Una alternativa marxista a la crisis global del capitalismo (2ª parte)

¡Que la crisis la paguen los ricos!

Manifiesto de la Corriente Marxista Internacional

Un programa para enfrentar la crisis

Cómo combatir el desempleo

Durante el boom, cuando se hacían fantásticas ganancias, la mayoría de la clase obrera no experimentó un aumento real de los salarios. Fue sometida a una incesante presión para conseguir una productividad cada vez mayor y más horas de trabajo. Pero ahora, cuando la crisis comienza a golpear, la clase obrera está amenazada no sólo por los drásticos recortes de los niveles y condiciones de vida, sino también con la pérdida de sus empleos.

Los cierres de fábricas y el aumento del desempleo están a la orden del día. Esto a su vez significa una profundización de la crisis y un mayor deterioro de los niveles de vida de la población. A escala mundial, millones se enfrentan al peligro de ser arrojados al pozo de la pauperización.

Durante diez años la economía española se presentó como el motor de la creación de empleo de la zona euro. Ahora las filas de desocupados en España han aumentado en más de 800.000 personas el año pasado. El colapso de la larga década del boom de la construcción ha empujado la tasa de desempleo española al 11,3 por ciento, la mayor de la Unión Europea. «Lo peor está por llegar, esto sólo acaba de comenzar», decía Daniele Antonucci, un economista de Merrill Lynch International con base en Londres. Pronostica que la tasa de desempleo española aumentará el próximo año hasta el 15 por ciento, mientras que el desempleo europeo pasará al 8,1 por ciento desde el 7,5 por ciento de fines de 2008. En realidad, las cifras del desempleo son aún peores, pero los gobiernos recurren a todo tipo de trucos para reducirlas. La misma situación existe, en mayor o menor grado, en todos los países.

Si no pueden aumentar o mejorar su nivel de vida, los trabajadores deben al menos defenderlo. El desempleo amenaza a la sociedad con la desintegración. La clase obrera no puede permitir el desarrollo de un desempleo masivo crónico. El derecho al trabajo es un derecho fundamental. ¿Qué tipo de sociedad condena a millones de hombres y mujeres sanos a una vida de inactividad forzosa cuando su trabajo y habilidad es necesario para satisfacer las necesidades de la población? ¿Acaso no necesitamos más hospitales y escuelas? ¿No necesitamos buenas rutas y viviendas? ¿No necesitamos reparar y mejorar la infraestructura y el sistema de transportes?

La respuesta a todas estas preguntas es bien conocida. Pero la respuesta de la clase dominante siempre es la misma: no podemos costear estas cosas. Ahora todo el mundo sabe que esta respuesta es falsa. Sabemos que los gobiernos pueden generar enormes cantidades de dinero cuando conviene a los intereses de la minoría rica que posee y controla los bancos y la industria. Sólo cuando la mayoría de la clase obrera pide que se atiendan sus necesidades entonces los gobiernos dicen que la caja está vacía.

¿Qué demuestra esto? Demuestra que en el sistema en que vivimos las ganancias de unos pocos son más importantes que las necesidades de muchos. Demuestra que todo el sistema productivo está basado en una única y exclusiva cosa: la ganancia o, por decirlo claramente, la codicia. Cuando los trabajadores van a la huelga, la prensa (que también es propiedad y está controlada por un puñado de multimillonarios) los ridiculizan calificándolos como «avariciosos». Pero su «avaricia» es sólo la lucha para cubrir sus necesidades: pagar el alquiler o la hipoteca, pagar la comida y el combustible que suben cada mes, satisfacer las necesidades de sus hijos y familias.

Por otro lado, la codicia de los banqueros y capitalistas es la codicia de acumular inmensas fortunas a partir del trabajo de otros (porque ellos no producen nada). Con ese dinero compran obras de arte, no para su regocijo personal sino sólo como otro tipo de inversión rentable, un estilo de vida opulento y extravagante, o para satisfacer una nueva especulación que siempre termina en colapso económico y miseria, no para ellos mismos, sino para la mayoría sobre la que descansa el trabajo productivo de la sociedad.

