Estados Unidos no es amigo de Hong Kong
La protesta del domingo 8 de septiembre amenaza con llevar el movimiento de Hong Kong en una dirección reaccionaria, abiertamente pro-imperialista estadounidense. Esto es extremadamente peligroso para el movimiento y debe ser rechazado firme e inequívocamente.
La marcha fue al consulado de los Estados Unidos en Hong Kong y estuvo cubierta de banderas estadounidenses. Algunos posaron fuera del consulado envueltos en las banderas de los países del G7, rogando por su asistencia ‘humanitaria’.
Luego, los líderes posaron para fotografías con una gran pancarta que decía «Presidente Trump, por favor libere a Hong Kong». En las imágenes, se puede ver que todo esto fue organizado por el Movimiento de Autonomía de Hong Kong: una coalición de figuras liberales y derechistas burguesas anti-chinas. ¡Es un tipo extraño de autonomía propuesta cuando debes postrarte ante una potencia extranjera para asegurarla!
Una estrategia criminal
La estrategia de este grupo (lo cual, como muchos han señalado, está fuertemente asociada con la reaccionaria coalición burguesa «Movimiento de Autonomía de Hong Kong») es utilizar los intereses del imperialismo estadounidense para socavar a China y obtener lo que quieren. Muchos en el ala derechista del movimiento de Hong Kong ya tienen vínculos con el imperialismo estadounidense a través del National Endowment for Democracy, un frente de la CIA que ha gastado abiertamente $29 millones en Hong Kong desde 2014.
El ala derecha del movimiento de Hong Kong se ha aferrado a la Ley de los Derechos Humanos y la Democracia en Hong Kong que actualmente se está abriendo camino en el Congreso de los Estados Unidos. Este acto fue presentado por el archi-imperialista Republicano Marco Rubio y su homólogo Demócrata Ben Cardin, y amenaza con revocar el estatus especial de Hong Kong, que le permite importar tecnología avanzada de los EEUU y evitar otras barreras comerciales que China debe soportar. El razonamiento es simple: si pueden alentar que se apruebe esta ley, China de repente otorgará a los ciudadanos de Hong Kong todo lo que pidan para evitar las barreras al comercio con los Estados Unidos.
Hay una falla bastante obvia en esta estrategia: China está actualmente enredada en una guerra comercial con los Estados Unidos y está dispuesta a llegar hasta el final. Aunque teme las repercusiones económicas, no ve otra alternativa, y sabe que poder culpar a los Estados Unidos se ve bien entre la clase trabajadora china, que entiende muy bien lo que representa realmente el imperialismo estadounidense.
Esta estrategia es absolutamente criminal y los hongkoneses que luchan por los derechos democráticos deben rechazarla firmemente y a todos los que la predican. Trump no es amigo de las masas de Hong Kong; de hecho, ya ha calificado las protestas como disturbios.
La idea de que los Estados Unidos es amigo de la democracia es absurda. En todas partes donde Washington intervino, lo hizo para defender y proteger los intereses imperialistas de las grandes empresas estadounidenses. Este fue el caso en Chile en 1973, en la guerra de Irak, en el golpe de estado de Honduras de 2009 y en los intentos más recientes de cambio de régimen en Venezuela, solo por dar algunos ejemplos.
Estados Unidos no tiene reparos en hacer negocios con el reaccionario y anti-democrático régimen saudí, que está llevando a cabo una guerra asesina en Yemen, siempre que la relación sea beneficiosa para los intereses del imperialismo estadounidense (a través de contratos de petróleo y armas, influencia y poder regional).
Más importante aún, los problemas de Hong Kong son mucho más profundos que los de un régimen dictatorial. Como siempre hemos señalado, es uno de los lugares más desiguales del mundo, la vivienda es mucho más cara (tanto en términos absolutos como en relación con los salarios) que incluso en Londres y Nueva York, y su calidad es extremadamente baja. Las horas de trabajo son obscenamente largas, como deben ser para que los trabajadores puedan pagar por las cajas en las que viven.
Pensar que Donald Trump y Wall Street tienen las respuestas a estos problemas es una locura. Si Hong Kong de alguna manera ganara la autonomía de China sobre una base capitalista (lo que no sucederá), el imperialismo estadounidense no hará nada para abordar las injusticias clamorosas infligidas a los trabajadores de Hong Kong cada día.
