Siria, guerra sin tregua
El conflicto sirio en el marco del «Gran Juego» de Oriente Medio – La guerra siria ha dado un cambio fundamental en los últimos seis meses a raíz de la intervención rusa. En la primera mitad de 2015, el hartazgo de la población tras cuatro años de guerra había multiplicado las deserciones entre los jóvenes en el bando gubernamental mientras la oposición armada, mayoritariamente fundamentalista, registraba su máximo nivel de afluencia de voluntarios extranjeros, además del abierto apoyo de todos los gobiernos occidentales, Turquía, Israel y las petromonarquías del Golfo Pérsico.
El Departamento de Estado de los EEUU confirmaba, en Noviembre de 2014, cómo la tasa de entrada de terroristas extranjeros en Siria en los últimos años no tenía precedentes ante cualquier conflicto de las últimas décadas: «Los desplazamientos de combatientes terroristas extranjeros a Siria – un total de 16.000 de más de 90 países – superaron la tasa de combatientes terroristas extranjeros que viajaron a Afganistán, Pakistán, Irak, Yemen o Somalia, en cualquier momento de los últimos 20 años». Hay que decir que esta cifra se incrementó sensiblemente desde entonces hasta ahora, en el último año y medio.
«La naturaleza aborrece el vacío». Nadie de la izquierda siria llevó adelante una postura coherente desde el punto de vista de la clase trabajadora y del conjunto de sectores oprimidos de la sociedad siria, hartos de las contrarreformas sociales que promovió el gobierno, que beneficiaron en gran medida al círculo íntimo de la familia Assad. Fue así como el gobierno y los fanáticos islamistas tuvieron éxito en potenciar el enfrentamiento sectario entre las diferentes comunidades a la hora de defender sus intereses particulares.
El inicio de los enfrentamientos devino en guerra civil sectaria, en un momento en el que los diferentes poderes imperialistas habían cobrado conciencia de lo peligroso que era para sus intereses la «primavera árabe», pasando a potenciar las fuerzas más oscurantistas de la sociedad. A raíz de ello, casi todas las milicias de las comunidades étnicas o religiosas minoritarias hicieron frente común con el gobierno para luchar por su propia supervivencia frente a los fanáticos islamistas-sunnitas.
El gobierno sirio hizo énfasis en los últimos años en su papel como defensor de la convivencia de las minorías religiosas. A pesar de ello, la desmoralización ante la corrupción del gobierno corroía todos los estamentos de la sociedad, en primer lugar del ejército, mal dirigido, y que, pese a contar con más hombres y supremacía aérea, perdió en la primera parte del 2015 las ciudades más importantes de la provincia de Idlib, además de la emblemática ciudad turística de Palmira y gran parte de la zona desértica del país. El valioso apoyo del Hezbollah libanés al gobierno sirio apenas sirvió para asegurar parte de las fronteras con el Líbano.
La gota que colmó el vaso fue el avance de los grupos insurgentes en el Norte de Latakia, que ponían en peligro incluso la principal base de apoyo del gobierno de Bashar elAssad, la zona donde reside lo fundamental de la confesión alauita. Allí estaba la, por entonces, única base militar de Rusia en el Mediterráneo, en Tartous.
La estrategia rusa
Ante la posibilidad de colapso del gobierno de Assad, en septiembre pasado, se inicia la amplia intervención de Rusia e Irán en la guerra civil siria, que ha cambiado la trayectoria del conflicto. El ejército, reforzado según Robert Fisk por unos 5.000 milicianos chiítas irakíes, iraníes, afganos y pakistaníes (que se unen a otros tantos combatientes de Hezbollah), con un creciente apoyo aéreo de Rusia, ha logrado importantes ganancias frente al conjunto de la oposición armada de Siria.
El apoyo ruso trajo consigo cambios en la planificación de las estrategias y tácticas militares, llevándose adelante ataques mediante varias operaciones simultáneas, estrategias de embolsamiento o empleo a gran nivel de bombardeos aéreos. Las fuerzas gubernamentales ahora tienen al alcance varios de sus objetivos militares, incluyendo el cerco y toma final de Alepo Ciudad (principal emporio industrial del país, ahora casi en ruinas), junto con el establecimiento de un perímetro defensivo mucho más amplio y seguro a lo largo de su principal base de apoyo, la costa mediterránea siria.
