Los estudiantes sufren con gastos extras exorbitantes. ¡Defiende la educación pública!
«La educación de todos los niños, desde que puedan prescindir de los primeros cuidados maternos, se hará en establecimientos nacionales y a costa de la nación». Ya en 1848, Marx y Engels señalaban en el Manifiesto Comunista la necesidad vital de una educación gratuita y universal. Pero hoy, más de 170 años después, ¿qué queda de ese principio en el capitalismo español?
La educación pública, que nos venden como un derecho universal, está siendo vaciada desde dentro. Mientras los gobiernos repiten sin descanso consignas sobre igualdad de oportunidades, la realidad golpea diariamente a miles de estudiantes de familias trabajadoras, obligados a decidir entre estudiar o sobrevivir. Esta precarización no es un accidente ni un error de diseño: es la consecuencia inevitable del capitalismo en su afán permanente por mercantilizar cada rincón de nuestra vida.
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El verdadero precio de estudiar
Más allá de la matrícula oficial, las aulas esconden una larga lista de gastos que golpean sin tregua a quienes pretenden formarse. En las carreras artísticas, los sobrecostes son abrumadores: en Bellas Artes, por ejemplo, un solo curso puede exigir hasta 1.000 € en materiales. Lienzos, pinturas, software de edición, arcillas, herramientas y proyectos determinan quién puede continuar y quién queda expulsado por razones económicas.
En las carreras científicas y técnicas, el panorama no mejora. Los estudiantes de Geología, Biología o Ciencias Ambientales deben afrontar campamentos académicos obligatorios cuyos costos alcanzan fácilmente entre 300 y 500 euros al año. Universidades como la UPV/EHU, la UCM o la Universidad de Granada exigen que sean los propios alumnos quienes paguen desplazamientos, alojamientos, dietas y materiales especiales para prácticas que deberían estar cubiertas por la matrícula. En los conservatorios y escuelas musicales, instrumentos costosos, partituras, mantenimiento o incluso el alquiler de salas forman una barrera económica que excluye a la mayoría trabajadora.
La situación no acaba ahí. Los másteres universitarios, cada vez más imprescindibles para optar a empleos dignos, exigen cifras que empujan a los jóvenes al endeudamiento o directamente al abandono. Además, la carga económica indirecta sigue creciendo: transporte, alojamiento (especialmente cuando se estudia fuera del hogar familiar), tasas administrativas y libros que las bibliotecas universitarias ya no cubren.
Las consecuencias de la exclusión educativa
Estos sobrecostes no representan solo una carga económica; son una herramienta brutal de selección clasista. Quien no puede pagar queda fuera. El abandono escolar aumenta, y con él se profundiza la desigualdad social. La narrativa capitalista del esfuerzo y mérito individual se desmonta por completo: la realidad es una carrera desigual en la que unos parten con ventajas económicas y otros cargan con obstáculos insuperables.
A esta exclusión directa se añade la privatización encubierta. Las universidades públicas dependen cada vez más de acuerdos con grandes empresas, establecen tasas progresivas y reparten becas insuficientes que no llegan a cubrir los gastos reales. Las familias trabajadoras se ven obligadas a hacer malabares para garantizar la educación de sus hijos mientras las élites ocupan cada vez más posiciones de poder académico. La supuesta «igualdad de oportunidades» queda expuesta como lo que es: un mito funcional al sistema capitalista.
El capitalismo al desnudo
En el sistema capitalista, la burguesía no provee la educación pública por su bondad para cubrir una necesidad. Solo le interesa formar a las futuras generaciones de la clase obrera hasta el mínimo nivel necesario para que puedan entrar en el mercado laboral y generar plusvalía para ellos. La calidad de la educación pública ha sido logrado por las conquistas de la lucha de la clase obrera y los estudiantes. Entonces, no se trata solo de un problema puntual ni de una política aislada. La mercantilización de la educación es inherente al capitalismo en crisis, que no duda en convertir cada derecho en mercancía para mantener sus tasas de beneficio.
La respuesta necesaria
Frente a la ofensiva del capital contra nuestra educación, no basta con indignarse o esperar cambios desde arriba. Necesitamos una respuesta organizada, firme y revolucionaria. La Organización Comunista Revolucionaria (OCR) ofrece ese espacio: un lugar donde estudiantes, trabajadoras y trabajadores podemos unirnos para defender nuestros derechos con claridad política y compromiso militante.
Solo con una organización revolucionaria podremos dar la batalla contra la mercantilización educativa y avanzar hacia una educación pública verdaderamente gratuita, universal y al servicio de la clase obrera. Sumarse a la OCR es elegir conscientemente organizarse hoy para conquistar mañana lo que por derecho nos pertenece. El futuro será revolucionario, pero depende de nuestra decisión de organizarnos aquí y ahora.
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