Las elecciones en Venezuela. ¡Derrotemos la contrarrevolución y luchemos por el socialismo!
La revolución se ha venido desarrollando en Venezuela durante más de una década y ha llegado a un punto crítico. El imperialismo y su agente local, la oligarquía venezolana, están empeñados en poner fin a la Revolución Bolivariana. Utilizan constantemente los medios de comunicación prostituidos para llevar a cabo una feroz campaña de difamación, calumnias y desinformación.
Esta campaña ha llegado a niveles sin precedentes. Chávez ha sido descrito como un » populista de cuartel «, un «agitador «, un «instigador» y «un psicópata». Se supone que es un «matón agresivo» que «coquetea con la megalomanía» y cuyo comportamiento «se aproxima a lo paranoico». Anteriormente, se le solía describir como un «dictador» (algunos todavía lo hacen), pero este lenguaje no cuadra muy bien con el hecho bien conocido de que durante los últimos once años ha ganado más elecciones que cualquier otro líder político en el mundo.
Para encajar este hecho desafortunado, se han visto obligados a inventar categorías que antes eran desconocidas en el léxico político. Hablan de una «autocracia elegida». El Financial Times de Londres lo ve como «cada vez más autocrático» y presidiendo algo que describe como una «democracia perversa». Detrás de este lenguaje está el miedo y el odio: el odio de los ricos y poderosos a un hombre que ha despertado a las masas a luchar contra sus opresores y su temor arraigado del poder de estas mismas masas.
Hay muy buena razón por la ferocidad de los ataques contra Venezuela por parte de los imperialistas y sus lacayos en América Latina. Temen con razón que la revolución venezolana no se detenga en las fronteras, sino que se extienda a otros países. Las nacionalizaciones en Venezuela son un ejemplo que otros querrán seguir. Los discursos del Presidente Chávez abogando por el socialismo a escala mundial han hecho sonar la alarma en los pasillos del poder desde Washington a la Ciudad de México y más allá.
La revolución latinoamericana
En la actualidad, Venezuela se encuentra en la primera línea del proceso revolucionario que se está afianzando en toda América Latina. Las políticas radicales de Hugo Chávez, su abierta oposición al imperialismo y sus continuas llamadas a la revolución mundial se han convertido en un faro para todos los luchadores anti-imperialistas en América Latina y en todo el mundo.
Lo que realmente preocupa a los imperialistas es el hecho de que, con el fin de llevar adelante la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez está empezando a tomar medidas contra la propiedad privada, como la nacionalización de empresas y tierras pertenecientes a la oligarquía venezolana y las grandes transnacionales extranjeras. También ha llamado a los obreros a ocupar las fábricas abandonadas por sus patrones y ha introducido elementos de control obrero en las empresas de propiedad estatal.
En el contexto de la crisis del capitalismo, los imperialistas están aterrorizados de que este ejemplo sea seguido en otros países (esto ya está ocurriendo), y que los obreros, no sólo en América Latina sino también en Europa y Estados Unidos, comiencen a reivindicar medidas similares contra las grandes empresas que saquean a los países pobres y explotan a sus trabajadores para extraer enormes beneficios, que dañan el medio ambiente con derrames de petróleo y otras formas de contaminación, y que cierran fábricas como si fueran cajas de cerillas, con el fin de obtener mayores beneficios.
No sería difícil señalar los problemas y deficiencias de la Revolución Bolivariana, que se deben al hecho de que no se ha llevado hasta el final. Pero a pesar de todas sus deficiencias y limitaciones, la revolución venezolana representa un peligro mortal para las clases dominantes.
En toda América Latina las masas están despertando. En el Ecuador hemos tenido la elección de Rafael Correa, de quien se dice que sigue el modelo de Chávez y que contaba con el respaldo de más del 80 por ciento de la población. En Bolivia, Evo Morales, animado por las nacionalizaciones en Venezuela, planteó la cuestión de la nacionalización de los recursos naturales del país y se enfrentó a una rebelión de la oligarquía, que sólo puede resolverse con la acción revolucionaria de las masas.
El dilema del imperialismo
Los estrategas del imperialismo han llegado a las mismas conclusiones que los marxistas: están dadas las condiciones para un movimiento revolucionario general en América Latina que tendrá enormes consecuencias en los Estados Unidos y a escala mundial. El ojo del huracán sigue siendo Venezuela, donde, tras una década de lucha, la revolución está llegando al punto de no retorno. Esto explica por qué el imperialismo estadounidense ha dado nuevos pasos para controlar la situación.