En el pasado los empresarios decían que la nueva tecnología aliviaría la carga de trabajo, pero ha ocurrido lo contrario. ¡La UE acaba de aprobar una ley que aumenta la jornada laboral semanal máxima a 60 horas! Esto sucede en la primera década del siglo XXI, cuando los milagrosos avances de la ciencia y la tecnología modernas han producido más aparatos para ahorrar trabajo que en toda la historia anterior. ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál es el sentido de tener un gran número de desempleados pagados por no hacer nada mientras en los centros de trabajo a otros se los obliga a trabajar largas horas de trabajo extra forzoso?

Durante el boom, los empresarios obligaron a los trabajadores a largas horas de trabajo extra, para exprimir hasta la última onza de plusvalía de su trabajo. Pero cuando la recesión comienza y ya no tienen mercado para sus mercancías, no vacilan en cerrar sus fábricas como si se tratasen de cajas de fósforos, echando a los trabajadores a la calle mientras explotan hasta el límite a los demás. El callejón sin salida del capitalismo es tal que el desempleo ya no tendrá un carácter «coyuntural», sino que cada vez será más orgánico o «estructural». Un hombre o una mujer con más de 40 ó 50 años de edad probablemente no trabajará más en su vida, mientras que muchas personas calificadas que pierden su empleo tendrán que aceptar empleos no calificados y peor pagos para sobrevivir.

¡Esta es la economía de un manicomio! Desde un punto de vista capitalista es bastante lógico. ¡Pero nosotros rechazamos esta lógica loca del capitalismo! Contra la amenaza del desempleo debemos defender la consigna de obras públicas y repartir el trabajo sin pérdida de salario. La sociedad necesita escuelas, hospitales, rutas y viviendas. ¡Los desocupados deben tener trabajo en un programa de obras públicas!

Los sindicatos deben garantizar que los desempleados estén estrechamente vinculados a los trabajadores, unidos en la solidaridad y la responsabilidad mutua. ¡Es necesario compartir el trabajo disponible sin pérdida de salario! Todo el trabajo disponible se debe dividir entre la fuerza laboral de acuerdo con la jornada laboral semanal definida. El salario medio de cada trabajador debe ser el mismo que existía con la antigua jornada laboral. Los salarios, garantizando estrictamente un mínimo, deben subir de acuerdo con los precios. Este es el único programa que puede proteger a los trabajadores en tiempos de crisis.

Cuando consiguen enormes ganancias los dueños de la propiedad guardan celosamente sus secretos empresariales. Ahora que hay crisis, señalarán a sus libros de balance como una «prueba» de que no pueden satisfacer las reivindicaciones de los trabajadores. Este es especialmente el caso de los capitalistas más pequeños. Pero la cuestión no es si nuestras reivindicaciones son «realistas» o no desde el punto de vista de los empresarios. Tenemos el deber de proteger los intereses vitales de la clase obrera y protegerla de los peores efectos de la crisis. Los empresarios se quejarán de que esto reducirá sus ganancias y que tendrá un efecto negativo en su incentivo para invertir. ¿Pero qué incentivo tiene la mayoría de la población en un sistema basado en la ganancia privada? Si los intereses vitales de la mayoría son incompatibles con las demandas del sistema actual, ¡entonces al diablo el sistema!

¿Realmente es lógico que la vida y el destino de millones de personas estén determinados por el juego ciego de las fuerzas del mercado? ¿Es justo que la vida económica del planeta se decida como si fuera un casino gigantesco? ¿Está justificado que la codicia de ganancias sea la única fuerza motriz que decide si hombres y mujeres tendrán un empleo o un techo sobre sus cabezas? Aquellos que poseen los medios de producción y controlan nuestros destinos responderán de manera afirmativa porque corresponde a sus intereses. Pero la mayoría de la sociedad, que son las víctimas inocentes de este sistema caníbal, tendrá una opinión muy distinta.

