Los acontecimientos políticos en Andalucía y la necesidad de impulsar una fuerza de clase a nivel estatal – Un balance crítico y un emplazamiento a Anticapitalistas
En las últimas semanas hemos asistido a un penoso acontecimiento en Andalucía expresado en la expulsión, posteriormente revertida de forma cautelar, de los compañeros de Anticapitalistas del Grupo Parlamentario de Adelante Andalucía.
Contenido
- 1 IU ofrece apoyar los presupuestos del PP de Andalucía
- 2 Orientarnos en el caos, un balance necesario
- 3 El rol de Anticapitalistas en la crisis de régimen
- 4 La experiencia andaluza
- 5 Lanzar una alternativa de clase con un programa de transición al socialismo
- 6 El eje nacional-territorial
- 7 El camino está abierto
IU ofrece apoyar los presupuestos del PP de Andalucía
La lamentable maniobra burocrático-administrativa de IU-Podemos ante la Mesa del Parlamento, de mayoría derechista, ha sido completada con un desmoralizante ofrecimiento al Gobierno del trifachito por parte de la portavoz del Grupo, miembro de IU, de proponer un acuerdo en los presupuestos a cambio de incluir propuestas de gasto social, precisamente en un momento en que el PP tiene dificultades para alcanzar un acuerdo con VOX tras el enfrentamiento entre las derechas por la Moción de Censura. Simplemente con que Moreno Bonilla dijera que las supuestas medidas sociales presupuestarias serían “estructurales y no sólo para la pandemia” ya habría un principio de entendimiento, afirmó Inmaculada Nieto, empleando fórmulas amables y abiertas hacia el PP. Mientras se escenificaba esta peculiar forma de cretinismo parlamentario, había en curso una tensa reunión de la Mesa del Parlamento donde se estaba tomando en consideración la impugnación de Teresa Rodríguez a su expulsión del Grupo Parlamentario. Podría interpretarse que la ofrenda de Inmaculada podría ser en realidad una petición en favor de que no se diera marcha atrás en la decisión del día anterior.
Orientarnos en el caos, un balance necesario
En mitad de tal desbarajuste, debemos encontrar un método para orientarnos y no caer víctimas de los giros y vericuetos de los detalles de los acontecimientos. Para los marxistas, cuando se expresan en el terreno organizativo enfrentamientos de tan hondo calado, siempre debemos preguntarnos qué representa cada sector en pugna, qué defiende y cómo favorece el avance de la conciencia.
Es evidente que la dirección de IU, desde hace décadas, está instalada en el parlamentarismo más ramplón y burdo. Sus planteamientos más avanzados no pasan, en el mejor de los casos, de la consigna de “mejorar la vida de la gente”, bajo cuyo paraguas se ofrecen a todo tipo de pactos.
Por otro lado, la dirección de Podemos ha asimilado la misma política en un tiempo récord. En apenas un lustro ha pasado de impugnar el régimen a dar cobertura a los trasvases económicos de los bolsillos de los trabajadores a las grandes empresas sin más reflexión que la de que lo importante es que la economía no pare. Hace pocos días, Iglesias afirmó que Podemos lo que quiere es que la “economía de mercado funcione”.
Estas semanas se ha concretado el nuevo acuerdo, con la participación de Podemos, del Pacto de Toledo, que supone asimilar el programa liberal de Escrivá, confirmando el retraso en la edad de jubilación y abriendo la puerta a la privatización de las pensiones. Toda esta operación de acomodación a los límites del régimen ha sido coronada con el giro hacia la defensa de la herencia simbólica de la Transición, es decir, la Constitución. La entrada en el Gobierno significó abiertamente una anulación de la voz propia en pos de la unidad gubernamental. Tal política se ha reflejado en caídas sistemáticas en los apoyos sociales de Podemos en favor del PSOE, que es visto como el mejor bastión para cerrar el paso al PP y a Vox, su escisión ultra.
