India: La corrupta cruzada contra la corrupción

Las sociedades presionadas por el descontento y la miseria explosionan de maneras peculiares. En la sociedad atrozmente desigual de la India las recientes revueltas (que así se pueden calificar) articuladas alrededor de Anna Hazare, activista social de la derecha conservadora, muestran el malestar que existe en la mayor democracia del mundo, que también es una de las economías de mayor crecimiento.

Una mayoría de las «masas» urbanas pertenece a la clase media, que surgió tras el colapso del modelo keynesiano del capitalismo y la introducción del modelo económico «neo-liberal» a finales de la década de 1980. La persona a la que los imperialistas atribuyen y alaban como el pionero de este cambio económico no es otro que Manmohan Singh, el actual primer ministro de la India.

Este cambio provocó un aumento sin precedentes de la desigualdad y la polarización socio-económica. Esta clase media ha superado los 160 millones personas, pero los desposeídos en la India suman más de mil millones.

Esta pequeña burguesía se encuentra en crisis y extremadamente trastornada debido a la feroz competencia, aumento de los precios y el desempleo. En su impaciencia, persigue cuestiones superficiales y pragmáticas en su deseo de encontrar un respiro como clase social. Su proyección política, la llamada «sociedad civil», pregona reformas del sistema que son históricamente obsoletas y económicamente redundantes.

El movimiento actual contra la corrupción cuenta con el apoyo de esta sociedad civil y las ONG patrocinadas por Coca-Cola, el DFID, el British Council, el Banco Mundial, USAID, Lehman Brothers y la Fundación Ford entre otras corporaciones nacionales e internacionales, y multimillonarios.

El cartel de los medios de comunicación ha transformado decenas de miles de estos pequeños burgueses urbanos en cientos de miles dispuestos a seguir los dictados de sus jefes. Anna Hazare apoya a los xenófobos de Raj Thackeray ‘Marathi Manoos’ [Raj Thackeray, dirigente político del mencionado partido político ultraderechista del estado de Maharashtra ]. Prohibió el alcohol en Siddhi Ralegan, en su región natal de Maharashtra, y los que se atrevieron a beber fueron azotados. Alaba al BJP de Nitish Kumar en Bihar y al neo-fascista Narendra Modi en Gujarat. Sus conexiones con los fundamentalistas hindúes del Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS) han sido expuestas recientemente.

Sin embargo, el elemento más maligno en este y otros movimientos de la sociedad civil es el descarado colaboracionismo de clases y la capitulación ideológica. Hay una sorprendente analogía entre el movimiento actual en la India y el movimiento de los abogados en Pakistán. En estos dos movimientos de la sociedad civil, vemos la reducción progresiva del conflicto ideológico entre la izquierda y la derecha, y una aceptación desesperante del podrido sistema actual y del Estado.

En Pakistán presenciamos la conciliación entre el Jamaat-e-Islami y otros partidos de derecha con los llamados partidos de izquierda para la restauración de un individuo similar a Hazare y de una institución que ha sido y es uno de los pilares del aparato del Estado despótico. Fue un movimiento destinado a cercenar el movimiento en ciernes de la sociedad «incivil», es decir, la clase obrera y la juventud, que aún así estalló como una venganza en el otoño de 2007. Dos años después de la restauración del depuesto poder judicial, la justicia es mucho más cara y difícil de alcanzar para la gran mayoría, los pobres y los oprimidos. La Corte Suprema se fija en dos botellas de licor Atiqa Odho mientras millones mueren de hambre, pobreza y enfermedad. Abogados del mismo movimiento arrojaron pétalos de rosa al bestial asesino de Salman Taseer. Cualquier movimiento que no se basa en la lucha de clases está condenado al compromiso y el fracaso.

Es un hecho destacado que existe una corrupción rampante en la India. Pero lo que se sugiere es que esta corrupción es la causa de la crisis del sistema y de la sociedad. En realidad es el efecto y producto de un sistema en decadencia terminal. Las acusaciones de corrupción inherente atribuida a las empresas nacionalizadas constituyen una farsa. Es cierto que bajo el capitalismo de Estado la corrupción y la ineficiencia son enfermedades inevitables, pero los medios de comunicación corporativos pretenden que privatizando y desregulando, la corrupción sería eliminada. Esto es falso.

La restauración del capitalismo en China y la introducción de una economía «neoliberal» en la India han demostrado que la corrupción se ha multiplicado en vez de disminuir. Manmohan Singh fue el héroe de la India corporativa y del imperialismo durante décadas. Ahora, cuando el capitalismo indio está metido en una crisis cada vez más profunda y las tasas de ganancia de estos buitres no aumentan con la suficientemente rapidez, quieren que el Estado se retire aún más de sectores esenciales como salud, educación, electricidad, transporte, minería, etc.

Los capitanes de la industria del capitalismo corporativo, que están severamente implicados en la corrupción y el crimen, ahora gritan ruidosamente contra la corrupción para desviar la atención de sus propios escándalos que están saliendo a la luz en la actualidad. Ellos tienen guardados 1,4 billones de dólares de dinero negro en bancos suizos. No es de extrañar que los incondicionales de la llamada burguesía «progresista» de la India, los Tatas y Ambanis, presentan a Narendra Modi como el futuro líder político de la India.

El hedor que desprende la India no tiene nada que ver con los miles de millones de rupias que se extraen a través de la corrupción. Se trata de la perpetuación de un sistema de explotación de una clase por otra por medio de la llamada democracia parlamentaria. No es nada nuevo en la India que Anna Hazare sea un personaje dudoso. Si la democracia representativa, el cricket y el nacionalismo son el opio del pueblo, la hipocresía es el sello de sus líderes. Toda la historia política de la clase dominante y sus dirigentes más conocidos no ha sido diferente.

Sarojini Naidu, una distinguida poeta y una de las principales líderes del Congreso, fue contemporánea de Gandhi, que no era ni Buda ni Jesús para ella. Lo llamaba burlonamente “Mickey Mouse”. Gandhi normalmente respondía con generosidad. Pero cuando en su presencia en una reunión Naidu dijo a los altos mandos del Congreso, “¿Sabes, Bapu, cuánto nos cuesta mantenerte en la pobreza?», éste palideció tratando de ocultar su enojo. En todo caso la situación social, económica y política se ha deteriorado mucho más.
Arundhati Roy escribió en The Hindu la semana pasada:

«¿Se van a realmente beneficiar los 830 millones de personas que viven con 20 rupias al día con la consolidación de un conjunto de políticas que las está empobreciendo y que conducen este país a la guerra civil? Esta terrible crisis se ha forjado con el fracaso de la democracia representativa de la India, en la que los legisladores se componen de criminales y políticos millonarios.»

Lo que estamos presenciando no es una revolución sino una falacia. Sin embargo, más de mil millones de indios anhelan su emancipación. El poderoso proletariado indio cuenta con una tradición militante y ha liderado movimientos gigantescos en el pasado. Las traiciones de los partidos de izquierda y de los dirigentes sindicales se han visto una y otra vez. A pesar de estos contratiempos, los jóvenes y los trabajadores se levantarán otra vez y llevarán a cabo una transformación socialista. Esto es una verdad como un templo, si uno se atreve a aceptarlo.

 

 

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