“Se vende barrio obrero”

A mediados de noviembre, El País publicaba un llamativo artículo con el nombre “Se vende barrio obrero” (El País, 12/11/2025). En este se describe un negocio que consiste en detectar a personas vulnerables, principalmente gente mayor, para presionarlos (en el mejor de los casos, desear que se mueran) para comprar su piso, “renovarlo” y vendérselo a un gran tenedor que después lo alquila. Estas “inversiones” son muy rentables porque la mayoría de estos pisos son bastante baratos en comparación con otros barrios, con una reforma superficial se les hace “un lavado de cara”, y se les saca un suculento beneficio gracias a los precios disparados del alquiler.

Según la definición de la RAE, un virus es un “microorganismo infeccioso capaz de reproducirse en células vivas de las que es parásito, y de causar y propagar así enfermedades.”

Esta descripción se queda incluso corta para captar en toda su plenitud el carácter rapaz, salvaje y sin escrúpulos de los grandes inversores inmobiliarios y de sus secuaces en las agencias.

El autor del artículo cita una agente inmobiliaria “con experiencia”, y dice: “tomando el café de la mañana se entera de los chismes: quién se ha muerto, quién se ha arruinado. La iglesia es otro punto útil y también lo que gira en torno a ella: “El otro día pasé por delante de un portal y vi un papel anunciando una misa por doña Francisca. Tú piensas ‘pobrecilla’, pero al mismo tiempo se te viene a la cabeza, ‘piso libre”.”

En otro punto, dice: “Están entrenados para oler el negocio en los pequeños detalles del día a día: una ambulancia que se detiene frente a un portal, una esquela en el periódico, una abuela que hace tiempo dejó de dar su paseo matutino…”

Este panorama es maravilloso, irresistible, sí, pero, ¿por qué pasa? ¿Cómo es posible una bajeza humana de tal calibre? El principal motivo es el afán de lucro capitalista. La verdad es que no hay nada inhumano en estas prácticas y negocios, porque son una expresión más del modo de producción burgués. Si el pequeño burgués de la agencia inmobiliaria puede sacar rentabilidad mediante estas prácticas, el gran burgués y gran tenedor invertirá su capital en la compra de estas viviendas porque es una fuente de suculentos beneficios.

La raíz del problema es la propiedad privada de los medios de producción, y por ende, también de la vivienda. Ciertamente, la agudeza de la actual crisis de la vivienda es el producto de la crisis mundial del sistema, de la frenética búsqueda de mercados rentables por parte de los grandes capitalistas que han encontrado en la especulación inmobiliaria una apetitosa fuente de inversiones.

Sin embargo, mientras la vivienda continúe siendo una mercancía, está sujeta a las leyes del mercado, es decir, a la anarquía de su distribución, a la concentración en pocas manos de enormes cantidades de viviendas, a la especulación, a las prácticas miserables que bien describe el artículo de El País, en definitiva, a la obscena y creciente riqueza para un puñado de parásitos y sus lacayos y la miseria y barbarie para la mayoría.

No nos podemos resistir a citar una vez más el artículo de El País, esta vez un “emprendedor” del sector: “Si vas 20 veces a un piso y tiras la toalla a lo mejor estás perdiendo una ocasión que iba a materializarse en la visita 21″…. “Pagamos el salario básico de 1.050 euros al mes, pero si vienes solo por eso mejor vete a un Mercadona. Aquí puedes ganar lo que te dé la gana. Hasta 6.000 euros al mes. Este mercado está que arde, y nunca se sabe cuándo un mayor estará listo para vender su piso.”

Para acabar con la crisis de la vivienda, y consecuentemente, con todas estas prácticas típicas de los mafiosos y criminales, es necesario acabar con el capitalismo. Sólo cuando los medios de producción y de subsistencia sean gestionados y regidos para cubrir las necesidades de la mayoría, bajo dirección y control de la clase obrera, pondremos fin a toda esta barbarie.