Intelectuales comunistas cubanos discuten el futuro del socialismo
A la reunión, que se celebró en el Instituto Cubano de Relaciones Internacionales (ISRI), asistieron un centenar de destacados intelectuales y académicos cubanos, y militantes veteranos del Partido Comunista, entre ellos varios miembros del Comité Central. Se llevó a cabo en un momento crítico de la historia de la Revolución Cubana, cuando el futuro de la Revolución se decidirá de una u otra manera.
Durante el transcurso de la conferencia, se anunció finalmente la fecha del congreso tan esperado del Partido Comunista de Cuba. Este se llevará a cabo en abril del próximo año y debatirá una serie de propuestas relativas a la economía que figuran en el documento “Proyecto de lineamientos de la política económica y social”, cuyas copias se agotaron de inmediato frente a los puestos de los vendedores de diarios.
En este contexto, los debates sobre el significado del socialismo en el siglo XXI tuvieron un carácter muy concreto, relevante y urgente. La campaña vociferante contra el marxismo y el socialismo, que llegó a un crescendo ensordecedor después de la caída de la ex-URSS, ha sido repetida por los revisionistas que están haciendo todo lo posible para introducir las ideas burguesas en el movimiento obrero. La lucha contra la ideología burguesa es por lo tanto una tarea urgente, y en ninguna parte más urgente que en Cuba y Venezuela.
En el curso de tres días muy intensos, se dedicaron muchas horas a discutir temas como la crisis del capitalismo, el socialismo y la ciencia, la cuestión nacional (presentada por Juan Sánchez Monroe, ex-embajador cubano en Yugoslavia y Ucrania), la revolución en América Latina, el marxismo y las ideas de Bolívar y Martí (introducido por la veterana comunista cubana Olivia Miranda Francisco), y muchas otras cuestiones. Tratar cada aportación en el debate sería una tarea imposible, que ni siquiera voy a intentar hacer. Por lo tanto, limitaré mi informe a lo que fui capaz de registrar en mis anotaciones. Como tuve que reconstruir muchos puntos a partir de mi memoria, esto no debe tomarse como un informe estenográfico sino más bien como mis impresiones de la discusión.
La primera sesión
En el primer día, Juan Luis Martín Chávez aportó una acusación devastadora del capitalismo a escala mundial. Señaló que los tres hombres más ricos del mundo tienen un ingreso superior a los 48 países más pobres. La humanidad está amenazada por la degradación a gran escala del medio ambiente. La desertificación amenaza a 250 millones de personas, o un tercio de la superficie terrestre (4.000 millones de hectáreas). Se malgastan vastas sumas en armas, mientras 1.200 millones de personas viven al borde de la inanición. Dio la cifra total de gastos mundiales en armas que asciende a 1,1 billones de dólares, donde a los EE.UU. les corresponde el 48 por ciento de la producción mundial de armamento.
En los últimos años ha habido un considerable interés en Cuba por las ideas de Trotsky. En el transcurso de la conferencia, varias personas mencionaron La revolución traicionada como un libro que explicaba lo que había sucedido en la URSS – un tema que, obviamente, tiene una enorme importancia para los comunistas cubanos. El historiador Felipe de Jesús Pérez Cruz ofreció un análisis marxista muy bueno del estalinismo y de las razones del colapso de la URSS, citando el libro de dos autores cubanos, Ariel Dacal y Francisco Brown, Rusia: del socialismo real al capitalismo real (para el cual yo escribí la Introducción).
En su discurso, el compañero Felipe destacó la importancia de la revolución bolchevique («algo que nunca se había visto antes y que cambió la historia del mundo») y que fue arruinada por «los errores y la corrupción». Éstos son algunos de los puntos que mencionó:
«Lenin había tratado de combatir el surgimiento de la burocracia, haciendo hincapié en la necesidad del control de los obreros y campesinos y los soviets. Pero después de la muerte de Lenin, se produjo un proceso de degeneración burocrática». Felipe lanzó un ataque devastador al estalinismo, que según él «fue el responsable de la liquidación física de los viejos bolcheviques.»
