Marx versus Bakunin – Cuarta parte
Contenido
La Conferencia de Londres
El Congreso de Basilea en 1869 había decidido que el próximo congreso debía ser en París. Pero ahora (1871), debido a condiciones de feroz represión estatal, el Consejo General decidió celebrar una Conferencia cerrada en Londres, similar a la que tuvo lugar en 1865. Bajo las condiciones generales de reacción, la Conferencia debía tener un carácter secreto. Marx escribió al ruso Utin el 27 de julio de 1871:
«El martes pasado el Consejo General resolvió que no habrá un Congreso este año (en vista de las circunstancias extraordinarias), sino que, como en 1865, debería haber una conferencia privada en Londres. A la cual serán invitadas las diferentes secciones para enviar a sus delegados. La convocatoria de esta Conferencia no debe ser publicado en la prensa. Sus reuniones no serán de carácter público. La Conferencia tendrá que ocuparse, no de cuestiones teóricas, sino exclusivamente de cuestiones organizativas». (Marx a Nikolai Utin, MECW, vol. 44, p. 178.)
La Conferencia de Londres se celebró del 17 al 23 de septiembre, con sólo 23 delegados presentes, entre ellos seis de Bélgica, dos de Suiza y una de España. Trece miembros del Consejo General también estuvieron presentes, pero seis de ellos tenían sólo voto consultivo.
Ésta aprobó una resolución en la que se manifiestaba que la emancipación de la clase obrera sólo podía lograrse si ésta se constituía en un partido político independiente que luchase contra los partidos burgueses. La Conferencia también declaró que los trabajadores alemanes habían cumplido con su deber proletario durante la guerra franco-prusiana. Y rechazó toda responsabilidad por el llamado caso Nechayev[1]. La resolución aprobada sobre la cuestión de la «lucha política» representó una derrota total para los bakuninistas, como podemos ver en los párrafos finales:
«En presencia de una reacción desenfrenada que aplasta violentamente todo esfuerzo de emancipación por parte de los trabajadores, y pretende mantener con la fuerza bruta la distinción de clases y la dominación política de las clases acaudaladas que resultan de ella, …
«Que esta constitución de la clase obrera en un partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y su finalidad última – la abolición de las clases;
«Que la combinación de fuerzas que la clase obrera ya ha realizado por sus luchas económicas deben, al mismo tiempo servir como una palanca para sus luchas contra el poder político de los terratenientes y los capitalistas —
«La Conferencia recuerda a los miembros de la Internacional:
«Que en la lucha de la clase obrera, su movimiento económico y su acción política están indisolublemente unidos.»
El Consejo General estaba convencido de que, a pesar de las protestas de Bakunin, su sociedad secreta, seguía existiendo. La Conferencia aprobó una resolución prohibiendo cualquier organización con un programa independiente que funcionase dentro del cuerpo de la Internacional.
La Conferencia declaró que la cuestión de la Alianza [2] se resolvería, ahora que la sección de Ginebra se había disuelto voluntariamente. Con respecto a las secciones del Jura, la Conferencia ratificó la decisión del Consejo General, reconociendo al Consejo Federal en Ginebra, como al único órgano representativo de los miembros suizos latinos. Se aconsejó a los trabajadores de las secciones del Jura de afiliarse de nuevo al Consejo Federal, en Ginebra. Alternativamente, deberían constituirse como la Federación del Jura.
Además, la Conferencia declaró categóricamente que la Internacional no tenía nada que ver con el Caso Nechayev, y que Nechayev falsamente se había apropiado y utilizado el nombre de la Internacional. Esto iba dirigido contra Bakunin, que era bien conocido por haber estado relacionado con Nechayev durante mucho tiempo. Por último, la Conferencia dejó a discreción del Consejo General para decidir el momento y lugar del próximo congreso o conferencia.
