La segunda oleada de la revolución de Túnez: abajo con Gannouchi – Todo el poder para el pueblo revolucionario
Según la juventud revolucionaria, que ha tomado la iniciativa de estas manifestaciones, en la capital de Túnez marcharon 250.000, y otros 100.000 en otras ciudades (vídeo de la manifestación en Sfax). Una fuente policial en Túnez dijo que la cifra de manifestantes en la capital era de «más de 100.000». La Media Luna Roja dijo que se trataba de «la manifestación más grande desde la caída de Ben Ali».
Los manifestantes marcharon por la avenida Bourghiba y la explanada de la Kasbah, frente a las oficinas del primer ministro. De hecho, Gannouchi ha tenido que pasar al palacio presidencial de Cartago, perseguido por las constantes manifestaciones de la juventud revolucionaria, los trabajadores, los desempleados, etc. Una enorme bandera presidió la manifestación: «Sentada hasta la disolución del Gobierno». Las principales consignas gritadas por las masas eran «Gannouchi, dégage» (Gannouchi, lárgate), «RCD dégage», «Basta de farsas», «¡Qué vergüenza de Gobierno!». Revelando el carácter internacionalista del movimiento también había gritos de «Thawra Túnez, Thawra Masr, Thawra Thawra hatta’l Nasr» («revolución en Túnez, revolución en Egipto, revolución hasta la victoria») y en apoyo de la revolución libia contra Gadafi. (Vídeo, galería de fotos).
Este es un resurgimiento extraordinario del movimiento que muestra que la gran expansión revolucionaria que derrocó al odiado Ben Ali el 14 de enero no se ha disipado. Inmediatamente después de que el pueblo revolucionario había logrado la primera victoria, que costó la vida de muchos mártires, la clase dominante y los políticos del viejo régimen comenzaron a conspirar detrás de las escenas con el fin de asegurarse de que, aunque el dictador se había ido, el régimen permaneciera intacto.
En realidad, el problema al que la clase dominante en Túnez se enfrentó –y todavía se enfrenta– es que Ben Ali no era solo un dictador, sino que su clan familiar dominó completamente todos los aspectos de la vida y particularmente gran parte de la economía. Una limpieza democrática a fondo del viejo régimen representa una amenaza para el conjunto del sistema capitalista.
En primer lugar, crearon un «nuevo» Gobierno de unidad nacional donde todos los ministros claves fueron ministros de Ben Ali, añadiendo unos cuantos partidos de la oposición oficial de «izquierda», un blogero y unos cuantos personajes sindicalistas para darle algo de legitimidad. Las masas, mostrando un fuerte instinto revolucionario, no cayeron en la trampa. En 24 horas, la presión desde abajo obligó al sindicato UGTT a retirarse esta farsa de Gobierno. Una serie de huelgas generales regionales masivas obligaron a Gannouchi a retirar a la mayoría de los ministros de RCD del Gobierno el 27 de enero y luego anunciar la disolución de la propia RCD.
La burocracia de la UGTT después de esto aceptó este Gobierno, pero las masas, una vez más, se negaron. Gannouchi seguía siendo el primer ministro, pero era un destacado representante del viejo régimen. Para colmo de males, el Gobierno nombró nuevos gobernadores regionales con el fin de arrebatar el poder a los diferentes comités revolucionarios que habían surgido durante la revolución y que en la práctica había tomado el poder en las regiones. De estos «nuevos» 24 gobernadores, ¡19 tenían vínculos con el antiguo régimen! Manifestaciones masivas en su contra les obligaron a huir bajo la protección del ejército.
Estas movilizaciones fueron combinadas con una ola de huelgas, paros salvajes, la eliminación física de los gerentes y directores vinculados a Ben Ali en empresas estatales y ministerios, etc. La eliminación de Ben Ali abrió la tapadera de toda la frustración reprimida que se había acumulado durante décadas. La burocracia de la UGTT fue incapaz de detener esta ola de huelgas, pese a los repetidos llamamientos públicos de su secretario general Abdessalem Jerad, que había sido un partidario leal de Ben Alí hasta el final. Fue tan lejos que incluso llegó a decir que los que convocaban las huelgas eran «agentes de la RCD, con la intención de causar el caos» y amenazó con tomar medidas contra las federaciones sindicales que no siguieran las instrucciones de volver al trabajo.