Esta estrategia liberal pro-estadounidense juega directamente a favor de Xi Jinping, ya que sirve para aislar a los trabajadores de Hong Kong de sus únicos aliados reales: los trabajadores de China continental, que sufren no solo el mismo régimen político sino la misma crisis social desenfrenada de desigualdad y explotación. Pero los trabajadores de la parte continental no se sentirán inclinados a extender la lucha contra el régimen de Beijing a toda China después de ver los llamamientos a Donald Trump y la propaganda anti-china en sectores del movimiento de Hong Kong.
Falta de dirección: ¡se necesita la lucha de clases!
A lo largo de las 14 semanas de este movimiento, las masas de Hong Kong han demostrado una gran valentía y determinación. Han arriesgado sus vidas para luchar por los derechos democráticos contra un régimen extremadamente poderoso. Pero a lo largo de este movimiento han sufrido la ausencia de una dirección clara capaz de llevar el movimiento hacia adelante.
Los autodenominados líderes o figuras del movimiento, como Joshua Wong, son liberales burgueses del peor tipo. Todo su enfoque, en táctica, estrategia y política, es contraproducente. Wong se encuentra actualmente en Alemania tratando de obtener el apoyo de las potencias imperialistas europeas. En una carta abierta a Merkel, reveló el contenido real de sus políticas.
«Instamos al mundo libre a que se una a nosotros», dice, comparando la situación en Hong Kong con la de Berlín durante la Guerra Fría. El «mundo libre» al que está apelando está, por supuesto, liderado por las mismas potencias imperialistas que oprimieron históricamente a los pueblos coloniales, de la manera más brutal, incluida China, y que ahora apuntalan a todo tipo de dictadores en los países del Tercer Mundo, siempre y cuando estén de su lado. La siguiente parada en la gira de Wong es Estados Unidos, donde presionará a los políticos imperialistas para que «liberen a Hong Kong».
Esto ha llevado a una atmósfera de desesperación. La gente siente que su estilo de vida y la ciudad que conocen están a punto de extinguirse. Por lo tanto, están dispuestos a luchar ferozmente. Pero sin un programa de acción claro, sin una alternativa coherente, sin una respuesta sobre cómo la gente de Hong Kong puede realmente terminar con la dictadura de Beijing, están comenzando a desesperarse.
Esto se agrava por la insuficiencia del Frente Civil de Derechos Humanos; del organizador clave Jimmy Sham Tsz Kit, quien es miembro de la Liga de los Socialdemócratas; y de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU) y sus métodos tímidos hacia los patrones. Su reiterada insistencia en que los trabajadores se declaren en «huelga» con el permiso de sus empresarios, además de arruinar continuamente sus esfuerzos para organizar «huelgas generales», está convirtiendo en una burla la estrategia principal de lucha de los trabajadores ante los ojos de mucha gente que nunca se ha relacionado con los métodos de la lucha de clases.
Por lo tanto, un sector de los manifestantes está perdiendo la fe en las huelgas y están recurriendo a métodos reaccionarios, como apelar al Congreso de los Estados Unidos y a Trump, que les parecen más expeditivos. Esto llevó a una gran participación en la manifestación del domingo frente al consulado, que los organizadores afirmaron haber sido de 250.000 (probablemente una exageración). En 26 de junio, solo alrededor de 1.500 personas acudieron a los consulados extranjeros en Hong Kong y suplicaron por la intervención occidental.
Esto está provocando que, gradualmente, el movimiento entre en declive, al menos por ahora. A medida que esto sucede, el ala derecha del movimiento, que está muy bien financiada, puede comenzar a ocupar un lugar central y hablar en nombre de todo el movimiento. Su estrategia de apelar al imperialismo alejará al ala izquierda del movimiento y bloqueará cualquier posibilidad de generar solidaridad en la China continental. A medida que el movimiento finalmente se esfume, el régimen aprovechará la oportunidad para reprimir a todas las personas y organizaciones claves, especialmente a la izquierda.
La única forma de salir de esta perspectiva es con los métodos de la lucha de clases y el programa del socialismo: movilizando a la juventud y a la clase trabajadora en torno a un programa no sólo de derechos democráticos, sino también de derechos sociales. Deberían incluir un plan masivo de vivienda social, la nacionalización de la propiedad de los súper ricos de Hong Kong y un llamamiento internacionalista a los trabajadores de China continental para que se unan en una lucha común contra los patrones y todos los males del capitalismo.
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