Francia: Los giros a izquierda y derecha reflejan crecientes contradicciones de clase
Francia fue testigo de una intensa ola de lucha de clases a principios de este año con las huelgas y manifestaciones masivas en contra de la nueva ley del gobierno sobre las relaciones laborales. La ley fue finalmente aprobada en julio y el movimiento se enfrió, pero ahora la clase obrera y la juventud se están preparando para pasar del frente sindical al frente político.
Este año fue testigo de dos grandes movimientos que ponen de relieve el creciente conflicto de clases en Francia, las grandes huelgas contra la Loi Travail (la nueva ley del trabajo), y las concentraciones de masas Nuits Debout en la Place de la République de Paris y en otras ciudades. Todo esto, combinado con la crisis económica general explica la creciente inestabilidad, lo cual es un reflejo de la polarización social y política que tiene lugar en la sociedad francesa.
La Loi Travail, también conocida como ley El Khomri, por el nombre de la Ministra de Trabajo que la presentó en el Parlamento francés el pasado 17 de febrero, fue finalmente aprobada por el Parlamento en julio. La ley introdujo cambios significativos en el Código de Trabajo de Francia, haciendo que las condiciones de trabajo sean no solo más «flexibles», lo que facilita el despido de los trabajadores, sino también mediante la introducción de recortes en la retribución de las horas extraordinarias y las indemnizaciones por despido. La ley también sustituye los contratos de trabajo nacionales por acuerdos locales, claramente destinados a dividir a la clase obrera.
Esto provocó la ira de los trabajadores franceses que se expresó claramente el 9 de marzo, cuando medio millón de trabajadores y jóvenes participaron en manifestaciones en todo el país, seguidas por otras manifestaciones el día 17.
Contenido
- 1 Nuits debout
- 2 La línea dura del gobierno
- 3 Francia ante una crisis
- 4 Las tradiciones de la clase obrera francesa
- 5 El modelo alemán
- 6 Hollande prepara el terreno para la victoria de la derecha
- 7 Las posibilidades de la derecha
- 8 La creciente popularidad de Mélenchon
- 9 Crisis en el Partido Comunista
- 10 Mélenchon conecta con el estado de ánimo radical
Nuits debout
Con motivo de las manifestaciones del 31 de marzo, también vimos el surgimiento del movimiento espontáneo «Nuits debout», con el objetivo de bloquear la Loi Travail, pero que iba más allá, convirtiéndose en un movimiento que ha sido comparado con Occupy Wall Street en los EE.UU. y el movimiento de los Indignados en España.
Surge a partir de un grupo de manifestantes que deciden no abandonar la Place de la République en París al final de la manifestación sindical del 31 de marzo, y, en su lugar, mantener debates públicos sobre las cuestiones que afectan al movimiento. Se realizaron ocupaciones de plazas similares en otras ciudades.
Un artículo sobre Nuit debout publicado en The Guardian el 8 de abril da una idea del estado de ánimo:
«A medida que caía la noche sobre París, miles de personas se sentaron con las piernas cruzadas en la Place de la République, turnándose para pasar un micrófono y denunciarlo todo, desde el predominio de Google hasta la evasión de impuestos o la desigualdad en el acceso a la vivienda.
«El debate continuó hasta las primeras horas de la mañana, sopa y sándwiches en mano en la tienda cantina y con un coro de protesta cantando canciones revolucionarias. Un pequeño grupo de manifestantes luego se acostaron en tiendas de campaña para ‘ocupar’ la plaza por la noche antes de que la policía les pidiera que se fueran justo antes del amanecer. Pero a la mañana siguiente volvieron a establecer nuevamente su campamento de protesta.
«Desde hace más de una semana, estas vastas reuniones nocturnas de protesta – que reúnen desde padres con bebés hasta estudiantes, trabajadores, artistas y pensionistas – se han extendido por toda Francia, aumentando en número, y están empezando a causar pánico en el gobierno».
