La crisis de la derecha y el gobierno de Castilla y León
Este artículo fue escrito poco antes de la elección de Alberto Núñez Feijóo como nuevo presidente del PP, y tras la formación del gobierno PP-Vox en Castilla y León. En él se analiza que las causas que llevaron a la crisis del PP y a recostarse con Vox no han desaparecido con la elección de Feijóo. El PP y la derecha en general siguen expuestos a crisis e inestabilidad.
En pleno vacío de poder tras la dimisión de Pablo Casado, el PP ha dado un paso enormemente arriesgado firmando un pacto de legislatura y de gobierno con Vox en Castilla y León, por el cual la ultraderecha consigue la presidencia de las Cortes y tres consejerías por especificar. De esta manera el PP da un paso más en su dependencia de Vox y profundiza la crisis que arrastra desde la caída del gobierno de Rajoy.
El pacto con Vox en Castilla y León ha encendido las alarmas en la derecha española y europea, cosechando críticas tanto desde el propio PP, en la persona del presidente de la Junta de Andalucía, como desde el Partido Popular Europeo (PPE), en boca de su presidente, el polaco Donald Tusk. La derecha europea, a instancias de la CDU alemana, ha practicado durante años la política del “cordón sanitario” contra las fuerzas de ultraderecha en aras de unos supuestos valores democráticos compartidos con la socialdemocracia y los liberales. En realidad esto no es más que palabrería hipócrita que esconde las verdaderas razones de esta política: la pelea entre los aparatos de la derecha y la extrema derecha por el control del Estado y, sobre todo, el temor de la clase dominante de que las provocaciones de la ultraderecha pudieran provocar una explosión de la clase trabajadora y la juventud. El paso dado por el PP en Castilla y León pone un enorme signo de interrogación sobre esta táctica y revela la verdadera correlación de fuerzas actual en la derecha.
Contenido
Vox y la crisis de régimen
Consciente de los riesgos y de las posibles repercusiones de tamaña apuesta, el presidente castellano leonés Mañueco ha endilgado cínicamente la responsabilidad del acuerdo con Vox al ya defenestrado Pablo Casado, quien supuestamente le encomendó mantener el gobierno a como diere lugar. Mientras tanto Feijóo, presidente in pectore del partido, guarda un calculado silencio, dejando que sea Juanma Moreno quien ejerza de portavoz de las tesis “moderadas” y más alineadas con la política del “cordón sanitario” del PPE. La realidad es que tampoco el PP andaluz podrá escapar de la obligación de entenderse con Vox; el gobierno de la Junta se sustenta sobre una mayoría ya artificial con Ciudadanos que está destinada a desaparecer en las próximas elecciones.
Uno de los síntomas más agudos de la crisis del régimen del 78 fue la división de la derecha en tres opciones electorales que, durante un corto periodo, han vivido en un equilibrio precario. La crisis del PP, de la que el enfrentamiento Ayuso-Casado y la dimisión de éste último no es más que el penúltimo acto (de momento), no se puede explicar sin conocer el campo minado que, en el aparato del partido y los medios de comunicación de la derecha, dejó la segunda legislatura de Aznar. Tampoco se puede explicar sin comprender el impacto de la crisis económica de 2008 y el que tuvieron los casos de corrupción y las políticas de recortes sociales y de derechos democráticos del gobierno de Rajoy.
La negativa de la izquierda estatal a apoyar el derecho de autodeterminación de Cataluña y a extender la lucha por la república en octubre de 2017 fue lo que hizo posible que la reacción ganara un apoyo de masas entre sectores de las capas medias y de trabajadores atrasados. Debilitado por la resaca de la Gürtel y de la moción de censura que lo desalojó del gobierno, el PP vio amenazada su posición de liderazgo en la derecha por el auge de Ciudadanos y la irrupción de Vox. Pero este mapa de la derecha era enormemente inestable, y finalmente Ciudadanos implosionó por su mimetización cada vez mayor con la extrema derecha.
Fueron las elecciones de noviembre de 2019 las que confirmaron la tendencia hacia la radicalización de la derecha con el hundimiento de Ciudadanos, la relativa recuperación del PP y el auge de Vox. Es una ley que cuando en un mismo espacio político existen diferentes opciones con características parecidas, los votos tienden a concentrarse hacia la opción más fuerte o más pujante, y éste fue el caso en aquellas elecciones. En noviembre de 2019 el PP recuperó terreno y Vox se consolidó como la expresión acabada de la crisis del régimen en la derecha, la expresión de los sectores empresariales y del aparato del Estado que apuestan por una solución de dicha crisis en líneas autoritarias, llevando más lejos el enfrentamiento con las organizaciones de la clase trabajadora y con las aspiraciones de las nacionalidades históricas que ya iniciara el PP de Aznar y Rajoy.
