Revolución en Argelia: termina una fase, comienza otra
Ayer por la noche, las calles de Argelia estallaron de alegría después del anuncio de que el odiado y eterno dictador se retiraba de las elecciones presidenciales programadas para abril. «¡No hay quinto mandato para Buteflika!» era el grito que agrupa a las masas desde hace semanas. Ahora parece que han logrado su objetivo.
El presidente Abdulaziz Buteflika ha anunciado que no se presentará para un quinto mandato. Esta retirada es una gran victoria para las masas en lucha sobre un régimen que no quería ceder. La última estimación (France24, 11 de marzo) sitúa la cantidad de participantes en las manifestaciones diarias entre 10 y 15 millones en su apogeo, de una población de 40 millones. Este alcance de esta movilización no se ha visto desde que el país logró la independencia en 1962.
La convocatoria de una huelga general en las redes sociales también estaba cobrando impulso desde ayer. Pero esto provocó una conmoción en toda la clase dominante, donde algunos sectores parecían estar abandonando a Buteflika o al menos cubriendo sus espaldas al dejar de apoyarlo directamente. Además de los Imanes y los jueces que declararon su recién descubierta independencia respecto al régimen, el jefe del ejército, en un mensaje críptico, anunció que el ejército comparte los mismos objetivos que el pueblo. No puede haber duda: ha estallado una verdadera tormenta política. La clase dominante ahora está tratando de maniobrar para recuperar la iniciativa. Temen que, si continúan con su antigua posición intransigente, corren el riesgo de ser superados por completo por la ola revolucionaria. Por eso están tratando de dar concesiones para ganar tiempo y paz.
Pero la exaltación de las masas es sin embargo contradictoria. La decisión de no presentarse a las próximas elecciones presidenciales no significa que Buteflika haya renunciado. Muy por el contrario. Es una maniobra de su clan de generales y empresarios para mantenerse en el poder. El anuncio de ayer por la tarde incluyó más medidas. Las elecciones presidenciales se han pospuesto sine die. No se ha establecido una nueva fecha. Se convocará una conferencia nacional (¿de quiénes?) para establecer una nueva constitución que se someterá a un referéndum a fin de año. Entonces, y solo entonces, habrá nuevas elecciones presidenciales.
Pero una vez más, no se han establecido fechas precisas. Hasta entonces, Buteflika presidirá un gobierno tecnocrático. Esto significa, en realidad, un cuarto mandato extendido para el presidente. Ya hay etiquetas de twitter circulando en las redes sociales argelinas exigiendo «No a un cuarto mandato extendido». «Dejarlo significa dejarlo» también se ha convertido rápidamente en una consigna popular. Ali Dilem, un dibujante argelino, dibujó una caricatura de Buteflika anunciando que no buscaría un quinto mandato. «A cambio, haré un cuarto mandato de diez años», dice el presidente.
Otras medidas confirman el deseo obstinado de la camarilla dominante de permanecer en el poder. El gobierno ha sido reorganizado con el objetivo de fortalecer el clan alrededor del presidente. Saben que tienen que tratar de engañar para mantenerse en el poder. La intimidación y la represión no han funcionado. Así que están tratando de ganar tiempo, en su lugar.
Pero semanas de movilización de desafío al régimen ha aumentado la conciencia de las masas. Han aprendido más en esas semanas que en años de pasividad. La victoria de ayer las envalentonará. Querrán más. Especialmente los jóvenes (la mayoría de los argelinos son menores de 30 años) quieren que toda la mafia de burócratas, generales y empresarios salga del poder. «Todos deben irse», comentaron ayer jóvenes manifestantes. Ya se anuncia un nuevo día de movilización para este viernes 15 de marzo. La batalla de Argel acaba de empezar.
El siguiente artículo se publicó por primera vez en árabe el 6 de marzo, antes de los últimos acontecimientos.