Michel, un exrepartidor de 60 años explica que «Aquí hay algo que nunca he visto antes en Francia – todas estas personas se reúnen aquí cada noche por su propia voluntad para hablar y debatir ideas – desde el tema de la vivienda hasta los salarios universales, los refugiados, cualquier tema que quieran. Nadie les ha dicho que lo hicieran, ningún sindicato les empuja a hacerlo – vienen por su propia voluntad.» Otro indicio del estado de ánimo era el lema “génération révolution» garabateado en la acera de la plaza de París…
La línea dura del gobierno
A pesar de este movimiento de oposición generalizada, el gobierno siguió en sus trece y presionó para que se aprobara la ley. Las protestas continuaron, pero los líderes sindicales, al tiempo que expresaban su apoyo al movimiento y convocaban días de acción, no trataron de ampliarlo atrayendo a otras capas para aumentar la presión sobre el gobierno.
Frente a las protestas masivas en las calles, el primer ministro, Manuel Valls, el 10 de mayo anunció que su gobierno «socialista» forzaría la aprobación de la ley en el parlamento, invocando el artículo 49.3 de la Constitución, que permite una aceleración de los procedimientos parlamentarios. Esto se combinó con la brutal represión policial de las manifestaciones de los trabajadores.
A pesar de la línea dura del gobierno, los líderes sindicales no aumentaron las huelgas y manifestaciones callejeras. En su lugar permitieron que el movimiento se alargara en el tiempo sin ninguna perspectiva de una escalada y por lo tanto de éxito. Y, finalmente, el 21 de julio, el parlamento aprobó la nueva ley y el movimiento se agotó.
Francia ante una crisis
¿Cómo podemos explicar estos ataques hacia los derechos de los trabajadores? Se ha vuelto muy popular en la izquierda explicarlos como algo de carácter «ideológico». Lo que se quiere decir con esto es que no son realmente necesarios y que una forma “más justa” de hacer funcionar la sociedad se puede encontrar sin acabar con el capitalismo. Es un punto de vista esencialmente reformista y también es totalmente falso, porque ignora por completo las relaciones reales entre las clases y entre las empresas y los países que compiten dentro de la lógica de la «economía de mercado», es decir, el capitalismo.
La economía mundial se enfrenta a una recesión grave y es en estas condiciones que tenemos que mirar a la realidad concreta a la que se enfrenta el capitalismo francés. La economía francesa se mueve inevitablemente en línea con la evolución de la economía mundial. Es una gran potencia económica, uno de las seis primeras en el mundo, y tiene que exportar a gran escala con el fin de sobrevivir. Y a pesar de todos los intentos de embellecer la situación por parte del gobierno, no hay signos del comienzo de una recuperación de la economía mundial.
La Organización Mundial del Comercio predice una tasa de crecimiento del comercio mundial para el 2016 del 1,7%, el más bajo desde el inicio de la crisis. En este contexto, el FMI ha revisado a la baja el crecimiento de la economía francesa hasta el 1,25%, e incluso puede tener que revisar a la baja aún más esta cifra dado que las cifras publicadas recientemente para el segundo trimestre [2016] indican un riesgo de recesión con un -0,1% de caída del PIB. Las cifras de desempleo en Francia muestran un crecimiento de 50.000 parados más. Tres millones de personas están desempleadas, 10,6% – la cifra más alta en 180 años – en comparación con el 4,3% de Alemania, lo que coloca a Francia mucho más cerca de Italia que de sus vecinos del norte en materia de desempleo.
En 2015 la producción industrial creció menos del 2% y las inversiones estaban en un punto muerto con un crecimiento del 0%. Desde 2004, el país ha estado en déficit comercial debido a que sus industrias orientadas a la exportación se han debilitado. Más de 800 fábricas han cerrado en Francia desde 2012, y casi un millón de puestos de trabajo industriales se han perdido desde 2001. Esto representa una reducción colosal en la industria, y es un reflejo de la reducción de la competitividad de la industria francesa frente a la mucho más potente y productiva de países como Alemania y china.
Francia también tiene una de las mayores deudas nacionales en la Unión Europea y que ha ido creciendo en los últimos años. En el año 2006 era del 64,4% del PIB, pero en 2015 – en tan sólo nueve años – se había disparado hasta el 96,1% (2,4 billones de dólares, aproximadamente) y se espera que llegue a cerca del 99% a finales de este año. El crecimiento de la deuda se aceleró después de la crisis de 2008, y está destinado a crecer aún más en los próximos años, llegando a cerca de 2,7 billones de dólares en el año 2020. Con la actual desaceleración de la economía, eso significa que su deuda pública se situará muy por encima del 100% del PIB.