Este escenario político se combina con una crisis económica y social incluso de mayor calado que la que originó la crisis de 2008. El poder adquisitivo de la clase trabajadora se sitúa en niveles de 1989. Es decir, mientras el malestar social crece, los dirigentes de la izquierda se encuadran en los márgenes del sistema asumiendo todos los vectores principales que marca la burguesía. Esto deja un hueco tangible en la arena política, similar al que existía en 2014 cuando Podemos apareció con un programa radical de crítica a las bases del sistema, dando voz a millones de familias obreras que se sentían políticamente huérfanas. Esto se ha reflejado nítidamente en las últimas elecciones autonómicas, donde las fuerzas nacionalistas de izquierda (BNG y Bildu) concentraron el voto del electorado a la izquierda de la socialdemocracia, desplazando ampliamente a Podemos.
El rol de Anticapitalistas en la crisis de régimen
Anticapitalistas tuvo un protagonismo clave en la fundación de Podemos, y desde los inicios se ubicó como el ala izquierda del movimiento. Esto se reflejó en la elaboración del manifiesto fundacional (“Mover Ficha”) donde los puntos programáticos más radicales vinieron de su mano, entre los que destacaban la nacionalización de la banca y del sector energético, la jubilación a los 60 años, o el derecho a decidir para Catalunya, Euskadi y Galicia. No era un programa socialista acabado, pero al menos señalaba el camino correcto, hacia la necesidad de la propiedad colectiva de los medios de producción, así como avanzar en derechos sociales y democráticos importantes.
Anticapitalistas se distinguió dentro de Podemos en el campo de la agitación en su posición clara a favor de la democracia interna y del protagonismo principal que debían tener los círculos, y contra el burocratismo incipiente que empezaba a darse desde el principio hasta alcanzar un caudillismo bananero vergonzante. Sin embargo, para ser honestos, debe reconocerse que una parte sustancial de los principios programáticos, como la nacionalización de la banca y de la energía, no jugaron un papel destacado en la agitación de masas, ni de Podemos ni de la corriente Anticapitalistas en el seno del mismo. En su lugar, se hablaba de que el Estado creara “ex-novo” sus propias empresas públicas de banca y energía, abandonando las consignas de nacionalización. Anticapitalistas también cedió a la confusión ideológica y a la rebaja del nivel político del movimiento impulsados por la cúpula de Podemos, evitando polemizar con la dirección de Podemos, en los primeros tiempos, en su idea de que había que dejar atrás la “vieja” dicotomía “izquierda y derecha”. Tampoco hubo referencias ni apelaciones directas a la clase trabajadora ni al socialismo.
Creemos que si Anticapitalistas hubiera mantenido una posición más principista dentro de Podemos, en cuanto a programa y agitación, podría haber contribuido a elevar el nivel de conciencia política del movimiento, en líneas socialistas y de clase. De hecho Anticapitalistas, pese a la campaña de acoso que sufrió en el primer año del tándem Iglesias-Errejón, tenía una fuerte base en el movimiento, dirigiendo o codirigiendo en algunos momentos zonas tan importantes como: Andalucía, Baleares, Asturias, Navarra, o Catalunya. En los primeros momentos llegó a copar más del 40% de la dirección en la Comunidad de Madrid, y tenía puntos sólidos en otras partes del Estado. Si se lo hubiera propuesto, podría haber aglutinado una fuerte corriente de izquierdas dentro de Podemos con miles de activistas combativos y honestos que no encontraban su lugar en Podemos y que se marcharon a su casa desmotivados por la deriva socialdemócrata e institucionalista que culminó en la organización.