Desde el 22 de febrero, ha habido manifestaciones masivas en toda Argelia. Estas son las protestas más grandes desde el movimiento de al-Aroush en junio de 2000. Las marchas comenzaron cuando la oficina del presidente Abdelaziz Buteflika anunció su intención de postularse para un quinto mandato. Esto fue la gota de agua que colmó el vaso en términos de la ira acumulada de la juventud argelina. Aunque este movimiento pareció aparecer de la nada, no ha sido un acontecimiento aislado. De hecho, 2018 ha visto un aumento en las luchas populares, las más destacadas han sido las huelgas de médicos, trabajadores del sector educativo y los fuertes levantamientos populares en Bashar y Ouargla en el sur de Argelia.
Contenido
Punto de inflexión
Estas protestas, en su profundidad, tamaño y combatividad, marcan una nueva fase en la historia de la lucha de clases en Argelia y en la región en general. El régimen argelino pudo resistir la tormenta de las revoluciones que se extendieron por el norte de África y Oriente Medio desde 2011. Esto se logró mediante una combinación de concesiones materiales para algunas capas y amenazando con «regresar a los años de la guerra civil» que Argelia experimentó durante los años noventa.
Estos criminales en el régimen han chantajeado durante mucho tiempo al pueblo argelino al desenterrar «la sangrienta década», durante la cual el ejército y los islamistas colaboraron para causar estragos en todo el país y asesinar al menos a 200.000 personas.
Todavía repiten la misma canción contra las recientes protestas. «El precio de restaurar la seguridad y estabilidad de Argelia fue enorme y es importante mantener este precioso logro», dijo el Viceministro de Defensa y Jefe de Estado Mayor del Ejército, el teniente general Ghaid Saleh, en un discurso después de las protestas. Añadió: «Un pensamiento objetivo y adecuado debe tener en cuenta la seguridad lograda después de los años sangrientos que experimentó Argelia, aunque el precio para restaurar la seguridad y la estabilidad de Argelia fuera grande…»
El primer ministro Ahmed Ouyahia tampoco se olvidó de hacer recordar a todos lo que se vivió en ese período. Se refirió a ello varias veces, especialmente en su discurso en el parlamento. También utilizó la amenaza de las experiencias de Siria en los últimos años. Lo que realmente quiere decir es: «U os rendís y sometéis a nosotros, o desataremos las fuerzas del infierno sobre vosotros». Pero los manifestantes le respondieron en las calles diciendo: «Ouyahia, Argelia no es Siria».
Lo que vemos hoy en las calles de Argelia es la evidencia de que ahora es la clase dominante quien tiene miedo, mientras que los argelinos están levantando sus cabezas nuevamente y recuperando sus grandes tradiciones revolucionarias.
Enfrentados al heroísmo de las masas, que no fueron impedidos por el gas lacrimógeno, las porras y los arrestos, la pandilla gobernante se vio obligada a hacer «concesiones» rápidamente, lo que indica la magnitud del terror que siente. Inmediatamente después del estallido de las protestas, la agencia oficial de noticias anunció que Buteflika había retirado a su jefe de campaña y al ex primer ministro Abdelmalek Sallal, reemplazándolo con el actual ministro de transportes, Abdelghani Zaalan. Pero esto solo condujo a más protestas, porque fue visto nada más que como una maniobra para mantener el gobierno de la camarilla alrededor de Buteflika. El propio Buteflika ha desaparecido de la vida pública después de un derrame cerebral que sufrió en 2013. Se cree que no es más que un títere, un cadáver en el sentido real y político de la palabra, que está controlado por una pandilla de compinches a su alrededor.
El domingo, la camarilla gobernante emitió otra declaración en nombre de este cadáver. Declaró la intención de Buteflika de «no completar su mandato presidencial» si gana el 18 de abril, y de «organizar elecciones presidenciales anticipadas» en las que no será candidato. Y como las palabras son baratas, los autores de esa declaración prometieron todo bajo el sol. Dijeron, en nombre del presidente:
«Estoy decidido, si el pueblo argelino me elige de nuevo, a asumir la responsabilidad histórica de responder a sus demandas fundamentales, es decir, al cambio de régimen».
También se comprometió a «preparar una nueva […] constitución que consagre el nacimiento de una nueva república y un nuevo régimen argelino», así como «el establecimiento de políticas públicas urgentes que permitan la redistribución equitativa de la riqueza nacional, la eliminación de toda marginación y exclusión social… «, etc.
