Fracasó la primera investidura de Sánchez ¿Y ahora, qué?

El fracaso del primer intento de investidura de Sánchez ha mostrado dos cosas. La primera, que la negativa del PSOE a pactar con Unidas Podemos (UP) significa que no está dispuesto a introducir cambios significativos en las condiciones laborales y de vida de las familias obreras, como exigen los ricos y los patrones del Ibex35, pese a que UP ha reducido al mínimo sus exigencias programáticas; y la segunda, la incomprensible tozudez de la dirección de UP de querer entrar en un gobierno que no sólo no aplicará ninguna de sus promesas de campaña sino que también frustrará tarde o temprano las expectativas que tienen depositadas en él millones de trabajadores. Por eso, siempre hemos defendido que UP facilite la investidura de Sánchez y pase a la oposición, y así pueda tener las manos libres para agitar por su programa y movilizar por él en la calle.

Si bien esta es nuestra posición, entendemos que las capas más amplias de la clase trabajadora tengan una percepción distinta, ya que necesitan pasar por la experiencia de un gobierno de Sánchez para hacerse cargo de la auténtica naturaleza de los intereses de clase que éste representa.

Así, mientras la situación objetiva de la clase trabajadora se degrada por momentos mediante la extensión de la precariedad, de las jornadas de trabajo y el derrumbe de los salarios, millones de trabajadores se han frotado los ojos cada mañana de los últimos días sin asumir que no sea posible formar un gobierno de las fuerzas de izquierdas. A tenor de los resultados obtenidos hace casi 3 meses, todo parecía apuntar a que el paso de la derecha al gobierno, con aquélla fragmentada, en crisis profunda y virada de cara a su pasado más franquista, estaba cerrado a cal y canto. Sin embargo, en apenas unos días, se está esfumando esta convicción en las que anidaban las esperanzas de millones de jóvenes, parados, trabajadores, pensionistas y mujeres luchadoras contra el patriarcado capitalista.

Es conocido que la táctica y la estrategia políticas no son vectores que tengan que apuntar siempre en la misma dirección. La primera obliga a efectuar las intervenciones en escenarios que no se eligen y que, normalmente, contienen elementos más hostiles que favorables. Partir de esta idea para elaborar un plan no es un mal comienzo, pero no es suficiente. La táctica debe servir a los objetivos estratégicos, y en este punto es donde la izquierda muestra su mayor debilidad.

Para la dirección del PSOE, al contrario de lo que espera la inmensa mayoría de sus votantes, lo fundamental es mantener a salvo las estructuras capitalistas, desde el propio aparato del Estado (de ahí su aferramiento al artículo 155 de la Constitución contra el proceso democrático de Catalunya) hasta los intereses inmediatos de los grandes empresarios, que desde su óptica son los que garantizan el funcionamiento cotidiano de la economía. Sus objetivos estratégicos se diferencian de los de la derecha en que para la dirección del PSOE esto no es incompatible supuestamente con el respeto a los derechos de los trabajadores y las “mayorías sociales”. Es el discurso clásico de la socialdemocracia desde principios del siglo pasado. La mayor baza argumental de los dirigentes del PSOE es que al menos hay que intentarlo, aunque una y otra vez demuestran, en el gobierno y en la oposición, que cada intento acaba acrecentando la concentración de la riqueza y la extensión de la pobreza entre las familias trabajadoras.

Precisamente de esta experiencia histórica, concentrada en los últimos diez años de una manera extraordinaria, emergió Podemos, como respuesta también a la incapacidad de Izquierda Unida para recoger todo el descontento social acumulado.

Podemos, como fuerza que representaba precisamente a todo el sector más avanzado de la clase trabajadora y la juventud que ya había comprendido que las estructuras políticas actuales no sirven a los intereses de la tantas veces nombrada “mayoría social”, tenía el deber de elaborar una táctica adecuada. Así se entendía por sectores muy amplios la expresión de Iglesias de que “tenemos el deber de ganar”. Sin embargo, a lo largo de varios años hemos visto continuos volantazos en la dirección contraria, que van desde el apoyo  cerrado y acrítico (casi hasta el mismo final) a una figura tan “blanca” como Carmena en Madrid, hasta la defensa de la entrada de Podemos en el anterior gobierno autonómico de Castilla-La Mancha con el PSOE, que ha terminado aún peor que la experiencia de IU en Andalucía cuatro años antes. Todo, taimado por un abandono prácticamente absoluto de los conflictos fuera de las instituciones, a las que se ha entregado todo el arsenal político y humano, mientras se mantenían emblemas semi radicales desde el punto de vista democrático.

Es en este giro operado en la dirección de Podemos donde encontramos la pérdida masiva de apoyos por Unidos Podemos, reflejado en las distintas contiendas electorales de los últimos 3 años. A pesar de ello, es una realidad que UP mantiene una base aún bastante amplia entre las que se encuentran ex votantes tradicionales del PSOE. Esto es un capital lo suficientemente rico para reemprender la marcha.