Luchando por defenderse contra los intentos de hacerles pagar la crisis, los trabajadores comprenderán la necesidad de un cambio fundamental de la sociedad. La única respuesta a los cierres de fábrica son las ocupaciones de fábrica: «Fábrica cerrada, fábrica tomada«. Esa es la única consigna efectiva para combatir los cierres. Las ocupaciones de fábrica necesariamente llevan al control obrero. A través del control obrero los trabajadores adquieren la experiencia de la contabilidad y administración de la empresa que les permitirá más tarde dirigir la sociedad en general.

Esta ha sido la experiencia de las luchas obreras más avanzadas en los años recientes, sobre todo en América Latina. En Brasil (CIPLA/Interfibras, Flaskô y otras fábricas), Argentina (Brukman, Zanon, IMPA y muchas otras) y en Venezuela, donde la gigantesca empresa PDVSA fue dirigida y volvió a ser puesta en funcionamiento por los obreros durante los meses que duró el cierre patronal en 2002-2003, y donde en 2005 se desarrolló el movimiento de fábricas ocupadas alrededor de INVEVAL y que cobra mayor fuerza.

En todos estos casos y en muchos más, los trabajadores han intentado con éxito, a pesar de todos los inconvenientes, dirigir sus empresas bajo el control y administración de los trabajadores. Pero el control obrero no puede ser un fin en sí mismo. Plantea la cuestión de la propiedad. Plantea la pregunta: ¿Quién es el dueño de la casa? El control obrero o bien lleva a la nacionalización o bien simplemente será un episodio efímero. La única solución real al desempleo es una economía socialista planificada, basada en la nacionalización de los bancos y de las principales industrias bajo el control y administración democrática de los trabajadores.

Nosotros exigimos:

1)   ¡No al desempleo! ¡Trabajo o salario completo para todos!

2)   ¡No a los secretos empresariales! ¡Apertura de los libros de balance de las empresas! Los trabajadores deben tener acceso a información sobre todas las estafas, especulación, evasión de impuestos, acuerdos sospechosos y comisiones o compensaciones económicas excesivas. ¡Que los trabajadores puedan ver cómo han sido estafados y quién es el responsable del caos actual!

3)   ¡No a los cierres de fábricas! ¡Fábrica cerrada, fábrica tomada!

4)   ¡Nacionalización de las fábricas amenazadas de cierre bajo el control y gestión de los obreros!

5)   Por un amplio programa de obras públicas. Por un programa de emergencia de construcción para satisfacer la demanda de vivienda social, escuelas, hospitales y rutas que dé empleo a los desocupados.

6)   ¡Introducción inmediata de la jornada laboral de 32 horas semanales sin reducción salarial!

7)   Por una economía socialista planificada, donde se elimine el desempleo y la sociedad inscriba en su bandera: DERECHO UNIVERSAL AL TRABAJO

¡Luchar por la defensa del nivel de vida!

Mientras los banqueros y los empresarios conseguían fabulosas ganancias, los salarios de la mayoría se estancaban o caían en términos reales. El abismo entre ricos y pobres nunca ha sido tan grande como hoy. Las ganancias récord han ido acompañadas de una desigualdad récord. The Economist (no sospechoso de ser un periódico de izquierda) decía: «La única tendencia verdaderamente continua durante los últimos 25 años ha sido hacia una mayor concentración de la renta de los más ricos». (The Economist, 17/6/2006.) Una ínfima minoría se ha enriquecido obscenamente, mientras que la parte de la renta nacional que corresponde a los trabajadores se ha reducido constantemente y los sectores más pobres se han hundido en una pobreza cada vez más profunda. El huracán Katrina reveló ante todo el mundo la existencia de una subclase de ciudadanos empobrecidos que viven en condiciones tercermundistas en el país más rico del planeta.

En EEUU millones están amenazados con la pérdida de sus empleos y viviendas, mientras la explotación continúa a ritmo acelerado. Al mismo tiempo que Bush anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares, las empresas energéticas norteamericanas registraban un aumento de la morosidad en el pago de facturas de gas y electricidad. El mayor incremento de cortes de suministros de energía eléctrica se dio en los Estados de Michigan (22 por ciento) y Nueva York (17 por ciento), aunque también se acrecentó en Pensilvania, Florida y California.

