Podemos: ¿Girar a la izquierda o a la derecha? Esa es la cuestión
El resultado de las elecciones del 26 de junio está generando un importante debate en el seno de Podemos, como no podía ser de otra manera. La dirección de la organización, el Consejo Ciudadano Estatal-CCE, celebró una reunión el pasado fin de semana para analizar los resultados del 26J y diseñar los siguientes pasos a dar. Esta reunión se produjo tras pedir una consulta a los círculos, a través del envío de un cuestionario que debían responder, para indagar en las razones del resultado del 26J.
En un análisis anterior ya planteamos nuestra opinión sobre las causas del resultado del 26J. Por supuesto, destacamos como una gran conquista haber alcanzado un apoyo sólido de más de 5 millones de votos que representó más del 21% del electorado. Un hecho sin precedentes para una organización que es vista ampliamente como “anti-Establishment” y que está siendo atacada permanentemente por tierra, mar y aire por las fuerzas coaligadas del viejo régimen. Pero es evidente que dicho resultado no colmó las expectativas que había sobre el “sorpasso” de Unidos Podemos al PSOE, sumado al hecho de que se perdiera un millón de votos respecto al 20D, que en gran medida se fueron a la abstención. Subrayamos que, si bien “el miedo” alentado por los medios de comunicación y los partidos del régimen tuvo un efecto, favorecido en los últimos días de campaña por el resultado del referéndum británico (Brexit), este “miedo” y la falta de ilusión en el voto a Unidos Podemos en las capas que nos votaron el 20D y que se abstuvieron el 26J, se vieron fortalecidos por fallos y errores políticos cometidos antes y durante la campaña. En nuestro análisis subrayamos, entre otros, los siguientes:
– El no haber movilizado a las bases de PODEMOS-IU en marzo-abril para exigir en la calle un “gobierno del cambio”, lo que facilitó la demagogia de la dirección del PSOE entre ciertas capas de la población para culpar a Podemos de su fracaso;
– La moderación del discurso en la campaña electoral y en el propio programa electoral respecto al 20D, y la negativa a confrontar con la dirección del PSOE y a rebatir su demagogia mentirosa sobre Unidos Podemos. Una prueba concreta de esto fue el debate a 4 en TV, con un Rajoy que escapó bastante bien del mismo, mientras dimos cierta imagen de tibieza.
– Los elogios a la socialdemocracia y al expresidente socialista, Zapatero;
– El negarse a rebatir las tergiversaciones y mentiras de los medios de comunicación y los partidos del régimen sobre Venezuela y Grecia;
– El no haber diseñado una campaña vigorosa de mítines conjuntos en todo el Estado con Pablo Iglesias y Alberto Garzón; presentando el acuerdo PODEMOS-IU de manera vergonzante, casi como una disculpa, y relegando la figura de Alberto Garzón a un segundo plano. Su quinto puesto en la lista de Madrid fue una muestra elocuente de esto.
– Todas estas carencias y debilidades políticas proporcionaron munición a la demagogia de PP-C’s-PSOE para insistir en la falta de claridad política y programática de UP y en la incertidumbre económica que generaría un futuro gobierno nuestro.
Contenido
La necesidad de un debate amplio
Nuestra intención al señalar las debilidades políticas anteriores no es regodearnos en las mismas ni denigrar a ningún compañero, sino animar un debate interno para discutirlas y, en nuestra opinión, corregirlas. Las conclusiones que asumamos las bases de Unidos Podemos (UP) y nuestros dirigentes al respecto, serán vitales para el devenir de la confluencia en los meses inmediatos. Por eso es importante que nos detengamos en la respuesta y conclusiones que los dirigentes de Podemos están dando sobre todo esto.
