Lecciones de la lucha del metal de Cádiz

El pasado lunes 7 de julio, una asamblea de trabajadores decidió poner fin a la huelga indefinida que los trabajadores del metal de la provincia de Cádiz llevaban manteniendo por un convenio colectivo digno. Han sido 13 días de huelga, movilizaciones y represión policial, desde el 23 de junio al 6 de julio ¿Qué lecciones podemos sacar de esta lucha extraordinaria?

Una lucha heroica

En artículos pasados (22 de junio, 26 de junio y 3 de julio) hemos reseñado el carácter y la envergadura de esta enorme movilización del proletariado industrial gaditano.

En los días previos a la finalización de la huelga, su sostén se hacía cada vez más difícil, tras días de traición abierta por parte de las cúpulas sindicales de UGT y CCOO quienes, desde el 27 de junio (incluso antes por parte de UGT) dejaron a los trabajadores abandonados a su suerte, una vez que éstos rechazaron masivamente el acuerdo suscrito por la dirección de UGT con la patronal FEMCA, en las asambleas.

Los trabajadores del metal demostraron un enorme heroísmo, sosteniendo su lucha con cajas de resistencia y la solidaridad activa de los vecinos en sus barrios y localidades; con manifestaciones, asambleas diarias y piquetes a la entrada de las factorías, y con un gran trabajo de organización y agitación de los compañeros de la CTM y de CGT-Metal.

Las direcciones de los grandes sindicatos dividieron la lucha desde el primer momento, dejando a un lado a los grandes batallones proletarios de Navantia y Airbus en la Bahía de Cádiz, y Acerinox en el Campo de Gibraltar, si bien estos últimos ya protagonizaron una heroica lucha de cerca de 5 meses el pasado año, que también terminó en derrota, dejándolos exhaustos. La excusa fue que este sector no estaba afectado por el convenio provincial del metal al poseer convenios propios de empresa, con mejores condiciones. Es por ello que la huelga se concentró en la industria auxiliar, donde predominan las pequeñas empresas. Al final, ya a comienzos de julio la huelga se había reducido a la Bahía de Cádiz que, no obstante, es el núcleo principal de la industria del metal de la provincia. En los últimos días, sin una perspectiva clara de victoria, pese al sacrificio y entrega de miles de trabajadores, poco a poco el movimiento se fue deshilachando conforme se incrementaban los chantajes y amenazas de cierres de empresas, despidos, etc.

Una derrota que prepara avances en la conciencia

Aunque el movimiento no ha conseguido su objetivo, que era derrotar el acuerdo de UGT con FEMCA, que ya explicamos en artículos anteriores, ha conseguido al menos parar uno de los ataques principales como era un contrato a jóvenes cobrando el 75% del salario.

Hay derrotas y derrotas. La peor de las derrotas es la que se da sin luchar, sobre todo cuando los trabajadores son conscientes de la enorme fuerza que tienen, lo que deja un legado de impotencia, frustración y pérdida de confianza en sí mismos, que puede tardar años recuperarse. Pero las derrotas sufridas tras una lucha llevada hasta el final, durante la que los obreros se agigantan y se hacen conscientes de su papel en la producción en la sociedad, sintiendo su fuerza y la conciencia de que nada se mueve, nada de produce, sin su voluntad de trabajar; donde practican y experimentan la solidaridad a cada paso, donde ejercen como hombres y mujeres libres capaces de determinar su propio destino en asambleas democráticas, movilizaciones de masas y, por momentos, pueden percibir incluso el miedo en sus patrones; esas derrotas dejan una tradición y una referencia de lucha. Son derrotas que se asimilan con ira e indignación, y alimentan un odio de clase que emergerá más concentrado y sólido en las próximas batallas.

Cierto es que esta derrota no ha sido producida solamente en una lucha abierta entre el Capital y el Trabajo, sino que lo más fundamental ha sido la traición abierta de quienes ostentan formalmente la representatividad de los trabajadores, las cúpulas de UGT y CCOO. Eso no pasará en vano.

El Estado burgués, bajo la conducción del ministro del interior “progresista” Marlaska, también se aplicó a su tarea con la represión abierta en los momentos álgidos de la lucha y, ahora, con la represión selectiva cuando ésta ha terminado y los trabajadores no pueden responder como antes, con detenciones arbitrarias de trabajadores destacados por luchar. Se trata de dar un escarmiento. Como dijo un policía en la represión similar que tuvo lugar al final de la huelga indefinida de noviembre de 2021, “esto es para que el pueblo no se venga arriba”.

La lucha deja 25 detenidos, varios de ellos con pedidos de cárcel y fianzas de 85.000 euros para ser dejados en libertad con cargos.

Los trabajadores, sobre todo los más jóvenes, han aprendido más en esta lucha que en años de explotación cotidiana. Han podido ver el papel del Estado, la policía y los jueces, como instrumentos al servicio del capital, lo mismo que la prensa y la radio local venal, tratando de desacreditar la lucha. También han podido comprobar el papel teatral de las comisiones de arbitraje, como el de la Junta de Andalucía al lado de la patronal, etc. Todo eso instala la necesidad de una lucha política, y no solamente sindical, contra todo un sistema organizado para explotar a la clase trabajadora.