La intervención rusa persiguió desde un primer momento dividir a la oposición mediante la política del palo y la zanahoria. Aunque Rusia ha atacado al ISIS en el este de Siria, en algunos frentes donde las tropas del gobierno sirio se encontraban rodeadas por los islamistas; lo fundamental de sus bombardeos se dirigieron contra las otras facciones opositoras, en el Oeste del país, que es también donde se concentra el grueso de la población. Allí luchan al unísono contra el gobierno la llamada oposición «moderada» del Ejército Libre Sirio junto a las mucho más fuertes facciones islamistas, encabezadas por Al Nusra (Al Qaeda en Siria) y decenas de grupos más.
Contenido
La pérdida de influencia de los EEUU en Oriente Medio
La guerra civil siria es imposible de deslindar del «gran juego» que está teniendo lugar en Oriente Medio.
Los EEUU están en su mayor crisis de autoridad en la zona desde la Segunda Guerra Mundial, tras el fracaso de sus costosas intervenciones pasadas en Irak y Afganistán, donde sólo lograron generar mucho más caos e inestabilidad del que había en esta región, tradicionalmente explosiva.
El gobierno norteamericano intenta eludir un nuevo Irak o Afganistán, con el vacío de poder que crearon en estos países. Tras la bofetada al prestigio del conjunto del imperialismo occidental que supusieron los atentados en Francia, la toma de territorios en Libia, Nigeria y otros países por parte de sucursales del Estado Islámico, los gobiernos de EEUU, Francia y Gran Bretaña intentan someter a un «perro rabioso» que ellos mismos contribuyeron a alimentar.
En Irak ya tuvieron que basarse en las únicas fuerzas que tienen sobre el terreno, los kurdos, el gobierno de Bagdad y las milicias chiítas, junto con la decisiva ayuda de soldados y milicianos proporcionados por Irán. Pero el ISIS domina un territorio continuo entre Irak y Siria. La solución para Irak era la misma que para Siria. Pero se resistían a apoyar a Assad, uno de los «ejes del mal» hasta hace poco. La decisiva intervención de Putin les arrastró por la vía de los hechos, con reticencias, a llamar a las cosas por su nombre, lo mismo en Siria que en Irak. Los diferentes acuerdos con Irán (nuclear, económico, etc.) son fruto de este nuevo cambio de orientación.
El repliegue de los EEUU en la zona, en un contexto de ruptura del equilibrio económico, político y militar, tras la Gran Recesión de 2008, ha exorcizado todas las tensiones latentes en la zona. El nuevo papel de Irán ha cristalizado finalmente en el reforzamiento de un eje favorable a Irán, que llega desde el país persa hasta el Mediterráneo, con plena continuidad territorial, desafiando el poder de las petromonarquías del Golfo Pérsico. Este cambio en la correlación de fuerzas, ha dado lugar al desarrollo de otros conflictos ya latentes que se han generado en paralelo y que se interrelacionan entre sí.
A raíz del estallido de la «primavera árabe» y del crecimiento posterior de las fuerzas reaccionarias ante la falta de una alternativa de clase por parte de las organizaciones de la izquierda, la ira de los sectores más lumpenizados y desesperados de las masas populares fue encauzada finalmente, en gran medida, por diferentes facciones islámicas, particularmente en Irak, donde la población sunnita sufrió el acoso del anterior gobierno chiíta de Al-Maliki.
Los diferentes gobiernos reaccionarios del Golfo Pérsico compitieron entre sí para dirigir contra sus vecinos a las diferentes fuerzas oscurantistas. Todas las potencias locales (Egipto, Arabia Saudí, Qatar, Turquía y, por supuesto, Israel) conspiran las unas contra las otras. Cada una está llevando adelante esfuerzos bélicos particulares, financiando a grupos islámicos allí donde creen conveniente, bien sea en Libia, Siria, Yemen u otros lugares. Y todo esto sin pedirle permiso al «gran hermano» norteamericano al que se le consultaba todo hasta hace muy poco tiempo.
