Elecciones gallegas: fracasó el posibilismo institucionalista
Las elecciones gallegas no han supuesto ninguna sorpresa. El PP ha vencido claramente, como era de esperar, pese a los signos en sentido contrario que indicaban algunas encuestas al final de la campaña. Los resultados más llamativos se han producido en el campo de la izquierda, con un avance arrollador del BNG, a costa del PSOE, y el regreso a la tradicional marginalidad política, en el caso de Galicia, de las fuerzas que decían presentarse a la izquierda del PSOE; esto es, SUMAR y PODEMOS.
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Mayoría absoluta del PP y hundimiento de la izquierda estatal
Durante décadas, el PCE e IU ocuparon en Galicia el lugar en el que hoy se ubican SUMAR y Podemos, obteniendo apenas el 2%-3% de los votos. Sólo durante un margen estrecho de 4 años, con la irrupción de AGE en 2012 (precursora de Podemos, en Galicia) y del propio Podemos desde 2014 a 2016 (bajo la marca de MAREA), esta izquierda estatal “radical” pudo conseguir resultados significativos, hasta el punto de disputar al PSOE el segundo lugar en apoyo electoral. Ahora, la situación ha dado una vuelta completa. Podemos no existe como fuerza relevante en ninguna parte, ni en Galicia ni en el resto del Estado, y lo que se presenta como SUMAR es una copia fiel de esa ”vieja” izquierda reformista insulsa, apenas distinguible del PSOE, exactamente la misma IU que existía antes de la irrupción de Podemos.
Significativamente, la izquierda ganó las elecciones generales del 23J de 2023 en Galicia, con más del 50% de los votos. Sin embargo, eso no se ha repetido en estas elecciones autonómicas, ¿por qué?
El PP se ha beneficiado del ambiente general, con un gobierno central PSOE-SUMAR a la defensiva en la cuestión de la amnistía a los encausados por el Procés y por la falta de medidas claras y efectivas contra la carestía de la vida y de la vivienda, entre otras; además, el PP tiene la marca en Galicia de ser un partido “de casa” donde suele recibir más apoyos en unas elecciones autonómicas que en unas elecciones generales. Por último, el PP se benefició del trasvase de votos de Vox, que el 23-J consiguió el 4,91% de los votos y ahora sólo el 2,19%. En la campaña electoral, hubo momentos donde el PP entró en pánico, cuando detectó un importante auge de apoyo al nacionalista de izquierdas BNG, y apeló al voto del miedo, metiendo como es usual a ETA y al independentismo en la campaña para movilizar su mayor base electoral posible. Esto tuvo un efecto, porque aunque se daba por descontada la victoria del PP en las zonas rurales de Galicia, que aglutina a un elevado porcentaje de la población, consiguió reducir la distancia con la izquierda en las grandes ciudades (Santiago, Vigo, Ferrol, Coruña, etc.), donde aquélla es más fuerte. Así, mientras que el 23J, la izquierda en Galicia le sacó al PP una distancia de 108.000 votos en el voto conjunto de las ciudades de más de 8.000 habitantes, ahora sólo le sacó 47.000; es decir, 61.000 votos menos. Esta cantidad no es despreciable como podría parecer a primera vista: hubiera supuesto un 4% más de votos para la izquierda, lo que le hubiera dado automáticamente la mayoría absoluta, ya que el PP ha obtenido en estas elecciones el 47,36% y la suma de la izquierda (BNG, PSOE, SUMAR y Podemos) ha sido incluso mayor, el 47,77%, aunque el PP consiguió 40 escaños y la suma de BNG y PSOE sólo 34.
El ascenso del BNG
Esto nos lleva al punto central de nuestro análisis. La realidad es que sólo el BNG ha desarrollado una oposición política contundente al PP en Galicia. Partiendo de un nivel de apoyo mínimo en 2012-2016, tras la escisión de Anova y la irrupción de Podemos y las Mareas que parecían barrer a un lado a todos sus adversarios, el BNG se instaló en la opción más radical, poniéndose a la cabeza de todas las movilizaciones sociales de Galicia. Así lo hizo, desde los desastres medioambientales de los incendios forestales y los vertidos en las costas gallegas, hasta la memoria histórica, atreviéndose a ocupar el Pazo de Meirás, entonces propiedad de la familia Franco, exigiendo su restitución al pueblo gallego, como en las luchas obreras a través del sindicato nacionalista CIG, primera fuerza sindical en Galicia desde 2019. Mientras, Podemos y la plaga de arribistas a su alrededor se acomodaban en las instituciones burguesas. Y el PSOE, a lo suyo.
Al final, el BNG aun con un programa nacionalista y socialdemócrata limitado, pudo encaramarse a la cabeza de la izquierda oficial por el fracaso completo de sus adversarios de la izquierda estatal. Como en Catalunya y Euskal Herria, en Galicia, la masa de la población que apostó en su día por el “radicalismo” de Podemos de sus años “heroicos”, ha regresado a la antigua izquierda nacionalista, reconvertida hoy al posibilismo socialdemócrata, pero que ha mostrado un perfil más agudo de oposición al régimen político español. Aun así, las limitaciones políticas del BNG también hacían que su capacidad de arrastre fuera insuficiente para ampliar de modo decisivo su apoyo electoral y derrotar al PP.
Construyamos la alternativa comunista
Al final, las elecciones gallegas del 18F, como toda contienda electoral, no dejan de ser un asunto menor en el conjunto de la crisis del capitalismo español y de la lucha de clases. Miles de jóvenes y trabajadores gallegos, no han visto reflejadas sus aspiraciones, su rechazo a lo existente y sus ansias de cambio en las ofertas “de izquierda” de gestión de la miseria y de las migajas que caen de la mesa de los ricos.
El estado raquítico de lo que es hoy SUMAR y PODEMOS en Galicia, no es un reflejo de conformismo ni de atraso político, sino del agotamiento del posibilismo institucionalista alejado completamente de las preocupaciones sociales de las capas más avanzadas y conscientes de la juventud y la clase trabajadora.
Lo que se necesita es rearmar políticamente a esos sectores con un programa radical de transformación social, un programa comunista, que ofrezca una perspectiva revolucionaria e internacionalista para el vendaval de luchas y descontento que se avecina.
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