«En teoría, era el socialismo, pero en la práctica el poder estaba en manos de una minoría de funcionarios y administradores. Los trabajadores fueron alejados de control de la producción, del Estado y del Partido. El reclutamiento de burócratas se hacía sobre la base de una lealtad incondicional al círculo gobernante, una capa de privilegiados que concentraban todas las decisiones y que eran hostiles a toda crítica. Todas las críticas se consideraban contrarrevolucionarias. Los intelectuales fueron silenciados y sometidos a la censura o la autocensura».
Explicó que bajo Stalin y sus sucesores una parte creciente de la riqueza producida por la clase obrera fue absorbida por la burocracia. Esto terminó en la crisis de la década de 1980, y en última instancia, en la restauración capitalista. «Estoy convencido de que si no queremos repetir lo sucedido en la URSS, debemos volver a las ideas de Lenin,» dijo.
En su respuesta a las preguntas y a la discusión, Felipe dijo:
«En lugar de la palabra burocracia, yo prefiero usar la palabra funcionariado. Con esto me refiero al gobierno de un grupo que tiene sus propios intereses y los defiende. Cuando el funcionariado toma el poder y lo ejerce contra la sociedad civil, se convierte en una burocracia. Los funcionarios no pueden transmitir sus privilegios a sus hijos como una propiedad, por lo que lo hacen a través del poder político y la corrupción. ¿Se puede construir el socialismo así? Después de la muerte de Lenin el potencial de la revolución rusa se había perdido. Ahora tenemos que redireccionar la Revolución Cubana. En Cuba hay muchas formas de democracia directa que se pueden desarrollar, incluyendo los sindicatos.»
En el segundo día la presidencia fue asumida por Juan Sánchez Monroe. El tema fue el «socialismo en el siglo XXI». La primera oradora fue Juana Rosales García, quien señaló que la revolución venezolana había abierto un debate fructífero con la participación de pensadores de diferentes países, incluyendo Noam Chomsky, Istvan Meszaros, Alan Woods y Mike Lebowitz.
A ella la siguió Olivia Miranda Francisco, quien manifestó que después de la caída de la URSS se había abierto un período de confusión, “incluso en organizaciones que se hacen llamar ‘socialistas’». Ella atacó a los detractores del marxismo y subrayó que las genuinas ideas del socialismo se remontan a Marx, Engels y Lenin. «En el debate sobre el socialismo en América Latina ha habido un silencio ensordecedor sobre las ideas de los fundadores del socialismo – incluyendo Mariátegui – y la primera revolución socialista. Mariátegui, Martí y Mella, todos tenían una estrecha vinculación a las tradiciones colectivistas indígenas de América Latina», afirmó.
Ella continuó:
«La lucha no puede ser sólo en contra del imperialismo. También debe ser contra el capitalismo. Mariátegui y Fidel Castro, ambos excluyeron a la burguesía del bloque popular revolucionario, que consiste en los obreros, los campesinos y los intelectuales progresistas, bajo la dirección del Partido. Sólo en el socialismo se puede lograr la plena independencia.»
«El socialismo del siglo XXI»
Yo hablé sobre el tema: «El socialismo del siglo XXI: nada nuevo bajo el sol». Este fue un artículo que había escrito para la ocasión y que ya había sido impreso y distribuido (http://www.marxist.com/socialismo-del-siglo-xxi-nada-nuevo.htm). Lo siguiente es una transcripción aproximada de mi intervención:
«Estoy contento de ver que el título de esta sesión es ‘El socialismo en el siglo XXI ‘ y no el ‘socialismo del siglo XXI’. Lo último sugiere algo completamente nuevo y original, diferente a todo lo que ha pasado antes. En realidad, no hay nada nuevo aquí: sólo regurgitaciones de las viejas ideas tomadas de los socialistas utópicos en la prehistoria del movimiento.