Marx consideraba los resultados de la Conferencia como positivos. Él escribió a Jenny Marx el 23 de septiembre de 1871 con un tono de alivio palpable:
«Finalmente, hoy, la Conferencia está llegando a su fin. Fue un trabajo duro. Sesiones de mañana y tarde, las sesiones de la Comisión enmedio, la audición de los testigos, los informes que se elaboran, y así sucesivamente. Sin embargo, se hizo más que en todos los congresos anteriores juntos, porque no había público frente al cual representar comedias retóricas. » (Marx a MECW, vol. 44, p. 220)
Los ataques contra el Consejo General
La Conferencia de Londres llevó el conflicto con los bakuninistas al punto más álgido. Durante años, el Consejo General tuvo que luchar contra esta conspiración. No se puede probar lo que ocurría a espaldas de los miembros de la Internacional. Marx y Engels tuvieron que soportar la campaña de insultos y calumnias durante casi un año. Por último, a través de las resoluciones de la Conferencia I (2) y (3), IX, XVI y XVII, consumaron el golpe largamente preparado.
Ahora los bakuninistas declararon la guerra abierta contra el Consejo General. Acusaron al Consejo de manipular la Conferencia y de imponer sobre la Internacional el dogma de la necesidad de organizar al proletariado en un partido especial con el propósito de ganar el poder político. Los bakuninistas acusaron a Marx y a sus seguidores de oportunistas que impedían la revolución social. Exigieron otro Congreso, donde esta cuestión se solucionara definitivamente.
En un aluvión de circulares y cartas, los bakuninistas públicamente insultaron a Marx con el lenguaje más sucio y asqueroso. En esta furiosa campaña para desacreditar a Marx y al Consejo General, no dudaron en acusar a Marx de ser un agente de Bismarck. Ellos estaban dispuestos incluso a hacer uso del anti-semitismo.
Bakunin se sintió amenazado por la Resolución XIV, y realizó grandes esfuerzos para conseguir que se iniciara una protesta en contra de la decisión de la Conferencia. Para ello hizo uso de algunos elementos desmoralizados entre los refugiados políticos franceses en Ginebra y Londres. Jugando sin escrúpulos con el sentimiento antialemán de los franceses, Bakunin comparaba a Marx con Bismarck. Sacó el lema de que el Consejo de Ginebra, estaba dominado por el pangermanismo.
Bakunin utilizó los prejuicios nacionales sin escrúpulos. Sostuvo que todos los alemanes sostenían puntos de vista autoritarios, y en repetidas ocasiones comparaba a Marx con Bismarck. También acusó repetidamente a Marx de defender una dictadura universal, y un socialismo «decretado de arriba hacia abajo». Esta acusación no tenía el menor fundamento. Toda su vida Marx insistió en que «la emancipación de las clases trabajadoras sólo puede ser obra de ellas mismas». Pero como dicen los periodistas poco serios: ¿por qué dejar que los hechos arruinen una buena historia? Mentiras y calumnias son las acciones en el comercio de todos los intrigantes. Y si una mentira se repite con suficiente insistencia , algunos la creerán.
Para calumniar a Marx, Bakunin, no se detuvo solo en el racismo y antisemitismo, lo cual utilizó en más de una ocasión. Por ejemplo, escribió en 1872:
«Proudhon comprendió y sintió la libertad mucho mejor que Marx. Proudhon, cuando no trataba con la doctrina y la metafísica, tuvo el instinto verdadero de los revolucionarios – adoraba a Satanás y anunciaba la anarquía. Es posible que Marx podría teóricamente alcanzar un sistema más racional de libertad que el de Proudhon – pero le falta el instinto de Proudhon. Como todo alemán y judío, es autoritario de la cabeza a los pies. De ahí vienen los dos sistemas: el sistema anarquista de Proudhon ampliado y desarrollado por nosotros y liberado de toda su metafísica, idealismo, y su bagage doctrinario, aceptando la materia y la economía social como la base de todo desarrollo de la ciencia y la historia. Y el sistema de Marx, cúspide de la escuela alemana del comunismo autoritario «. (James Joll, los anarquistas, p. 90)
Marx se refiere a todo esto como «las intrigas de este grupo de sinvergüenzas», una descripción que, como se ve, estaba plenamente justificada.