El hecho es que Francia ha ido quedando por detrás de su principal competidor en Europa, Alemania, durante la última década. Antes de esto Francia estaba aguantando, pero desde 2008 la economía francesa sólo ha crecido alrededor de un 3%, comparado con el 6% de Alemania, por no hablar del 10% de EE.UU. en el mismo período.
Las tradiciones de la clase obrera francesa
Todos estos hechos han estado ocupando las mentes de la burguesía francesa. La verdad es que los patrones franceses han retrasado la toma de las necesarias – desde su punto de vista – medidas antiobreras que otros países adoptaron hace mucho tiempo.
Hay una buena razón para ello: las fuertes tradiciones militantes de la clase obrera francesa que se remontan a décadas atrás, al movimiento de 1968, y aún antes. La burguesía francesa sabe cómo los trabajadores de Francia pueden reaccionar. Sarkozy, durante su presidencia (2007-12) introdujo recortes en el sistema de pensiones y en el gasto público, pero se guardó de enfrentarse a la cuestión de cambiar las leyes laborales francesas y hacer recortes drásticos en el sistema de ayudas sociales. Durante el movimiento en contra de la Loi Travail todas las encuestas de opinión revelaron que más del 70% de la población quería que la ley fuese retirada, mostrando la profundidad de la oposición a los planes del gobierno.
Los sindicatos, a pesar de que organizan a menos del 10% de la fuerza laboral, siguen siendo poderosas organizaciones y en el pasado – por medio de una lucha de clases muy combativa – habían conseguido avances importantes en cuanto a la protección del empleo y los salarios. También hicieron difícil para los patrones despedir a los trabajadores. En comparación con Alemania, los trabajadores franceses tienen una semana laboral más corta y una edad de jubilación más baja.
Lo que permitió a los patrones franceses aguantar esta situación era el relativamente alto nivel de productividad laboral de los trabajadores franceses gracias a los altos niveles de inversión en tecnología e infraestructura hasta hace pocos años. Esto ahora ha cambiado, tal y como el descenso espectacular de las exportaciones manufactureras de Francia demuestra.
Por lo tanto, no es una cuestión de «recortes ideológicos» reclamados por la burguesía. Se ven obligados a pasar a la ofensiva por la situación mundial y el declive de su propia posición en el mercado mundial. Ellos o bien atacan a la clase obrera o se hunden.
El modelo alemán
Los comentaristas burgueses, tanto a nivel internacional como en Francia, han estado citando las infames «reformas Hartz» introducidos en Alemania hace más de diez años. La productividad en el período anterior (1980 a 1990) había estado creciendo a un ritmo menor que los salarios. Esto es lo que obligó a los patrones alemanes a pasar a la ofensiva con una serie de medidas encaminadas a reducir los costes de producción y aumentar la productividad.
Las «reformas Hartz» constituían una importante reestructuración del sistema de prestaciones en Alemania, con grandes recortes en los subsidios de desempleo. Esto fue considerado como necesario para darles a los trabajadores en paro un «incentivo» para buscar trabajo, obligándolos de hecho a aceptar cualquier empleo, por muy bajo que fuera el salario. Y si ellos no buscasen trabajo activamente sus subsidios se verían recortados aún más. La «flexibilidad» introducida por estas llamadas reformas, significaba que se hacía más fácil contratar y despedir trabajadores, de acuerdo con las subidas y bajadas del mercado.
Debido a todas estas medidas, en el período 1997-2010 los salarios reales en Alemania se redujeron en un 10% y la productividad por hora subió un 8%. El resultado global fue una reducción de alrededor del 25% en el coste unitario de la mano de obra. Esto hizo que la industria alemana fuera mucho más competitiva.
Fue, sin embargo, la clase obrera la que pagó por este “éxito”, tal y como un informe de la OCDE de abril de 2012 deja claro: «Alemania es el único país [de la UE] que ha visto un aumento en la desigualdad de los ingresos laborales a partir de mediados de los años 1990 hasta finales de los años 2000 impulsado por el aumento de la desigualdad en la mitad inferior de la distribución.»