Al mismo tiempo, todas estas potencias locales conspiran juntas contra el «eje iraní», pues intentan en sus respectivos países reorientar la insatisfacción de las masas contra las diferentes minorías religiosas, en particular las minorías chiítas.
Las petromonarquías, y Egipto, fueron a la guerra en Yemen, para aplastar la previsible victoria de fuerzas proclives al gobierno iraní, y allí están haciendo una buena labor en devolver aquel destrozado país a la edad de piedra, apoyando en los hechos a Al Qaeda, que domina una parte de Yemen. Estados Unidos y Gran Bretaña, en un ejercicio de hipocresía al que nos tienen acostumbrados, apoyan aquí a los países agresores para intentar congraciarse de alguna manera con sus hasta hace poco fieles aliados, a los que acaban de desairar con su «alianza iraní».
Sólo la débil Jordania, asustada por estar en el centro de una conflagración aún mayor, parece cumplir los llamamientos de los EEUU como único asidero posible a algo que se pueda llamar estabilidad, recibiendo a cambio una continua ayuda militar. En definitiva, los EEUU forzosamente están en una situación contradictoria e indeseada hagan lo que hagan en el conjunto de Oriente Medio y, en particular, en Siria. Es Rusia, en Siria, quien tiene la iniciativa e impone su agenda, por ahora.
Todos los esfuerzos de los imperialismos occidentales por crear una «oposición moderada» sólida han terminado en un fiasco. Los envíos de EEUU, Francia y Gran Bretaña, de dinero y armas, a la «oposición moderada» eran repartidos por éstos entre las mucho más fuertes milicias islamistas a la hora de ser admitidos por éstas en el frente común militar contra Al Assad.
La fuerza de los hechos empuja a la disolución de los «moderados» ante el resto de bandos en conflicto. Los EEUU quieren poner orden entre los pocos peones que les quedan sobre el terreno, ante su disgregación entre los islamistas, o bien sus pactos unilaterales con el gobierno para simplemente sobrevivir.
La estrategia rusa del alto el fuego
Las conversaciones de paz y treguas pactadas hasta ahora han tenido fines tácticos para Rusia y Assad. Después de una buena tunda de bombardeos y avances militares donde han demostrado de lo que son capaces, ahora intentan escindir a la oposición en el Oeste del país, creando contradicciones entre ellos para dividirlos y mejor combatirlos.
Los rusos ya consiguieron que los esfuerzos saudíes por mostrar como «presentables» a un conglomerado de milicias islámicas fuesen echados por tierra con el primer alto el fuego logrado en más de cuatro años de guerra, que entró en vigor el 27 de febrero durante dos semanas. A este alto el fuego fue invitada a unirse toda la oposición «menos el ISIS y Al Nusra-Al Qaeda», contra los que las partes firmantes del acuerdo consideran que es legítimo seguir empleando la fuerza militar.
El problema para los «moderados» que siguen en la oposición en el terreno sirio es que están inmersos en un mar islamista. Diversos enfrentamientos armados, atentados y ejecuciones se han sucedido internamente dentro de la oposición en los últimos meses, según han trascendido que los dirigentes «laicos» en el exilio se entrevistaban secreta o abiertamente con diplomáticos rusos o representantes del gobierno sirio. Con el alto el fuego de fines de febrero, esto se ha recrudecido aún más.
Una gran parte de milicias islamistas del Occidente sirio se solidarizaron con Al Nusra (Al Qaeda), que es la que tiene más hombres en armas. Hay que entender que, sobre el terreno, un pueblo es de una milicia y el de al lado de la otra ¿Cómo una ciudad está en guerra contra el gobierno sirio mientras pocos kilómetros más abajo están en paz? Sin embargo, en algunas zonas aisladas, los miembros de facciones islámicas radicales sí aceptaron el alto el fuego con el gobierno, como ocurrió en Ar Ruhaybah con los líderes locales de Jaish al-Islam.
