Las elecciones municipales y la derrota de la CUP-Capgirem Barcelona: un balance necesario
Las elecciones municipales han conmocionado los equilibrios políticos a nivel estatal, con el resurgimiento del PSOE y ERC y el declive de Unidos Podemos y sus aliados. En Barcelona, la victoria por la mínima de Ernest Maragall contra Ada Colau y la pérdida por parte de la CUP de todos sus concejales supone un cambio importante en la situación política.
Si el ciclo de luchas del 15M llevó a la elección de los «Ayuntamientos del cambio» en el 2015, el ciclo de lucha del referéndum del 1-O ha llevado a la victoria de ERC en las municipales del 2019. El desgaste de los Ayuntamientos del cambio en el poder ha permitido la recuperación del PSC, mientras que el callejón sin salida en que terminó el desafío de octubre catalán ha permitido la recuperación del movimiento por parte de ERC. Se abre una etapa política más sobria dominada por fuerzas del centro-izquierda. La conclusión de este ciclo con este resultado no ha caído del cielo ni era inevitable: se ha debido a la carencia del factor subjetivo, es decir, de ninguna fuerza que pudiera canalizar toda la radicalización y todos los estallidos de rabia de los últimos años hacia el derribo revolucionarios del régimen.
Desde la CUP en particular se debe hacer autocrítica, pues la situación objetiva era inmejorable para nosotros, y no sólo no la hemos aprovechado sino que estamos cayendo en la práctica irrelevancia. Las derrotas no son una tragedia, sino que pueden ser positivas si llevan a una clarificación y permiten superar los errores del pasado. Sacar las lecciones del último periodo es especialmente importante porque este «fin de ciclo» será mucho más breve de lo que podríamos esperar. Se prepara una nueva crisis capitalista mundial cuando las heridas de la última aún no se han curado, y hay que prepararse políticamente con un sentido de urgencia para los trasiegos que vendrán.
Contenido
Los resultados
Las municipales y europeas reproducen en líneas generales los resultados de las elecciones generales del 28A. A pesar de las victorias de la derecha en algunos lugares del Estado (Madrid es el caso más significativo), no se puede hablar de un giro a la derecha. De hecho, en ciudades como Barcelona el resultado global de la izquierda (incluyendo PSC y ERC) es extraordinario. En línea con el 28A, lo que hay es un resurgimiento del PSOE en detrimento de Unidos Podemos y, en Catalunya, de ERC a pesar de JxCat y la CUP (con la excepción del previsible éxito de Puigdemont a las europeas). El principal responsable de la recuperación del PSOE es Unidos Podemos, que des de la caída de Rajoy ha iniciado una política de seguidismo acrítico hacia Pedro Sánchez, implorando ministerios a su gobierno (antes y después del 28A) y haciendo campaña por sus presupuestos. Esto ha desdibujado las diferencias políticas entre el PSOE y UP, le ha dado un barniz de izquierdas a Pedro Sánchez y ha hecho que votantes del PSOE que apoyaron UP en el pasado, ahora, en la medida en que no ven una diferencia significativa, se han agrupado en torno al partido más fuerte, es decir, el PSOE, sobre todo ante la amenaza de Vox. A esto se añade la erosión de los llamados ayuntamientos del cambio, que con sus políticas miedosas y posibilistas han decepcionado a muchos de sus votantes de 2015 (excepto Kichi en Cádiz que confirma la regla).
En Catalunya, el éxito de ERC responde a diferentes tendencias. De un lado, el carisma de Puigdemont no puede detener la crisis de JxCat que el partido de Junqueras ha podido capitalizar. La base moral de los presos políticos también ha dado un empujón a ERC. También es cierto que el campo independentista se ha ensanchado en los últimos dos años al calor de la crisis política abierta por el referéndum de autodeterminación. El eje del nacionalismo catalán se ha movido a la izquierda política y hacia la clase trabajadora socialmente. El independentismo gana votos de la mano de ERC en los barrios obreros, pierde en los barrios ricos. Sin embargo, la causa fundamental del auge de ERC es que su discurso político sobre la cuestión nacional se ha impuesto, al no contar con ninguna fuerza de peso que le cuestionara seriamente. La idea de que hay que ensanchar la base, llegar a pactos con el Estado y relegar la autodeterminación en un futuro borroso ha arraigado entre muchas personas, que intuyen que el 1-O ha quedado atrás. Esta actitud parece más realista y honesta que la demagogia republicana vacía de Quim Torra o del propio Puigdemont. También, hay que decirlo, parece más coherente y seria que las posturas cambiantes y un poco abstractas de la CUP. Así las cosas, ERC parece el partido independentista más coherente dentro del marco político dominante. Esto no quiere decir que el deseo de autodeterminación haya perdido fuerza, de hecho, paradójicamente, tiene más fuerza que nunca; significa que no se ha planteado ninguna alternativa convincente al procesismo, y dentro del procesismo ERC es la fuerza más consecuente.