Desde Lucha de Clases hemos defendido en nuestras publicaciones que en la actual coyuntura Unidas Podemos debía dejar gobernar al PSOE, en la medida en que esta decisión táctica sirve a dos objetivos inmediatos irrenunciables. El primero, dejar claro la aversión a ultranza y frontal de UP a la derecha, incluso “sacrificando” sus aspiraciones de tomar parte en el gobierno. El segundo, dejar todo el peso de la responsabilidad en Sánchez por las medidas antisociales que el capitalismo español demanda del Gobierno, manteniendo UP su independencia política desde la que poder realizar una oposición tenaz y rotunda. Esta oposición necesariamente debe basarse en la activación real de los cientos de círculos de Podemos y de las asambleas de IU, hoy todos ellos dispersos y en estado vegetativo a lo largo y ancho de toda la geografía. Para ello es necesario, en primer lugar, armar un plan basado en consignas claras (vivienda, paro, derechos de la mujer, salarios, derechos sociales, lucha contra el racismo y la xenofobia, etc), que incluya acciones concretas de penetración en el tejido social, en los barrios obreros, centros de estudios, oficinas y fábricas. Esta táctica permitiría seguir agrupando todo el descontento que inevitablemente generará un gobierno “socialista” al servicio de las élites, de los grandes capitalistas, mientras que se apoya cada medida progresista que Sánchez se viera obligado a implementar para diferenciarse de la derecha, por leve que fuera.

Lejos de esto, hemos asistido a una forma de espectáculo mediático en el que se ha creado la imagen de que Unidas Podemos aspiraba a ocupar puestos en el nuevo gobierno a toda costa. Los medios de comunicación al servicio del poder no han perdido la ocasión para mostrar a sus dirigentes como animales sedientos de poder gubernamental. A decir verdad, se les ha puesto muy fácil esta tarea.

Algunos compañeros alegan que la estrategia de Iglesias podría responder a un empeño de desenmascarar a Sánchez como hombre al servicio del IBEX, que no permitiría nunca entrar a UP en el Gobierno. Formalmente esta parece ser la táctica puesta en marcha pero, sin embargo, adolece de algunos problemas. El primero de ellos es que a ojos de los sectores más atrasados del movimiento, precisamente a los que debemos conquistar, esta abstracción queda enterrada por la campaña, más simple y directa, de difamación de los medios de comunicación: “Unidos Podemos sólo quiere poder”. Lo segundo es que sabiendo que, efectivamente, las élites económicas (CEOE, IBEX) no se sienten seguras con las expectativas que pudieran crearse por la entrada de UP en el gobierno, también sabemos que las propuestas de coalición de UP iban a resultar bloqueadas total o parcialmente. Es cierto, que en los últimos días la coalición parecía estar más cerca del gobierno, lo cual refleja que un sector de la clase dirigente parecía asumir que quizás la entrada a modo de florero de UP en el gobierno, podría ayudar a desgastarlos. Así ocurrió en las referidas experiencias de Andalucía y Castilla la Mancha, o incluso, a otro nivel, en el mismo gobierno monocolor de Grecia con Syriza. A esto respondía el veto a Iglesias, que para la burguesía sigue siendo un elemento al que no controlan. Sin embargo, el paso atrás de Iglesias no ha sido suficiente y ahora exigen que la posibilidad se subordine a la entrada de algún otro miembro de UP con responsabilidades en ministerios con bajo presupuesto y de máxima exposición política. Ante esta trampa, Iglesias no ha tenido otra salida que rechazar de plano la oferta.

No obstante, la trampa de la que ahora hay que huir fue creada desde la propia dirección de UP, que ahora es presentada de nuevo públicamente como una fiera desafiante a la posibilidad de un “gobierno progresista”. A Sánchez se le ha dado todo el armamento político para, en caso de elecciones, culpar fácilmente al aventurerismo y ambición de UP de la posibilidad del regreso de la derecha si la izquierda pierde las elecciones fruto de una alta abstención.

La táctica es un arte que debe contar con las armas reales de propaganda de las que disponemos nosotros y los enemigos. El resultado del plan de Iglesias es que ahora UP será culpable de todo lo que ocurra, por supuesta mera ambición. Si en septiembre se deja pasar la ocasión otra vez, el PSOE estará habilitado para recuperar buena parte de su base electoral, en detrimento de lo que le resta a UP del ciclo político anterior, con las consecuencias nefastas que esto tendría en el corto plazo.

Desde nuestro punto de vista es posible aún una reconducción de la situación, rechazando un camino que conduce a UP a una vía muerta. Es posible realizar una declaración política nítida donde se establezca claramente las líneas maestras de un programa alternativo al PSOE:

 

  • Subida a 1200 euros del SMI.
  • Derogación de las reformas laborales.
  • Control riguroso de las jornadas de trabajo.
  • Igualdad salarial entre hombres y mujeres.
  • Subsidio indefinido a todos los parados hasta encontrar trabajo.
  • Recuperación de todo el rescate a los bancos.
  • Prohibición de los desahucios sin alternativa habitacional.
  • Nacionalización sin indemnización del sector energético y de la banca.
  • Derecho a decidir, no a la tiranía del 155.
  • No a los presos políticos del régimen monárquico.

 

En esta declaración habría que incluir que, por responsabilidad con los sectores oprimidos de la sociedad, el voto de UP irá encaminado a cerrar el paso a la reacción representada por PP, C’s y VOX, dejando gobernar en solitario al PSOE, fuerza por ahora más votada por las capas progresistas de la sociedad. A esto habría que incluir el aviso de que UP pasa a la oposición, como garante de los intereses de la clase trabajadora y la juventud, expropiadas diariamente de su derecho a vivir con dignidad a manos de los grandes empresarios y banqueros, y de sus representantes políticos.

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