La acusación de que Chávez está llevando a cabo una política agresiva hacia Colombia pone la verdad patas arriba. El acuerdo para el uso de bases militares en Colombia (que ha sido temporalmente paralizado por los tribunales), el golpe de Estado en Honduras, el despliegue de fuerzas militares en Costa Rica y, por último, el intento de establecer nuevas bases militares en Panamá, lo que en la práctica rodearía a Venezuela con una poderosa presencia militar estadounidense, todo demuestra quién es realmente el agresor.
Esto es lo que ha llevado a un rápido deterioro de las relaciones entre Caracas y Bogotá, del que fuimos testigos en agosto. Bajo ciertas condiciones, este conflicto, que a primera vista parece haber amainado, podría conducir a un brote de hostilidades entre Venezuela y Colombia, a la que Washington ha convertido en un campo armado. La formación de una milicia popular y la compra de armas a Rusia no son la expresión de una política exterior agresiva, sino que son exclusivamente medidas defensivas tomadas por Venezuela para contrarrestar las políticas agresivas de los Estados Unidos.
Todo esto demuestra que los imperialistas no han abandonado sus planes para derrocar a Chávez, si fuera necesario por la fuerza. Sin embargo, las opciones del imperialismo en Venezuela son muy limitadas. El imperialismo estadounidense, con toda su riqueza y poderío militar, tiene su margen de maniobra sumamente restringido. En el pasado, no habría dudado en intervenir directamente, enviando a los marines. Pero esto no es posible en la actualidad. Se han visto obligados a abandonar Irak y están involucrados en una guerra impopular e imposible de ganar en Afganistán. Tras el fracaso de la aventura en Irak, la opinión pública en los EE.UU. se vuelve contra la guerra. Por tanto, es poco probable que Washington pudiera iniciar otra aventura militar en América Latina en este momento.
La posibilidad de una intervención militar directa puede que haya disminuido, pero hay muchas otras armas en el arsenal del imperialismo norteamericano. Washington está tratando constantemente de aislar a Venezuela internacionalmente. La aplicación de la presión diplomática, militar y económica para socavar al gobierno de Hugo Chávez es constante. Además de la difamación, queda la opción del asesinato, el cual, sin duda, la CIA ha estado preparando desde hace algún tiempo.
El cristiano evangelista, estafador experimentado y rabioso reaccionario, Pat Robertson, dijo: «Usted sabe, yo no sé de esta doctrina del asesinato, pero si él cree que estamos tratando de asesinarlo, creo que realmente deberíamos ir adelante y hacerlo … Es mucho más barato que iniciar una guerra … y no creo que el suministro de petróleo se detenga». Cuando pronunció estas palabras, tan solo estaba diciendo lo que otros en puestos más poderosos estaban pensando. Y estos pensamientos no han desaparecido.
El asesinato sigue siendo una posibilidad. Pero a pesar de sus evidentes atractivos, lo que el reverendo Robertson propone tiene graves riesgos para el imperialismo estadounidense. A pesar de las opiniones optimistas del Sr. Robertson, el primer resultado sería el corte de suministro de petróleo a los EE.UU.. El asesinato podría causar una oleada de ira y repugnancia en América Latina y en todo el mundo. Probablemente no quedaría una embajada de EE.UU. en pie en toda la región. La amargura contra los EE.UU. duraría durante generaciones y daría lugar a nuevos levantamientos y explosiones.
La preparación de un golpe de Estado parlamentario
Por todas estas razones, Washington se ve obligado a confiar en los mecanismos de «democracia» burguesa en un intento de derrocar a la revolución por medios constitucionales. He aquí la importancia de las elecciones a la Asamblea Nacional de septiembre en Venezuela. Lo que Washington está planeando no es ni más ni menos que un golpe de Estado parlamentario. Su objetivo es liquidar la Revolución Bolivariana, no por la intervención externa, sino basándose en los enemigos internos de la revolución. Para ello, se valdrá de las contradicciones internas de la Revolución Bolivariana y del propio Movimiento Bolivariano.
La oposición está calculando que puede ganar un número considerable de escaños en la nueva Asamblea Nacional, tal vez incluso una mayoría absoluta. Si fuera a ganar la mayoría en la Asamblea Nacional en septiembre, o si fuera a ganar un número considerable de escaños, esto podría marcar el comienzo de una espiral descendente de la Revolución Bolivariana. Las masas pequeño burguesas, que han estado desmoralizadas y pasivas en el pasado reciente, se sentirían alentadas por una victoria electoral y pasarían a la ofensiva.