«Esto me trae a la mente la historia de Aladino, en Las mil y una noches, cuando un viejo mago astuto pasaba por las calles gritando: «cambio lámparas nuevas por viejas”, y la novia de Aladino, que no era muy avispada, le cambió su vieja, pero valiosa lámpara, por una nueva y brillante, que era completamente inútil, y como resultado todo terminó en un desastre.
«La teoría del socialismo del siglo XXI, sin embargo, tiene una gran ventaja sobre todas las demás teorías: nadie sabe lo que es. Es una botella vacía que se puede llenar con cualquier contenido.
«Tenemos que poner esto en su contexto correcto. En el último período hemos sido testigos de una ofensiva ideológica sin precedentes de la burguesía contra el socialismo y el marxismo. Lo peor es que esta campaña ruidosa ha tenido un efecto dentro del movimiento comunista en todo el mundo. Todo tipo de ideas revisionistas están circulando, y lo más grave es que están teniendo un eco en personas que se dicen comunistas.
«La afirmación de que el «libre mercado», da mejores resultados que una economía nacionalizada y planificada puede ser contestada con un ejemplo histórico. En Gran Bretaña en 1940, cuando las cosas estaban muy graves, con los ejércitos de Hitler a punto de invadir la isla, ¿qué hizo la clase dominante británica? ¿Se orientaron hacia las políticas del ‘libre mercado’? ¿Dijeron: que cada uno se arreglara por su cuenta? No, lo que hicieron fue nacionalizar las industrias de guerra, centralizar e introducir medidas de planificación. ¿Por qué? Porque dan mejores resultados.
«La URSS derrotó a los ejércitos de Hitler porque la superioridad colosal de una economía nacionalizada y planificada les permitió producir más y mejores armas y maquinaria, y más rápidamente que los alemanes, que tenía todos los recursos productivos de Europa detrás de ellos. Las ventajas de una economía planificada se muestran también por la transformación del atrasado zarismo ruso en una economía moderna avanzada que tenía más científicos de los EE.UU., Japón, Alemania y Gran Bretaña juntos.
«Al final, la URSS se vio socavada por la burocracia. Pero la burocracia no es un resultado inherente a una economía planificada. Es un producto del atraso, como vemos en Pakistán y Nigeria, que no tienen nada que ver con el socialismo. Una economía nacionalizada y planificada necesita la democracia como el cuerpo humano necesita el oxígeno. No hablo aquí de la democracia burguesa fraudulenta que es sólo una hoja de parra que oculta la dictadura de los grandes bancos y monopolios, sino de una democracia obrera genuina ‘como fue defendida por Lenin en su libro El Estado y la revolución – el control de la clase obrera abajo hacia arriba «.
Al hablar en el debate, el economista y profesor Ernesto Molina dijo que leyó un artículo de Dietrich en Rebelión, donde mencionaba la cita de Lenin sobre Rosa Luxemburgo: «a veces un águila puede volar más bajo que una gallina»; y añadió con humor: «Tengo que hacer una autocrítica. Ahora me doy cuenta que Dietrich nunca voló más alto que las gallinas.»
Uno de los oradores que habló desde el auditorio, Fabio Grobart, hijo de uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba, hizo hincapié en la necesidad de una política internacionalista.
Otra veterana comunista de Cuba, la camarada Olivia Fernández, dijo: «Me alegro que Alan Woods haya hecho hincapié en la cuestión del marxismo. Me gustaría hacer hincapié en el punto de que todos los problemas que han surgido en el socialismo, no son culpa de la teoría marxista, sino de la interpretación [incorrecta] y la aplicación de estas ideas». Y citó las palabras del Che Guevara: «El socialismo y el comunismo son un proceso de búsqueda y descubrimiento.»