La revolución tunecina comenzó con una combinación de las consignas democráticas, sociales y económicas. La juventud revolucionaria que provocó el movimiento estaba luchando por puestos de trabajo, pan, contra la represión y por dignidad. La eliminación de Ben Ali fue la primera victoria del movimiento, pero ahora quieren soluciones a sus reivindicaciones. Conversaciones vacías sobre una nueva Constitución redactada por un grupo de expertos, la reconstrucción del país todos juntos y los llamados «comités para la protección de la revolución» no les dará puestos de trabajo o pan. Lo que les vuelve especialmente molestos es que todos los símbolos del antiguo régimen siguen vigentes, empezando por el presidente Gannouchi, que el 20 de febrero declaró que todas las manifestaciones serían prohibidas.
El 20 de febrero hubo una manifestación masiva de decenas de miles que marcharon de nuevo a la Kasbah, donde un gran número de jóvenes decidió organizar un nuevo plantón (vídeo). Sus reivindicaciones son claras: una drástica ruptura con el antiguo régimen, la destitución del Gobierno Gannouchi y una Asamblea Constituyente elegida por el pueblo para decidir el futuro del país.
Con el fin de tratar de desviar, una vez más, la atención de las masas, los líderes corruptos de la UGTT, junto con los partidos legales de «izquierda» y las asociaciones de la «sociedad civil» estaban metiendo presión para la formación de un «Consejo para la protección de los Revolución». A pesar de su nombre tan grandilocuente, el cual fue diseñado para intentar engañar a las masas, el objetivo de dicho comité era claro: «dar al nuevo Gobierno su legitimidad», según Khalil Zaouia, líder del Foro Democrático para el Trabajo y las Libertades (FDTL –oposición legal bajo Ben Ali–). La pregunta que surge es, ¿Quién va a componer dicho comité y quién va a elegir a sus miembros?
La idea de los dirigentes de la UGTT y del FDTL era la de ejercer algún tipo de supervisión sobre el Gobierno Gannouchi a fin de que las masas creyeran que sus intereses estaban siendo protegidos. Increíblemente, los dirigentes del Frente 14 de enero aceptaron esta idea (a pesar de que incluía a algunas organizaciones que aceptan el Gobierno), e incluso aceptaron en el Consejo la presencia del partido islamista de derechas Ennahdha.
Inmediatamente, todos los partidos del Gobierno rehusaron tal idea. Ya existe un Gobierno, argumentaron, ¿Por qué debería haber otro cuerpo por encima de él o a su lado para supervisar su labor? El principal problema sigue sin resolverse desde el punto de vista de la clase dominante: ni el Gobierno ni la Comisión ni el Consejo tienen ninguna legitimidad entre las masas, sobre todo porque son completamente incapaces de resolver ninguna de las reivindicaciones urgentes de las masas que llevaron a cabo la revolución.
El Frente 14 de enero, una coalición de izquierda y organizaciones de izquierda nacionalista, el componente principal del cual es el Partido Comunista Obrero de Túnez (PCOT), ha sido incapaz de canalizar el creciente enojo contra el Gobierno Gannouchi. Aunque el Frente tiene un programa avanzado, que exige la caída del Gobierno, una Asamblea Constituyente, la expropiación de los representantes del antiguo régimen y una Convención Nacional Revolucionaria, en realidad no ha tomado ninguna iniciativa de organizar un movimiento para luchar por estas reivindicaciones. El Frente incluso realizó una concentración masiva el 12 de febrero con 8.000 asistentes –un mitin muy impresionante y entusiasta, pero era sólo una concentración: no se decidió nada, no se propuso nada–.