Los trabajadores de EEUU producen un 30 por ciento más que hace diez años. Pero los salarios apenas han aumentado. La estructura social cada vez está más forzada. En el seno de la sociedad han aumentado enormemente las tensiones, incluso en el país más rico del mundo. Se está preparando el terreno para una explosión aún mayor de la lucha de clases. No sólo es el caso de EEUU. En todo el mundo el boom ha ido acompañado de un desempleo elevado. Las reformas y las concesiones retrocedieron incluso en el punto álgido del boom. Pero la crisis del capitalismo no sólo significa que la clase dominante ya no pueda soportar más reformas, sino que ni siquiera puede permitir la existencia de aquellas reformas y concesiones conquistadas por los trabajadores en el pasado.

La clase obrera no ha sacado ningún beneficio real del boom y ahora le presentan la factura de la recesión. En todas partes se atacan los niveles de vida. Para defender las ganancias de los empresarios y banqueros, hay que reducir los salarios, aumentar las horas e intensidad del trabajo, y reducir el gasto en escuelas, hospitales y viviendas. Esto significa que incluso las condiciones de vida semi-civilizadas conseguidas en el pasado ahora están amenazadas. En las condiciones actuales no se puede conseguir ninguna reforma significativa sin una lucha seria. La idea de que es posible conseguirlo mediante el compromiso con los empresarios y los banqueros es falsa hasta la médula.

La idea de la «unidad nacional» para combatir la crisis es un engaño cruel ¿Qué unidad de intereses puede existir entre los millones de trabajadores y los super-ricos explotadores? Sólo puede ser la unidad del caballo y el jinete que clava sus espuelas en el lomo. Los dirigentes de los partidos socialistas, laborista y de izquierda que aprobaron las «medidas contra la crisis» que suponen regalos abundantes a los banqueros, recortes y austeridad para la mayoría de la sociedad, lo que hacen es traicionar los intereses de la gente que los eligieron. Aquellos dirigentes sindicales que argumentan que en una crisis «todos debemos trabajar codo con codo» e imaginan que es posible obtener concesiones mediante la moderación salarial, aceptando todas las imposiciones de los empresarios, conseguirán lo contrario de lo que pretenden. ¡La debilidad invita a la agresión! Cada paso atrás que demos, los empresarios exigirán tres más. Por el camino de la colaboración de clases y el llamado nuevo realismo sólo hay nuevas derrotas, cierres de fábricas y reducciones de los niveles de vida.

Mientras aumenta de manera inexorable el desempleo, también aumenta el costo de la vida. La nafta, el gas, la electricidad, los alimentos, todo ha subido, mientras que los salarios se han congelado y los beneficios de las grandes empresas energéticas se disparan. En el período pasado los economistas burgueses decían que habían «domado la inflación». ¡Qué ridículos suenan hoy esos argumentos! Las familias que ayer vivían con dos salarios ahora viven con uno, o ninguno. La lucha por la vida asume ahora un significado cada vez más cruel para millones de personas. La inflación y la austeridad simplemente son las dos caras de la misma moneda. No pueden servir a los intereses de la clase obrera. Rechazamos totalmente todos los intentos de colocar la carga de la crisis, la desorganización del sistema bancario y todas las demás consecuencias de la crisis del sistema de la ganancia capitalista sobre los hombros de la clase trabajadora. Exigimos empleo y condiciones decentes de vida para todos.