¿Qué lecciones sacar?

Dicho todo lo anterior, la lucha deja importantes lecciones. La primera y, más importante, es el papel tapón de las burocracias sindicales de UGT y CCOO. Ellas se apoyan, sobre todo, en las capas superiores de la clase obrera, y dejan abandonados a los trabajadores de las pequeñas empresas. Asumen la filosofía del Capital, que el destino de los asalariados es rendir beneficios a los empresarios y, cuantos más, mejor. La CMT y la CGT han demostrado ser las organizaciones más comprometidas con éstos, por lo que se impone una intensa campaña de organización y afiliación a estas organizaciones que permita una más amplia organización de la clase en este sector, que debería llevar además a una representación mayor en comités de empresa, delegados sindicales, etc.

La segunda lección importante, que se desprende de la anterior, es ser consciente del papel objetivo que UGT y CCOO representan y asumir, guste o no, que por el momento son las organizaciones sindicales más grandes y con más influencia en la clase trabajadora del sector. De lo que se trata es, no tanto de competir en tamaño en el corto plazo, sino de cómo tener un eco y simpatía en sus bases, que debilite las acciones burocráticas y traidoras de sus dirigentes. Eso implica no automarginarse de la vida y las acciones cotidianas de estas organizaciones, y emplazarlas recurrentemente a acciones de frente único como una manera de juntar físicamente a los trabajadores, independientemente del sindicato al que sigan o estén afiliados. Con probabilidad, casi siempre, estas direcciones rechazarán el ofrecimiento, o ni siquiera responderán, pero eso dará autoridad a la CTM y la CGT ante esas bases al dejarles claro que son sus dirigentes quienes se niegan a luchar por reivindicaciones comunes. Las huelgas iniciales, previas a la huelga indefinida, del 18 y 20 de junio fueron convocadas por UGT y CCOO, y aunque la CTM y la CGT llamaron a salir a la lucha, quizás hubiera sido conveniente haber sido parte oficial de dicha convocatoria de huelga para combatir la malévola campaña de los dirigentes de UGT y CCOO que, con mala fe, reprocharon a CTM y CGT no llamar al paro.

La huelga del metal de Cádiz se ha dado en un contexto de otras luchas del metal valerosas y heroicas similares, en otros puntos del Estado. Tal fue el caso del metal de Cantabria o la lucha actual en Navantia Cartagena, que sigue después de 23 días de lucha ejemplar. Como señalamos en nuestro artículo anterior, hubiera sido deseable unificar todos los conflictos en curso, con jornadas de lucha y movilizaciones en los mismos días, con representaciones de trabajadores de los diferentes conflictos presentes en cada lugar, e incluso convocar una jornada de lucha conjunta en un lugar común para dar más visibilidad a los conflictos, etc. Desde luego, quien podía proponer y hacer esto eran CCOO y UGT que tenían la fuerza en todos estos lugares. Quizás para próximos conflictos, aunque la CTM y la CGT no tengan presencia o fuerza suficiente para proponerse esto, podrían hacer un llamamiento enérgico en estas líneas lo que sin duda tendría una enorme simpatía y apoyo en todas las zonas implicadas y podría forzar a las cúpulas de UGT y CCOO a moverse en este sentido o, al menos, a tener que dar la cara para oponerse a ello, desacreditándose en el camino.

Por último, está claro que la subcontratación es una herramienta potentísima de la patronal para dividir y debilitar a los trabajadores. No hay ninguna excusa técnica ni productiva, para que la industria auxiliar no esté integrada formal y jurídicamente, en las grandes empresas del sector, por lo menos una masa grande estas pequeñas empresas que vive exclusivamente de trabajar para aquéllas. Además, una masa laboral más numerosa y con las mismas condiciones de trabajo, multiplicaría por 2 y por 3 la fuerza y el poder latente de la clase obrera en estas zonas. Por tanto, la reivindicación de la integración de la industria auxiliar existente en las grandes compañías como Navantia, Dragados, Airbus, Acerinox, entre otras, podría encontrar un eco importante en el conjunto de los trabajadores del sector. Esta reivindicación podría completarse con otra que plantee que se aplique el mismo convenio y las mismas condiciones a los trabajadores que desarrollan su labor productiva en la empresa matriz, independientemente de la empresa auxiliar a la que pertenezcan. El asunto no es la “practicabilidad” o la probabilidad de conseguir estas reivindicaciones, sino que, siendo justas, necesarias y razonables, actúen como una palanca para agrupar y movilizar a los trabajadores por ellas y ayuden a elevar su nivel de conciencia sobre los límites que tiene el sistema capitalista para satisfacer las necesidades de la clase obrera.

La lucha del metal de Cádiz, independientemente de su resultado, se ha elevado a un nivel más alto que la anterior de noviembre de 2021. Sin duda, la próxima batalla del metal gaditano se encumbrará a una altura aún mayor. La clase obrera se encontrara más preparada y organizada y, para entonces, podamos doblarle el brazo al enemigo de clase y a sus agentes en el movimiento obrero. Esta lucha debemos verla como un eslabón más en la larga lucha de la clase obrera contra el capitalismo en su conjunto, por su emancipación social y por una sociedad socialista.

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