La experiencia andaluza
Andalucía fue donde Anticapitalistas alcanzó su mayor influencia dentro de Podemos, gracias en parte a la popularidad y al liderazgo de la compañera Teresa Rodríguez. Aquí, mantuvo la dirección del partido hasta su marcha voluntaria hace unos meses. Nuestra valoración de esta experiencia es que, si bien fue la dirección estatal quien imprimió la dinámica en la vida interna e ideológica, con consecuencias nefastas para los círculos en todo el Estado, tampoco vimos grandes diferencias en el funcionamiento cotidiano en Andalucía bajo la dirección regional dominada por Anticapitalistas. Los círculos en Andalucía, como en el resto del Estado, quedaron abandonados a su suerte, sin planes de actividades o de campañas propuestos desde la dirección, sin nexos entre ellos y con el mismo modelo de debate en las asambleas ciudadanas regionales que a nivel estatal, con obstáculos administrativos insalvables para que documentos políticos de los círculos pudieran hacerse oír, y con un asamblearismo telemático y plebiscitario en la elección de los dirigentes.
En el terreno programático también se exhibió bastante moderación, sin plantearse siquiera la idea de la Reforma Agraria, con la expropiación de los latifundios, entre otras.
No cuestionamos la ruptura política de Anticapitalistas con Podemos, pero sí la manera en que fue hecha y los motivos aducidos, tanto a nivel estatal como en Andalucía.
La ruptura estatal, que se hizo escalonadamente por territorios, se produjo un año antes de la formación del gobierno PSOE-UP. En la medida que Anticapitalistas no había delimitado programáticamente de una manera clara con la dirección de Podemos (lo fundamental de las discrepancias que salían a la luz se ceñían a temas de democracia interna), gran parte de la base militante y votante de Podemos no percibió una motivación significativa que la justificase. Por eso pasó sin pena ni gloria, y fue interpretado más bien como una pelea de aparatos, aunque esta apreciación fuera injusta.
En el caso andaluz, a fines del año pasado, sí se expuso una motivación política visible: el acuerdo de gobierno estatal PSOE-UP. Pero esta motivación tampoco fue entendida mayoritariamente en la base andaluza de Podemos ni entre la clase. Primero, porque se partía de la falta de delimitación programática antes mencionada; en segundo lugar, en el momento de la ruptura había un apoyo masivo en la clase trabajadora al gobierno de coalición; en tercer lugar, algo a lo que volveremos luego, el argumento de que Madrid impedía que Podemos Andalucía tuviera independencia organizativa de Podemos estatal tampoco era sentida ni por las bases de Podemos Andalucía ni por sus votantes y ayudaba, no sin razón, a la idea de ser visto como una guerra entre aparatos por el control organizativo sin contenido político. Y, por último, dado el carisma que aún conservaba Teresa Rodríguez en la base de Podemos Andalucía, su abandono de la organización fue vista con desazón y sorpresa por lo que significaba de división e impotencia para la izquierda.
Desde nuestro punto de vista, incluso aunque esta ruptura pudiera justificarse, además de haber lanzado una campaña de explicación programática, a través de la cual se podía haber hecho un llamamiento al debate de las bases, hubiera sido necesaria también una consulta a las mismas, para validar la permanencia de los representantes vinculados a Anticapitalistas en el grupo parlamentario de Adelante Andalucía. Esto hubiera ayudado a una clarificación del fondo de la cuestión, y hubiera sido una buena ocasión para incorporar la participación de la base, que hasta el momento no había dudado en apoyar las posiciones de Teresa Rodríguez. Esto hubiera reforzado su posición frente a los intentos que vemos ahora de la dirección de IU y Podemos de deshacerse de ella y de sus compañeros.
Pese a todo lo señalado, reconocemos que Anticapitalistas ha conquistado por méritos propios una posición en el movimiento, y se postula como una referencia dentro de la izquierda. Sacar lecciones correctas de sus experiencias pasadas, en sus puntos fuertes y en sus puntos débiles, es una condición necesaria en su propósito de servir de instrumento eficiente en la lucha por la transformación social.