De esta manera, la camarilla gobernante quiere dividir el movimiento para poder recuperar la iniciativa. Pero si estos bandidos realmente imaginan que el pueblo argelino creerá estas promesas y será engañado por su maniobra, habrá perdido todo contacto con la realidad. Esto fue comprobado por el pueblo argelino, que trató la declaración con el desprecio que merecía y reforzó sus protestas.
Accidente y necesidad
La razón inmediata detrás de este levantamiento popular es el rechazo generalizado a la nominación de Buteflika como candidato presidencial por quinta vez. Pero esto fue simplemente un accidente que expresó una necesidad más profunda. Una enorme cantidad de ira e indignación se ha acumulado a lo largo de muchos años de recortes, saqueos y represión, esperando bajo la superficie la oportunidad de expresarse. Esta última provocación fue la chispa que encendió el polvorín.
Argelia es un país rico, el más grande de África (2.381.741 kilómetros cuadrados), cuatro veces el tamaño de Francia, y su fuente más importante de riqueza es su juventud, que representa la mayoría de la población. Los menores de 25 años representan el 46 por ciento de la población. La tasa de desempleo ha aumentado del 10,5 por ciento en 2016 al 11,1 por ciento en 2018. Ha afectado especialmente a jóvenes y mujeres, alcanzando el 26,4 por ciento entre los jóvenes de 16 a 24 años y el 20 por ciento entre las mujeres.
Argelia es también el quinto productor mundial de gas natural y el 13º en producción de petróleo. ¡Estas fuentes de riqueza suministraron al presupuesto estatal durante el período comprendido entre 1999 y 2014 (es decir, el reinado de Buteflika) 750 mil millones de dólares! Este tipo de dinero podría eliminar permanentemente la pobreza y el desempleo en el país y reconstruir Argelia varias veces a todos los niveles, con un sistema económico y político basado en la planificación democrática de la economía y el control popular sobre la riqueza.
Sin embargo, a pesar de esta enorme riqueza, Argelia es un país con profundos problemas. La visita del presidente a Suiza para chequeos médicos es uno de los mil indicios de esto. Demuestra que, después de 25 años de gobierno y 57 años de independencia, todavía no hay un solo hospital en el que él confíe para brindarle tratamiento. Las promesas hechas en la última declaración de la camarilla gobernante sobre su intención: «desarrollar políticas públicas urgentes que aseguren la redistribución equitativa de la riqueza nacional y eliminen toda marginación social y exclusión…» son una prueba más de su propia quiebra política.
La bancarrota de la clase capitalista y de la pandilla gobernante está claramente expuesta en su dependencia parasitaria de los ingresos del petróleo y del gas natural en lugar de la inversión en educación, infraestructura, industria, medio ambiente o cualquier otro bien social. Esto ha hecho que el país sea vulnerable a las fluctuaciones en los precios de la energía. Por lo tanto, después de que los precios de la energía cayeron en el mercado internacional a partir de 2014, los ingresos del petróleo cayeron un 70 por ciento, según cifras oficiales. Las reservas de moneda extranjera también cayeron a 93 mil millones, desde 114 mil millones en 2016. Se espera que caiga a 76 mil millones en 2020, equivalente a 17 meses de importaciones. La deuda del país aumentó del 20,4 por ciento como proporción del PIB en 2016 al 32,9 por ciento en 2018 y, por primera vez en un cuarto de siglo, el país registró un déficit comercial: $ 13.700 millones.
A raíz de estos contratiempos económicos, el gobierno ha lanzado políticas de austeridad brutales, obligando a los trabajadores y los pobres a soportar la carga de la crisis causada por las políticas de la clase dominante desde la independencia. Recientemente han anunciado que «el pueblo argelino tendrá que soportar tiempos difíciles». Como una «solución» a los crecientes problemas económicos, han recurrido a despidos masivos. También pretendían abandonar los subsidios a muchos productos básicos, como el petróleo, y reducir el valor del dinar para que los pobres paguen cada vez más por la crisis. Desde 2014, el dinar ha perdido el 48 por ciento de su valor en comparación con el dólar. La tasa de inflación alcanzó el 7,5 por ciento en 2018.