En su informe al CCE sobre la consulta realizada a los círculos, es llamativo que el compañero Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, destacara como una de las causas principales manifestada por amplísima mayoría de los Círculos –además del factor “miedo”– “el “discurso socialdemócrata” y “la mano tendida al PSOE”” (www.publico.es, 9/7/16). Echenique también señaló: “Por supuesto [los Círculos] piden un discurso más cañero y entienden que no lo ha sido” (Íbídem). Y añadió que “las bases echan de menos que Podemos no haya ‘salido a contestar o impugnar los marcos’ que se les querían imponer, poniendo de ejemplo que no se trataran de ‘rebatir o desmentir las acusaciones relacionadas con Venezuela o el intento del PSOE’y su líder, Pedro Sánchez, de culpar a Podemos de la repetición electoral.”(Íbidem). El compañero Juan Carlos Monedero ya lo había expresado antes en un artículo de balance, cuando planteó: «No basta hacer un discurso hueco, adornado con una labia sin par y embellecido con el oropel de las televisiones, si no planteas una alternativa clara». (El País, 27/06/16)
Nos congratula que todas estas conclusiones coincidan en gran parte con las que nosotros habíamos planteado previamente en nuestro balance. Sin embargo, en el momento en que estamos inmersos en este debate, sorprende que el compañero Pablo Iglesias declarara en el CCE que éste debe terminar:“Entonces, en éste que es un órgano de dirección, yo evitaría que la gente se fuera apuntado explicaciones que después solo funcionan en clave de corriente o en clave de facción. Hay cosas más importantes que discutir y saber a ciencia cierta lo que pasó… Os pediría que tengamos un debate político, que no hablemos tanto de nosotros mismos, sino de la situación de España y de lo que podamos hacer” (El País, 9/7/2016).
Da la impresión de que el compañero está preocupado por el peligro de división interna, ya que mientras el ala más moderada del partido, nucleada alrededor del compañero Íñigo Errejón, ha puesto el énfasis para explicar el revés electoral de UP en la confluencia con IU, que habría reforzado, según ellos, la apariencia “radical” de la coalición; amplios sectores de las bases señalan en cambio defectos en el diseño de la campaña electoral, dirigida por el propio Errejón, como los mencionados más arriba por Pablo Echenique.
En cualquier caso, los compañeros más prominentes de la organización, como el propio Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Monedero y otros, sí han manifestado ampliamente su opinión personal sobre este tema en diferentes foros y plataformas, que lógicamente, han alcanzado gran difusión, de ahí que estamos obligados a opinar sobre sus planteamientos porque tienen un claro eco en las bases.
En una de sus primeras declaraciones públicas tras las elecciones, en su programa de TV por cable “Fort Apache”, el compañero Pablo Iglesias opinó que ni la confluencia con IU ni el diseño de campaña fueron responsables del resultado de UP, sino que fue “el miedo” a que UP ganara las elecciones lo que polarizó el voto hacia el PP y la abstención. Pero esta explicación no explica nada por sí misma, al reducir a cero el factor principal: la acción política de Podemos y sus aliados que debía contrarrestar ese “miedo” entre las capas de la clase trabajadora y sectores afines más atrasadas políticamente.
Nosotros discrepamos de aquellos compañeros que afirman que “asustamos” porque estamos demasiado escorados “a la izquierda del tablero”. En realidad, el miedo y la desconfianza provienen de las continuas vacilaciones en el discurso a izquierda y derecha y de los zig-zags correspondientes, de la falta de claridad programática e ideológica, y de la actitud evasiva, y por momentos pusilánime, hacia la cuestión de Venezuela y Grecia. Esto es lo que hace que ante una capa significativa de la población aparezcamos como una organización que presenta propuestas difusas, inciertas u oportunistas, que no merecen –por ahora– su confianza. También existe una capa avanzada de trabajadores y jóvenes que se abstuvo “por la izquierda”, incapaz de digerir tantos zig-zags y contradicciones que les recordaban experiencias amargas pasadas de traición de expectativas e ilusiones, vistas en el pasado en el PSOE e IU.
La importancia de obtener un cuadro claro de lo que pasó el 26J es esencial, porque de ello depende qué política se darán UP y sus parlamentarios en los meses inmediatos. A este respecto, las conclusiones emitidas estas semanas por los compañeros Iglesias y Errejón no nos parece que vayan en la dirección adecuada, por el momento. En la reunión del CCE no ha trascendido públicamente una hoja de ruta clara sobre esto, pero ambos compañeros sí han ofrecido una posición personal más clara en diversas entrevistas y foros. Seguramente, su posición más nítida fue planteada en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, celebrado en El Escorial el 4 de julio.
