¿Quién necesita a los “empresarios patriotas”?
Tras el congreso de Podemos en Vistalegre una idea-fuerza principal que ha pasado a plantear el compañero Pablo Iglesias es la defensa de los “empresarios patriotas”, que serían -según él- quienes crean empleo, cumplen la ley, y pagan sus impuestos en España.
Nosotros, como marxistas, rechazamos que los empresarios, como clase y en general, tengan cabida en nuestro proyecto político. El compañero se equivoca si piensa que ésa es una consigna “astuta” para atraerse el voto; no ya de los empresarios –“patriotas” o no– que tienen sus propios partidos que defienden sus intereses más consecuentemente, como el PP o Ciudadanos; sino de sectores moderados de la clase media. Ninguna consigna “inteligente” nos atraerá a esos sectores, salvo marginalmente, mientras que sí puede provocar la confusión y el alejamiento de millones de trabajadores que sí nos votan, y de los que aún no lo hacen, si ven que Unidos Podemos considera “compañeros de ruta” a quienes les explotan diariamente en sus centros de trabajo.
¿Consideraría el compañero Pablo Iglesias “empresarios patriotas” a quienes defienden las reformas laborales de PP-PSOE que queremos derogar, aunque creen puestos de trabajo y paguen aquí todos sus impuestos? ¿Puede conciliarse en un mismo proyecto político a los trabajadores que reclaman aumentos salariales y empleos dignos, y a los “empresarios patriotas” que los explotan o amenazan con despedirlos si luchan? ¿Aceptarán de buena gana los “empresarios patriotas” pagar un salario mínimo de 900 euros y más impuestos, como defiende Unidos Podemos? Si la respuesta es no a todo esto, como es evidente, ¿para qué esforzarse en lanzar una consigna carente de contenido que sólo crea confusión?
Si el “patriotismo” fuera el elemento unificador de quienes nos apoyan y votan, y de nuestro programa, deberíamos eliminar toda medida que provocara discordia y división entre los “empresarios patriotas” y los trabajadores. ¿Qué haríamos entonces con las reformas laborales, y con la subida del salario mínimo, y con las subidas de impuestos a los más ricos? Pero en el mundo real, la explotación y la opresión seguirían perviviendo. Lo que se predica entonces, a través del patriotismo, es la conciliación de clases. Siendo la clase trabajadora la clase oprimida, eso significa perpetuar su postración social, su opresión, explotación y embrutecimiento, a cambio de la ilusión de compartir una “patria” con los empresarios que la oprimen y explotan pero que, eso sí: ¡pagan sus impuestos aquí!
He aquí el peligro para la clase trabajadora de asumir como propios términos y conceptos ajenos a ella, como la “patria” ¿Qué quedaría entonces de la consigna original de Podemos: “los de abajo” contra “los de arriba”? Como los empresarios están arriba y los trabajadores abajo, la “patria” que nos une sólo puede significar mantener el “status quo”, unos arriba y otros abajo.
La idea de “patria”, por tanto, es un engaño y un instrumento ideológico de opresión para la clase trabajadora. Y es la puerta abierta para azuzar odios y rivalidades nacionales entre unas clases trabajadoras y otras, entre unos pueblos y otros.
Lo esencial al empresario no es la “patria” sino el lucro. Necesita comprar y vender, dentro y fuera de la “patria”, para sobrevivir y crecer; y explotar al trabajador para tener beneficios. El “patriotismo” no juega ningún papel material progresista en el capitalismo moderno, para empresarios y obreros, salvo como instrumento ideológico de engaño de los segundos.
No somos doctrinarios. Distinguimos perfectamente entre el “patriotismo” honesto de un obrero que significa un lugar donde vivir dignamente, del “patriotismo” de un empresario que significa un lugar donde explotar y enriquecerse libremente. Ambos son antagónicos. El primero, envuelve un socialismo inmaduro; el segundo, la explotación capitalista e imperialista. Pero nuestra tarea no es alabar el “patriotismo” ingenuo del primero, que esencialmente mantiene incorporada la idea de una comunidad de intereses entre obreros y empresarios, y excluye de esa comunidad de intereses al resto de obreros del mundo, sino terminar con toda explotación y sujeción de una clase por otra, y de una nación por otra.
Si la idea de la soberanía nacional puede tener hoy algún contenido progresista, es que la riqueza de la nación sea propiedad de la nación entera, y abogar por la máxima unión e integración de todos los pueblos y naciones.
Frente a la mezquindad del nacionalismo, debemos oponer la fraternidad emancipadora del socialismo internacional, la “república universal del trabajo”, en palabras de Carlos Marx.
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