Desde la ruptura con Podemos sí vemos toda una serie de cambios positivos. En su página web, Anticapitalistas ha vuelto a rescatar el programa original radical de Podemos y un lenguaje de clase, y se reclama como organización revolucionaria. De lo que se trata es de llevar este programa e ideas a la agitación cotidiana en la calle, en los centros de trabajo, los barrios, las escuelas y la universidad, como manera de aportar para construir y desarrollar el movimiento.
Si existe un vacío político y se ha sido capaz de construir un punto de referencia, es necesario ver cómo usar esta palanca para hacer avanzar el movimiento a través de la intervención, más allá de la presencia en un parlamento y en ayuntamientos.
En nuestra opinión, existen las condiciones para ofrecer una alternativa de izquierdas radical capaz de atraer la participación de miles de luchadores. Si bien es cierto que Podemos presentó su propuesta en la última fase del auge del movimiento 2011-2014, no es menos cierto que la obligación de una alternativa revolucionaria pasa por tener una visión de conjunto del proceso, sin perder de vista que vamos a un escenario de choque brusco entre las clases, preparado ya por las condiciones económicas y sociales.
No obstante, después de conocer las conclusiones del Informe Político de la última Coordinadora Confederal de Anticapitalistas, a fines de septiembre, creemos que los compañeros hacen un diagnóstico unilateral, estático, y algo impresionista, que puede dificultar la puesta en práctica de ese objetivo, haciendo énfasis en la desmoralización, desmovilización y “derrotas políticas”. Así, se dice:
- “La desmovilización, pasividad y cierto desencanto de la base social progresista no se traducen en una radicalización hacia la izquierda, sino, más bien, en un paulatino y apenas perceptible retiro de la escena pública de buena parte de la base social de la izquierda.”
- “Las derrotas políticas afectan también a los movimientos sociales, sobre todo cuando generacionalmente tienen la misma composición de clase. Desde luego, sigue siendo central para nosotras participar y seguir presentes en ellos, con una perspectiva resistencialista (movilizar lo que queda) y a la vez de apertura (ser conscientes de la necesidad de un nuevo impulso).” (énfasis nuestro)
- “No descartamos a medio plazo explosiones sociales o de corte anti-político. Estas ya no serán hegemonizadas por la ex-nueva izquierda. En el caso de las primeras, pueden dar lugar a fenómenos progresivos como los chalecos amarillos. En el caso de las segundas, al auge de populismos de extrema derecha que trasciendan el tradicionalismo de Vox”
- “La crisis nacional-territorial será uno ejes centrales durante los próximos años y una gran oportunidad por construir opciones políticas centradas en el auto-gobierno, entendido como la emancipación directa de la gente trabajadora que vive en un territorio concreto” (énfasis nuestro).
Lo cierto es que en todas partes hay un sentimiento agudo de malestar y de injusticia que por ahora no encuentra un cauce de expresión. Este es, además, un fenómeno internacional, como demostró el maravilloso estallido social en EEUU durante el verano contra la violencia policial racista y otras explosiones, como el más reciente en Polonia contra las leyes anti-aborto. De no ser por la epidemia y la disciplina social que ejerce temporalmente el miedo al contagio, esto se hubiera expresado de manera clara en la calle de manera masiva; y aun así hemos visto destellos de esto en innumerables luchas contra despidos y cierres de fábricas, en las movilizaciones de los trabajadores sanitarios, en el ambiente explosivo de los barrios obreros de Madrid a fines de septiembre contra la escandalosa gestión de la derecha madrileña de la crisis sanitaria, etc. Y también debemos añadir que desde que estalló la epidemia ha habido una labor consciente y decidida de las direcciones de Podemos, de IU y de las centrales sindicales UGT y CCOO de contener y paralizar las luchas populares en las calles, incluso las que se organizaban espontáneamente en muchos barrios obreros contra las provocaciones de la ultraderecha, con el argumento de que “no hay que tensar la calle”.