Aquí, Iglesias declaró que el 26J se había cerrado el ciclo político abierto tras la aparición de Podemos en las elecciones europeas de mayo de 2014, augurando a partir de ahora un período de mayor estabilidad política. Con un discurso un tanto apagado, y por momentos pesimista, Pablo Iglesias declaró que Podemos debe pasar de ser un ejército de “partisanos” a un “ejército regular”. “Se acabó ‘la hipótesis Podemos’ de alcanzar el gobierno en un asalto, y pasamos a una guerra de posiciones”, de avanzar poco a poco. Esta tarea la resumía en la frase gramsciana de “construir un bloque histórico” con movimientos sociales y populares, y que él asocia a “tener poder institucional”. Quizás por el carácter improvisado y semi elaborado de sus conclusiones, planteaba ideas que consideramos equivocadas sobre la relación entre la protesta social y el trabajo en las instituciones del sistema. “Las cosas se cambian desde las instituciones. Esa idiotez que decíamos en la ultraizquierda de que las cosas se cambian desde la calle, es mentira”. Y reforzó esa tesis diciendo que “Podemos surge del reflujo de los movimientos sociales”.
Nosotros discrepamos profundamente con estas palabras del compañero Pablo Iglesias, que no reflejan una lectura acertada de los resultados del 26J. Además, estas declaraciones contradicen muchas de las cosas expresadas por él mismo semanas o meses atrás.
En realidad, es unilateral y equivocado contraponer la lucha en la calle a la lucha institucional. Según las circunstancias, predomina una u otra, y ambas son la precondición para abrir el paso a la siguiente. Cuando la lucha política está bloqueada es la lucha en la calle quien toma el protagonismo, y cuando este camino se cierra (por las derrotas, la falta de una dirección adecuada, una crisis económica profunda, etc.) suele haber un giro hacia la lucha política.
No es estrictamente cierto decir que Podemos surgió del reflujo de los movimientos sociales. Entre 2011 y 2013 hubo decenas de miles de actos de protesta. Según estudios oficiales en 2012 y 2013 hubo una media de 133 actos de protestas ¡diarios! Un 25% de la población reconoció haber participado, al menos una vez, en manifestaciones. Hubo dos huelgas generales masivas sólo en 2012. Este ciclo tormentoso de luchas, que se inició el 15 de mayo de 2011 contra las políticas del PSOE y que se prolongó después con el PP, culminó el 22 de marzo de 2014 con un millón de manifestantes en Madrid en la Marcha de la Dignidad por Pan, Techo y Trabajo. Esta fue la última gran acción de masas de ese período que terminó, no como pregonan falsamente los ultraizquierdistas y sectarios, por culpa del surgimiento de Podemos; sino porque el movimiento se agotó sin conseguir cambios en la política antisocial y represiva del PP.
Fue a partir de entonces, bloqueada temporalmente la posibilidad de conseguir un cambio a través de la lucha social, cuando las masas trabajadoras y la juventud giraron hacia la lucha política, y lo hicieron en la primera oportunidad que se les ofreció: las elecciones europeas del 24 de mayo de 2014, donde Podemos e IU consiguieron conjuntamente un 18%, el mayor apoyo recogido nunca antes por fuerzas situadas a la izquierda del PSOE.
Fue por tanto la brecha abierta por Podemos en esas elecciones lo que hizo volcar el enorme descontento social acumulado hacia el apoyo a esta formación. Pero ese apoyo nunca se hubiera materializado sin la experiencia de energía descomunal desplegada en los 3 años precedentes de lucha callejera, que es lo que ni Pablo Iglesias ni los demás dirigentes de Podemos parecen comprender a la luz de sus declaraciones. Sin esa experiencia de lucha en la calle, Podemos no habría alcanzado el desarrollo que ahora vemos, e incluso lo más probable es que a Pablo y sus compañeros ni siquiera se les hubiera pasado por la cabeza lanzar el movimiento, por no encontrar un ambiente propicio que les impregnara de confianza y determinación.
En realidad, lo que tuvimos en 2014 fue el inicio de un cambio revolucionario en la conciencia de millones que le dieron la espalda a las viejas direcciones y creencias establecidas durante décadas. Y fue la movilización social, aupada por la profundidad de la crisis económica y social, la que lo hizo posible.
¿Cómo enfocar la lucha en las instituciones?