Según Robert Fisk, que ha trabajado encriptado dentro del ejército sirio en diferentes ocasiones, a las zonas retomadas por el gobierno están afluyendo refugiados que vienen a asentarse, se está iniciando la reconstrucción de parte de los desastres. Él también se hace eco del goteo de ciudades «rebeldes» que pactan el cese de las hostilidades con el gobierno. Hay un cansancio entre la población con la larga guerra civil y esto se está convirtiendo en un factor material a la hora de apoyar a aquel bando que proporcione una definitiva estabilidad. Los llamamientos de tregua tienen un efecto en la población local que hay sobre el terreno, harta de la guerra, cuya antipatía contra el régimen se ve contrarrestada en parte por su horror ante los islamistas más radicales. Se han sucedido diferentes manifestaciones en este sentido en las zonas dominadas por la oposición.
En el sur del país, uno de los pocos lugares donde la oposición «moderada» tiene una base de apoyo, ha habido continuadas informaciones de milicianos que abandonaron las armas, que se han incrementado con el alto el fuego de fines de febrero. De hecho, la ciudad de Abtaa, en el sur, pasó de la oposición armada hace semanas a acordar un control mixto con el gobierno. Otras ciudades están en trance de hacer lo mismo.
Igualmente, fuentes gubernamentales anunciaron que otros 30 pueblos de la Gobernación de Hama se pusieron de acuerdo en reconciliarse con el gobierno después de que una delegación rusa facilitase un acercamiento entre ambas partes. Algunos de estos pueblos fueron bombardeados fuertemente al inicio del alto el fuego. Palo y zanahoria.
Estos acuerdos sobre el terreno, que permiten el estacionamiento de tropas del gobierno en las zonas afectadas y cuya duración es «permanente», se realizan unilateralmente por parte de las ciudades o pueblos afectados, sin contar con el punto de vista de los «representantes de la oposición moderada» en el extranjero, que gritan su desesperación ante el desperdigamiento de sus fuerzas.
La estrategia del bando gubernamental se está revelando certera para la defensa de sus intereses. Antes del acuerdo del 27 de febrero, el gobierno tenía más de una docena de frentes que atender con fuerzas insuficientes. Ahora puede concentrar sus tropas hacia las siguientes prioridades que considere oportunas.
Los kurdos y las Fuerzas Democráticas sirias
La guerrilla izquierdista del YPG (Unidades de protección popular) es sin lugar a dudas el movimiento más progresista que hay en la zona, base fundamental del SDF (Fuerzas Democráticas Sirias, por sus siglas en inglés), donde se integran sus milicias aliadas asirias, árabes, yazidíes o turcomanas. Con entre 60-80.000 hombres y mujeres en armas, sólo son superados en fuerzas humanas por el ejército de Assad, que es muy inferior a ella en moral y motivación. Con la puesta en marcha de la Asamblea Democrática kurda se ha convertido, de hecho, en un pequeño estado kurdo, con una administración comunal de participación popular donde coexisten otras minorías étnicas y religiosas.
Los dirigentes kurdos intentan balancearse entre Rusia y los EEUU para lograr armamento moderno con el fin de lograr la plena continuidad territorial en todo el norte sirio y poder conseguir su aspiración final, lograr un estado kurdo en Siria que aspire posteriormente a unir a todos los kurdos de la región.
Eso sería contemplado por Turquía como un casus belli, al considerar ésta en cuestión su propia integridad territorial. Erdogan, amenazado en el último periodo por el crecimiento de la izquierda, está desencadenando unilateralmente su propia guerra civil interna, con bombardeos de poblaciones civiles kurdas inclusive, como forma de que el predominio del conflicto nacional sobre el social logre un cierre de filas de la mayoría de la población turca en torno a sí mismo. Una vez que internamente Erdogan eligió aplastar a los kurdos y no negociar con ellos, esta estrategia le lleva a confrontar con las YPG-SDF, donde combaten no pocos kurdos provenientes de Turquía.
En los hechos, los kurdos están siendo usados por los EEUU y Rusia con objetivos más globales del todo reaccionarios. Ahora los imperialistas se ven obligados a usar a los kurdos para luchar contra el ISIS en su beneficio. En el futuro, los imperialistas usarán la táctica de “divide y vencerás” contra los propios kurdos.
Putin y los imperialistas rusos defienden sus intereses particulares en Siria. En modo alguno luchan por una Siria unificada, civilizada y progresista como fin último. Putin mercadea con la intervención siria, para utilizarla como moneda de cambio contra las sanciones comerciales existentes contra Rusia. Una vez salvaguarden las regiones más pobladas del occidente sirio, donde tienen sus bases militares, intentarán pactar una solución con el resto de imperialistas.
