Movilizaciones por el salario el 7 de octubre y el 3 de noviembre: un punto de inicio, no un punto final

Finalmente, tras meses de amagar y no golpear, los dirigentes de UGT y CCOO se han decidido a convocar movilizaciones unitarias en todo el Estado para obligar a la patronal CEOE a destrabar un acuerdo estatal sobre los convenios colectivos. Concretamente, han convocado concentraciones de delegados frente a las sedes patronales el 7 de octubre y una manifestación estatal en Madrid para el 3 de noviembre.

El punto de discrepancia no son los aumentos salariales propuestos por las cúpulas sindicales, bastante modestos y timoratos: un 3,5% para 2022, un 2,5% para 2023 y un 2% para 2024, que la patronal estaría dispuesta a firmar; sino la exigencia sindical de incluir cláusulas de revisión salarial que recuperen parcialmente para los salarios la diferencia entre el aumento salarial acordado y la subida real de los precios, actualmente en un 9% anual.

Es un escándalo esta arrogancia y desprecio de la patronal cuando los beneficios empresariales crecieron ¡un 84,6%! en el primer semestre del año, según el Banco de España. El Banco de España, en su valoración, reconoce lo obvio: que las empresas han trasladado sus aumentos de costes a los precios; consiguiendo unos beneficios un 6,7% superiores a los que obtuvieron antes de la pandemia, que ya alcanzaban registros históricos en ese momento.

En cambio, la pérdida de poder adquisitivo de las familias obreras es pavorosa, con un aumento promedio en los salarios del 2,6% frente a un 9% de inflación interanual en este momentos. Y esto no expresa la magnitud del empeoramiento de nuestras condiciones de vida, porque la mayor parte del consumo de los hogares obreros se destina a los productos que más han subido: entre un 20% y un 70%, como son los alimentos, el combustible, los alquileres y la energía.

Desde Lucha de Clases llevamos meses reclamando estas movilizaciones, pero llegan tarde y también nos parecen insuficientes. Los dirigentes de UGT y CCOO han dejado que innumerables luchas, de empresa y de sector, se agotaran aisladas unas de otras consiguiendo aumentos pírricos del 2%-3%, con sólo el 25% de los trabajadores obteniendo cláusulas de revisión salarial, que en ningún caso recuperarán la diferencia completa con la inflación real al final del año.

Si bien nos parece adecuado iniciar el proceso de movilizaciones con concentraciones de delegados el 7 de octubre, nos parece inaceptable dejar pasar un mes para una nueva movilización masiva. Desde ya deberían coordinarse todas las empresas y sectores en conflicto para unificar sus luchas y movilizarse unitariamente.

A la vista del desfase estratosférico entre la subida de los beneficios empresariales (un 84,6%) y las propuestas de aumento salarial para 2022 (un 3,5%), con una inflación interanual del 9%, no hay ninguna excusa para que las direcciones sindicales no exijan aumentos generalizados del 9%, e incluir una cláusula de revisión salarial si la inflación real supera este 9% al final del año. Y la misma reivindicación hay que plantear para 2023 y los años siguientes, para que los trabajadores no sigan perdiendo poder adquisitivo.

Lo que se necesita es un plan meticuloso de lucha que implique al conjunto de la clase trabajadora en su organización.

Los delegados sindicales y los comités de empresa deberían convocar asambleas de trabajadores en cada centro de trabajo para debatir y votar la participación en las movilizaciones generales planteadas, así como sus propias reivindicaciones en materia salarial y condiciones de trabajo. También deberían coordinarse con las demás empresas de la zona y de sector para impulsar acciones y, en su caso, movilizaciones y luchas comunes unitarias, que vayan preparando un ambiente combativo y de confianza de cara al 3 de noviembre.

Aquellas empresas y sectores que estén actualmente en conflicto deberían programar jornada de huelga en sus centros de trabajo coincidiendo con las movilizaciones del 7 de octubre y 3 de noviembre, participando con su propio bloque en las manifestaciones.

Por último, estas movilizaciones no pueden ser un punto final, sino un punto de inicio. Si tras este calendario de luchas la patronal sigue mostrándose inflexible o no cede lo suficiente, las centrales sindicales de todo el Estado deben amenazar con una huelga general en defensa del salario y del empleo digno, a efectuarse antes del final del año, para la cual estas movilizaciones deben ser vistas como una preparación para la misma.

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