La huelga indefinida de la COB y la condición obrera en Bolivia
El sucesivo ampliado de la COB ha declarado huelga general indefinida hasta que los trabajadores no sean convocados a dialogo por el propio Evo Morales, el único con que aceptarían debatir su pliego petitorio que reivindica aumentos salariales acordes a la canasta básica familiar y una reactivación del aparato productivo entre otros.
Exponentes del gobierno, principalmente el Vicepresidente García Linera y el Ministro de Trabajo Rojas, descalificaron la marcha acusando a la COB de defender “intereses mezquinos y particulares” que alejarían al ente matriz de los trabajadores del resto del pueblo peligrando además al proceso de cambio.
Y, sin embargo, esta línea de desacreditación y ataques políticos parece siempre más impotente frente al evidente proceso de radicalización de los trabajadores. El día siguiente (7 de abril) una aun más masiva y multitudinaria movilización, a la que se sumaron los estudiantes, bloqueó por un día entero la sede de gobierno.
¿Un rayo caído del cielo?
La marcha del miércoles se extendía por aproximadamente 16 cuadras y era encabezada por una muy consistente delegación minera, particularmente de los departamentos de Oruro y Potosí. Como se puede apreciar en el video que incluimos a continuación los mineros dirigieron la multitud hacia la Plaza Murillo rebasando las indicaciones del ejecutivo de la COB Pedro Montes, quien quería llevar la marcha hacia las inmediaciones de la UMSA evitando contactos con la policía.
Esta radicalización del sector minero, criticado por todo lado por haber primeramente apoyado al MAS y luego haber declarado conclusa esta alianza, seguramente es una sorpresa por todos aquellos que en estos años han estado especulando sobre la desideologización de la clase obrera, su “aburguesamiento”, las nuevas emergencias sociales (que, es cierto, son una riqueza de nuestro proceso) que denotarían el carácter particular de la revolución boliviana, en fin aquellos que han antepuesto la búsqueda de nuevas teorías al estudio minucioso y dialectico de la realidad.
El tan alabado desempeño de la macroeconomía nacional ha tenido un precio y a pagarlo ha sido la clase trabajadora del país, como es inevitable sobre base capitalista. Justo hace un año publicamos en nuestra revista El Militante este explicativo cuadro del Instituto Nacional de Estadística que demuestra como en los últimos años la cuota de riqueza nacional aprovechada por el empresariado nacional y las multinacionales haya crecido enormemente mientras decrecía la cuota de la riqueza nacional destinada a salarios y remuneraciones. Esta situación junto a las luchas revolucionaria de los años pasados y las expectativas de cambio que la clase trabajadora ha depositado en el actual gobierno y en Evo Morales representan una receta acabada para la lucha de clase que en la movilización por el salario encuentra un terreno de unidad e impulso para los trabajadores del país.
El papel de los mineros
No sorprende tampoco que los mineros se hayan colocado a la vanguardia de las movilizaciones de estos días, incluso anticipándolas. Los aproximadamente 1300 trabajadores de la principal mina del país – San Cristóbal (Potosí) operada por la multinacional japonesa Sumimoto que por sí solo representa un 30% de todas las exportaciones de Bolivia – están en huelga desde finales de marzo demandando mejores condiciones salariales, de trabajo y de atención médica tras la muerte de un compañero de interior mina. El repunte de la minería ha fortalecido numérica, política y económicamente al proletariado minero boliviano, intensificando pero su explotación salvaje.
En un artículo que publicamos en El Militante n.11 (diciembre de 2010) escribíamos:
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“La mayor explotación se evidencia con un incremento de los ritmos de trabajo por cada trabajador, lo cual es causa de los accidentes. En 2006 cada minero (incluyendo a los cooperativistas) extraía en promedio unas 3,9 toneladas de mineral por año, hoy la cantidad está entre 6 y 8 toneladas por año. Este dato demuestra que las minas y los mineros están trabajando al máximo… En general los mineros trabajan en promedio 3 horas más a la semana respecto a 2005 (Fuente INE). Y sin embargo ni los salarios ni la seguridad laboral ha mejorado como se debe”.
