Los trabajadores del último gran astillero vasco, la Naval de Sestao, luchan contra el cierre ante la desidia de las instituciones.

Los trabajadores de la Naval se concentraron el jueves 14 frente al Parlamento vasco exigiendo el mantenimiento del astillero y sus puestos de trabajo. Estaban decepcionados por la actitud de las instituciones, el gobierno central, el vasco y la diputación vizcaína, que permiten la ruina de un astillero centenario, con carga de trabajo, con trabajadores muy especializados en la construcción de barcos, grandes dragas, buques gaseros etc. Todo el conocimiento acumulado en décadas de trabajo, de tecnología, de saber hacer y de una red de empresas especializadas en el suministro de servicios a la industria naval de la zona, se perderán y con ello el empleo de miles de trabajadores de  Barakaldo-Sestao.

Esta zona de la margen izquierda, especialmente golpeada por la reconversión industrial en el pasado y con un índice de paro de los más altos de Euskadi, se enfrenta ahora al cierre del astillero, que llegó a tener 7.000 trabajadores hasta los años 80, de los que ahora quedan 177.

Este es el auténtico rostro que muestran los gobiernos central y vasco ante la pérdida de empleos industriales, la falsedad de sus declaraciones públicas cuando afirman defender la industria, el empleo de calidad, industrias estratégicas para el país, pura palabrería barata como hemos visto en el rosario de empresas importantes que han ido cerrando una tras otra, -Arcelor, Fagor, CEL, General Electric, etc-.

Las excusas chuscas de la ministra del gobierno central que afirmó, “no somos un país comunista para nacionalizar industrias”, o las del gobierno vasco arguyendo la prohibición de la Unión Europea, muestran las dos varas de medir existentes, a los trabajadores se les niega el pan y la sal y sin embargo se auxilia a la banca con miles de millones de euros que además no van a devolver. Para hacernos una composición de lugar del mazazo brutal que supuso la reconversión y su impacto en el empleo en esta zona de la margen izquierda, hay que recordar que en terrenos cercanos estaba Altos Hornos de Vizcaya que llegó a tener 11.000 trabajadores.

Estamos ante la crónica de una muerte anunciada, una industria compleja como esta, que necesita inversiones y planificación a largo plazo, que era una industria pública, fue privatizada en 2004, quedando segregados de Izar y Navantia cuatro astilleros, el más grande de ellos la Naval. Fue condenada a la muerte lenta que han provocado los malos gestores actualmente propietarios de la empresa Astilleros de Murueta e IDIE del grupo INGETEAM.

La situación actual para los trabajadores es dramática. La empresa, en concurso de acreedores, concluyó un expediente de rescisión de contratos en el que no hubo acuerdo. La juez de lo mercantil resolverá previsiblemente estos días la rescisión de los contratos según nos comunicó Pedro González, presidente del Comité de Empresa. A partir de ese momento, comenzará la liquidación de la Naval y la posibilidad de que aparezcan inversores que quieran hacerse con el astillero y con un número de trabajadores que les interese y en las condiciones salariales y de trabajo que el inversor imponga.

Algunos de estos trabajadores, 150, muchos de ellos con 30 años o más de antigüedad en el astillero, al provenir de una empresa pública pueden incorporarse en los astilleros de San Fernando-Cádiz o Ferrol, uno a 1000 km y el otro a 700 km de Sestao. Esta solución supone para los trabajadores, mantener el empleo pero a un precio muy alto, desarraigo familiar y social, vivienda, escolarización, etc. La subcontratación, que llega hasta 2000 trabajadores en  cualquiera  de los grandes barcos en construcción no tiene esa oportunidad y sus empleos se perderán definitivamente en la zona.

Cada uno de los problemas laborales, sociales y democráticos que afectan a los trabajadores y sus familias, están relacionados con el capitalismo en crisis, agravados por el débil y reaccionario capitalismo español, y sólo pueden encontrar una solución definitiva, en la lucha conjunta de todos los asalariados por la transformación total de ese sistema caduco y la planificación de las fuerzas productivas para adaptarlas a las auténticas necesidades de la sociedad.

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