El Frente 14 de enero ha amenazado con convocar una “Convención Nacional en Defensa de la Revolución”. Tal órgano, si se compusiese por representantes elegidos de los comités revolucionarios en las diferentes ciudades, regiones, lugares de trabajo y escuelas, podría sentar las bases para un Gobierno revolucionario que representara la voluntad real del pueblo. Sin embargo, el Frente, y el PCOT como su fuerza principal, simplemente ha hablado de ello, en lugar de realmente convocar dicha reunión. Alma Allende, que ha estado enviando regularmente crónicas de la revolución, describió el siguiente incidente. El 20 de febrero, cuando decenas de miles de personas llenaron la Kasbah y comenzaron la nueva sentada, dos miembros del Frente llegaron «para averiguar quién había organizado la ocupación». «La realidad se mueve más rápido que nosotros», admitieron miembros del Frente. Este es un estado lamentable de las cosas. Un verdadero partido comunista debe demostrar que es digno de su nombre proporcionando liderazgo a las masas. Tener las consignas correctas es una parte importante de liderazgo, pero en una situación revolucionaria, una organización comunista también debe asumir el liderazgo práctico.
Lo más sorprendente es que en esta situación, el pueblo revolucionario, enfrentado a los intentos de todos los partidos políticos legales para engañar a las masas por medio de diferentes trucos, y al fracaso de la izquierda anti-gubernamental para ofrecer una alternativa práctica, haya mantenido semejante nivel de movilización. Esto demuestra un altísimo nivel de conciencia por parte de los trabajadores tunecinos y la juventud revolucionaria.
Empezando con la reocupación de la Kasbah el 20 de febrero, una nueva ola de manifestaciones se ha extendido por Túnez. La participación de los jóvenes ha sido clave, especialmente de los estudiantes de secundaria que han salido, día tras día, por decenas de miles, proporcionando la columna vertebral del movimiento. Todo este trabajo de distribución de panfletos, carteles, de boca en boca, coordinación por Facebook y Twitter (con grupos como Takriz jugando un papel fundamental), ha culminado en la masiva manifestación de hoy. Las manifestaciones han afectado a todo el país y durante la semana ha habido protestas casi diarias en Gabés (21 de febrero), Ben Guerden (21 de febrero), Monastir (21 de febrero), Sfax (22 de febrero), Redeyef (22 de febrero), Kairouan (23 de febrero), Sousse (23 de febrero), Djerba (vídeo) y muchos otros.
La disposición contra Gannouchi por ser un representante del antiguo régimen está muy extendida y arraigada. Una encuesta de opinión el 24 de febrero mostró que el 50,6% de la población estaba descontenta con el Gobierno (y sólo el 33% tenía una opinión favorable). La misma encuesta mostró que el 62% de la gente ponía el desempleo en el primer lugar de su lista de preocupaciones. Aún más revelador es el hecho de que más del 83% no se identifica con ninguna de las partes existentes. Esto demuestra el grado de descrédito de todos los partidos que eran legales bajo Ben Ali, porque la gente, con toda la razón, los identifican como parte de su régimen.
Es interesante notar que el partido islámico Ennahdha fue apoyado sólo por un 3,1% de la gente en esta encuesta, demoliendo la idea promovida por los comentaristas burgueses de que en estos países se trataba de un caso de apoyo a los dictadores pro-occidentales a fin de evitar la llegada del fundamentalismo islámico al poder. El sábado, 19 de febrero también hubo una gran manifestación, con una fuerte presencia de mujeres, defendiendo el carácter laico de la sociedad tunecina.
La movilización de hoy fue impresionante, pero surge la pregunta: ¿Y a continuación qué? El derrocamiento de Ben Ali no se llevó a cabo sólo con manifestaciones masivas, sino con huelgas masivas en todas las regiones. Lo mismo sucedió cuando el movimiento revolucionario obligó a la eliminación de muchos de los ministros de la RCD. Las manifestaciones masivas probablemente no serán suficientes para acabar con Gannouchi. Tienen que ser vinculadas a huelgas regionales que culminen en una huelga nacional que ponga en primer plano la cuestión de «¿Quién gobierna el país: el Gobierno ilegítimo o el pueblo revolucionario?»