Bakunin tenía una base en Italia y en la región francesa de Suiza. Su base principal estaba entre los relojeros cualificados de la región Suiza del Jura, que estaban empezando a sufrir la competencia de las industrias en desarrollo.
La Conferencia de Londres había dado autoridad al Consejo General de no reconocer a todos los presuntos órganos de la Internacional que, como Progres y Solidarité, en el Jura, discutieran cuestiones internas de la Internacional en público. Los bakuninistas cambiaron el nombre de Solidarité por La Révolution Sociale, que de inmediato inició un feroz ataque contra el Consejo General de la Internacional, al que describió como el «Comité alemán dirigido por un cerebro a la Bismarck».
Esto fue un intento escandaloso para jugar con los prejuicios de los franceses contra los alemanes. Marx escribió a un amigo americano:
«Se refiere al hecho imperdonable de que nací alemán y que, de hecho, ejerzo una influencia intelectual decisiva en el Consejo General. Nota bene: el elemento alemán en el Consejo General es numéricamente dos terceras partes más débil que el inglés y el francés. El crimen es, por tanto, que los elementos inglés y francés están dominados (!) en materia de teoría por el elemento alemán y encuentran este dominio, es decir, la ciencia alemana, útil e incluso indispensable. » (Carta a Bolte)
Los bakuninistas intentaron entonces el truco de cambiar su nombre. El 20 de Octubre la nueva Sección para la Propaganda Revolucionaria Socialista y de Acción apareció en Ginebra y se acercó al Consejo General con una solicitud de afiliación. Después de que el Consejo General había consultado con el Consejo Federal, en Ginebra, la solicitud fue rechazada. Al final, los bakuninistas se erigen como la Federación del Jura. Marx escribió al belga César de Paepe el 24 de noviembre de 1871:
«Por otra parte, habrá la Federación del Jura en Suiza (en otras palabras, los hombres de la Alianza que se esconden detrás de este nombre), Nápoles, posiblemente, España, parte de Bélgica y ciertos grupos de refugiados franceses (que, por cierto, a juzgar por la correspondencia que hemos recibido de Francia, no parecen ejercer una gran influencia allí), y estos formarán el campo contrario. Esta escisión, no un gran peligro en sí misma, sería muy inoportuna en un momento en que debemos marchar hombro con hombro contra el enemigo común. Nuestros adversarios no albergan ilusiones sobre su debilidad, pero cuentan con adquirir mucho apoyo moral de la adhesión del Consejo Federal de Bélgica. » (MECW, vol. 44, p. 264)
Las secciones del Jura organizaron un congreso el 12 de Noviembre en Sonvillier, aunque sólo 9 de las 22 secciones fueron representados por sólo 16 delegados. Sin embargo, para compensar su escaso número, hicieron más ruido que nunca. Expresaron su resentimiento por el hecho de que la Conferencia de Londres los había obligado a ponerse un nombre, pero por razones tácticas, decidieron llamarse a sí mismos en el futuro como la Federación del Jura.