La prensa burguesa, la misma que ataca constantemente el gobierno de Evo Morales, asustada por las millonarias pérdidas causadas por la huelga de los trabajadores de San Cristóbal, ha atacado a los mineros exponiendo al público sus “lujosas” papeletas de pago, de un promedio de 5000 bolivianos. ¡Claro es! Un trabajador que gane 5000 bolivianos no tiene derecho a quejarse ni si el trabajo lo mata y la atención de la opinión pública debe ser dirigida a estas “lujosas” papeletas de pago y no a los 2500 millones de dólares que, descontando un misérrimo 4% que la multinacional deja por impuestos y regalías, fluyen hacia el exterior.
La reorganización del movimiento fabril
Si en la minería (donde la presencia dominante de las multinacionales introduce pequeñas dosis de alta tecnología combinadas con la mayor explotación laboral) las cosas están como describíamos, en la industria manufacturera, espejo del capitalismo nacional boliviano, la condición de los trabajadores es aun peor. Solo un 15% de las empresas manufactureras legalmente establecidas cuentan con un sindicato. Esto quiere decir que en un 85% de las fábricas de Bolivia los aumentos salariales decretados por el gobierno simplemente ni se discuten.
En ausencia de un instrumento de unidad de los trabajadores como el Contrato Nacional Colectivo Obligatorio por categoría – en que mejoras salariales conquistadas en una fabrica beneficien a todo el proletariado industrial – esta situación es utilizada por los empresarios para inculcar competencia entre los trabajadores, manteniendo salarios bajos, atacando los sindicatos conformados y finalmente encubrir con la más alta explotación laboral el más bajo empleo de tecnologías y capitales que es característica de la burguesía nacional.
Solo para citar algunos ejemplos pensamos a lo ocurrido en los años pasados en empresas como la Hilandería Santa Mónica (HSM) de Santa Cruz de la Sierra o en la aceitera ITIKA SA de Villamontes. Son dos ejemplos emblemáticos. El Ministro Rojas declara que objetivo, encomiable, del gobierno es de fortalecer la formación de sindicatos en las empresas privadas.
En la HSM los propietarios declararon una fraudulenta bancarrota para liberarse del sindicato – que ocupó la fábrica – mientras que en ITIKA – empresa que producía el aceite comercializado por el gobierno según “valor de uso” como dice el Vicepresidente (es decir a “precio justo”) – la gerencia licenció a todos los trabajadores que se organizaban en sindicato exigiendo el cumplimiento de los aumentos salariales decretados por el gobierno. En ninguno de los dos casos las autoridades intervinieron resueltamente a lado de los trabajadores, en el caso de la HSM incluso favorecieron la liquidación de la empresa.
Estas son las bases de la reorganización del proletariado fabril boliviano y de su combatividad. El año pasado los trabajadores de PIL ANDINA, empresa productora de leche y derivados, se constituyeron en sindicato. En su primer congreso el SINTRAPIL (Sindicato Trabajadores PIL que aglutina todas las plantas del país) anunció movilizaciones exigiendo respecto a las leyes laborales bolivianas, mejoras salariales y laborales, amenazando nada menos que con una marcha hacia Perú, hacia la sede del grupo Gloria, propietario de PIL ANDINA.
¿Intereses mezquinos?
Ahora bien si esta es la condición de la clase trabajadora del país ¿de qué intereses mezquinos se habla? La economía no es un dato neutro, sobre las masacres sociales que sumariamente describíamos antes se han erigido los resultados macroeconómicos de Bolivia de los últimos años. Los trabajadores, los mineros que lealmente apoyaron al gobierno hasta ahora, los fabriles que votaron masivamente por Evo e incluso lucharon junto a él en las jornadas de la Guerra del Agua en Cochabamba no le darían la espalda tan fácilmente si pudieran ver el fruto de sus sacrificios.