¿Quiere esto decir que despreciemos la lucha institucional? En absoluto, los marxistas la consideramos muy útil para llegar a capas que normalmente no pueden ser alcanzadas con la mera propaganda callejera o las redes sociales. Aquí nuestras discrepancias con los compañeros dirigentes de Podemos podrían ser otras: el uso o las ideas que se transmiten a través de estas instituciones. Nosotros creemos que deben utilizarse las tribunas de los parlamentos y ayuntamientos para mostrar el mecanismo que ata dichas instituciones con el poder de la clase dominante: los vínculos políticos, familiares y de clase que atan a los altos funcionarios, políticos burgueses y reformistas, jueces, mandos militares y policiales, con los consejos de administración de las grandes empresas. Nosotros también mostraríamos cómo las leyes y la propia Constitución actual actúan de barreras para impedir el cambio y la transformación social. Explicaríamos que la auténtica soberanía popular consiste en que los recursos económicos y naturales fundamentales deben estar en manos del pueblo y no de una minoría de explotadores. Explicaríamos pacientemente la necesidad de que la clase trabajadora, la juventud, los desempleados, los sectores empobrecidos de la clase media – aquéllos que los dirigentes de Podemos denominan “los de abajo”– necesitan otras instituciones verdaderamente democráticas a través de mecanismos de democracia directa, con asambleas de trabajadores en las empresas, asambleas vecinales en los barrios y pueblos, en las universidades y escuelas, con la formación de organismos de coordinación entre todas estas asambleas, a nivel local, provincial, regional y estatal, a través de delegados elegibles y revocables en cualquier momento.
Esta política parlamentaria es la única manera, además, de no caer en el “cretinismo parlamentario”, como advirtió también el compañero Pablo Iglesias en su charla. La frase “cretinismo parlamentario” es de Marx y era una advertencia a los diputados obreros para que no cayeran en la actitud cretina de pensar que a través de la mera lucha parlamentaria se podía transformar la sociedad, haciendo del parlamento un fin en sí mismo.
Pablo Iglesias también dijo que Podemos debía convertirse en un partido “normal”, pero mostró su preocupación por el peligro de burocratización. La única manera de conjurar el peligro de burocratismo es propiciar una vida interna vibrante en los círculos, donde se prime la discusión política sobre temas de la actualidad nacional e internacional – actualmente circunscrita a los órganos de dirección de Podemos. La manera de construir un “bloque histórico” es integrar dentro de Podemos a la mayor cantidad posible de dirigentes obreros, juveniles, vecinales y sociales, que es el vínculo que puede fundir el partido con los movimientos de masas, lo que exige la mayor flexibilidad organizativa y democracia interna; y mecanismos efectivos para que la opinión de la base llegue hasta arriba y sea tenida en cuenta.
¿Un giro a la derecha?
En su intervención, el compañero Íñigo Errejón incidió en estos aspectos equivocados que señalamos en el discurso de Iglesias. Afirmó que “el Podemos que puede gobernar será más predecible, menos sexy y dará menos miedo. Generará menos ilusión en los sectores más movilizados; pero más certezas, menos miedo y menos incertidumbre en los sectores con posiciones más retardatarias hacia el cambio político”. ¿Significa esto que Podemos debería moderar aún más su discurso y apariencia? ¿Es decir, que debe girar a la derecha e integrarse en el sistema?
Para abonar su posición, el compañero se permitió un tono bastante malo y arrogante hacia la tradición de lucha y revolucionaria de las masas trabajadoras de nuestro país, cuando añadió: “Venimos de una cultura política que nos puede empujar hacia la respuesta clásica, la respuesta de la derrota, abonarse a la derrota: ‘No hemos ganado, pero tenemos 71 representantes que vamos a ser la representación y el altavoz de las luchas’. Si esa receta garantizara la victoria llevaríamos ganando 200 años. Y en realidad ha sido un certero y honroso camino hacia la derrota y la marginalidad política siempre”.
Tratándose de un compañero que descubrió recientemente las bondades del patriotismo español –algo que afortunadamente despierta poca o ninguna emoción en las masas trabajadoras de nuestro país– resulta muy chocante escucharle ese tono despectivo hacia la gloriosa tradición de lucha de la clase obrera y de las masas populares españolas. Una tradición que comprende la lucha contra la ocupación napoleónica, contra la monarquía decadente y corrupta de los borbones, contra el sistema caciquil y la guerra imperialista de Marruecos, por la república democrática, la lucha revolucionaria por el socialismo y contra la dictadura franquista, por los derechos democráticos de las nacionalidades históricas, o las luchas más recientes contra los efectos de la crisis de este sistema capitalista injusto y explotador. Muchas terminaron en derrota y algunas en victoria, pero han sido el único método efectivo para avanzar en lo mucho o poco de las conquistas sociales y democráticas que hemos conseguido. Por lo visto, el compañero Errejón dispondría de una fórmula mágica que nos habría garantizado siempre la victoria en estos 200 años –y se supone que no sólo en nuestro país– pero no parece situarla en el plano de la lucha social a juzgar por sus palabras, sino en el entendimiento con “los sectores más retardatarios hacia el cambio político”. Sin embargo, fueron justamente este último tipo de políticas por parte de los dirigentes liberales, obreros y populares durante el siglo XIX y XX las que cosecharon las derrotas más terribles para nuestra clase.