Si los contrarrevolucionarios tienen éxito el 26 de septiembre, van a utilizar su posición en la Asamblea para sabotear el funcionamiento del gobierno, movilizar a la clase media para salir a la calle y provocar disturbios siempre que sea posible. Incluso si sólo ganaran un tercio de los escaños estarían en condiciones de bloquear determinadas decisiones claves. Provocarían una serie de enfrentamientos entre la Asamblea y el Presidente. Su objetivo final es desestabilizar el país y crear una situación en la que puedan librarse de Chávez, ya sea por medios parlamentarios o extraparlamentarios. La amenaza es muy grave.
Nadie en su sano juicio cree que las decisiones fundamentales sean tomadas mediante las leyes y los parlamentos. En última instancia, todas las decisiones importantes se toman en las calles, en las fábricas, en los pueblos y en los cuarteles del ejército. Pero el parlamento puede desempeñar un papel importante como punto aglutinador, ya sea para las fuerzas de la revolución o de la contrarrevolución. Por eso, el resultado de las elecciones de septiembre es tan importante para el futuro de la revolución.
Si triunfa la contrarrevolución, ¿acaso alguien cree que ésta va a respetar las leyes? La Constitución Bolivariana se suprimiría al día siguiente. Todas las reformas de la última década se revertirían. ¿Y qué pasaría con todos los que apoyaron la revolución? ¿Alguien cree que la oposición contrarrevolucionaria les abrazaría? ¿Acaso los contrarrevolucionarios harían los gestos conciliatorios que Chávez ha hecho a ellos tan a menudo, sin ningún resultado? ¡No! Ellos tienen la misma actitud implacable y vengativa que ha caracterizado a todas las clases dominantes en la historia cuando han derrotado a una revolución, resumida en el dicho romano: ¡Vae Victis! (¡Ay de los vencidos!)
La victoria de la contrarrevolución en Venezuela representaría un duro golpe a la revolución en toda América Latina. Bolivia y Ecuador estarían inmediatamente bajo una terrible presión. La Revolución Cubana, que ya está amenazada por la contrarrevolución capitalista, estaría en mayor peligro que nunca. Los efectos se dejarían sentir a escala mundial, con una nueva ofensiva ideológica de la burguesía contra el socialismo. Es suficiente plantear la cuestión concretamente para entender lo que hay que hacer.
¿Puede tener éxito la contrarrevolución?
¿Es concebible que la oposición pudiera tener éxito en sus planes? Todo obrero y campesino consciente esperará fervientemente que no sea así. Pero en la política, como en la guerra, las esperanzas no son nunca suficientes. No hay nada más peligroso que el tipo de optimismo ciego que se esconde detrás de frases vacías como «la Revolución es irreversible». Es necesario proceder sobre la base, no de esperanzas e ilusiones endulzadas, sino de hechos concretos. Estamos en una guerra, y en una guerra siempre es preferible exagerar la fuerza del enemigo en lugar de subestimarla.
¿Dónde está el principal peligro? Se encuentra en el hecho de que la revolución socialista no se ha llevado a su fin y que la burguesía sigue controlando los puntos clave de la vida económica y social del país. Esto fue señalado por el presidente Chávez en el Congreso Extraordinario del PSUV. Dijo que no puede haber una transición al socialismo en Venezuela, mientras que el Estado burgués de la República siga de pie y sectores clave de la economía sigan en manos de la oligarquía.
Esto fue cien por ciento correcto. Los dos principales obstáculos que se interponen en el camino del avance de la revolución son la propiedad privada de los sectores clave de la economía, y la existencia continuada del Estado burgués. Es imposible mantener esta situación de una llamada economía mixta en la que el elemento capitalista prevalece, porque provoca el desbaratamiento de planes, caos, la escasez de alimentos, la inflación, el cierre de fábricas y la fuga de capitales.
Todas estas cosas tienen un grave efecto sobre las masas. La supervivencia del capitalismo se refleja en una caída del nivel de vida. Es cierto que las masas siguen teniendo fe en Chávez y son leales a la revolución. Pero no hay que abusar de esta lealtad, que no se puede mantener sólo con discursos y exhortaciones. El hecho de que la oposición fue capaz de ganar las elecciones para alcaldes y gobernadores en zonas pobres, como Petare, en noviembre de 2008, ya era una advertencia. Si el gobierno no toma medidas decisivas para resolver las necesidades de las masas, se podría extender la desmoralización que se manifestaría en forma de abstención en las próximas elecciones.
Por otra parte, la supervivencia del viejo Estado y la burocracia representa un peligro mortal para la revolución. La burocracia se opone ferozmente al socialismo y la revolución y está haciendo todo lo posible para sabotearla. Nadie en su sano juicio podría imaginar que es posible avanzar hacia el socialismo, mientras que este monstruo corrupto siga existiendo. Esto fue señalado por Chávez en el Congreso Extraordinario del PSUV, cuando citó El Estado y la revolución, donde Lenin explica que la destrucción del Estado burgués y su sustitución por una democracia obrera es la condición previa para avanzar hacia el socialismo.