De hecho, recientemente, representantes rusos hicieron declaraciones donde sondeaban la posibilidad de adoptar el modelo federal para Siria. Por cierto, en una entrevista de septiembre (¡justo al principio de la intervención rusa!) el presidente sirio Bashar al Assad no descartó la idea del federalismo, pero dijo que «cualquier cambio debe ser el resultado de un diálogo entre los sirios» y un «referéndum» que haga los cambios necesarios en la Constitución.
A su vez, los EEUU, antes que permitir una intervención armada de Turquía y Arabia Saudí en la zona, de consecuencias imprevisibles, podrían aceptar en Siria toda una serie de pequeños feudos gestionados por los distintos señores de la guerra.
Los bandidos intentarán lograr un reparto ¿justo? Sólo que siempre hay una tendencia a que los bandidos se engañen entre ellos, y a que quieran obtener más y más… Por ejemplo, en relación al dominio futuro de los intereses de explotación y transporte de hidrocarburos. Por eso la guerra tiene una poderosa tendencia a generar más guerra.
¿Turquía y Arabia Saudí marchan a la guerra?
John Kerry sostuvo que si fracasa el cese de hostilidades, Washington mantiene la opción de un «Plan B». Este Plan B supondría un apoyo a la intervención de Turquía y Arabia Saudí, que dijeron estar dispuestas a «luchar contra el ISIS» en territorio sirio.
Según un portal de la pequeña fracción «laica» de la oposición, «…el ejército sirio está tan diezmado que son incapaces de mantener una guarnición en las localidades que conquistan, tan solo pueden avanzar. Por lo tanto la estrategia se basa en hacer tierra quemada, en una destrucción masiva a base de bombardeos aéreos rusos para hacer huir a la población».
Evidentemente, algo hay de exageración en esta opinión, pero también hay verdad. El ejército turco es muy superior al sirio en todos los aspectos. Pero aquí de lo que estamos hablando es de enfrentarse a Rusia directamente, y eso supera la capacidad de Turquía y Arabia Saudita.
Dmitri Medvédev respondió a Kerry en su momento que “cualquier operación terrestre, conduce a guerras permanentes” y que “los americanos deben considerar, si quieren o no una guerra permanente”.
Después del derribo de un avión ruso por cazas turcos el gobierno ruso supo llevar a la práctica el refrán que dice que «la venganza es un plato que se sirve bien frío», aprovechando entonces para llevar a Siria los más modernos aviones de combate aéreo aire-aire, junto con los sistemas de defensa antiaéreos más sofisticados del planeta. Eso le garantiza el pleno dominio aéreo en el cielo sirio. El trasvase de aviones rusos a Siria continúa a buen ritmo (así como a las bases militares de Crimea y Armenia).
A pesar del carácter aventurero de la política de Erdogan, exorcizando continuamente el enfrentamiento nacional y religioso en lo interno (circunstancia que, en un momento dado se puede volver contra él) y de Arabia Saudí con su intervención en Yemén (donde está saliendo trasquilada ante la bravura de las milicias del oeste yemení), ningún mando militar con experiencia invadiría un país sin tener garantizada la supremacía aérea… si antes no llega a un acuerdo con el gobierno sirio, es decir, con Rusia.
Militarmente, el dominio aéreo ruso sólo se podría contrarrestar con la entrega a los islamistas sirios de cohetes tierra-aire modernos. Pero Rusia ya ha advertido que, en este caso, entregaría el mismo tipo de armas a las milicias houthis en Yemen.
El gobierno de Assad y los rusos robustecieron su pacto con los kurdos. En la reciente ofensiva del norte de Alepo, los bombardeos rusos precedieron siempre al avance de las milicias kurdas, perfectamente compenetrados. Esto fue respondido por Turquía, que bombardeó varias localidades kurdas en territorio sirio para intentar frenar la progresión kurda, que se antoja imparable y que amenaza con dominar todo el norte sirio.
El bando gubernamental ha pactado con los kurdos el que éstos puedan conquistar la zona que hay al norte de Alepo. Esto permitiría la continuidad territorial entre los cantones kurdos, sirviendo entonces los kurdos de tapón entre las fuerzas gubernamentales frente a las de la oposición y la propia Turquía.