En su afán por situar a Podemos como una fuerza “responsable” Pablo Iglesias volvió a insistir en que toda la tradición programática de la izquierda europea en las últimas décadas era de corte socialdemócrata. Habló de reconstruir el espacio socialdemócrata en el Estado español, abandonado por el PSOE, y que ésa era la única manera de gobernar en nuestros países, en el marco de la Unión Europea, del euro y de la economía de mercado. Es cierto que tanto los PC’s como los PS’s europeos practicaron políticas socialdemócratas desde hace décadas, políticas de colaboración de clases circunscritas estrictamente dentro de los marcos del capitalismo. Pero si en el pasado, las políticas socialdemócratas parecieron funcionar temporalmente –décadas de los años 40 hasta comienzos de los 70– fue porque coincidieron con el mayor auge económico habido en la historia del capitalismo. En el Estado español fue la lucha revolucionaria contra la dictadura franquista y sus sucesores, y el enorme entusiasmo popular tras la victoria del PSOE en 1982, las que permitieron fundar nuestro limitado “Estado del Bienestar”. Sin embargo, ya desde mediados de los años 80 y sobre todo en los últimos 20 años, estas políticas socialdemócratas ya no han tenido cabida. Ha habido un desmantelamiento paulatino de dicho “bienestar” y un desguace del sector público, tanto por parte de gobiernos de derechas como “socialdemócratas”. Y esto, no por razones ideológicas o políticas, sino por la profunda crisis capitalista que no deja espacio a esas políticas. Lo que debemos entender es que lo sustancial a “la economía de mercado” es asegurar la propiedad privada de la minoría de privilegiados que posee la mayor parte de la economía de cada país, y no el bienestar general. En el caso español, esta minoría la representan las 100 mayores empresas que controlan el 80,5% de la riqueza nacional, en manos de 1.085 individuos, según el profesor Santos Castroviejo.
En la época actual, sólo podemos tener “reformismo con contrarreformas”, que es lo que explica la crisis histórica de la socialdemocracia europea. El Pasok primero y Syriza después, en Grecia, nos proporcionan los ejemplos más trágicos de los años recientes de este camino equivocado.
Por eso, la pretensión “socialdemócrata” de los compañeros de la dirección de Podemos, aun con toda su buena intención, es una quimera, una utopía. Su programa de reformas avanzadas es inaplicable en las condiciones actuales, de crisis prolongada sin final a la vista, con la existencia de una enorme sobreproducción y deudas públicas gigantescas a nivel global; con una excepción: que procedamos a expropiar a la minoría de oligarcas que someten a 40 millones de personas en el Estado español a sus estrechos intereses, y extendamos este ejemplo al resto de Europa.
Entre la capa de trabajadores y jóvenes avanzados, que abarca ya a millones, hay una desconfianza y un desdén innatos hacia el término “socialdemocracia”, a la que vinculan correctamente con las políticas de recortes, medias tintas y traiciones de los partidos socialistas europeos y del PSOE en particular. No es casual el clamor de rechazo en las bases de Podemos al uso abusivo del término “socialdemócrata” en la organización. Lo que necesitamos es la defensa valiente de un verdadero programa socialista, eso sí que entusiasmaría a nuestras bases y a capas más amplias de la clase trabajadora y de la juventud que esta vez no nos votaron.
Y si de reivindicar a la “socialdemocracia” se trata, reivindiquemos la socialdemocracia anterior a la 1ª Guerra Mundial, cuando defendía un programa marxista y revolucionario en todos los países. Algunos compañeros dicen que no crecemos más porque seguimos dando miedo por la radicalidad de nuestra apariencia. Lo opuesto es lo cierto. Los partidos socialistas, cuando defendían abiertamente un programa marxista de expropiación de los grandes capitalistas de cada país y una democracia obrera, se convirtieron en partidos de masas partiendo desde cero, y eso en una situación donde la clase obrera, con la excepción de Gran Bretaña, aún no era la clase social mayoritaria en los países europeos –como sí lo es ahora– y las condiciones de precariedad laboral y derechos sociales eran más parecidas a nuestra época actual que a los años 60 y 70 del siglo pasado.
