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La hipocresía pestilente del ataque de Trump a Siria

la marina de Estados Unidos puso en marcha una serie de ataques con misiles contra la base aérea de Al Shayrat en la gobernación central de Homs en Siria. Se afirma que siete personas han muerto y que varios aviones de combate han sido dañados.

Sin ningún tipo de indagación y sin ni siquiera molestarse en ir a buscar el respaldo de una institución internacional, en una reversión completa de su posición anterior de no intervenir en Siria, Trump ha puesto en marcha un ataque unilateral contra las fuerzas del gobierno sirio.

La justificación declarada para este ataque ha sido el uso de armas químicas en la ciudad de Jan Shayjún en el noroeste de Siria, una ciudad que estaba en el objetivo de la Fuerza Aérea de Siria. Por supuesto, hay muy poca evidencia de lo que ha sucedido realmente y de quién lo ha hecho. La mayoría de los «expertos» citados en los medios de comunicación occidentales han sido las organizaciones de ayuda como Médicos sin Fronteras, o los Cascos Blancos, una organización ampliamente desacreditada con vínculos con Al Qaeda y con los más variados movimientos islamistas de Siria. De hecho, Jan Shayjún y la gobernación de Idlib a la que pertenece, están controlados por el ala siria de Al Qaeda, llamada Hayat Al-Tahrir Sham (HTS).Toda la información que sale de la región está estrechamente controlada por los islamistas y no hay manera de confirmar nada.

Por supuesto, el régimen de Assad es completamente capaz de llevar a cabo un ataque de ese tipo. Pero en la actual situación no tiene nada que ganar con el uso de armas químicas. Lleva ventaja en la guerra civil, gracias al apoyo de Rusia. Está avanzando sobre el terreno y quedan apenas unos días del inicio de las “conversaciones de paz”, que solidificarán su posición. Representantes de la administración Trump han señalado reiteradamente que ven a Assad como la única fuerza capaz de derrotar a los islamistas y estabilizar Siria. Otro sector de la clase dominante de Estados Unidos, sin embargo, está muy preocupado por esta situación en la que los EEUU están concediendo espacio a Assad y los rusos. Este ala, apoyada por Arabia Saudita, ve la victoria de Assad, Rusia e Irán como una amenaza directa a sus posiciones en la región.

Sus fuerzas títeres, el HTS y sus aliados, han estado en una posición débil desde la recaptura de Alepo en diciembre de 2016. Esto fue claramente revelado hace sólo unas semanas, cuando los grupos respaldados por los saudíes y la CIA en Idlib tuvieron que retirarse rápidamente después de haberse embarcado en una ofensiva a gran escala hacia la ciudad de Hama. Una ofensiva que fue la primera gran ruptura del alto el fuego acordado a nivel nacional por las partes principales implicadas en la guerra, en diciembre pasado. El presente curso de los acontecimientos está beneficiando a los islamistas y sus patrocinadores mucho más que a cualquier otro sector en la guerra. Resumiendo, no hay ninguna prueba definitiva de que el régimen de Assad llevara a cabo este ataque químico. Pero, como siempre, la falta de pruebas nunca ha impedido al imperialismo estadounidense dejar de bombardear.

Las armas químicas son una forma particularmente cruel de guerra. Sin embargo, el uso cínico de este ataque químico por razones de propaganda por los imperialistas ha sido nauseabundo, por decir poco. Como si la barbarie, el asesinato y el saqueo de toda la región no fuera de alguna manera tan malo, hasta que alguien utiliza armas químicas. Como si la guerra sin fin, la muerte de cientos de miles de niños y la destrucción de la base misma de la vida civilizada fuera de alguna manera moralmente aceptable, siempre y cuando esta matanza se realice sólo con espadas, fusiles, bombas, ataques aéreos y sanciones.

Hace tan sólo unas semanas, Occidente respaldó la operación en Mosul que tuvo que ser paralizada después de que más de 200 civiles que estaban escondidos en un sótano murieran en un ataque aéreo estadounidense. La verdadera razón de la pausa no fue tanto porque la gente estaba muriendo, sino porque el pueblo de Mosul, que ha vivido bajo el dominio ISIS los últimos años, es cada vez más hostil hacia las fuerzas iraquíes y de la coalición. Por supuesto, cuando los rusos y los sirios bombardeaban Alepo se derramaban interminables lágrimas de cocodrilo y había condenas sin fin. Pero nadie está hablando de Mosul hoy.

Yemen es otro asunto convenientemente ignorado. 13 millones de hombres, mujeres y niños están siendo deliberadamente condenados a morir de hambre por la podrida monarquía saudí. Las escuelas y los hospitales son bombardeados a diario con bombas de racimo que están al margen de la ley, y que son vendidas a los saudíes por las empresas británicas y estadounidenses. ¿Cuál es el papel del imperialismo británico y estadounidense allí? Apoyo activo logístico, de inteligencia y naval para la guerra y el bloqueo.