En Suiza, muchos miembros de la Internacional apoyaron la Conferencia de Londres. En diciembre, la hija de Marx, Jenny, escribió a Kugelmann como sigue:
«En Ginebra, ese semillero de intrigantes, un congreso que representa a treinta secciones de la Internacional se ha declarado a favor del Consejo General, ha aprobado una resolución en el sentido de que las facciones separatistas no pueden ser consideradas de ahora en adelante como parte de la Internacional, con sus actos han demostrado claramente que su objetivo es desorganizar la Asociación; que estas secciones, que, bajo otro nombre, son sólo una parte de la vieja facción de la Alianza, mediante la siembra de disensiones, se oponen a los intereses de la Federación. Esta resolución fue votada por unanimidad en una asamblea de 500 miembros. Los bakuninistas que habían recorrido todo el camino desde Neuchatel para estar presentes habrían sido seriamente maltratados, de no haber sido por los hombres a quienes ellos denominaban «de estilo Bismarckiano», Utin, Perret, etc, quienes los rescataron y le pidieron a la Asamblea se les permitieran hablar. (Utin por supuesto, era consciente de que la mejor forma de acabar del todo con ellos era permitiéndoles dar sus discursos. » (Documentos de la Primera Internacional, p. 530, notas)
Sin embargo, en venganza, el Congreso de Sonvillier envió una circular a todas las Federaciones de la Internacional atacando la validez de la Conferencia de Londres y apelando para sus decisiones a un congreso general que debía convocarse tan pronto como fuese posible. Comenzaron a extender el rumor de que la Internacional estaba en una crisis mortal y en una senda decreciente. En su opinión, la AIT (IWA) se había formado como «una enorme protesta en contra de cualquier tipo de autoridad», y que «a cada sección se le debería garantizar total independencia». Argumentaron que el Consejo General era sólo un órgano ejecutivo, pero ahora los miembros tenían una confianza ciega en él. Como resultado, el Congreso de Basilea había dado la autoridad al Consejo General para aceptar, rechazar o disolver las secciones, a la espera de la aprobación del próximo congreso.
Lo que el autor de la circular (Guillaume) no mencionó fue que esta decisión se adoptó después de que Bakunin había hablado entusiásticamente en su favor, y que Guillaume había estado totalmente de acuerdo con esto. La razón era muy simple: los bakuninistas, que estaban fuertemente representados en Basilea, creían que el Consejo General iba a ser trasladado a Ginebra, y que podrían controlarlo. Por lo general, las tendencias «anti-autoritarias» estan sólo contra la autoridad cuando están en minoría. Cuando están en la mayoría, son invariablemente los déspotas y los matones.
«Anti-autoritarismo»
El Congreso de los Dieciséis procedió a «reorganizar» la Internacional atacando a la Conferencia y al Consejo General en una «circular a todas las Federaciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores». La circular Sonvillier usó argumentos demagógicos para «probar» el carácter dictatorial del Consejo General, que había consistido en los mismos hombres que se habían reunido en el mismo lugar durante cinco años. Esto fue citado como prueba de que el Consejo General se consideraba ahora a sí mismo como el «cerebro» (Bismarckiano) de la Internacional. ¿Por qué eran las ideas del Consejo General consideradas como la teoría oficial de la Internacional? ¿Por qué eran consideradas como las únicas permitidas? ¿Por qué el Consejo General consideraba las opiniones diferentes de otros grupos e individuos como herejía?
Una ortodoxia asfixiante se había desarrollado en la Internacional y en los miembros del Consejo General, según lo que los bakuninistas argumentaron, ésto impedía el pensamiento creativo y oprimía el espíritu libre de todos los demás. La omnipotencia del Consejo General tuvo necesariamente un efecto corruptor. Era imposible que un hombre como Marx, que tenía tanto poder, pudiera conservar su carácter moral. Esta era una receta para la tiranía… etc, etc.
Ellos decían que las decisiones tomadas en Basilea eran sufientemente malas. Pero ahora la Conferencia de Londres había tomado nuevas medidas para transformar a la Internacional de una asociación libre de secciones independientes en una organización jerárquica y autoritaria en manos del Consejo General. Habían decidido que el Consejo General debería tener la facultad de determinar el momento y lugar del próximo congreso, o de una conferencia que lo reemplazase. Así, el Consejo General tendría la facultad de sustituir los congresos con conferencias secretas.
Exigieron que las competencias del Consejo General deberían reducirse a las de una simple oficina de correspondencia y a la recopilación de estadísticas, y que la dictadura y la centralización se debían sustituir por una asociación libre de grupos independientes «sin ninguna autoridad rectora, aunque creada por acuerdo voluntario».