Las posiciones de Monedero
El compañero Juan Carlos Monedero, presente en la charla mencionada de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, intervino brevemente desde el público con una intervención muy atinada. Planteó abiertamente que las “tesis populistas”, asociadas al sector del compañero Errejón, se habían demostrado equivocadas. Una de estas tesis es que, para alcanzar influencia, deben evitarse en la agitación las ideas o propuestas más complejas que no tienen aparentemente un apoyo popular masivo, o que sean más fáciles de atacar por la reacción. Porque no son “marcos ganadores”. Es fácil ver que esta concepción empuja al partido hacia la moderación política y a las políticas pequeñoburguesas de coalición de clases. Monedero mencionó correctamente que la defensa del “derecho a decidir” para Catalunya no era aparentemente un “marco ganador”, expuesto a la furia españolista de la derecha española y de sus comparsas en la dirección del PSOE. Sin embargo, la agitación valiente de esta consigna ha conseguido dos cosas: que UP alcance la hegemonía política en Catalunya y el País Vasco, desplazando a los nacionalistas catalanes y vascos, y ser la fuerza de izquierdas principal en Galicia y Navarra; y educar al conjunto de la clase trabajadora y la juventud del resto del Estado en el derecho democrático que asiste a las nacionalidades históricas decidir su destino.
Monedero también corrigió la afirmación de Errejón sobre los “200 años de derrotas”, explicando que muchas de estas derrotas resultaron vitales para construir una conciencia política de transformación social y conseguir avances sociales y políticos incuestionables.
Monedero terminó su intervención diciendo: «Mi planteamiento es que si identificamos esa idea de identificar cuál es esa crisis civilizatoria, de cuál es la respuesta que tiene el sistema y de cuál es la respuesta alternativa, y que no tenemos miedo para luchar contra ese 1%, yo creo que el marco parlamentario es ideal para que la gente sepa quiénes somos, cuál es nuestra capacidad y cuál es nuestra utilidad…, [somos] gente que quiere seguir cambiando el sistema, porque la respuesta del sistema va contra las mayorías».
Estas posiciones del compañero Monedero nos parecen excelentes, y no es casual que en la base de la organización sea visto como el referente de un eventual “ala izquierda” de Podemos. Sin embargo, hay posiciones políticas del compañero Monedero que nos parecen que adolecen de cierta debilidad y que debemos señalar, precisamente por su papel de máximo referente “crítico” hacia ciertas políticas de la dirección y por el impacto que sus opiniones siempre encuentran en la base de la organización. Por ejemplo, en su intervención se mostró de acuerdo con “el discurso socialdemócrata” y sólo criticó que el marco acelerado de una campaña electoral no era el más apropiado para exhibirlo, porque podía malinterpretarse; y que requería de una explicación paciente más apropiada en los meses por venir.
La “vulgata marxista”
Esta posición ambivalente de Monedero no es casual, deriva de sus propios presupuestos ideológicos, que aparecen muy bien expresados en una reciente entrevista en elconfidencial.com. Así comienza manifestando, contra lo que suele creerse, que no tiene diferencias fundamentales con el compañero Errejón:
“Las diferencias siempre han sido tácticas, no estratégicas. En el encuentro de El Escorial, donde bromeé conÍñigo Errejón diciéndole que soy errejonista, se vio que las discrepancias no son de fondo. La discusión es sobre cómo se combate”.
Más importante es la parte de su respuesta donde resume su concepción política:
“El eje derecha izquierda se ha vaciado, pero sobre todo porque se había disuelto la izquierda. Hubo tres dinamitadores fundamentales de la izquierda: sus marcos teóricos; la vulgata marxista, incapaz de entender el presente, que pensaba que el proletariado era el sujeto revolucionario, que un partido único era capaz de solventar las demandas populares y que todo se solucionaba con la estatalización de los medios de producción, y en tercer lugar, la incapacidad para incorporar nuevas demandas, como las medioambientales, las feministas o las pacifistas. Además, el sentido común se hizo neoliberal y la gente ahora vive la vida como si fuera empresaria de sí misma. La izquierda tenía que reinventarse, construyendo un pensamiento alternativo de alternativas, como decía Boaventura de Sousa, y es algo que no se podía hacer con las armas melladas del pasado, con la lucha de clases y la propiedad estatal de los medios de producción. Hoy hay nuevas realidades, una persona joven quiere trabajar, pero no como sus padres; vivimos una época en la que acortar el tiempo de trabajo es una posibilidad y una necesidad, y en la que el principio esencial del capitalismo, que era la escasez, deja de funcionar, porque hoy lo fundamental es la información y esta es abundante. La izquierda tiene que pensar sobre estas cosas”.