Alguien preguntó: «¿Qué hay de malo en una teoría sin terminar [refiriéndose a la «teoría” del socialismo del siglo XXI]?” A esto yo respondí de la siguiente manera:
«Necesitamos tener un enfoque más riguroso hacia las ideas. Si esta fuera una conferencia de físicos, bastaría con imaginarnos que alguien dijera: ‘Yo no he hecho ningún experimento y no tengo prueba alguna, pero esta es mi teoría’. Tal persona provocaría risas en la sala. O imagínate que vas al dentista con un dolor de muelas y el dentista te dice: » En realidad, nunca he estudiado odontología, pero abre la boca de todos modos y veré qué puedo hacer». Usted saldría corriendo de la consulta. O a un fontanero que llama a la puerta y dice: ‘No sé nada de fontanería, pero déjame poner mis manos sobre tu sistema de calefacción central.’ Usted lo echaría de su casa. Pero cuando se trata del marxismo, parece que todo vale. Bueno, eso no es así. Las ideas del marxismo son esencialmente las mismas que hace 150 años. Podría modificarse este o aquel detalle, pero lo que es sorprendente es lo poco que hay que cambiar.»
¿El camino de China?
El debate sobre Cuba fue inaugurado por el economista Ernesto Molina, quien comenzó haciendo una lista del despilfarro y la ineficiencia que son inseparables de los métodos burocráticos. A continuación, pasó a expresar su oposición a las subvenciones que el Estado cubano paga por los alimentos básicos y otras necesidades («no podemos afrontarlas»):
«Mientras el mercado mundial capitalista exista, los precios deben reflejar los precios del mercado mundial. Cuba es una economía pequeña y abierta en un mundo capitalista turbulento. Siempre hemos tenido que importar bienes y debemos mantener nuestras fuerzas armadas para la defensa. Tenemos algunas grandes tareas a las que hacer frente; por ejemplo, en el ámbito de la vivienda. Algunos de los problemas pueden resolverse dentro de Cuba. Otros están fuera de nuestro control, en el mercado mundial.
«Después de la caída de la URSS tratamos de resistir. Lo principal es que el pueblo esté unido. Debemos defender nuestras conquistas. Pero el Estado no puede controlarlo todo.»
En su discurso sobre el “socialismo” vietnamita y chino Gladys Hernández Pedraza señaló claramente los peligros de seguir esta línea. Si bien las cifras indican importantes avances en el crecimiento económico, esto ha sido a costa de una desigualdad social enorme y creciente. En China existe una desigualdad entre los que “tienen” y los que “no tienen”, entre la ciudad y el campo, entre el Este y el Oeste y entre las nacionalidades china y no chinas, dijo.
Oficialmente, 270 millones de chinos tienen salarios bajos. Tanto China y Vietnam se enfrentan a graves problemas ambientales. En Vietnam, los ríos, deltas y ciudades están muy afectados.
Las contradicciones en la sociedad china son «explosivas», explicó.
La actitud general hacia el «modelo chino» fue negativa. Jorge Santana dijo con franqueza: «No se puede hablar de socialismo en China.» Hablando desde el auditorio me dijo que lo que estaba ocurriendo en China era una advertencia para Cuba:
«Cuando Deng Xiaoping inició sus reformas en China no tenía pensado volver al capitalismo. Pero después de 30 ó 40 años de «reformas de mercado» el movimiento hacia el capitalismo asume un carácter irresistible. Las condiciones de los trabajadores chinos en las industrias privatizadas son una reminiscencia de las condiciones descritas por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra o en las novelas de Charles Dickens».
El declive de la teoría se ha visto reflejado en la terminología. Las constantes referencias al «neo-liberalismo» parecieran implicar que hay diferentes tipos de capitalismo – un capitalismo «bueno», el keynesianismo o capitalismo con rostro humano, y otro capitalismo «malo» (el neoliberalismo). De hecho, la crisis del capitalismo hace imposible el reformismo. Los enormes déficits públicos fuerzan a la burguesía atacar los niveles de vida y las concesiones hechas en el pasado en áreas como salud, vivienda y educación. Todos los cubanos son conscientes de la importancia de estas cosas y no sería feliz verlas abolidas bajo el nombre de «socialismo de mercado».