¿Es útil un cordón sanitario contra la extrema derecha?
Vox pone al PP ante el espejo. Es evidente para cualquiera que ambos partidos comparten base social y orígenes comunes, diferenciándose sólo en cuestiones tácticas sobre cómo capear la crisis del régimen. Es por eso que, quieran o no, e independientemente de los llamamientos de buena parte de la prensa y del capital a aislar a la extrema derecha (insistimos, por miedo al efecto que puedan generar sus provocaciones) ambos partidos están condenados a entenderse, y ya lo hacen en cuestiones esenciales tanto en el gobierno de la Comunidad de Madrid como en el de la Región de Murcia y en la propia Andalucía, pese a los golpes de pecho de Juanma Moreno. La entrada de Vox en el gobierno de Castilla y León no hace más que confirmar este hecho.
Lo cierto es que, en la negociación del acuerdo en Castilla y León, el PP ha conseguido embridar a Vox hasta cierto punto. La ultraderecha renuncia a la supresión de subvenciones a partidos y sindicatos, y su cruzada contra la protección de las víctimas de violencia machista ha quedado de momento en meras declaraciones sin impacto legislativo. Estas cuestiones, incluso en una región con poco peso relativo como Castilla y León, serían una clara provocación y una amenaza a la estabilidad del régimen, estabilidad que depende mayormente de los partidos de la izquierda parlamentaria y los sindicatos mayoritarios. La burguesía es plenamente consciente de ello y por eso, en ese momento, se apoya fundamentalmente sobre los dirigentes reformistas del movimiento obrero, como demuestra el acuerdo sobre la reforma laboral.
En cualquier caso, la entrada de la extrema derecha en cualquier gobierno es una mala noticia para el movimiento obrero. Pero no nos engañemos; en tanto que se mantenga a la extrema derecha alejada de la gestión cotidiana de lo público, esta siempre tendrá más margen de crecimiento, podrá reforzar su perfil “rupturista” y llevar a cabo su agitación reaccionaria sin mancharse las manos en la gestión real. Como demuestran las experiencias de Alemania, Francia o Países Bajos, los cordones sanitarios no sirven para frenar a la extrema derecha; lo único que puede ponerle freno es la movilización y la organización independiente de la clase trabajadora y la juventud.
¿Qué hacer?
El pacto en Castilla y León pone a Feijóo bajo una presión enorme ya antes de ser elegido formalmente como presidente del PP. Sus opciones para estabilizar el partido tras la crisis de febrero y para consolidar su propio poder pasan por la capacidad que tenga de mantener a raya a Vox, tanto dentro como fuera de las instituciones. Pero esto no está claro. La letra del acuerdo en Castilla y León, da la impresión que Vox ha rebajado el alcance de sus propuestas más reaccionarias en materia de la mujer y otras. Parece que trataría de dar a partir de ahora una imagen de respetabilidad y de personas de gestión, sintiendo que tiene una base electoral sólida en la parte extrema de la derecha, a fin de avanzar sobre nuevos sectores de la base del PP. El PP, en cambio, va a estar permanentemente bajo foco por haber dado entrada en sus gobiernos a la extrema derecha. De manera que no queda claro que el “giro centrista” que demagógicamente pretende darle Feijóo al partido resulte creíble para los votantes moderados y que sea suficiente para distanciarse políticamente de Vox. La experiencia dirá quien se fortalece a costa de quién
Independientemente del ciclo electoral, el movimiento obrero y juvenil debe prepararse para un nuevo periodo de luchas. La crisis y la especulación que vienen de la mano de la guerra están provocando ya un ataque sobre nuestros salarios y nuestros niveles de vida; con un gobierno de la izquierda, estos ataques se harán sobre la base del acuerdo con los dirigentes sindicales hasta cierto límite; con un gobierno de la derecha, con o sin Vox, tratará de llevar más lejos estos ajustes atacando también a las propias organizaciones del movimiento obrero, como hicieron Aznar y Rajoy. Es imprescindible que encaremos el nuevo ciclo organizados y reforzando la tendencia marxista en el movimiento obrero y la juventud, para resolver la crisis del régimen con su derrocamiento
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