¡Ninguna confianza en Sánchez! UP debe pasar a la oposición y defender su propio programa
En el momento de escribir este editorial aún no había un acuerdo para investir al gobierno de Pedro Sánchez. Si el 23 de septiembre no hay un gobierno elegido, quedarían convocadas automáticamente nuevas elecciones generales para el 10 de noviembre.
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UP ante la investidura de Sánchez
Desde Lucha de Clases hemos dejado clara nuestra posición desde el principio. Frente a la derecha, Unidos Podemos (UP) debe apoyar la investidura de Sánchez porque no hay una alternativa a su izquierda capaz de sumar una mayoría en el Congreso. UP debe pasar a la oposición para actuar como el principal oponente a la derecha españolista y mostrar, de paso, la insuficiencia de la política del PSOE para solucionar los problemas que aquejan a las familias trabajadoras. Y, no menos importante, debe agitar por su propio programa y propuestas en el parlamento y en la calle.
Por eso nos oponemos al empecinamiento de los dirigentes de UP de tratar de formar a toda costa un gobierno de coalición con el PSOE, cuando éste ha rechazado de plano tal coalición y también ha dejado claro que no introducirá cambios fundamentales a la anterior política económica, social y represiva del PP de Rajoy. Aunque Sánchez alardea de haber presentado 370 medidas “progresistas” para su programa de gobierno, casi todas son anuncios de buenas intenciones con compromisos vagos de cumplimiento. No es casual que, respecto a las mismas, los jefes de la CEOE, la principal patronal española, se hayan mostrado “complacidos con las medidas económicas de los socialistas” (El Plural, 3 septiembre).
Sánchez está expresando, ni más ni menos, que los deseos del gran capital y de las fuerzas oscuras del régimen que quieren tener un gobierno completamente bajo su control.
Esto no es demagogia nuestra. Ya han dejado claro que no derogarán la reforma laboral del PP, salvo pequeños retoques; la misma posición tienen ante la Ley Mordaza, que proponen “derogarla” para hacer una nueva que mantendrá muchos aspectos represivos de aquélla. Hace meses, la dirección del PSOE se alineó con el PP y Ciudadanos, contra Unidos Podemos, al rechazar la actualización automática de las pensiones con el IPC a partir de 2020. Tampoco aumentará significativamente los impuestos a los ricos, ni intervendrá el mercado de la vivienda para reducir el precio de los alquileres, ni el de la electricidad. Mantendrá las elevadas tasas de matrícula en la Universidad, multará a quienes rescaten inmigrantes en el mar, y no recuperará el gasto de educación y sanidad previo a la crisis. El PSOE sigue agarrado al españolismo reaccionario ante el conflicto catalán, manteniendo el bloqueo actual, como también mantendrá las medallas al torturador policial Billy el Niño por sus servicios al franquismo.
Resulta francamente vergonzoso que el principal vocero de la burguesía española, el diario El País, haya criticado la política cobarde del gobierno hacia la Iglesia por su intención de hacer la vista gorda sobre las decenas de miles de propiedades inscritas por aquélla a su nombre de forma fraudulenta, durante décadas: «Escudarse en que la lista sigue en elaboración parece más bien una excusa para no abrir un nuevo frente con la cúpula eclesiástica. Conocer todas y cada una de las propiedades inscritas es el primer paso para determinar hasta qué punto se han cometido abusos y delimitar el alcance de posibles reclamaciones» (Editorial El País, 17 agosto).
Así, el «nuevo» gobierno del PSOE de Sánchez aparece, antes de nacer: avejentado, desdentado, encanecido y encorvado, tan decrépito y cobarde como el régimen mismo, incapaz de enfrentarse valientemente a ninguna de las instituciones y sectores del viejo orden. La presencia de UP en un gobierno como éste conduciría a la organización al descrédito más absoluto.
Lo grave es que los dirigentes de UP han hecho de su entrada en un gobierno del PSOE un fin en sí mismo, reduciendo progresivamente sus exigencias programáticas. Pablo Iglesias ya declaró el pasado 16 de julio en La Sexta: «No hemos parado de ceder y podemos ceder más», lo que fue respondido por el exdirigente de Podemos, Juan Carlos Monedero, al día siguiente en TVE: «A ver si de tanto ceder se va a desvanecer toda la razón que le llevó a nacer [a Podemos] hace cinco años».