Nosotros planteamos que, en mitad de esta crisis de múltiples caras, es posible y necesario emerger en estos momentos con un programa radical, concretado en medidas de transición que ayuden conectar las aspiraciones inmediatas con la idea de la transformación revolucionaria de la sociedad, señalando a todos los sectores de la clase dominante (bancos, grandes superficies, sector agrícola, farmacéuticas, sanidad privada, etc.) que se han lucrado en base al empobrecimiento masivo de la población y denunciando los límites de la política económica y social del Gobierno.
El eje nacional-territorial
La visión pesimista del citado documento hecho público sobre las posibilidades inmediatas de organizar el trabajo y la agitación sobre el eje de clase y la propaganda socialista, pintando un cuadro negro sobre la situación del movimiento, sin destacar la acumulación de malestar y frustración que estallará tarde o temprano, hace que los compañeros giren su eje de atención hacia la cuestión nacional-territorial.
Pero este es un eje bastante limitado políticamente, circunscrito a 3 territorios: Catalunya, Euskal Herria y Galiza, que deja fuera al resto de zonas. Hay que decir, además, que el potente movimiento democrático-nacional catalán se alimentó también del malestar social causado por la crisis anterior y que ahora empalma con la nueva crisis. Los compañeros también se deslumbran por el buen resultado electoral de Bildu en Euskadi y el BNG en Galiza, sin apreciar que hasta hace muy pocos años Podemos fue la fuerza determinante en la izquierda en estos territorios, al menos en elecciones de carácter estatal, y también en Catalunya. No parecen advertir que ha sido el giro a la derecha de Podemos, en materia nacional pero sobre todo político-social, lo que ha permitido a Bildu y el BNG recuperar terreno y desplazar al primero, al ser percibidos políticamente más radicales en todos los terrenos.
El eje de intervención para los compañeros pasa “por construir opciones políticas centradas en el auto-gobierno, entendido como la emancipación directa de la gente trabajadora que vive en un territorio concreto”. Es decir, en lugar de aglutinar a la clase trabajadora del Estado, al menos fuera de los territorios de las nacionalidades históricas, se apuesta por su atomización y disgregación en la lucha por un abstracto “autogobierno” en cada zona ¿Pero cómo se podría lograr “la emancipación directa de la gente trabajadora” territorio a territorio, cuando su destino es decidido por la explotación común de la burguesía y del aparato estatal de todo el Estado? Es cierto que la aspiración al “autogobierno” es una fuerza movilizadora en Catalunya y Euskadi, en menor medida en Galiza, y eso debemos tenerlo en cuenta en la táctica, pero en absoluto es el caso fuera de estas zonas.
El caso andaluz, donde parece que más se cifran las esperanzas y apuestas en Anticapitalistas en el giro hacia este eje, está traído por los pelos, cuando los dirigentes andaluces de Anticapitalistas plantean la necesidad de construir un “sujeto andaluz propio”, tratando de crear artificialmente un sentimiento nacional inexistente en Andalucía. A la clase obrera andaluza y a los demás sectores oprimidos en Andalucía, no los moviliza el “soberanismo” sino el desempleo, el atraso estructural, las carencias sanitarias y educativas, o la emigración, que hunden sus raíces en la estructura capitalista atrasada de la región y cuya resolución no pasa en ningún caso por hacer la revolución social dentro de un marco regional, sino estatal, y con una perspectiva internacionalista.
Debemos rehuir en estas zonas del Estado, sin sentimiento nacional propio, de fórmulas abstractas tales como la formación de un “sujeto de carácter identitario de pueblo”, relegando a un segundo plano las consignas netamente de clase. La formación de la conciencia nacional no es un proceso artificial, que puede crearse a voluntad. Como los clásicos explicaron, las naciones se formaron a través de desarrollos económicos e históricos que favorecieron el surgimiento de un espíritu de nacional. La burguesía a lo largo del tiempo ha sabido usar estos sentimientos populares reales para sus pugnas con otros sectores nacionales y para desdibujar en su beneficio político las diferencias de clase en el seno de su propia nación. Pero si esto le ha servido a una clase minoritaria para dotarse de una base de masas en sus luchas, por el contrario, a los trabajadores, que conforman la mayoría numérica y el sector clave para el funcionamiento de la economía, les interesa precisamente poner en el centro las cuestiones que les afectan directamente como clase, conformando un punto de referencia para el resto de sectores oprimidos del pueblo.