Ninguna potencia ha matado a más gente en Oriente Medio que el imperialismo estadounidense. La ocupación de Irak también se basó en las afirmaciones de «fuentes expertas» y en acusaciones de uso de armas químicas y de otras de destrucción masiva que resultaron ser falsas. Según la organización ganadora del premio Nobel Médicos por la Responsabilidad Social, esa intervención condujo directamente a un millón de muertos. Antes de eso, la propia ONU estableció el número de muertes de civiles iraquíes afectados por las sanciones impuestas por EEUU en 1,7 millones. Eso es casi 3 millones de iraquíes muertos por los EEUU desde 1990. ¿Y qué hay del uranio empobrecido utilizado en las dos guerras de Irak? ¿O con las bombas de fósforo blanco lanzadas sobre Faluya por las tropas de Estados Unidos en 2004, y que hasta hoy han dejado una ciudad con altos índices de defectos de nacimiento? En 1996, cuando se le preguntó acerca del medio millón de personas muertas por las sanciones de Estados Unidos en Irak, la entonces Secretaria de Estado Madeleine Albright dijo que “creemos que el precio vale la pena.”

Al embarcarse en su bárbara guerra en Irak, el imperialismo estadounidense ha desestabilizado toda la región. En Siria, los EEUU y sus aliados regionales Turquía, Jordania y Arabia Saudita, intervinieron para secuestrar el movimiento revolucionario inicial y empujarlo hacia un conflicto sectario reaccionario. El apoyo directo e indirecto a Al Qaeda y a otras organizaciones yihadistas reaccionarias ha creado un monstruo de Frankenstein, que perseguirá como una plaga a toda la región, así como a Occidente, durante muchas décadas venideras.

Está claro que para Donald Trump y la clase dominante de Estados Unidos, el destino de los sirios o de cualquier otro pueblo no es importante. Ni tampoco les importa quién ha matado a quién y si se han utilizado armas químicas o no. El repentino cambio en la política de Trump hacia Assad es un giro de 180 grados desde su posición de hace tan sólo unas semanas, cuando afirmaba que la única manera de salir de la crisis en Siria era con un esfuerzo conjunto con Rusia y Assad. Está claro que Trump está bajo presión de sectores de la clase dominante de Estados Unidos que quieren detener su acercamiento con Putin. No es que Trump tenga reparos morales en estar de acuerdo con esto. En este contexto, el ataque químico era una excusa “conveniente” para amoldar a la opinión pública en la preparación de un ataque.

Fue un movimiento cínico y calculado con el único propósito de defender los estrechos intereses de la clase dominante de Estados Unidos y de sus aliados, y para enviar una señal, en particular, a Rusia, de que el imperialismo de Estados Unidos sigue presente «en el juego» de Siria, para dividir la alianza ruso-iraní-Assad y prepararse para negociar el futuro de Assad. Es decir, no es más que una continuación de la guerra civil reaccionaria imperialista en la que el pueblo sirio no conseguirá nada sino más miseria.

Desafortunadamente, una gran parte de la izquierda en Occidente se ha subido al carro y está haciéndose eco de la línea del imperialismo occidental y de los medios de comunicación. Por supuesto no hay nada progresista en el régimen de Assad ni en los juegos sucios de Rusia en Siria. Pero al tratar de oponerse a estas fuerzas, algunos se están poniendo en el mismo campo que la fuerza más reaccionaria en el planeta, la del imperialismo estadounidense. Al colocar apresuradamente su peso detrás del bombardeo de Estados Unidos, parecen olvidar lo que la intervención occidental, sin excepción, ha llevado a la historia de Oriente Medio: más inestabilidad y barbarie. Sin embargo, estos «izquierdistas» no critican a los EEUU por intervenir, ¡sino por no haber intervenido lo suficiente!

La realidad es que, en ausencia de un auténtico movimiento revolucionario basado en la clase obrera, un derrocamiento militar del régimen de Assad apoyado por Occidente significará la invasión de Siria por el ISIS y de los grupos de Al Qaeda apoyados por Occidente, grupos que no tienen desacuerdos importantes de principios con el ISIS. El bárbaro desastre causado por la intervención occidental en Libia debe ser una lección sobre la naturaleza reaccionaria de este tipo de intervenciones. El pueblo sirio es muy consciente de ello y, en todo caso, este ataque va a ayudar a Assad a agruparlo tras de sí.

La única solución real es una posición de clase independiente clara. Para los trabajadores y la juventud en Occidente, que genuinamente quieren acabar con la miseria y la barbarie en Oriente Medio, hay que decir claramente: ¡el enemigo está en casa! Las misma gente que ataca a las clases trabajadoras en Occidente, que impone la violencia de la austeridad, el desempleo y la caída de los niveles de vida en casa, ha estado matando y asesinando a las masas trabajadoras de Oriente Medio durante décadas, si no más.

Los poderes más reaccionarios en Oriente Medio son los del imperialismo occidental y sus aliados, que quieren dominar, poner grilletes y explotar a los pueblos de esa región, y que están dependiendo de las capas y grupos ​​más atrasados y reaccionarios para hacerlo. Sin el apoyo del imperialismo occidental, todos los grupos yihadistas y casi todas las dictaduras reaccionarias de la región se derrumbarían. Al mismo tiempo, no podemos dar ningún tipo de apoyo a los rivales de nuestros propios imperialistas, a Putin, Assad o los mulás de Irán, que están todos más que dispuestos a hacer un trato con aquéllos, siempre y cuando sus propios intereses están protegidos.

La crisis en Oriente Medio es un resultado directo del callejón sin salida del capitalismo mundial. Un sistema anárquico en profunda crisis, que en su «periferia» se hunde en la barbarie. La intervención de Estados Unidos en Siria sólo empeorará las cosas. Lo que se necesita no es ampliar la guerra en Oriente Medio, sino traerla de vuelta a casa, en la forma de lucha de clases contra las clases dominantes. Una clase dirigente que no juega ningún papel productivo, sino que extiende el terror y la destrucción por todas partes.

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