El Consejo General debía ser nada más una «simple oficina de estadística y correspondencia». La Internacional debía ser la imagen de la futura sociedad comunista:
«La sociedad del futuro debe ser una universalización de la organización que la Internacional establecerá por sí misma. Por tanto, debemos tratar de llevar a esta organización lo más cerca posible de nuestro ideal […] La Internacional, embrión de la futura sociedad humana, debe de ahora en adelante ser la imagen fiel de nuestros principios de libertad y federación, y debe rechazar cualquier principio fundamental de autoritarismo, o dictadura«.
Toda esta línea de argumentación (que aún se repite hoy en día, incluso por personas que piensan que son marxistas) es falsa de principio a fin. El partido revolucionario es una herramienta necesaria para derrocar el capitalismo ¿Debe parecerse una herramienta a lo que la produce? Con el fin de hacer una silla, se requiere una sierra. Sin embargo, una sierra que se asemeje a una silla, nunca producirá una silla o cualquier otra cosa.
Esto no sólo no tiene sentido, sino que es un sinsentido peligroso y, particularmente, en el momento que estamos considerando. Cuando, tras la derrota de la Comuna, la Internacional fue atacada por el estado burgués, sus miembros en muchos países se enfrentaron a detenciones y encarcelamiento, o a la deportación.
Como Marx dijo:
«Los comuneros de París no hubieran sucumbido si, comprendiendo que la Comuna era el «embrión de la futura sociedad humana», no hubieran arrojado lejos de sí la disciplina y las armas, cosas ambas que deben desaparecer, pero sólo cuando se hayan acabado las guerras!« (op. cit., p. 115)
La actitud real de los «antiautoritarios», fue mostrada por el siguiente incidente. Cuando el representante de la AIT, el ruso Utin, fue a Zurich, fue atacado y golpeado por ocho hombres, quiénes le habrían matado de no ser por cuatro estudiantes alemanes que pasaban por ahí y le salvaron. Al parecer, este ataque fue organizado por los partidarios eslavos de Bakunin, cuyas actividades debían ser investigadas por Utin. Este tipo de conducta no sólo era considerada aceptable por Bakunin, sino que la alentaba activamente, como vemos en el caso de Nechayev.
La circular de Jura no logró su objetivo. La demanda de la convocatoria de un congreso no encontró apoyo. Sólo en Bélgica se decidió exigir un cambio en los Estatutos de la Internacional, para convertirla en una asociación de federaciones independientes y hacer del Consejo General «un Centro para la correspondencia e información».
La circular de Sonvillier proveía municiones recibidas con júbilo por los enemigos de la Internacional y fue ampliamente difundida por la prensa burguesa que, especialmente desde la caída de la Comuna de París, había estado difundiendo asiduamente mentiras sobre el siniestro poder del Consejo General. Estos cuentos de hadas fueron confirmados desde dentro de las filas de la Internacional. El Boletín del Jura, que ocupó el lugar de la Révolution Sociale reimprimió los artículos de aprobación de los periódicos burgueses.
Fue la ruidosa campaña de difamación y desinformación iniciada por la circular de Sonvillier, la que causó que el Consejo General emitiera una respuesta, también en la forma de una circular, titulada Las pretendidas escisiones en la Internacional (Les prétendues Scissions dans l’Internationale.). En esta circular, el Consejo General respondió a todas las mentiras y distorsiones de los bakuninistas.
El reconocimiento de la Conferencia de Londres de que los trabajadores alemanes habían cumplido con su deber proletario durante la guerra franco-prusiana, fue utilizado como una excusa para la acusación de «pangermanismo», que se decía dominaba al Consejo General.
