Mi experiencia laboral como médica residente
Sin duda, lo más duro del trabajo son las condiciones laborales, especialmente en las guardias, que es algo que muchos vivimos con verdadera ansiedad. Trabajar 24 horas continuadas en Urgencias convierte lo que de otra forma es un trabajo bonito y estimulante en un infierno. El trabajo de Urgencias ha de ser rápido: has de ver al paciente rápido, pensar rápido, pedir pruebas rápido, diagnosticar rápido, tratar rápido y altar o ingresar al paciente rápido. Así, durante 24 horas. Llega un punto hacia las 4 de la mañana que, cuando aparece un nuevo paciente, siento aversión a mi trabajo y me entran ganas de salir corriendo. Llegado este punto, dejo de ser una doctora atenta que escucha pacientemente la historia que el enfermo le quiere contar: preguntas rápidas, conteste sí o no. Sobrevivimos. Solemos dormir unas 2 horas, nunca más de 4, y a veces no dormimos. Cuando acaba la guardia, pese a que apenas podemos aguantar el cansancio, viene «el pase», una reunión de aproximadamente 1 hora (no remunerada) en la cual hacemos balance de nuestro trabajo individual. Las guardias de invierno son aún peores, porque las Urgencias se colapsan y no tenemos dónde ubicar a los pacientes. Los colocamos en sillas en la salida de emergencia y los vamos visitando de aquella manera. Están horas sin comer, sin que se les tomen constantes, sin poder iniciar un tratamiento, y más de una vez se nos ha desmayado alguno esperando. Al cansancio se suma la frustración de no tener ni siquiera los medios para trabajar.
En muchos servicios no se libran las guardias, lo que implica que después de 24 horas de trabajo el residente se queda trabajando una jornada de 8 horas. En el día a día, los horarios generalmente no se cumplen y no se pagan las horas extra, que ni si quiera se registran en nuestro sistema de fichaje. Se registra si llegamos cinco minutos tarde, pero no si salimos tres horas tarde.
Además del trabajo del hospital hay mucho trabajo extra: hay que estudiar, preparar sesiones que requieren dedicación y participar en programas de investigación en nuestro tiempo libre porque es lo que más se valora en el currículum de un médico especialista al acabar el MIR.
En mi caso, no me puedo quejar de supervisión, la mayor parte de mis superiores, sean residentes mayores o adjuntos, están pendientes y se preocupan. Además, el sistema informático de mi hospital no permite que sea un residente solo el que firma un informe de alta, pero hay muchos lugares en los que desgraciadamente no es así. Sin ir más lejos, en León se ha imputado a una MIR de primer año por «homicidio por imprudencia» por un diagnóstico erróneo, con lo que se enfrenta a una posible condena de dos años y medio de prisión e inhabilitación profesional durante cinco años. La residente firmó sola el informe de alta y el adjunto dijo no haber visto a la paciente.
Los MIR sostenemos el hospital. Somos la mano de obra barata del sistema sanitario. Somos un colectivo pasivo al que siempre se le engaña con discursos románticos sobre el sacrificio y la heroicidad de la profesión. Pero, ¿cuánto más vamos a aguantar?
En Granada se ha convocado una huelga de MIR para el 11 de mayo de este mes por falta de supervisión y sobrecarga de trabajo en Urgencias. Los residentes del Hospital del Mar hemos convocado una asamblea ese mismo día para empezar a organizarnos. ¿Empieza la lucha?
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