Del mismo modo que hoy es el Partido Socialista francés él que ha lanzado la ofensiva contra la clase obrera, en Alemania fue el SPD de Schröder el que introdujo las reformas Hartz. El SPD pagó por esto en términos electorales, y preparó el terreno para la derecha. De obtener el 40,9% en las elecciones de 1998, el SPD bajó a 34,2% en 2005 y 23% en 2009, perdiendo más de nueve millones de votos, preparando las condiciones para la dominación de la política alemana por la CDU / CSU de Merkel. A día de hoy el SPD no se ha recuperado de esa experiencia.
Hollande prepara el terreno para la victoria de la derecha
Ahora Hollande está preparando el terreno para un retorno similar de la derecha al poder en Francia. De hecho, el declive económico general descrito anteriormente, junto con los constantes ataques contra las condiciones laborales y en el bienestar, han provocado una caída en picado del gobierno en términos de popularidad. El PS pagará un alto precio en las siguientes elecciones, en la que están destinados a hacer frente a su peor derrota electoral, peor aún que la de Jospin en 2002. En los índices de popularidad, Hollande ha sufrido un enorme desplome desde que fue elegido en 2012.
La traición por parte de los líderes del Partido Socialista está preparando el retorno de un gobierno de la derecha, como el escenario más probable. El PS francés se arriesga a una situación como la del PASOK en Grecia, o como mínimo del PSOE en España, que después de gobernar preparó el terreno para la victoria del Partido Popular.
La tragedia de la situación es que los partidos de derecha en Francia no se encuentran precisamente en una ola de popularidad. Simplemente la izquierda oficial no ofrece otra alternativa creíble. Eso explica por qué en las últimas décadas la tendencia ha sido al crecimiento de los niveles de abstención, en particular en las elecciones legislativas.
En las condiciones actuales, según las encuestas, es muy poco probable que un candidato del Partido Socialista de «centro-izquierda» sería capaz de llegar a la segunda vuelta de la elección presidencial francesa de 2017, independientemente de quién pudiera ser.
Hollande obtendría entre el 11% y el 15% dependiendo de quienes sean los otros candidatos, pero aún tiene que decir si se presentará o no. Algunas encuestas parecen indicar que el ex ministro de economía del PS Emmanuel Macron – que está considerando presentarse – podría obtener mejores resultados que Hollande, pero tampoco llegaría a la segunda vuelta, no pasando del 20%.
Es muy poco probable que un candidato del PS llegase a la segunda vuelta. Aunque no se pueda descartar por completo, tendría que ser un candidato de la izquierda del partido que tendría mucha tarea ante sí para recuperar todo el terreno perdido con Hollande. El problema con esta perspectiva es que la derecha controla el Partido Socialista con firmeza, e incluso la llamada «izquierda» tiene un programa extremadamente moderado, que es prácticamente indistinguible de la dirección de Hollande. Por lo tanto, se necesitaría grandes acontecimientos para sacudir el PS.
Las posibilidades de la derecha
Marine Le Pen, del Front National, por su parte, está bien posicionada en las encuestas y pasaría a la segunda vuelta, contra Sarkozy o Juppé – dependiendo de cual de los dos gane las primarias de Les Républicains [la antigua UMP – NdT].
La mayoría de la clase dominante prefiere a Juppé, ya que lo consideran menos desacreditado, menos impredecible, y menos como una provocación hacia las masas que Sarkozy. Juppé también es mucho más popular en las encuestas de opinión que Sarkozy, que se ha visto afectado por una serie de escándalos que han reducido su apoyo.
De acuerdo con las encuestas de opinión, Juppé recogería el 33% y Le Pen el 29% en primera vuelta. De ser Sarkozy el candidato, cosecharía el 27% y el 29% Le Pen. La elección en la segunda vuelta, se jugaría entonces entre dos candidatos burgueses de derecha.
A pesar de que Le Pen tiene serias posibilidades de llegar a la segunda vuelta, es muy poco probable que gane la presidencia. Todos los sondeos de opinión indican que en una segunda vuelta entre Sarkozy o Juppé contra Le Pen, el voto sería aproximadamente de dos a uno en contra de Le Pen, ya que muchas personas se unirían en su contra.