Esas ridículas acusaciones fueron presentadas a fin de socavar la centralización de la Internacional, lo que en la práctica hubiera significado su disolución completa. En particular, en las condiciones imperantes de la contrarrevolución, de la represión estatal y de la infiltración sistemática de las organizaciones de trabajadores por espías de la policía, la centralización era la única posibilidad de salvar a la organización, como explicó Marx:
«Ésta [la Alianza] proclama la anarquía en las filas del proletariado como medio infalible para romper la poderosa concentración de fuerzas políticas y sociales en las manos de los explotadores. Bajo este pretexto, y en un momento en que el viejo mundo está tratando de destruir a la Internacional, exige que esta última deba sustituir su organización por la anarquía «.
Pero tales consideraciones no les importaban a los anarquistas, cuyos ataques sin fundamento y carentes de principios sobre los líderes de la Internacional desde el interior sirvieron para reforzar los ataques del estado burgués desde el exterior. Marx sistemáticamente expuso las maquinaciones de los intrigantes y, en particular, de Bakunin.
El Congreso de La Haya
Este Congreso fue convocado en septiembre de 1872. Por primera vez Marx estaba presente en persona, pero Bakunin se mantuvo alejado, probablemente porque sabía que iba a ser derrotados. La resolución de la Conferencia de Londres sobre la acción política fué ratificada. Había una pequeña adición que fue copiada textualmente del discurso inaugural de la Internacional. Dice así:
«Dado que los propietarios de la tierra y el capital están siempre utilizando sus privilegios políticos para proteger y perpetuar sus monopolios económicos y para esclavizar a los trabajadores, el gran deber del proletariado es la conquista del poder político«.
En el 5 de marzo de 1872 el Consejo General había anunciado la convocatoria del congreso anual para el inicio de septiembre. En una carta a Kugelmann el 29 de julio Marx escribió:
«El congreso internacional (en La Haya, se abre el 2 de septiembre) será una cuestión de vida o muerte para la Internacional y, antes de que me retire, quiero al menos protegerlo de la las fuerzas de la disolución «.
Parte del plan de Marx para proteger a la Internacional de las actividades destructivas de los bakuninistas era la propuesta de trasladar el Consejo General de Londres, donde cada vez más se detenía el trabajo entre riñas y conflictos, a Nueva York. Los bakuninistas no estuvieron representados en el Consejo General, pero habían logrado causar tal confusión entre los miembros alemanes, ingleses y franceses que el Consejo se vio obligado a formar un subcomité especial para hacer frente a las constantes disputas.
El Congreso de La Haya se reunió del 2 al 7 de septiembre. Había 61 delegados y Marx tenía una mayoría. Con la excepción de Lafargue, los cinco delegados españoles fueron bakuninistas, y también lo fueron los ocho de Bélgica y los cuatro representantes holandeses. Sin embargo, los bakuninistas italianos no enviaron representantes al Congreso, ya que su conferencia de Rimini, en Agosto, había roto toda relación con el Consejo General. La Federación del Jura envió a Guillaume y Schwitzguebel.
Las disputas se iniciaron de inmediato, con la revisión preliminar de los mandatos, que duró tres días, así que el asunto principal del congreso no se inició hasta el cuarto día con la lectura del informe del Consejo General, que fue redactado por Marx. El informe detalló todos los actos de represión en contra de la Internacional, la sangrienta represión de la Comuna de París, el terrorismo del gobierno inglés contra las secciones de Irlanda. También informó sobre los progresos constantes realizados por la Internacional en Holanda, Dinamarca, Portugal, Irlanda y Escocia, y su crecimiento en los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Buenos Aires. El informe fue aprobado por aclamación.