Junto con esta bancarrota económica de la clase dominante, también somos testigos de su bancarrota política. Después de 20 años de gobierno de Buteflika y más de cinco décadas de independencia, no hay libertad democrática en Argelia (algo que incluso aquellos que escribieron la declaración de Buteflika tuvieron que admitir). Por ejemplo, Argelia está clasificada por las Naciones Unidas como un «país no libre en términos de libertades políticas» y en 2017 ocupó el lugar 134 (de 180 países) en relación con la libertad de prensa.
El régimen tiene miedo
El régimen creía que las cosas estaban bajo control y que el «orden estaba asegurado», lo que se reflejó en la arrogancia con la que trataron las demandas populares y todas las formas de oposición. Luego vino este movimiento, que no esperaban, y cuya fuerza subestimaron. Se volvió todo al revés.
El dilema de los bandidos gobernantes es que no tienen mucho espacio para maniobrar. A diferencia del pasado, ya no tienen miles de millones de dólares disponibles para hacer concesiones financieras a las masas, especialmente debido a la disminución significativa en los precios del petróleo y el gas, y a la cantidad de despilfarro y corrupción que abunda en el Estado.
Su canción sobre «la legitimidad histórica», la legitimidad de la revolución argelina y la lucha contra el colonialismo, ya no convence a nadie. Todos saben que solo son una pandilla que confiscó los derechos del pueblo argelino, saquearon el país y lo convirtieron en una granja de compañías imperialistas (franceses, estadounidenses y otros), es decir, los mismos crímenes con los que las masas querían romper a través de la revolución.
El chantaje criminal que están librando contra el pueblo para «someterse a la seguridad», al aumentar el espectro de los «años rojos» cada vez que se enfrentan a un movimiento de masas, ya no funciona, especialmente en los jóvenes, para quienes el único terrorismo que han conocido en sus vidas es el terrorismo de Estado. Es posible, que la camarilla gobernante, acorralada por estas protestas, pueda recurrir a ataques terroristas aquí y allá (o al menos permitir que se realicen) para descarrilar el movimiento revolucionario. Pero es muy poco probable que se arriesguen a regresar a los años de la guerra civil después de haberse quemado los dedos y que sus intereses sufrieran graves daños.
Ahora se enfrentan a un verdadero callejón sin salida. Sus pasos atrás ante las demandas populares revelarán su impotencia, aumentarán la confianza de las masas y estimularán sus demandas. Pero la intransigencia del régimen amenaza con aumentar la ira pública, y si las protestas atraen nuevas capas y afectan a más regiones, esto profundizará las divisiones por arriba. En la guerra, como en el ajedrez, llega una etapa en la que un movimiento en cualquier dirección (retirada o ataque) podría llevar a la derrota, y la pandilla gobernante en Argelia ha llegado a esta situación.
Pero no son los únicos que temen el gran ascenso del pueblo argelino. Todos los regímenes de la región sienten el calor bajo sus espaldas. La clase obrera argelina es una de las clases trabajadoras más fuertes de la región y del continente en general. Tiene una larga historia de luchas y grandes tradiciones revolucionarias. Por lo tanto, su ascenso y triunfo inspirarán a todos los pueblos de la región y de todo el continente. De hecho, las masas de Sudán que están en las calles desde febrero comenzaron a plantear consignas de solidaridad con el movimiento en Argelia. Y el líder del movimiento del Rif en Marruecos, Nasser Zafzafi, envió un mensaje a los jóvenes argelinos desde su celda, expresando su solidaridad con ellos.
Los imperialistas, especialmente los franceses, están siguiendo estos acontecimientos con preocupación. Esto es normal, porque lo que está sucediendo en Argelia ciertamente afecta a Francia. El régimen argelino desempeña el papel del perro obediente de Francia en la región en medio de la llamada «guerra contra el terrorismo» y en la restricción de la migración. También tiene importantes intereses en Argelia en términos de inversiones y comercio, el último de los cuales asciende a $ 5 mil millones al año, ya que Argelia es uno de los mayores importadores de trigo francés y un importante proveedor de energía (que proporciona el 10 por ciento de las necesidades energéticas de gas de Francia, etc.).