Me pareció que la mayoría (si no todos) de los presentes eran conscientes de que al hablar del modelo chino (o vietnamita), estábamos hablando del capitalismo. Señalé que el llamado “socialismo de mercado” era una contradicción en sus términos. Se puede tener el socialismo o la economía de mercado, pero no se puede tener ambas cosas. Sin embargo, entre algunas capas hay un claro intento de confundir la cuestión, al referirse en términos ambiguos a «una economía de mercado con orientación socialista» – ¡cualquier cosa que eso pueda significar!
El control obrero
El último día, la cuestión central fue debatida finalmente: el futuro de la Revolución Cubana. La sesión fue presidida por Jorge Luis Santana Pérez, quien el primer día había citado las palabras de Rosa Luxemburgo: la única alternativa ante la humanidad son el socialismo o la barbarie.
Hablando desde el auditorio, un economista (no recuerdo su nombre), dijo: «Después de 50 años no estoy en absoluto satisfecho con la forma en que se ha dirigido la economía socialista.
Basta con mirar la agricultura. Hemos estatizado toda la tierra, pero no fuimos capaces de cultivar una gran parte de ella. Vamos a tomar el toro por los cuernos. Hemos cometido un grave error a todos los niveles al copiar el modelo de la URSS. Hemos confundido la propiedad estatal con el control del Estado. El trabajador no tiene control sobre la producción – que es lo que Marx llamó alienación. Se ha hablado mucho acerca de si producimos mercancías para exportar (commodities) o no. Pero tenemos que producir bienes cuyo valor deben reflejar los costos de producción. «
Juan Sánchez Monroe, dijo: «He visto todo esto antes. He oído las mismas discusiones. En Rusia, donde se llevó a cabo la mayor revolución de la historia, había un Partido con 20 millones de personas a la cabeza. Pero, ¿qué pasó? ¿Por qué fue derrocado? Eso ocurrió porque no se pudo lograr la calidad en el área donde era más importante – en los bienes producidos para el consumo humano. – Para satisfacer las necesidades de la gente «
Yo estaba interesado en escuchar lo que diría Camila Piñeiro Harnecker. Puesto que el tema sobre el que ella iba a hablar era Los Riesgos de la expansión de empresas no estatales en la economía cubana y recomendaciones para evitarlos, supuse que haría un alegato en contra de las privatizaciones.
De su contribución por escrito me di cuenta de que Camila se opone a la introducción del capitalismo y del trabajo asalariado, pero encontré algunas partes de su contribución no lo suficientemente claras. Por ejemplo: «A veces es necesario admitir elementos no-públicos, pero esto debe considerarse algo temporal y que hay que superar.» «Las empresas no estatales pueden ser socialistas. Un trabajo colectivo debe ser capaz de dirigir su propia fábrica. Los consumidores también.», etc. Esto se parecía mucho a la promoción de cooperativas, que fácilmente pueden ser un paso hacia la privatización total.
El lado más positivo de este discurso fue el énfasis en el control de los trabajadores: «Los trabajadores deben sentirse motivados, que forman parte del proceso de toma de decisiones.»
Eso es cien por ciento correcto y va al corazón del problema. Pero esto se echó a perder, en mi opinión, por un énfasis excesivo hacia lo «horizontal» (en oposición al control «vertical»). Es una lamentable tendencia de algunos «socialistas del siglo XXI» el hacer hincapié sólo en el control, y no en la propiedad. Pero, por importante que sea la cuestión del control, la cuestión de la propiedad – es decir, las relaciones de propiedad – sigue siendo decisiva. El control obrero, a menos que conduzca a la nacionalización, sólo puede ser una fase transitoria y puede ser realizado sólo parcialmente. En ningún caso puede plantearse como una alternativa a la nacionalización.