Sin embargo frente a los trabajadores están: un dispararse de los precios maquillado por el Ministro Arce, del cual se pide justamente la renuncia, las enormes ganancias empresariales, la corrupción a todo nivel del aparato estatal que sigue, el oportunismo en la burocracia de partido y de movimientos sociales más interesada a pelear cargos que soluciones. Todo combinado a una crisis de desabastecimiento determinada por el saboteo productivo de multinacionales y empresariado privado que llevó al gasolinazo del pasado diciembre de 2010. ¿Hasta dónde y porque los trabajadores deberían aguantar?
“No estamos peleando para perjudicar el proceso”
Aunque evidentemente en la COB existen corrientes políticas que plantean una oposición clasista e intransigente al gobierno hasta su caída, creemos que el verdadero sentir de los trabajadores lo expresen están declaraciones de dirigentes sindicales. El compañero César Lugo por ejemplo, dirigente de la FSTMB, tras explicar las razones de la movilización de los mineros bolivianos declaraba al diario oficialista Cambio:
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“No estamos contra el Gobierno, tómenlo muy en cuenta en la prensa, que Cambio refleje que los trabajadores no están en contra del Gobierno” (Cambio, edición del 29/3/2011).
Por su parte tras la marcha de ayer el Secretario de Empleo de la COB Nicanor Baltazar enfatizaba a la prensa:
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“No estamos peleando para perjudicar el proceso, más por el contrario, queremos dar una dirección política al Gobierno” (La Razón, edición digital del 7/4/2011).
Que estas declaraciones reflejen el verdadero ambiente entre los trabajadores lo demuestra la disponibilidad al dialogo manifestada por los trabajadores pero solo, exclusiva y directamente con Evo Morales. Sin embargo esta situación todavía favorable no podrá durar por siempre, incluso la más bíblica paciencia tiene su límite, que los ataques a la COB y la clase obrera no hacen nada más que acercar.
La lectura del proceso revolucionario que vive Bolivia es mucho más sencilla de los escritos de cuantos en los últimos años se cimentaron en describirlo. Los estallidos revolucionarios que llevaron al MAS y a Evo Morales al gobierno son fruto de un acumulo de contradicciones, sociales, laborales, de nacionalidades oprimidas etc., que la crisis del capitalismo ha exacerbado. Ahora bien, no se pueden servir a dos amos. Ninguna de estas demandas sociales podrá ser atendida hasta que tierra, bancos privados, minas, fabricas y grandes empresas, es decir todos los recursos con los que cuenta el país, queden en mano privada.
Esto genera caos, saboteo, desabastecimiento y huida de capitales en lo económico, decepción, pesimismo, confusión en la militancia. Cuantos militantes hemos escuchado ya afirmar que tal vez la reducción a 5000 hectáreas de la tenencia de tierra es demasiado penalizadora para los terratenientes y deberíamos aflojar un poco la cuerda, permitirle ganar más. Lo mismo escuchamos a propósito de las multinacionales del gas que, ¡Pobrecitas!, no pueden producir para Bolivia ganando menos de lo que ganarían en mercados internacionales. Sobre esta confusión se elevan aquellos verdaderos infiltrados – como los senadores masistas latifundistas a los cuales se le expropió recientemente 13mil hectáreas – y aquellos burócratas que representan la quinta columna de la burguesía disfrazada de “socialista” y que en cambio velan por privilegios e intereses conquistados con la lucha popular.
Por esto insistimos: no se trata de tiempo. Lo que vivimos hoy en Bolivia es algo ya visto y conocido en el pasado y en la experiencia revolucionaria mundial. El caos económico, la dificultad de la clase trabajadora en hallar una forma para redireccionar el proceso, la crisis capitalista que toca a la puerta de toda los hogares bolivianos en la forma de la falta de empleo y aumento de precios, todo esto pone en marcha una espiral de decepción y desconfianza que más temprano que tarde abre paso a la derecha.