El factor más importante es la presencia de una gran clase obrera argelina en Francia, que tiene una gran tradición revolucionaria y está involucrada en las luchas de masas que recientemente se desataron en este país. También están siguiendo con interés y simpatía los acontecimientos en su país de origen, y están muy enojados por la complicidad entre la clase dominante francesa y la pandilla gobernante en Argelia.
Lo que asusta a la clase dominante francesa y a los mafiosos argelinos es la posibilidad de que este movimiento encienda un nuevo capítulo de la revolución en toda la región y extienda su simpatía a Europa, especialmente a Francia. Como no hay un país estable en toda la región, hay protestas masivas que exigen cambios en todas partes. Entre 2017 y 2018, Marruecos ha visto fuertes protestas en el Rif y Jrada, por no mencionar muchas huelgas, huelgas generales y protestas estudiantiles. En las últimas semanas, ha experimentado un movimiento de protestas, encabezado por maestros con contratos temporales, junto con jóvenes desempleados.
Túnez también es testigo del estallido de manifestaciones masivas contra el alto precio de los bienes y diversas formas de explotación y opresión. Jordania había visto grandes protestas en junio de 2018 contra un aumento en los impuestos, lo que llevó al derribo del gobierno. Irak también se ha visto afectado por fuertes protestas en Basora en julio y octubre. Incluso Irán ha visto a manifestantes salir a las calles en varias ocasiones durante el año pasado. Sudán está atormentado con importantes protestas en este momento, que el régimen dictatorial de Bashir aún no ha logrado detener, a pesar de desplegar balas, arrestos y otros métodos brutales de represión.
La necesidad de un partido revolucionario
La pobreza, la marginación y la opresión nacional experimentada por los pueblos de la región son el resultado directo de los regímenes capitalistas de la zona. La región del Magreb es rica en riqueza y, bajo una economía socialista democráticamente planificada, podría convertirse en un paraíso en la tierra, para el beneficio de los pueblos de la región en general, no para un grupo de ladrones como lo es hoy. Pero esto requiere el derrocamiento del capitalismo, la destrucción de sus regímenes dictatoriales y la ruptura de los vínculos con el imperialismo. En resumen, requiere una revolución socialista y la toma del poder por parte de la clase obrera.
En Argelia, y en toda la región, las masas han demostrado repetidamente su deseo de cambio y su capacidad para lograrlo. No hay ningún sacrificio que no hayan estado dispuestas a hacer durante estos últimos años para cambiar su situación. Y con gran heroísmo se han enfrentado a la represión de todo tipo. Pero el problema es la ausencia de una dirección revolucionaria que pueda unir estas luchas y darles un programa de combate.
Los dirigentes reformistas de los sindicatos y partidos de izquierda están completamente corrompidos y en bancarrota. Se han convertido en traidores al servicio de los regímenes. La única lucha que conocen es participar en elecciones, parlamentos y «diálogos»: han abandonado cualquier perspectiva revolucionaria. Muchos de ellos se han convertido en una herramienta para aprobar políticas de austeridad y ataques a las conquistas y derechos de la clase trabajadora y de la juventud.
La juventud revolucionaria y los activistas marxistas deben asumir la tarea de construir un partido marxista revolucionario, como el Partido Bolchevique, que logró en 1917 llevar a la clase obrera rusa al poder, construir un Estado obrero y consejos de campesinos pobres. Esta tarea es indispensable y urgente, sin la cual no hay posibilidad de victoria a pesar de los grandes sacrificios de las masas, al igual que el vapor se evapora cuando no hay una caja de pistones para dirigirlo. Nadie hará esto por nosotros, debemos ser dueños de nuestro propio destino.
Para hacerlo, tenemos que confiar en nuestra clase: la clase trabajadora, que es la única clase que crea toda la riqueza en la sociedad. Y debemos armarnos con las ideas marxistas, que nos permitirán construir las fuerzas necesarias para dirigir la lucha para cambiar la sociedad y eliminar la crueldad, la injusticia, la explotación y la esclavitud. Solo así viviremos para ver el triunfo del socialismo en Argelia, en el norte de África y en todo el mundo.
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