La CUP y las instituciones
La razón principal por la que los resultados de las municipales deberían preocuparnos no es la pérdida de fuerza institucional. Las instituciones, desde los distritos hasta el parlamento pasando por los ayuntamientos, están encorsetadas por el carácter de clase burgués del Estado y tienen una valía limitada. Sin embargo, las elecciones son importantes como termómetro, que nos permite juzgar el grado de aceptación social que tiene nuestro programa y nuestras consignas y nos ayuda a averiguar cómo evoluciona la conciencia de las masas. La revolución no la harán pequeños grupos de activistas; la hará la clase trabajadora. Nuestra tarea es conquistar la clase, acercarla a nuestro programa. Y en este sentido los resultados de las municipales deberían preocuparnos mucho. Claramente, el grueso de la clase trabajadora no percibe la CUP como una fuerza convincente. No se está acercando a la CUP, se está alejando. Y no es porque la situación general fuera poco favorable.
Las condiciones objetivas de los últimos cuatro años eran inmejorables para la CUP. Por un lado, en Barcelona en el frente social, era claro que el gobierno reformista de izquierdas de Ada Colau, recibido inicialmente con entusiasmo, se erosionaría rápidamente en el poder, y esto permitiría a la CUP postularse como una alternativa verdaderamente luchadora. Por otra parte, en el plano nacional, estaba claro también que ERC y PDECAT claudicarían ante el Estado y frustrarían las esperanzas de los cientos de miles de personas que votaron por JxSí. Esto facilitaría la tarea a la CUP de luchar por la dirección del movimiento independentista.
Un error táctico capital fue la negativa a presentarse a las elecciones generales del 28A. En la medida en que las masas otorgaban mucha importancia e interés en estas elecciones (como muestra la participación de casi un 80% en Catalunya), nosotros teníamos que estar allí, no con ninguna ilusión hacia lo que se podía conseguir en el Congreso los Diputados, sino como una plataforma para hacer agitación de masas contra el régimen y llevar nuestras consignas a los millones de personas que se interesaron. Esto nos habría colocado en una situación mucho más favorable el 26M.
Los Comunes han perdido más de 20.000 votos, pérdida especialmente llamativa en los barrios obreros donde se cimentó su victoria en 2015. La postura equidistante de Ada Colau hacia la autodeterminación y, sobre todo, el incumplimiento de muchas de sus promesas le han pasado factura. Es cierto que el municipio es uno de los ámbitos más estrechos de intervención política, con recursos y competencias muy limitados. Ha sido precisamente el intento de Ada Colau de restringir sus esfuerzos a los despachos del ayuntamiento, obedeciendo la legalidad burguesa, lo que le ha llevado a pisar su programa. Un municipalismo verdaderamente transformador implica llevar la lucha en la calle, emplear el gobierno municipal como herramienta de movilización, y hacer patentes en la práctica los límites de las instituciones burguesas para acometer reformas de calado, haciendo ver que los cambios de verdad pasan por atacar la propiedad privada y la legalidad burguesa. Así pues, a pesar de algunas medidas progresistas positivas llevadas a cabo por los Comunes, las condiciones de vida de la clase trabajadora barcelonesa no han dejado de empeorar en los últimos años al calor de la crisis capitalista, con un aumento de los precios de los alquileres, la precarización del trabajo, la masificación turística, la inseguridad, etc. No enfrentándose al capitalismo, Colau terminó gestionándolo y maquillándose con una vacía fraseología «progre».
Este contexto era ideal para CUP-capgirem, que hace de la desobediencia y el anticapitalismo su eje. Pero para combatir el reformismo no basta con contraponer una línea más radical y punto. En 2015, los Comunes disfrutaban (y hasta cierto punto todavía disfrutan) de un enorme apoyo popular. Había muchas ilusiones. La mejor forma de combatir el reformismo es comprometiéndolo a la práctica, animándole a cumplir sus promesas. Había que coger el programa de Colau, tomar lo que había de positivo, y emplazarla a implementarlo sin dilación, invitando a los Comunes a movilizar conjuntamente sus bases en defensa del programa. Bien planteado, el apoyo crítico de la CUP a Colau habría sido una manzana envenenada, que por un lado habría expuesto sus limitaciones, y por otro habría presentado la CUP como un partido abierto a la colaboración y comprometido con la mejora de las condiciones de vida del pueblo trabajador por encima de las luchas partidistas.
En vez de eso, la política municipal de la CUP-capgirem a menudo ha sido extremadamente intransigente, bloqueando muchas de las medidas de Colau, y a veces (como con la municipalización del agua) con giros inconsecuentes. En el caso del agua la CUP votó en contra porque la Multiconsulta que proponía Colau «no era vinculante» y por tanto era insuficiente. Aunque compartiendo esta crítica, lo cierto es que la imagen que finalmente resaltó fue la de la CUP votando con el PP, CiU, Cs y ERC en contra de una potencial forma de remunicipalización y no la crítica desde la izquierda que se quería llevar a cabo. Lo mismo ocurrió con el Tranvía. ¿No habría sido mejor votar críticamente a favor de estas medidas insuficientes ganando así la atención y el respeto de las masas trabajadoras que tenían ilusiones en el gobierno de Colau para así explicarles nuestra posición? En vez de hacer daño a Colau, esto le permitió justificar sus capitulaciones por la falta de apoyo, acercándose al PSC. Y, lo peor de todo, ha generado la imagen a los ojos de miles de personas de la CUP como una fuerza sectaria y maximalista.