Evo Morales debe escuchar el llamado de los trabajadores y apoyarse en su movilización. Expropiar bajo control de los trabajadores y los campesinos a bancos privados, minas, fábricas, tierra, multinacionales, para satisfacer las demandas sociales y concretar aquella “radicalización de la democracia” que es la única forma para acabar con la corrupción. Hay un apoyo sin precedentes para avanzar en esta dirección, incluso hay 2/3 en la Asamblea Legislativa que el pueblo movilizado otorgó al MAS con el fin de avanzar sin trabas rumbo al socialismo. Nada más que empezar cumpliendo con aquel programa originario del MAS que permitió a este partido conquistar la aplastante mayoría del pueblo trabajador del campo y la ciudad.
Los trabajadores por la unidad revolucionaria del pueblo
La movilización de los trabajadores sigue ampliándose y organizándose. Al calor de este movimiento por el salario se han ido conformando diferentes alianzas intersindicales que reflejan la búsqueda de unidad en el movimiento obrero y su proceso de radicalización. La presión de las bases obligó a un reposicionamiento al dirigente más próximo, aquel Pedro Montes que sirvió más para plantear y defender las posiciones del gobierno en el movimiento obrero que las de los trabajadores frente al gobierno. El primer resultado asegurado de esta lucha son las inevitables repercusiones que tendrá en el Congreso de la COB que se aproxima.
La intensificación de la explotación laboral y la espiral inflacionaria por un lado, las altas ganancias empresariales y el repunte de actividades como construcción y minería por el otro, justifican y legitiman el reclamo salarial; si no ahora ¿cuándo? Pero los reclamos del movimiento obrero no se reducen a esto simplemente. Los trabajadores exigen como dicho a un principio la abrogación del 21060, la reactivación del aparato productivo etc. Esto es muy correcto porque si bien todo el pueblo sufre por el aumento de precios no todo el pueblo podrá beneficiarse de aumentos salariales, ya sean del 10, 20 o 30 por ciento.
La experiencia en la que se va formando la nueva generación del proletariado boliviano desde Octubre de 2003 hasta diciembre de 2010 demuestra claramente cual son las condiciones para que la lucha de los trabajadores tenga éxito; paralizar realmente la economía del país – particularmente en sectores decisivos como la minería – y lograr aunar alrededor de las vanguardias del movimiento obrero a los demás sectores populares afectados por la crisis. Esta es la única estrategia posible de éxito.
Para aunar al pueblo en esta lucha nuestras reivindicación deben salir de cualquier vaguedad y debemos primeramente dotarnos de un programa con que dar dirección política al proceso. A los que nos contestan que el aumento exigido por los trabajadores afectaría las inversiones, entonces a los desocupados y el pueblo en general, contestamos que la plata para nuestro desarrollo está en los bancos privados, en las grandes empresas de todos los rubros, así como la soberanía alimentaria está en la expropiación del latifundio que sigue vigente.
A los que nos dicen que la abrogación del 21060 no es viable porque de este decreto dependen un conjunto de leyes como la Ley de Bancos (que permitió la fraudulenta quiebra de varios bancos como el Unión), de Minería etc. respondemos que si, nosotros queremos la abrogación del 21060, que queremos la abrogación de la Ley de Bancos y Minería y las demás leyes con que se implementó el neoliberalismo y la fluctuación incontrolada de los precios, porque nuestra lucha no fue para defender las ganancias empresariales sino por la justicia social y el socialismo.
Para que nuestras reivindicaciones representen una alternativa que sea percibida como viable por el pueblo afectado por la crisis debemos planteársela concretamente. Lanzando a todas las organizaciones sociales, FEJUVEs, CONAMAQ, CSUTCB etc. propuestas de Frente Único basado en un programa de defensa y profundización hacia el socialismo del proceso y luego organizar asambleas en cada sindicato de base, abiertas al pueblo, para que los sindicatos de base, las CODes y las CORes se conviertan en verdadero canal de expresión y organización de la insatisfacción popular. Nuestro objetivo debe ser ganar la confianza de todos los sectores de base ofreciéndoles un programa y canales reales de participación democrática, como Comités de Lucha y Asambleas Populares. Porque la actual movilización es solo el principio de la verdadera batalla que se juega en el terreno decisivo de todo el proceso revolucionario, el terreno en que se define su rumbo.
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