La única solución al ascenso galopante de los precios es la escala móvil salarial. Esto significa que los convenios colectivos de trabajo deberían garantizar una suba automática de los salarios con relación al incremento de los precios de los bienes de consumo. Los banqueros y sus representantes políticos dicen a las masas: no podemos ofrecer salarios más altos porque eso provocará inflación. Pero todo el mundo sabe que los salarios lo único que intentan siempre es alcanzar a los precios, y no al contrario. La respuesta es la escala móvil de precios-salarios, mediante la cual los salarios automáticamente se vinculen a los incrementos del costo de la vida. Sin embargo, incluso esto no es suficiente. Los índices oficiales de inflación están truchados para que subestimen el dato real de inflación y, por tanto, se les pide a los trabajadores que pidan aumentos salariales que no superen estas cifras falsas. Por esa razón es necesario que los sindicatos sean los que elaboren la tasa real de inflación, basada en el precio de las necesidades básicas (incluidos alquileres y costos de vivienda) y la revisen continuamente. Todas las reivindicaciones salariales se deberían basar en esto.

Nosotros exigimos:

1)   ¡Un salario y una jubilación decentes para todos!

2)   Escala móvil salarial, vinculando los aumentos salariales con el incremento del costo de la vida.

3)   Los sindicatos, cooperativas y asociaciones de consumidores son los que deben elaborar el índice real del costo de la vida en lugar del índice «oficial» que no refleja la verdadera situación.

4)   Creación de comités de trabajadores, amas de casa, pequeños comerciantes y desempleados para controlar los aumentos de precios.

5)   Abolición de todos los impuestos indirectos e introducción de un sistema fuertemente progresivo de impuestos directos. Supresión de todos los impuestos a los pobres y que paguen los ricos.

6)   ¡Reducción drástica de la factura del combustible! Eso sólo se puede conseguir mediante la nacionalización de las empresas energéticas, lo que nos permitiría imponer controles de precios a los precios del gas y la electricidad para los consumidores. ¡No más beneficios a costa de la población!

Los sindicatos

En el período actual, los trabajadores más que nunca necesitan de sus organizaciones de masas, sobre todo los sindicatos. El sindicato es la unidad básica de organización. No será posible luchar por la defensa de los salarios y niveles de vida sin sindicatos poderosos. Por eso los empresarios y sus gobiernos siempre tratan de socavar los sindicatos y restringir su esfera de acción mediante la legislación antisindical.

El largo período de boom ha afectado a los dirigentes sindicales, los cuales han abrazado la política de colaboración de clases y se han convertido en «sindicatos de servicios», precisamente cuando las condiciones para este tipo de cosas han desaparecido. Los dirigentes sindicales de derecha son la fuerza más conservadora de la sociedad. Dicen a los trabajadores que «todos estamos en el mismo barco» y que todos debemos hacer sacrificios para salir de la crisis, que los empresarios no son el enemigo y que la lucha de clases es algo «pasado de moda».

Alaban la negociación entre los asalariados y el Capital, que consideran como el «nuevo realismo». En realidad, es el peor tipo de utopía. Es imposible reconciliar intereses de clases mutuamente excluyentes. En las condiciones actuales la única manera de conseguir reformas y aumentos salariales es a través de la lucha. De hecho, será necesario luchar para defender las conquistas del pasado que en todas partes están amenazadas. Esto está en contradicción directa con la política de colaboración de clases defendida por los dirigentes sindicales, que reflejan el pasado, no el presente ni el futuro.

En sus intentos de castrar los sindicatos y convertirlos en instrumentos para controlar a los trabajadores, la clase dominante utiliza todo su poder para corromper a la cúpula de los sindicatos e incorporarlos al Estado. Nos oponemos a todos estos intentos y defendemos el fortalecimiento y democratización de la organización sindical a todos los niveles. Los sindicatos deben ser independientes del Estado y deben controlar a sus dirigentes, y obligarlos a luchar enérgicamente por los intereses de los trabajadores.

Los dirigentes sindicales reformistas, a los que les gusta considerarse a sí mismos como prácticos y realistas, en realidad son totalmente ciegos y obtusos. No tienen la más mínima idea de la catástrofe que está preparando la crisis del capitalismo. Imaginan que es posible salir del paso, aceptando recortes y otras imposiciones con la esperanza de que todo finalmente irá bien. Se aferran a las «buenas relaciones» con los capitalistas e imaginan que ellos pueden cambiar su comportamiento. Por el contrario, toda la historia demuestra que la debilidad invita a la agresión. Por cada paso atrás que nosotros demos, los empresarios exigirán tres más.