El caso es que el ala principal de la clase dominante francesa no quiere a Le Pen como Presidenta y podemos estar seguros de que en la segunda vuelta se unirían en torno a Sarkozy o Juppé, al igual que los líderes del PS y otros partidos.
A menos que algo dramático suceda de aquí a las elecciones presidenciales del próximo año, lo que parece más probable es que un candidato de Les Républicains sea el próximo presidente de Francia. También habría más de un 30% del electorado que no votaría por ninguno de los dos candidatos burgueses en la segunda vuelta.
La creciente popularidad de Mélenchon
Desde un punto de vista marxista, sin embargo, es más importante lo que se está desarrollando en la izquierda alrededor de Jean-Luc Mélenchon. Fue miembro del PS y ministro en 2000-02, pero dejó el partido en 2008 para fundar el Partido de Izquierda (Parti de Gauche) que luego se convirtió en una parte del Frente de Izquierda junto con el Partido Comunista en 2009.
En las elecciones presidenciales de 2012 obtuvo algo más del 11% de los votos como candidato del Frente de Izquierda. Desde entonces, el Frente de Izquierda se ha roto, mientras el Partido Comunista busca acuerdos con el PS únicamente sobre la base de lograr que sus candidatos figuren en listas conjuntas. El Partido de Izquierda, por su parte, buscó acuerdos con los Verdes – que también formaron parte del gobierno en coalición con el PS. Al comportarse de esta manera, el potencial representado en su día por el Frente de Izquierda en 2012, se disipó.
Sin embargo, en los últimos tiempos Mélenchon ha ido aumentando su popularidad. La revista Paris Match publicó recientemente un índice de popularidad de las 50 principales personalidades políticas francesas, y decía esto acerca de Mélenchon:
«En cuarto lugar en las elecciones presidenciales de 2012, Jean-Luc Mélenchon se ha convertido en una de las cinco personalidades políticas más apreciadas por los franceses, según el barómetro de Ifop-Fiducial para Paris Match y Sud-Radio. El ex presidente de la República Nicolas Sarkozy se encuentra en su nivel más bajo desde 2012. (…)
«Jean-Luc Mélenchon da la sorpresa pasando de la undécima a la quinta posición (…) Nunca un líder de la ultra-izquierda había subido tanto. Al subir en dos puntos, el ex dirigente del Partido de Izquierda ha escapado a la impopularidad casi general que este mes ha afectado a 43 de los 50 principales políticos en el barómetro de Ifop.» (Paris Match, 11 de Octubre de 2016).
Algunas encuestas recientes indican que Mélenchon podría ganar entre el 12 y el 15% en la primera vuelta, lo que podría colocarlo en tercer lugar, por delante de un candidato del Partido Socialista. En octubre de 2011 las encuestas de opinión le daban un 6%, pero terminó sacando un 11%. Esta vez algo similar podría ocurrir en un nivel superior.
Crisis en el Partido Comunista
La aparición de Mélenchon como la única alternativa real por la izquierda ha provocado una crisis en el Partido Comunista. De hecho, estamos asistiendo a una nueva etapa en el declive histórico de la dirección del PCF, y una de las crisis más graves de la historia del partido. Ya quedó debilitado por sus listas electorales conjuntas con el PS en el último periodo, quedando así salpicado por las medidas de austeridad impuestas por el gobierno.
Mélenchon se da cuenta de que él es realmente el único candidato de izquierda con posibilidades en las elecciones presidenciales del próximo año. Eso explica también su ruptura con el Partido Comunista. Siente que no los necesita, y se propone debilitar aún más el PCF.
De hecho, también ha roto con su propio partido, el Partido de Izquierda. Él está decidido a llevar a cabo su propia actuación, ya que sabe que puede construir sobre la base del anterior éxito de 2012. Eso explica por qué ha lanzado su propio movimiento, «La France insoumise» [Francia insumisa].
