristas eran hostiles a Jeremy Corbyn. Trataron de deshacerse de él en cada oportunidad, incluso aprobando un voto de no confianza y organizando un golpe fracasado contra él. En las elecciones, desgraciadamente, el ala derecha publicó material local en sus distritos, describiéndose a sí mismos como «laboristas locales» (sin mencionar a Corbyn) e ignorando completamente el Manifiesto Laborista. ¡Algunos llegaron incluso a rechazar los folletos del partido diciendo que Theresa May iba a ganar y Corbyn nunca sería primer ministro! Esto fue un flagrante sabotaje a la campaña laborista.

Esta estrategia les ha salido mal. La derecha laborista se ha visto obligada a comerse sus palabras. Ellos no tienen otra alternativa que esperar su momento y dedicar elogios ahora a regañadientes a la campaña de Corbyn.Jack Straw, Tom Watson, Peter Hain, Margret Becket y otros fueron forzados a regañadientes a morderse la lengua y hacer algunos gestos a favor de Jeremy. Pero todo esto es de cara a la galería. Los complots continuarán entre bastidores.Los derechistas nunca abandonarán sus intentos de socavar a Corbyn.

Aquellos comentaristas que descartaban al Partido Laborista ahora se echan las manos a la cabeza. Se suponía que esto no podía suceder.¡Se suponía que las políticas izquierdistas eran impopulares!Owen Jones, el periodista de «izquierda» de The Guardian, tenía esta línea pesimista hasta la noche pasada, pero incluso ahora está tarareando una canción diferente.

Lo más importante es que el péndulo de la vida política británica se ha movido bruscamente hacia la izquierda. Un programa de reformas bastante radicales, incluidas nacionalizaciones, ha atrapado la imaginación de amplios sectores de la población. Las ideas que se suponía habían sido consignadas con seguridad al olvido ahora están firmemente de nuevo en la agenda. El Nuevo Laborismo y el Blairismo han sido forzados a ponerse a la defensiva.

El resultado dará a Corbyn mayor autoridad en un Partido Laborista recién reavivado. Desde el comienzo de las elecciones, otras 100.000 personas se han unido al Partido, elevando su número de miembros por encima de los 600.000. Esto reforzará a la izquierda dentro del Partido. En realidad hay dos Partidos Laboristas: por un lado, la masa de militantes que apoya a Corbyn y, por otro, el ala derecha dentro del grupo parlamentario laborista y de la máquina burocrática.

Esta situación no puede durar. Corbyn no debe permitir que el sabotaje continúe. Debería introducir nuevamente la revocación automática de los diputados laboristas para que el partido pueda deshacerse de la Quinta Columna de carreristas y compañeros de viaje Tories que está socavando al Partido desde dentro.

Después de estas elecciones, Gran Bretaña se encuentra en aguas desconocidas. Las difíciles negociaciones del Brexit son inminentes. La vida política británica se ha polarizado entre la izquierda y la derecha de una manera no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Esto es lo que está alarmando a los estrategas del Capital.

Los dos principales partidos, el Partido Laborista y el Conservador representan ahora más del 80% de los votos, un fenómeno que no se veía desde hace décadas. Los conservadores están cada vez más inclinados a la derecha, y el laborismo bajo Corbyn está girando hacia la izquierda. Esta polarización política es un reflejo de una creciente polarización entre las clases en la sociedad británica. La «Tierra Media» representada por los Lib Dems está quedando cada vez más disminuida por esta polarización.
Estamos en un período de profunda inestabilidad política, económica y social. Incluso si consiguen llegar a un acuerdo con el Partido Unionista Demócrata, un gobierno conservador minoritario no será duradero.Ciertamente no durará su legislatura completa. El Parlamento estará sometido a presiones desde el exterior, con un movimiento tras otro tomando las calles contra el gobierno. Los Tories estarán completamente desacreditados.

Más pronto que tarde nuevas elecciones estarán en el orden del día. La crisis política es un reflejo de la crisis capitalista que comenzó en 2008 y que aún continúa. Esto creará cambios agudos y repentinos en la situación, lo que abrirá nuevas oportunidades para el Partido Laborista y la izquierda. Todo el clima político ha cambiado radicalmente.
El capitalismo no ofrece solución a los problemas de los trabajadores y plantea cada vez más la necesidad urgente de cambiar la sociedad. En el próximo período el apoyo a las ideas del socialismo y del marxismo genuino crecerá a pasos agigantados. Un emocionante nuevo capítulo se abre ante nosotros.

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