Los reformistas no quieren hablar de estos problemas. Ellos usan mil argumentos «inteligentes» para demostrar que la clase obrera no puede ni debe tomar el poder. Consideran que el socialismo es una utopía, mientras que ellos son los realistas. Frente a la arremetida de la contrarrevolución, entierran sus cabezas en la arena como un avestruz asustado y esperan que el peligro desaparezca. Este «realismo» es en realidad el peor tipo de utopía. Representa un peligro muy grave para la revolución.
El Presidente Chávez ha advertido reiteradamente del peligro de la burocracia contrarrevolucionaria, que no es ni más ni menos que la quinta columna de la burguesía dentro de la Revolución y el Movimiento Bolivariano. La deserción reciente del PPT es sólo el último de una larga serie de ejemplos, que demuestra la existencia de esta quinta columna reformista y burocrática. ¿Cuántos más están todavía presentes y dispuestos a traicionar? Si la oposición no gana una mayoría, ¿cuántos diputados «bolivarianos» estarían dispuestos a hacer un trato con ella para crear esa mayoría?
El CMI y las elecciones
¿Cuál es la actitud de la Corriente Marxista Internacional en estas elecciones? Ni que decir tiene que los marxistas pedirán el voto para el PSUV en estas elecciones. Debemos luchar para derrotar a la oposición contrarrevolucionaria. La única manera de lograr este objetivo es movilizando a las masas –la verdadera base y la fuerza motriz de la revolución–. Los obreros y campesinos deben estar motivados y entusiasmados. Pero esto sólo es posible si el PSUV se posiciona claramente y sin ambigüedades a favor de una política socialista y revolucionaria, y la lleva a cabo en la práctica.
Sin embargo, la lucha por el socialismo consiste en una serie de batallas parciales. La revolución no debe dar ni un paso atrás, sino asestar golpe tras golpe contra el enemigo de clase. La tarea más urgente e inmediata es derrotar a la oposición contrarrevolucionaria, para bloquear su intento de volver al poder mediante el uso de los mecanismos democráticos previstos en la Constitución Bolivariana. Hacemos un llamamiento a todos los obreros y campesinos, a los jóvenes, a las mujeres, a los sindicalistas, a todas las fuerzas vivas de la sociedad venezolana a votar por los candidatos del PSUV el 26 de septiembre.
Algunas personas que se autodenominan de «izquierda» o, peor aún, «marxistas» han adoptado una actitud frívola e irresponsable hacia las elecciones de septiembre. Abogan por la abstención o, peor todavía, a unirse a las filas de la oposición contrarrevolucionaria. Se trata de un abandono total de la política revolucionaria. Cuando las líneas de clase están claramente delineadas, y cuando la elección es entre la revolución y la contrarrevolución, el que cruza la línea es culpable de traición.
Desde el comienzo mismo de la revolución venezolana, los marxistas de la CMI han defendido la Revolución, destacando su importancia para los revolucionarios de todo el mundo. Esto lo hicimos cuando muchos autodenominados izquierdistas negaban la existencia de una revolución, y negaron categóricamente la posibilidad de un giro hacia el socialismo. Once años más tarde nuestra postura ha sido completamente confirmada. A pesar de que la revolución no ha dado el paso decisivo hacia el socialismo, es evidente que la idea del socialismo ha ganado el oído de las masas que están luchando para lograr este objetivo.
El fortalecimiento de la corriente marxista dentro de las filas del PSUV, la juventud del PSUV y la UNT sería una poderosa herramienta en el avance de este proceso. Sería la manera de derrotar a la contrarrevolución de una vez por todas mediante la destrucción de su poder económico y completando así la Revolución Socialista de Venezuela. La Corriente Marxista Internacional, organizada en Venezuela en torno al periódico Lucha de Clases está luchando para empujar hacia adelante la revolución, para avanzar hacia la victoria final y decisiva. Pero la victoria final depende del resultado de una serie de batallas parciales. Quienquiera que sea incapaz de defender el terreno conquistado en el pasado nunca será capaz de avanzar a la conquista del poder.
¡Llevemos a cabo la revolución hasta el final!