El primer ministro turco Ahmet Davutoglu justificó que “Ankara no está obligada a respetar la tregua si hay una situación que amenaza la seguridad de Turquía”. El premier agregó que su gobierno no pedirá permiso a nadie para desplegar fuerzas o realizar ataques militares.
Turquía sigue dando apoyo material, tanto al ISIS como al resto de opositores, y últimamente permitió que más de un centenar de yihadistas del ISIS cruzaran su territorio (presumiblemente escoltados por el ejército turco) para atacar, con vehículos blindados inclusive, una ciudad kurda distante más de 100 kilómetros del frente del ISIS más cercano.
La guerra es la más difícil de las ecuaciones. Aunque los bandidos imperialistas deberían de llegar a un acuerdo, «tanto va el cántaro a la fuente…» que al final puede haber una escalada militar abierta entre ellos. En ese caso, una aventura y posterior derrota militar de Turquía en Siria podría provocar la caída de Erdogan.
¿Por qué futuro luchar?
Los más de 4 años de guerra civil siria han mostrado todo lo que estos señores mencionados son capaces de hacer en una de las cunas de la humanidad: una guerra sectaria con más de 280.000 muertos, más de un millón de heridos, además de la destrucción de gran parte de su infraestructura vial, sanitaria, servicios básicos, destrucción de sitios arqueológicos del que dependía su industria turística, o el saqueo de su riqueza en hidrocarburos.
En demasiadas ocasiones hemos escuchado a muchos «realistas» hablar de sus soluciones «prácticas» frente a las «difíciles» propuestas de los marxistas. Pero, basándonos en la sola experiencia del pueblo palestino, imaginémonos en lontananza la tragedia para el pueblo sirio en los próximos años y décadas: 8 millones de desplazados internos, 5 millones de refugiados externos en países vecinos (un millón de ellos ya en Europa), comarcas y regiones donde se va a imponer violentamente la pureza étnica y religiosa. En definitiva, millones de toneladas de sangre y odio que reverberarán en el futuro con consecuencias reaccionarias si no hay alternativa.
Las soluciones militares no suponen una alternativa frente a las causas económicas, sociales y políticas que dieron lugar al virulento conflicto sirio. Si se impone, como parece, una paz transitoria que satisfaga una correlación de fuerzas determinada por parte de las principales potencias que la impusieran ¿eso daría vivienda, trabajo educación y un futuro dignos a la inmensa mayoría de la población? ¿La paz y una vida dignas en Siria son posibles sin lograr una solución viable para todos los pueblos en el conjunto de Oriente Medio?
Si no hay una alternativa desde la izquierda, la reacción se impone. Las petromonarquías quieren llevar ahora el enfrentamiento sectario a Líbano y sumergirlo otra vez en una guerra civil. El Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico acaba de declarar a Hezbollah como grupo terrorista y anunciaron el fin de sus inversiones en Líbano, al mismo tiempo que están haciendo planes para armar a grupos sectarios sunnitas y enfrentarlos con Hezbollah en el Líbano.
Otra tragedia, otro drama infernal ¿De verdad que nos tenemos que conformar? Desde la Corriente Marxista Internacional (CMI) te llamamos a luchar por una alternativa internacionalista y socialista, levantando la bandera de una federación socialista para todo Oriente Medio.
Nosotros, desde la CMI, decimos que la respuesta a la tragedia creada en Oriente Medio por las intervenciones imperialistas está en manos de la clase trabajadora de la región, la única que se mueve con fines colectivos, en particular las poderosas clases trabajadoras egipcia, turca e iraní. Una victoria en alguno de estos países lo cambiará todo. Una victoria de los oprimidos que expropie a los ricos y garantice los derechos de todos los desposeídos, independientemente de su origen étnico o religioso. Tuvimos una muestra de lo que sucederá en el 2011, en el movimiento que derrocó a Mubarak, en el movimiento de 2009 en Irán o en las grandes protestas en Turquía, en torno a las protestas en el parque Gezi. La revolución llegará y cómo escribió Rosa Luxemburgo proclamará «fui, soy y seré».
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