La confusión sobre lo que se entiende por control obrero sería desastrosa para Cuba, como lo fue para Yugoslavia. La concepción leninista del control y la gestión obrera no tiene nada en común con el concepto anarcosindicalista por el cual los trabajadores ferroviarios dirigen el ferrocarril, los mineros las minas, etc. Tal noción tendría el efecto de oponer a una fábrica contra la otra, a trabajadores contra trabajadores, a los trabajadores contra los campesinos, a los productores contra los consumidores, y así sucesivamente. Causaría una gran desigualdad.
En tal sistema, los trabajadores de las fábricas más eficientes y productivas estarían mejor que los de las fábricas más antiguas y menos eficientes. Se terminaría por asumir la mentalidad de los propietarios y se actuaría como tales. Con ello se socavaría completamente la planificación central absoluta y se asestaría un golpe fatal a la economía nacionalizada y planificada. Así, este «horizontalismo», a pesar de las buenas intenciones de sus partidarios, lleva directamente al mercado capitalista. Por esta razón mantenemos la firme defensa de la planificación central y de la nacionalización, y nos oponemos implacablemente a cualquier tipo de privatización (a excepción de algunos pequeños comercios y empresas) y al «horizontalismo».
La idea leninista es completamente diferente. Somos los más fervientes defensores de la planificación centralizada, pero esto debe ir acompañado por el control democrático y la administración de la clase obrera a todos los niveles, tanto en la elaboración del plan como en su puesta en práctica. De esta manera, el centralismo y la democracia no son incompatibles, sino completamente inseparables. La voz de los trabajadores se escucharía a todos los niveles del proceso, que implica un flujo libre de información y de comentarios, de «arriba» hacia «abajo» y de «abajo» hacia «arriba».
Cuando hablamos de control obrero no tenemos en cuenta sólo a los trabajadores de una empresa en particular, sino a la clase obrera en general. Toda una serie de cuestiones como la seguridad, las condiciones de trabajo, etc., estarán directamente en manos de los trabajadores, pero el plan general debe ser decidido por el conjunto de la sociedad, lo que debe reflejar los intereses generales y las prioridades de la clase obrera en su conjunto. Eso es lo que queremos decir con la planificación central.
¿Qué pasa si hay un conflicto entre las opiniones de un lugar de trabajo particular y el interés general? En ese caso, este último debe prevalecer sobre el primero; al igual que en toda democracia la minoría debe aceptar la opinión de la mayoría. Una posibilidad sería ejecutar el trabajo sobre la base de un comité tripartito, integrado por un tercio que represente al Estado, un tercio a los sindicatos, y un tercio que sea elegido directamente por los trabajadores. Sin embargo, para que esto tenga éxito, es esencial que tanto los sindicatos como el Estado deban estar bajo el control democrático de la clase obrera.
Hablando desde el auditorio en el curso de este debate, dije:
«Dudé antes de hablar en este debate porque los problemas de la revolución cubana sólo pueden ser resueltos por el pueblo cubano y, en primer lugar, por los comunistas cubanos. Sin embargo, el destino de la Revolución Cubana es una cuestión de gran importancia, no sólo para el pueblo cubano, sino también para los trabajadores de todo el mundo. La liquidación de las conquistas de la Revolución Cubana sería un terrible revés para el movimiento obrero de América Latina e internacionalmente. Hemos visto una catástrofe en Rusia, y ahora China y Vietnam van por el mismo camino. No queremos ver una repetición de esto en Cuba.
«Vamos a hablar con claridad. Hay gente en Cuba a la que le gustaría volver al capitalismo. Ellos piensan que las cosas estarán mejor. Se equivocan. Se dice que las personas no trabajan en Cuba y en una economía de mercado los que trabajan son recompensados y los que no lo hacen son despedidos. Pero eso no es cierto. Cuando los patrones cierran una fábrica no distinguen entre un buen trabajador y uno malo.