Al mismo tiempo que defendemos la revolución contra los ataques del imperialismo y la oposición contrarrevolucionaria, los marxistas tenemos el deber de advertir de los peligros en la situación actual. La oposición venezolana contrarrevolucionaria está tratando de aprovecharse de cada error cometido por el gobierno. Problemas no resueltos tales como la vivienda, el crecimiento de la delincuencia y, recientemente, los apagones de la electricidad, están siendo utilizados por la oposición para generar apatía entre las masas que apoyan la revolución.
No es posible detener la revolución a medio camino. No es posible hacer una revolución a medias. Las masas son leales a la revolución, pero no aceptarán permanentemente esta situación. Tarde o temprano debe resolverse. Chávez ha dado pasos importantes hacia delante, pero es necesario terminar el trabajo. Una vez que la revolución venezolana lleve a cabo la tarea de eliminar el latifundismo y el capitalismo, podrá extenderse muy rápidamente a otros países de América Latina. Ese es el auténtico significado de la revolución bolivariana: la necesidad objetiva de unificar el continente dividido de América Latina y elevarlo a un nivel cualitativamente superior de desarrollo de acuerdo con su colosal potencial económico.
El líder socialista español Largo Caballero señaló que no se puede curar el cáncer con una aspirina. Problemas serios exigen soluciones serias. Cuando Abraham Lincoln ganó la Guerra Civil, entendió que no se puede dejar el poder económico en manos del enemigo. Expropió la riqueza de los esclavistas del Sur que hoy tendría un valor de billones de dólares. Al hacer esto, no prestó mucha atención a las sutilezas constitucionales. De hecho, él nunca habría ganado la guerra si hubiera estado obsesionado con las leyes y constituciones.
Hace mucho tiempo, Cicerón escribió la famosa frase: Salus populi est suprema lex (La salvación del pueblo es la ley suprema). Ahora podemos decir, con igual justificación, la salvación de la Revolución es la ley suprema. Evitar que los contrarrevolucionarios ganen el control de la Asamblea Nacional es un paso necesario para impedir la liquidación de las conquistas de los últimos once años. Pero en sí mismo no es suficiente. La única manera de derrotar a la oposición y eliminar la amenaza de la contrarrevolución para siempre es liquidando el poder económico de la oligarquía, expropiando a los terratenientes, banqueros y capitalistas, e introduciendo un plan socialista de producción bajo control obrero democrático.
Los reformistas argumentan que actuar de esta manera sería provocar a los imperialistas y reaccionarios. Eso es absurdo. Los imperialistas y reaccionarios han demostrado con sus acciones que no necesitan ninguna provocación para actuar. Los obreros, campesinos y pobres de Venezuela están mirando hacia Hugo Chávez para llevar a cabo su promesa de hacer irreversible la revolución venezolana. Esto sólo puede hacerse desafiando frontalmente el llamado derecho sagrado de la propiedad privada. A menos que se elimine el poder económico de la oligarquía contrarrevolucionaria, la revolución bolivariana nunca podrá ser victoriosa y las conquistas de la revolución nunca estarán a salvo.
Para aquellos que están hipnotizados por las consideraciones jurídicas, señalamos que hay un mecanismo constitucional que se puede utilizar para este propósito: una ley habilitante para nacionalizar la tierra, los bancos y las principales industrias. Chávez aún tiene el poder formal, una amplia mayoría en la Asamblea Nacional y el mandato popular para llevar a cabo la expropiación de la oligarquía –la condición previa para un movimiento hacia el socialismo–. Pero el momento de actuar es ahora. Mañana será demasiado tarde.
Esta es la única perspectiva posible si queremos poner fin a la dominación del imperialismo estadounidense y mundial sobre América Latina. Pero es una perspectiva que está radicalmente opuesta al nacionalismo. Representa la abolición radical de fronteras que han dividido artificialmente y balcanizado América Latina durante 200 años. Necesariamente, también es una perspectiva anti-capitalista (socialista), ya que sólo se puede lograr mediante una ruptura total con la burguesía. El poder debe pasar a la clase obrera y a sus aliados naturales: los campesinos pobres y los pobres urbanos y semi-proletarios.
La idea de los Estados Unidos Socialistas de América Latina es una idea que puede unir y movilizar a las masas de obreros, campesinos y jóvenes revolucionarios de América Latina, por una lucha frontal contra el imperialismo y el capitalismo. No contiene un solo átomo de utopía, sino que es consecuencia de la necesidad objetiva. Es la consigna del presente que contiene la clave para el futuro.
- ¡Defendamos la Revolución Bolivariana!
- ¡Derrotemos la oposición contrarrevolucionaria!
- ¡Luchemos por una mayoría del PSUV en la Asamblea Nacional!
- ¡Llevemos a cabo el programa de la Revolución Socialista!
Londres, 7 de septiembre 2010
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