Ni gobierno de coalición, ni altos cargos en el Estado, ni “acuerdo programático”
Podría entenderse (que no apoyar) el afán de UP en entrar al gobierno si estuviéramos en medio de un boom económico que permitiera reformas progresistas de calado para las familias trabajadoras, y por lo tanto que los dirigentes de UP quisieran llevarse su parte de protagonismo en relación a las mismas. Pero en la actual época de crisis orgánica del capitalismo, en vísperas de una nueva recesión global como la que se avecina, la austeridad capitalista llegó para quedarse. Si no se presenta una alternativa anticapitalista y socialista, sólo queda aceptar la lógica del «libre mercado» capitalista, donde el beneficio empresarial está antes que la vida de las familias obreras. Por eso, Sánchez no puede comprometerse más que a migajas y en determinada etapa se verá obligado a hacer contrarreformas y pasar a los ataques sociales.
Por eso no tiene sentido, como defienden Anticapitalistas y sectores de IU, intentar negociar un «acuerdo programático» con el PSOE y pasar a la oposición. Y menos aún aceptar a cambio altos cargos en la Administración ¿Qué “acuerdo programático»podría ser ése, visto lo que propone el PSOE? ¿Y, renunciar, a defender en el parlamento los puntos del programa de UP no incluidos en tal “acuerdo”?
Ya basta de combinaciones y maniobras parlamentarias. UP debe pasar a la oposición y tener las manos libres para agitar y movilizar por su propio programa. Con un PSOE que frustrará las expectativas depositadas en él, comprometido con las políticas de recortes y los intereses del Ibex35, UP lo tendría todo en su mano para recuperar el apoyo popular perdido estos cuatro años, y ampliarlo incluso más.
El peligro del sectarismo
La dirección de UP está alimentando actitudes sectarias dentro de sí misma y en sectores de sus bases contra la investidura de Sánchez que están alejadas del ambiente entre la clase, y que podrían tener consecuencias funestas. Es cierto, como dice Pablo Iglesias, que Sánchez dice una cosa en campaña electoral y hace la contraria cuando llega al gobierno. El problema es que hay millones que mantienen su confianza en Sánchez, y necesitan pasar por la experiencia de un gobierno PSOE para convencerse por sí mismos de la impostura del “izquierdismo” sanchista.
La magnitud de la victoria de la izquierda el 28 de abril fue inesperada para muchos. La clase obrera se movilizó decisivamente para impedir la victoria del “trifachito”. Es comprensible que millones de personas tengan expectativas en un gobierno del PSOE, tras la nefasta experiencia de 6 años de gobierno del PP. Sánchez aún disfruta de crédito político porque llegó a la dirección del PSOE en combate con la derecha del partido, utilizando una demagogia izquierdista. En el último año, Iglesias y Garzón reforzaron aún más la autoridad de Sánchez, en detrimento propio. En lugar de llamar a desconfiar de él, y defender su propio programa, crearon falsas expectativas en Sánchez como alguien confiable con el que se puede llegar a acuerdos favorables para las familias trabajadoras.
No a nuevas elecciones
Si hay nuevas elecciones en noviembre, no puede descartarse que esta vez triunfe el trifachito. La derecha, como siempre, votaría en bloque, pero una parte sustancial del electorado de izquierdas se retiraría hacia la abstención porque no verá ninguna utilidad en votar. Muchos quedarán frustrados al considerar que se bloqueó la posibilidad de un cambio, otros considerarán que se mantendrá el bloqueo tras las elecciones. Gane o pierda, Sánchez saldrá fortalecido al no haber sido probado suficientemente en el gobierno el carácter fundamentalmente falso de su «izquierdismo». Unidos Podemos aparecerá como el principal responsable del bloqueo y verá reducirse sensiblemente su apoyo electoral. Para peor, todo esto beneficiará a Íñigo Errejón, procedente del ala más cobarde y oportunista de Podemos, y a su nuevo partido, que serán promocionados como gente «que suma» y con quien será fácil llegar a un acuerdo, frente a Iglesias-Garzón “que restan». Un pésimo resultado electoral para UP, como es previsible, provocaría una desmoralización en cientos de miles de activistas y sería la señal para el estallido de UP en sus partes componentes.
Todo esto prueba el callejón sin salida al que ha conducido el oportunismo de los dirigentes de UP y su falta completa de perspectivas. Están completamente imbuidos del cretinismo parlamentario, reforzado por las tendencias de integración al régimen estimuladas por la sed de cargos públicos que existe en la amplia capa de arribistas que nutre sus aparatos, y que no está sometida a ningún control desde abajo.
El 23 de septiembre está a la vuelta de la esquina. Confiamos en que los dirigentes de Unidos Podemos dejarán a un lado su orgullo y sus aspiraciones personales, e impedirán el adelanto electoral. Los intereses de la clase obrera están primero.
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