Todos por igual son arrojados a la calle. No creo que las cosas no puedan ser peor. ¡Pueden ser mucho peor! ¡No hay que saltar de la sartén al fuego!
«Ahora, vamos al punto: sabemos que el capitalismo es un sistema injusto, inhumano y antieconómico. Por decir poco. Sin embargo, el capitalismo funciona, y ha estado funcionando durante unos doscientos años. Por cierto, no es verdad que no hay planificación en el capitalismo. Toda empresa capitalista funciona bajo un plan. El problema se presenta fuera de la empresa, en la anarquía del mercado, donde todo se decide por el juego ciego de las fuerzas del mercado, por la ley de la oferta y la demanda.
«Se puede decir que el mercado actúa con un control rudo para tratar de poner límites al despilfarro, la corrupción y la ineficiencia. Si una empresa particular, va demasiado lejos en este sentido, se tendrá que cerrar, quedará fuera del negocio por la presión de competidores más eficaces. Pero ¿qué es lo que sucede en una economía socialista planificada? Si todas las grandes empresas son nacionalizadas, ¿cómo podemos evitar la corrupción, el despilfarro, la mala gestión de la burocracia y la ineficiencia? Sólo hay una forma posible: el control consciente de los hombres y mujeres a través del control y la gestión obrera, como Lenin explicó muchas veces».
Jorge Luis Santana, citando La revolución traicionada, señaló el peligro de la restauración capitalista en Cuba:
«Yo me pregunto ¿hasta qué punto nuestras ideas son correctas y realistas? ¿Qué significan hoy el comunismo y el socialismo para el cubano promedio, o para el mundo de hoy? Necesitamos una causa que defender y la esperanza de un futuro para un mundo que está desgarrado por las guerras y las crisis. Necesitamos un análisis profundo de nuestras viejas posiciones, una remodelación completa de las posiciones revolucionarias a escala mundial. Tenemos que innovar, como lo hizo Lenin.»
Discusión en el Instituto de Filosofía
Después de que el taller hubiera terminado me invitaron a dar una conferencia a los profesores y estudiantes del Instituto de Filosofía de La Habana, sobre el tema: ¿por qué cayó la URSS?
Este fue el mismo día en que fue anunciada la convocatoria del Sexto Congreso del Partido. En sus observaciones introductorias, el compañero Jorge Santana dijo: «Cuba es hoy un crisol de ideas y nadie puede decir que Alan Woods no forme parte de esto.»
Considerando que en la conferencia el tiempo disponible para las contribuciones se vio limitada por el gran número de oradores, en esta ocasión pude hablar durante una hora, donde traté de explicar las razones de la caída del estalinismo en la línea de La revolución traicionada y del libro de Ted Grant Rusia, de la revolución a la contrarrevolución.
Lo que me sorprendió positivamente fue el grado de acuerdo entre prácticamente todos los que hablaron. Nadie expresó ninguna diferencia real con el análisis que había proporcionado, incluyendo a veteranos del Partido Comunista. Hubo mucho interés y una animada sesión de preguntas y contribuciones. Éstos son algunos de los comentarios (no siempre fui capaz de obtener los nombres):
«En el PCUS se suponía que había 18 millones de comunistas. Pero no pudieron evitar lo que sucedió. Estaban esperando una dirección desde arriba, pero cuando no llegó se desorientaron»
«Sí, pero si se le preguntara a la gente de hoy, muchos dirían: las cosas eran mejores antes…»
«El gran fracaso fue la falta de libertad para discutir. Esto hizo un gran daño al arte y a la cultura. Era una cultura cerrada y no abierta a las ideas del exterior.»