Es interesante observar la actitud de Marx y Engels sobre la cuestión del mandato imperativo, es decir, la práctica de mandar a los delegados a votar de una forma en particular. Esta es una práctica esencialmente antidemocrática, que impide a los delegados llegar a sus propias conclusiones como resultado de participar en un debate y escuchar los argumentos de todas las partes. Engels escribió sobre el tema:
«Se debe notar que si todos los electores dan a sus delegados mandatos imperativos relativos a todos los puntos del orden del día, las reuniones y debates de los delegados serían superfluos. Sería suficiente enviar los mandatos a una oficina central de conteo que contaría los votos y anunciaría los resultados. Esto sería mucho más barato «. (Engels, Mandatos imperativos en el Congreso de La Haya, 17 de septiembre de 1872, MECW, vol. 23, p. 277)
Hoy en día, cuando se ha puesto de moda en algunos círculos revivir las teorías anarquistas sobre la organización, con el pretexto de la tecnología moderna y en particular internet, estas líneas tienen una gran relevancia. Si todo lo que se necesita es hacer clic en un ratón, congresos, conferencias, debates, y demás, son absolutamente innecesarios. Ellos pueden ser sustituidos por mensajes de correo electrónico ¡Cómo habría disfrutado Engels de esa idea!
Siguió la discusión sobre el Consejo General. Lafargue, explicó que la lucha diaria de la clase obrera contra el capitalismo no podría llevarse a cabo de manera efectiva sin una dirección central. Oponiéndose a esto, Guillaume negó la necesidad de un Consejo General, excepto como una oficina central para la correspondencia y las estadísticas y sin ninguna autoridad. La Internacional no era propiedad de un hombre inteligente, y así sucesivamente … etc, etc.
La discusión terminó el quinto día del Congreso en una sesión cerrada. En un largo discurso, Marx exigió que las competencias anteriores del Consejo General no sólo debieran mantenerse, sino incrementarse. Se le debía dar el derecho de suspender, no sólo secciones individuales, sino federaciones en su conjunto, bajo determinadas condiciones, a la espera de las decisiones del próximo congreso. No tenía ni policías ni soldados a su disposición, pero no podía permitir que su poder moral decayera. En vez de degradar su nivel al de un buzón, sería mejor suprimir el Consejo General del todo. El punto de vista de Marx se aceptó con 36 votos a favor, 6 en contra, y 15 abstenciones.
Entonces Engels propuso que el Consejo General debía ser trasladado de Londres a Nueva York durante un año al menos. La propuesta causó consternación, en particular a los delegados franceses, que lograron obtener una votación por separado, primero sobre si la sede del Consejo General debería trasladarse a algún lugar; y, en segundo, sobre si debía ser trasladado a Nueva York. Al final, la propuesta del cambio de sede del Consejo General se aprobó, apoyada por una pequeña mayoría. Fueron elegidos doce miembros para el nuevo Consejo General, y tenían el derecho a cooptar a otros siete miembros.
En la misma sesión se abrió el debate sobre la acción política. Vaillant propuso una resolución en el mismo sentido de la decisión de la Conferencia de Londres, declarando que la clase obrera debía constituirse en su propio partido político independiente, y en oposición a todos los partidos políticos burgueses. Se refirió a las lecciones de la Comuna de París, que se había derrumbado por la falta de un programa político. Guillaume, por otra parte, no quería tener nada que ver con esto. Los anarquistas querían destruir el poder político, no conquistarlo.
Los blanquistas Ranvier, Vaillant y los demás abandonaron el Congreso en protesta por la decisión de trasladar el Consejo General a Nueva York. Sorge ocupó el lugar de Ranvier y la propuesta de Vaillant fue adoptada con 35 votos contra 6, y 8 votos no emitidos. Algunos de los delegados ya se habían marchado a casa, pero la mayoría de ellos había dejado por escrito las declaraciones en favor de la resolución.
Las últimas horas del último día del Congreso fueron ocupadas para el informe sobre Bakunin y la Alianza. El problema había estado colgando del cuello de la Internacional como una piedra pesada. Una cosa es participar en debates internos acerca de las diferencias políticas, esto puede ser muy educativo, pero otra cosa es participar en disputas constantes con intrigantes cuyo objetivo no es luchar por las ideas, sino para confundir, desorientar y desorganizar, porque no pueden convencer a la mayoría.