Vemos cierta inconsistencia en la posición ideológica del compañero, porque mientras su crítica del capitalismo suele ser certera, no atisba a proponer una alternativa a este sistema. Es digno observar que mientras Monedero se afana en derribar con la pluma los conceptos tradicionales de izquierda-derecha y principios básicos del marxismo, sólo ofrece frases cargadas de abstracción, tales como “La izquierda tenía que reinventarse, construyendo un pensamiento alternativo de alternativas”.
Ya hemos criticado otras veces el error político de dar por periclitado el eje izquierda-derecha. Pensamos que los dirigentes de Podemos han quedado prisioneros de los elementos políticos más atrasados que surgieron del movimiento del 15M y no pueden liberarse de los mismos, pese a que se dan de bruces con la realidad a cada paso, y sólo contribuyen con eso a desorientar y rebajar el nivel de comprensión de las capas más atrasadas del movimiento. No obstante, empezamos a ver un cambio. En su comparecencia de prensa del martes 12 de julio, tras reunirse con Rajoy, el propio Pablo Iglesias zanjó de una vez este debate tedioso. Repitió en varias ocasiones que el PSOE debía mirar a su “izquierda” para tratar de alcanzar un acuerdo de gobierno con Unidos Podemos y no a su “derecha”, donde están PP y Ciudadanos. Estamos de acuerdo en esto con el compañero Pablo Iglesias y no tenemos nada más que añadir.
Nos preocupan más las referencias de Monedero al marxismo. Él dice oponerse a la “vulgata del marxismo”, dando a entender que existe un “marxismo docto” con el que estaría de acuerdo, aunque no nos menciona una sola palabra de su contenido. En realidad, sus ataques a la “vulgata del marxismo” en esta entrevista van dirigidos casi todos a la línea de flotación del Marxismo sin adjetivos. Esto refleja: o bien una asimilación insuficiente del propio marxismo, o bien que sólo conoce la variedad del “marxismo” proporcionada durante décadas por los partidos comunistas europeos; es decir, la variedad estalinista y reformista de aquéllos. De sus afirmaciones parece deducirse que Monedero cree que hubo realmente un “socialismo” marxista de manual en la URSS y en los países del este de Europa. De ahí que el fracaso de la URSS parezca ser el fracaso del marxismo y del socialismo. Su referencia a la “vulgata marxista” con su “partido único” es un ejemplo de esto. Nunca Marx ni Lenin afirmaron jamás la idea de un partido único en un régimen socialista. Baste recordar que el primer gobierno soviético fue un gobierno de coalición entre el partido bolchevique y el partido socialrevolucionario de izquierda, y los mencheviques y otros partidos de izquierdas participaban en los soviets hasta que se desató la guerra civil y apoyaron activamente la intervención imperialista extranjera para derrocar violentamente el régimen soviético.
El compañero Monedero desdeña al proletariado como sujeto revolucionario. Para nosotros, el proletariado no es más que la clase obrera, el producto más genuino del sistema económico capitalista, la clase de los trabajadores asalariados que constituye la aplastante mayoría de la población trabajadora, y sin cuyo amable permiso no se mueve una rueda ni se enciende una luz, como ha demostrado recientemente la clase obrera francesa, o la clase obrera española en las huelgas generales de años anteriores.
El compañero Monedero tiene que demostrarnos cómo se pueden conciliar las necesidades apremiantes de la sociedad por el pleno empleo, la justicia social, las libertades individuales, la extensión del bienestar social, detener los desastres medioambientales y terminar con las guerras imperialistas, con el dominio asfixiante que ejercen en cada país y a nivel internacional un puñado de plutócratas que controlan los grandes medios de producción, que sólo pueden funcionar con el trabajo millones de obreros asalariados. No es un mandato del manual marxista la estatalización, bajo el control democrático de los trabajadores y del conjunto de la sociedad, de dichos medios de producción; sino que es una necesidad acuciante de la misma sociedad si no quiere deslizarse hacia una degradación y barbarie crecientes.