Es notorio que en pueblos y ciudades de toda Catalunya donde la CUP ha hecho una oposición más fraternal, o incluso ha formado bloques con otros movimientos y fuerzas de la izquierda, como en Girona, ha sacado resultados positivos y ha mejorado los de 2015. En cambio, en Barcelona, la CUP ha perdido casi la mitad de los votos, pasando de un 7,4% en 2015 a un 3,89% ahora.
El frente nacional
Desde la traición del 27 de octubre de 2017, ERC y PDECAT giraron bruscamente hacia el autonomismo, escondiéndose tras la “republicana”. Esto era totalmente previsible. En España, el derecho a la autodeterminación es una tarea revolucionaria que partidos miedosos y de carácter pequeñoburgués como ERC y el PDECAT no pueden llevar a cabo. De hecho, si convocaron el referéndum fue por la presión irresistible de las calles (y de la CUP en el parlamento). Correspondía a la CUP, el único partido independentista consiguiente, disputar la dirección del movimiento republicano. Desgraciadamente, durante dos años, 2015-17, la CUP ayudó a generar ilusiones para con JxSí y el papel del Gobierno en general. Era necesario prevenir a las masas que la línea de JxSí llevaba a la catástrofe. Esto no era incompatible con apoyarlos en cuestiones concretas, como la convocatoria del referéndum y la ley de transitoriedad. Pero siempre avisando que con esta dirección el movimiento más tarde o más pronto llegaría a un callejón sin salida. Por otra parte, durante las semanas claves de septiembre y octubre de 2017 la CUP no salió al paso con consignas claras, sino que adoptó una actitud de pasividad. No sólo era necesario azotar despiadadamente JxSí, había que explicar porque iban a derrochar el 1-O, y lanzar consignas de acción que permitieran desbordar el Gobierno, utilizando el crecimiento explosivo de los CDR para centralizar y armarlos políticamente y transformarlos de herramientas de lucha en órganos de poder alternativos, sobre todo de cara al 27 de octubre. Es cierto que después de estos acontecimientos la CUP rompió con el processisme en el plano parlamentario. Pero a partir del 21-D el movimiento republicano entró en reflujo; había perdido la ventana de oportunidad. Y la crítica parlamentaria al proceso no fue acompañada con consignas de acción en la calle y una explicación clara de la situación. Esto permitió ERC imponer su discurso derrotista.
Las tareas urgentes
La situación actual es muy peligrosa para la CUP-capgirem. Pero puede surgir fortalecida. Maragall se comprometerá en el ayuntamiento tanto en el ámbito social como nacional, sobre todo teniendo en cuenta que se acerca una nueva crisis económica. Nuestra tarea debe ser acelerar este proceso. Hay que presionar por un gobierno de la izquierda, de Maragall-Colau y emplazarlo a romper con el régimen del 78 como ambos prometen. Debemos combatir los intentos de formar un bloque unionista de Colau-Valls-Collboni por un lado, y por otro, presionar para que ERC rompa con el JxCat de Trias y Artadi. Esta postura permitirá a la CUP perfilarse como el partido más consecuente tanto en el ámbito social como democrático-nacional, al tiempo que se posicionará a favor de un gobierno más sensible a las presiones de la calle y que podrá desacreditarse al calor los acontecimientos. La ausencia de la CUP en el ayuntamiento dará más tiempo a la militancia para volcarse a las luchas en los barrios e intervenir con personalidad y consignas propias.
Por otra parte, ante la debilidad del gobierno de Quim Torra, unas elecciones autonómicas están a la orden del día a corto plazo. Sería suicida para la CUP abstenerse en esta acometida, como plantean algunos compañeros. Al contrario, se tomará como punto de partida para relanzar el movimiento, haciendo una campaña en líneas de clase, de ruptura con el régimen del 78, exponiendo la adaptación tanto de ERC como de los Comunes a este régimen.
Ha terminado un ciclo de luchas, pero se abrirá uno nuevo antes de lo que pensamos. La recuperación del capitalismo mundial tiene pies de barro, el sistema permanece más inestable que nunca y está tocando fondo. La construcción de un partido por la revolución socialista es más necesaria que nunca. Luchemos para convertir la CUP en este partido.
Puedes enviarnos tus comentarios y opiniones sobre este u otro artículo a: [email protected]
Para conocer más de la OCR, entra en este enlace
Si puedes hacer una donación para ayudarnos a mantener nuestra actividad pulsa aquí