«Lo que ocurrió en la URSS no era inevitable. Se podría haber evitado. «
Alguien me preguntó acerca de la teoría del capitalismo de Estado, a lo que respondí:
«La llamada teoría del capitalismo de Estado es una teoría que no explica nada. Es un error en lo teórico y un desastre en la práctica. Si se caracteriza a la Unión Soviética como un régimen de capitalismo de Estado, entonces debería aplicársele la ley del movimiento del capitalismo: la existencia de auges y de recesiones en su economía, lo que no fue el caso. Si uno acepta la conclusión de que existe un sistema social llamado capitalismo de Estado, que es totalmente desconocido para el marxismo, una forma de capitalismo que es capaz de proporcionar un largo período de altas tasas de crecimiento y donde no hay desempleo; entonces sería un sistema que es históricamente progresista, ya que desarrolla las fuerzas productivas a un grado inaudito. Esto requeriría una revisión fundamental de todos los postulados básicos del marxismo. Habría que volver a escribir los tres volúmenes de El Capital.
«De hecho, no es necesaria ninguna revisión. En La revolución traicionada Trotsky dio una explicación marxista del fenómeno en las líneas de las ideas clásicas de Marx y Lenin. Este análisis ha resistido la prueba del tiempo.
«Aunque sea superficialmente atractiva, la teoría del capitalismo de Estado fue desastrosa en la práctica. Cuando se enfrentaron a la amenaza de la restauración capitalista actual en Rusia, ¿qué podrían decir los defensores de esta teoría? ¿Que no había prácticamente nada que elegir entre ambas cosas? ¿Que no había ninguna diferencia entre un régimen u otro en el momento en que la propiedad nacionalizada se privatizó? Sólo es necesario formular la pregunta concreta para ver el lío en que nos meten las teorías confusas.»
Me complace señalar que mi más reciente libro Reformismo o revolución ha despertado un gran interés en Cuba. La copia que existe en la biblioteca del Instituto de Filosofía se ha leído tanto que estaba en un estado lamentable, y los pocos ejemplares que pude traer conmigo tuvieron una gran demanda. La editorial Ciencias Sociales, que anteriormente publicó la edición cubana de mi libro Razón y Revolución, ha acordado ahora la publicación de Reformismo o Revolución.
El debate ha comenzado
También hablé en la Universidad de La Habana y en otra reunión de estudiantes latinoamericanos y cubanos. Fui invitado a hablar en la Universidad de Santiago, pero tuve que cancelarla por falta de tiempo. Por la misma razón, no pude hablar en una reunión de estudiantes venezolanos que iba a ser organizada por la Embajada de Venezuela.
De mi breve visita, una cosa está clara: todo el mundo en Cuba tiene una opinión sobre los cambios económicos propuestos por el Congreso del Partido.
Si bien es posible establecer comparaciones con Rusia, también hay diferencias importantes. En 1989, la Revolución de Octubre era un recuerdo lejano para la mayoría de los rusos. Las antiguas tradiciones habían sido enterradas durante décadas por la burocracia. Pero en Cuba la revolución que se llevó a cabo permanece dentro de la memoria viva del pueblo. La mayoría de los cubanos están muy orgullosos de los logros de la Revolución y no estarán dispuestos a rendirse sin luchar. Lo mismo ocurre con los miembros del Partido Comunista, que son dolorosamente conscientes de la catástrofe que la restauración capitalista ha significado para el pueblo de la antigua Unión Soviética y de la Europa del Este.
En conversaciones privadas, muchos me expresaron su firme oposición a cualquier intento de arrastrar a Cuba por el camino capitalista. Juan Sánchez Monroe me dijo: «¿Sabe usted cuánta gente he conocido en Rusia y Europa del Este que se ha suicidado, que se ha ahorcado o que ha puesto una bala en el cerebro? No, nadie habla de esas estadísticas, pero hay muchos. Eso no debe suceder aquí».
El Congreso del Partido es esperado y las expectativas son altas. El futuro de la Revolución cubana es demasiado importante como para que sea decidido por un pequeño grupo. Debe haber un debate a fondo y democrático a todos los niveles, empezando por el Congreso. Este debate ya ha comenzado.
Londres, 21 de noviembre 2010
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