El compañero Monedero dice que la izquierda y el marxismo se han mostrado incapaces de “incorporar nuevas demandas, como las medioambientales, las feministas o las pacifistas”. No es cierto. Los problemas medioambientales, la opresión de la mujer o las guerras siempre han formado parte del análisis y del programa de los marxistas. De la misma manera, es falso el reproche que los nacionalistas hacen al marxismo de que no forme parte de sus demandas resolver los problemas democrático-nacionales de los pueblos oprimidos. Lo que decimos es que todos estos problemas son imposibles de solucionar al margen de la transformación socialista de la sociedad ¿Por qué? Porque todos esos problemas son parte y condición existencial del mismo capitalismo. No puedes tener capitalismo sin los desastres medioambientales provocados por la explotación rapaz de los recursos naturales por las grandes empresas. No puedes tener capitalismo sin la opresión de la mujer y la esclavitud doméstica, sin la doble escala salarial para mujeres y hombres, y sin el actual modo obsoleto de vida familiar. No puedes tener capitalismo sin guerras por el control de las materias primas y por razones de hegemonía mundial. Y no puedes tener capitalismo sin la opresión de pueblos y naciones por las potencias imperialistas. No puedes resolver ni uno solo de estos problemas sin la lucha unida de la clase trabajadora en cada país y a escala internacional contra el capitalismo y el imperialismo. Por lo tanto, nunca ha estado más vigente y actual el marxismo que en nuestra época. Lo que es utópico es pensar que en medio de la mayor crisis capitalista mundial desde los años 30 se pueden resolver éstos y los demás problemas por la vía de la conciliación de clases y de la desprestigiada socialdemocracia, como ya hemos explicado antes.
Una perspectiva optimista
No nos deben preocupar las debilidades políticas actuales de Podemos ni de sus confluencias. Hasta cierto punto, son un reflejo de la etapa inicial actual de despertar a la acción política de millones de personas sin experiencia política previa, y de la ruptura del hilo conductor del marxismo con la nueva generación. El marxismo no es un manual, está enraizado en las condiciones materiales de la sociedad capitalista. Es tarea de cada generación reapropiarse las antiguas posiciones políticas e ideológicas, y la crisis del capitalismo va a proporcionar una escuela de aprendizaje rápido.
Tampoco debe preocuparnos de manera alarmante las vacilaciones, marchas y contra marchas de los compañeros de la dirección de Podemos. Son una foto fija de una película que está en sus inicios. Se engañan estos compañeros si piensan que el Estado español ha entrado en una etapa de estabilidad política. El capitalismo español es débil, su crecimiento económico frágil y expuesto a los vaivenes violentos de la economía mundial.
Más pronto que tarde veremos un alza en el movimiento, una vez agotadas las ilusiones de millones en un cambio fundamental en sus vidas a través del voto. Si algo han demostrado los compañeros de la dirección de Podemos es su permeabilidad ante el movimiento de masas. La actual conmoción y desánimo por el resultado electoral del 26J no durará, forma parte inevitable del aprendizaje colectivo. Nuevas conclusiones habrán de ser sacadas y estamos convencidos que apuntarán en dirección a las posiciones que sostenemos aquí. Si, como es lo más probable, la dirección del PSOE facilita con su abstención la continuidad del gobierno de Rajoy eso le creará a Unidos Podemos un ancho camino de agitación, apareciendo como la única y verdadera oposición. Los dirigentes de UP deben utilizar hábilmente su posición en el parlamento con la lucha de masas en la calle.
Es inevitable que el gobierno de Rajoy entre en crisis mucho antes de lo que se espera, incapaz de resolver los problemas sociales más elementales. Las capas más inertes, atrasadas e improductivas que agrupan la mayor parte del voto a PP-Ciudadanos quedarán expuestas ante la lucha y la movilización en la calle de los trabajadores, los jóvenes y demás capas explotadas que se agrupan alrededor de Unidos Podemos y de una parte importante de las bases del PSOE, y que constituyen la verdadera columna vertebral de la sociedad española. Toda la situación prepara un giro brusco a la izquierda. Pero debemos dotarnos de las mejores armas para afrontar este período, debemos estar preparados y extraer las conclusiones ideológicas, políticas y organizativas necesarias para garantizar nuestra victoria cuando se presente el momento.
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