El hecho de que la dirección de la UGTT aceptara al segundo Gobierno de Gannouchi no debería engañarnos. Las federaciones regionales y los sindicatos nacionales que representan a la mayoría de la UGTT votaron en contra de la decisión. Es la tarea de los militantes sindicales revolucionarios en todos los niveles del sindicato obligar a una revocación de esa decisión y también iniciar la tarea de limpieza de la propia UGTT de los agentes del antiguo régimen, empezando con Jerad mismo.
Otra cuestión importante que hace falta responder es: si el Gobierno cae, ¿Qué va a sustituirlo? Los comités revolucionarios que ya existen deben reforzarse, extenderse a todos los barrios, lugares de trabajo, escuelas y universidades, darse a sí mismos estructuras y funcionamiento plenamente democráticos, y vinculados a nivel local, regional y nacional a través de representantes elegidos y revocables. En las condiciones actuales, la convocatoria de una asamblea nacional de delegados a partir de los comités revolucionarios podría ser la base para un consejo revolucionario provisional que podría adoptar la tarea de convocar a una Asamblea Constituyente Democrática y Revolucionaria. Tal asamblea sería capaz de decidir el futuro del país de una manera plenamente democrática, barriendo a un lado todas las estructuras del antiguo régimen.
Estos comités revolucionarios, como ya ocurre en muchos lugares, deberían estar a cargo de dirigir la vida diaria y todos los asuntos públicos (prestación de servicios, orden público, movilización, información, etc.). En otras palabras, los comités, como los únicos representantes legítimos del pueblo tunecino, necesitan tomar el poder y echar al Gobierno ilegítimo de Gannouchi.
La tarea de la reorganización revolucionaria de la sociedad tunecina debería comenzar con la confiscación de la riqueza y la propiedad del clan Trabelsi y la renacionalización de todas las empresas privatizadas por el régimen de Ben Ali. Esta riqueza debería ponerse bajo el control democrático de los trabajadores y podría servir de base para un plan masivo de obras públicas, la construcción de hospitales, escuelas, carreteras e infraestructura, que empezaría a abordar los problemas del desempleo y la pobreza.
La revolución de Túnez ya ha servido de inspiración a la ola revolucionaria que se extiende por todo el mundo árabe. Si logra eliminar no sólo al dictador, sino también a todo el edificio del sistema capitalista al que sirvió, entonces su ejemplo sería seguido por millones de trabajadores y jóvenes que por fin eliminarían las cadenas de la explotación y la opresión que los han encadenado durante décadas y siglos.
¡Abajo Gannouchi!
¡Abajo el viejo régimen!
¡Limpieza revolucionario de la UGTT!
¡Huelga general y manifestaciones masivas!
¡Por una convención nacional de los comités revolucionarios para elegir a un consejo provisional revolucionario!
¡Por una Asamblea Constituyente Revolucionaria!
¡Todo el poder para el pueblo revolucionario!
Las últimas noticias de Túnez son que después de las manifestaciones masivas del día de hoy [25 de febrero], el Gobierno Gannouchi ha anunciado que habrá elecciones «a más tardar a mediados de julio». Este es otro intento para desactivar el movimiento revolucionario de los trabajadores y la juventud. El actual Gobierno no tiene legitimidad para convocar a elecciones. Antes de que pueda haber cualquier elección democrática genuina, todas las instituciones del antiguo régimen deben ser dejadas de lado. Los trabajadores y jóvenes tunecinos tienen el derecho a decidir qué tipo de régimen quieren darse a sí mismos, a través de una Asamblea Constituyente Revolucionaria elegida democráticamente. El gobierno de Gannouchi, agitando con una mano la zanahoria de las elecciones, también ha utilizado el palo con el envío de la policía (la misma fuerza policial de Ben Ali) para disparar gases lacrimógenos contra los manifestantes frente al Ministerio del Interior y al ejército para tirar disparos de advertencia.
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