Esto ha generado confusión en las filas del Partido Comunista. Algunos de sus militantes y dirigentes, entre ellos la ex Secretaria Nacional Marie-George Buffet, están a favor de que el partido forme una alianza con Mélenchon, mientras que la mayoría de la dirección está por buscar un candidato que pudiera unir a todo el mundo «a la izquierda de Hollande». Pero todo esto no es más que una excusa para no apoyar a Mélenchon. Esto explica por qué el partido aún no ha declarado lo que va a hacer, y sólo decidirá el 5 de noviembre en una conferencia nacional del partido. En este momento, no está claro qué posición surgirá de esa conferencia, pero si no apoyan a Mélenchon esto podría dar lugar a la marginación completa del partido, y provocaría nuevas crisis y conflictos internos.*
El caso es que muchos miembros de base del Partido Comunista ya han declarado su apoyo a Mélenchon y están participando en su movimiento. Si los líderes del Partido Comunista se niegan a apoyar a Mélenchon, esto servirá para profundizar aún más la crisis a la que se enfrenta el partido y dará lugar a un nuevo retroceso, dado que por sí solo no puede obtener cargos electos y hacerlo con el PS ¡sería firmar su propia sentencia de muerte!
Mélenchon conecta con el estado de ánimo radical
El resultado más probable es que Mélenchon acabe en tercera posición, pero no se excluye por completo que pudiese llegar a la segunda vuelta. De una forma u otra, es evidente que se está posicionando en la izquierda como el único candidato viable que pueda expresar la radicalización hacia la izquierda que se ha venido desarrollando en Francia. Está claro que las condiciones son más favorables que nunca para el desarrollo de un movimiento de masas a la izquierda del PS.
La razón por la que Mélenchon se ha vuelto tan popular entre una capa importante de trabajadores y jóvenes es que se destaca de los otros candidatos por su oposición a la austeridad, precisamente en un momento en que las masas trabajadoras han estado luchando contra los recortes impuestos por el actual gobierno. Después de haber fracasado en detener este gobierno, se desarrolla la idea de que no basta con ir a la huelga y organizar manifestaciones, sino que lo que se requiere es un cambio por arriba, un gobierno diferente, uno que refleje los intereses de los trabajadores.
«La France insoumise», en estas condiciones, tiene el potencial para convertirse en un movimiento de masas, similar al auge de Podemos en España, o SYRIZA antes de que renegara de su programa después del referéndum de julio de 2015.
El programa de Mélenchon incluye la atención médica gratuita, la construcción de un millón de viviendas sociales, un aumento en el salario mínimo, etc. Si llevara a cabo las medidas sociales de su programa esto transformaría radical y positivamente la vida de la masa de la población.
Los marxistas no solo apoyamos estas medidas y apoyaremos a Mélenchon en las elecciones presidenciales del próximo año, sino que también insistimos en que su programa debe ser un programa socialista totalmente acabado. Mucho de lo que dice lo podemos apoyar, pero debe llegar a la conclusión lógica de que con el fin de llevar a cabo las reformas que promete tendría que proceder a nacionalizar los principales monopolios y bancos, de lo contrario corre el riesgo de ser empujado en la misma dirección que Tsipras en una etapa posterior.
Francia se está moviendo en una dirección similar a la de España y Grecia en el período reciente. La radicalización que estamos viendo alrededor de La France insoumise y Mélenchon es un producto del declive relativo del capitalismo francés. Condiciones similares producen fenómenos similares. Podemos mirar con confianza a la creciente lucha de clases y la radicalización política en Francia hoy en día. Y una vez que los trabajadores franceses se pongan en movimiento, esto le dará un gran impulso al proceso revolucionario en marcha en toda Europa, como lo hizo en el pasado con el movimiento de mayo de 1968, pero en un nivel mucho más alto dada la gravedad de la crisis mundial que afecta al capitalismo en la actualidad.
14 de octubre de 2016
* Este artículo se publicó en inglés antes de celebrarse dicha Conferencia. Al final se aprobó en la misma una Resolución de la dirección que, entre otros puntos, prevé una consulta a las bases del PCF los 24, 25 y 26 de noviembre. http://www.pcf.fr/sites/default/files/resolution_0.pdf (Nota de LdC)
Puedes enviarnos tus comentarios y opiniones sobre este u otro artículo a: [email protected]
Para conocer más de la OCR, entra en este enlace
Si puedes hacer una donación para ayudarnos a mantener nuestra actividad pulsa aquí