Este fenómeno no educa o elevar el nivel, sino que extiende la desmoralización. Marx ya había señalado los efectos destructivos que los bakuninistas estaban teniendo en Suiza, cuando escribió en Las pretendidas escisiones en la Internacional que «el Comité Federal de Ginebra […] estaba exhausto después de sus dos años de lucha contra las secciones sectarias» (MECW, vol 23. , p. 93). No fue el único caso.
Un comité de cinco declaró por cuatro votos contra uno (un belga) que consideraba que una alianza secreta había existido con estatutos llevando directamente la contraria a los estatutos de la Internacional, aunque no había pruebas suficientes para demostrar que la Alianza aún existía.
En segundo lugar, se comprobó mediante un anteproyecto de los estatutos y cartas de Bakunin, que había tratado de formar una sociedad secreta dentro de la Internacional con estatutos que diferían en cosas fundamentales de los estatutos de la Internacional. En tercer lugar, Bakunin había adoptado prácticas fraudulentas con el fin de obtener la posesión de la propiedad de otros, y él o sus agentes habían utilizado la intimidación. Por estas razones la mayoría de la comisión exigió la expulsión de Bakunin, Guillaume y un número de sus partidarios de la Internacional.
Esto fue aceptado. El Congreso tenía sobrados motivos para la expulsión de Bakunin por motivos puramente políticos. Pero hay un punto final: además de lo antes mencionados Bakunin también fue expulsado por un «motivo personal».
Este «motivo personal» se refiere a asuntos relacionados con el caso Nechayev. Durante su estancia en Suiza, Nechayev había participado en un acto de chantaje descarado. Con el fin de ganar algo de dinero, Bakunin había prometido llevar a cabo la traducción de El Capital para un editor de Rusia, quien le pagó un anticipo de trescientos rublos. La traducción nunca se hizo, pero Bakunin acordó que Nechayev debería arreglárselas para liberarlo de su contrato. Nechayev entonces escribió una carta a Lyubavin, agente del editor en Suiza, amenazándolo con «la venganza de la justicia del pueblo» (es decir, la muerte), si seguía molestando a Bakunin.
Marx alude a esto en una carta a Nikolai Danielson, del 15 de agosto de 1872):
«Bakunin ha trabajado en secreto durante años para socavar la Internacional y ahora ha sido presionado por nosotros tanto como para sacarse la máscara y separarse abiertamente con los tontos dirigidos por él – el mismo hombre que organizó el caso Nechayev. Ahora bien, Bakunin fue encargado de la traducción al ruso de mi libro [el Volumen I de El Capital], recibió el dinero por adelantado, y en lugar de enviar el trabajo, envió o hizo enviar a Lyubavin (creo) quién negociaba el asunto en nombre del editor, la más infame y comprometedora carta. Sería de gran utilidad para mí, si esta carta me fuera enviada de inmediato. Como se trata de un asunto meramente comercial, del uso que se haga de la carta no se utilizarán nombres, espero que me consiga esa carta. No hay tiempo que perder. Si esta se envía, debe ser enviada de inmediato porque voy a salir de Londres para el Congreso de La Haya a finales de este mes. » (MECW, vol. 44, p. 421)
El Congreso de La Haya resolvió esta cuestión de una vez por todas.
Continuará
[1] Nota del editor: Caso Nechayev. Nechayev fue enviado plenipotenciario de Bakunin como representante de la inexistente Alianza Revolucionaria Europea. Cuando uno de los jóvenes reclutados en Rusia comenzó a sospechar de Nechayev y de sus métodos aventureros, éste le asesino. El escándalo, ejemplo de las intrigas de Bakunin, afectó a la autoridad de la Internacional justo después de la derrota de la Comuna de Paris
[2] La Alianza de la Democracia Socialista, organización de Bakunin dentro de la I Internacional.
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