En este sentido, las consignas programáticas de transición deben señalar las vías que objetivamente son necesarias tomar, adaptándolas a cada territorio en concreto pero favoreciendo la máxima unidad con la clase obrera de otros territorios, resaltando la necesidad de una solidaridad concertada en la lucha contra el enemigo común; esto es, contra las estructuras del aparato estatal (particularmente en el Estado español) y contra el poder económico concentrado en apenas las mismas 100 familias de hace un siglo: la banca y los sectores estratégicos como la energía, los transportes, las telecomunicaciones, la escasa industria y los especialmente reaccionarios terratenientes andaluces, que no dudan en esclavizar la mano de obra procedente de los países ex-coloniales. Todo con la putrefacta monarquía a la cabeza, a la que hay que combatir basándonos en el rechazo masivo que concita. La propuesta “nacional” fuera de los territorios históricos no pasa de ser una autotrampa, que además requiere, para formar alianzas amplias, de la rebaja del programa para “no crear rechazos”, es decir, de la renuncia explícita a efectuar una crítica radical que conecte con el malestar social general.
Nuestra consigna en el punto de la cuestión nacional es clara: allí donde existe un sentimiento nacional de opresión, nos situamos con el derecho a la autodeterminación. Nuestro criterio de posicionamiento se basa en la evaluación en cada caso de qué aporta más al combate contra el aparato estatal de la burguesía, a la vez que explicamos abiertamente que ninguna independencia colmará las aspiraciones de las masas oprimidas si esta no va acompañada del derrocamiento de las propias clases dominantes nacionales. Es esta la forma de afrontar un aspecto de las contradicciones capitalistas en favor de los intereses de la emancipación de la clase trabajadora, partiendo de las realidades concretas.
El camino está abierto
Los compañeros de Anticapitalistas tienen un gran capital en sus manos, contando con posiciones públicas y algunos referentes destacados y reconocidos. Está al alcance de estos compañeros emplear esta posición para crear una alternativa clara y sin dobleces, como referencia estatal. Con un programa como el que necesitan hoy la clase trabajadora y la juventud, que incluya un llamamiento a las bases de Podemos e IU, estaría abierto el camino para la formación de una organización independiente del control de los aparatos en deriva abierta hacia el social-liberalismo. Contaría con el apoyo entusiasta de miles de activistas y de la simpatía inicial de muchas capas de la población.
Ahora que las limitaciones del Gobierno empiezan a verse por sectores crecientes de la clase trabajadora, sí es el momento. Si a la izquierda del ejecutivo “está la pared”, entonces sí estarán puestas las bases para el regreso de la derecha al gobierno.
Si Anticapitalista insiste en mantener una obcecación institucional en el caso de Andalucía y un discurso de corte territorial aquí y en las demás zonas del Estado, este capital tenderá a devaluarse al calor de los acontecimientos.
Decimos desde estas líneas que se dan las condiciones para poner las bases para lo que más adelante buscará la clase trabajadora en el período siguiente, especialmente una vez se termine el margen que han dado las ayudas procedentes de Europa y se disipe la polvareda levantada por la crisis que todavía no parece guardar relación con la crisis del sistema. Para un movimiento político de este tipo, nuestra organización estaría en disposición de contribuir de forma compañera, junto a otros sectores de la izquierda que quieran sumarse.
La ruptura de los equilibrios sociales a escala planetaria revela la auténtica situación en la que nos encontramos y hacia dónde vamos.
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