Incluso cuando se ven obligados, debido a la presión desde abajo, a convocar huelgas y huelgas generales, hacen todo lo que está en su poder para limitar estas acciones a simples gestos, limitados en el tiempo y su alcance. Cuando se ven forzados a convocar manifestaciones de masas, las convierten en espectáculos y carnavales con globos y bandas musicales, sin ningún contenido de clase combativo. Para los dirigentes eso es sólo una válvula de escape. Para los sindicalistas serios, al contrario, las huelgas y manifestaciones son una forma de conseguir que los trabajadores comprendan su poder y preparar el terreno para un cambio fundamental de la sociedad.

Incluso en el período anterior ya existía una corriente subterránea de descontento debido a los ataques contra los derechos de los trabajadores y la legislación anti sindical. Ahora saldrá a la superficie y encontrará una expresión en las organizaciones de masas de la clase obrera, empezando por los sindicatos. La radicalización de la base entrará en conflicto con el conservadurismo de la dirección. Los trabajadores exigirán una transformación total de los sindicatos, de arriba abajo, y lucharán por transformarlos en verdaderas organizaciones de lucha.

Defendemos la construcción de sindicatos de masas, democráticos y combativos, que sean capaces de organizar a la mayoría de la clase obrera, formarla y prepararla prácticamente, no sólo para una transformación radical de la sociedad, sino para la dirección real de la economía en una futura sociedad socialista democrática.

Nosotros exigimos:

1)   Total independencia de los sindicatos del Estado.

2)   Fin de la conciliación obligatoria, no a los acuerdos anti huelgas y otras medidas que restringen el margen de acción de los sindicatos.

3)   ¡Democratización de los sindicatos y que estén firmemente controlados por los militantes!

4)   ¡Supresión de la elección de por vida! ¡Elección de todos los dirigentes sindicales con derecho a revocación!

5)   ¡Contra la burocracia y el arribismo! Ningún dirigente sindical puede cobrar un salario superior al de un obrero calificado. Todos los gastos deben estar disponibles para ser inspeccionados por la militancia.

6)   ¡No a la colaboración de clases! Por un programa militante que movilice a los trabajadores en defensa de los empleos y sus niveles de vida.

7)   Por la unidad sindical sobre la base de las reivindicaciones antes mencionadas.

8)   Control por la base, incluido el fortalecimiento de los comités de delegados sindicales y la creación de comités de huelga durante las mismas y otros conflictos, como una forma de garantizar la máxima participación del mayor número de trabajadores.

9)   Por la nacionalización de los altos comandos de la economía y la creación de una democracia industrial donde los sindicatos jugarían un papel clave en la administración y control de todos los centros de trabajo. El sindicalismo no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio para un objetivo, que es la transformación socialista de la sociedad.

La juventud

La crisis del capitalismo tiene unos efectos particularmente negativos en el caso de la juventud, que representa la clave para el futuro de la raza humana. La decadencia senil del capitalismo amenaza con socavar la cultura y desmoralizar a la juventud. Capas enteras de jóvenes no ven salida a este callejón sin salida, convirtiéndose en carne de cañón del alcoholismo, las drogas, la delincuencia y la violencia. Cuando los jóvenes son asesinados por una zapatillas o una campera debemos preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. La sociedad anima a la gente joven a que aspire a tener productos de consumo que no se puede permitir, después levantan las manos horrorizados por los resultados.

Margaret Thatcher, la máxima predicadora de la economía de mercado, dijo en cierta ocasión que la sociedad no existe. Esta filosofía nociva ha tenido los resultados más devastadores desde que fue puesta en práctica hace treinta años. El crudo individualismo ha contribuido poderosamente a crear un espíritu de egoísmo, avaricia e indiferencia hacia los sufrimientos de los demás que se ha filtrado como un veneno en el cuerpo de la sociedad. Es la esencia real de la economía de mercado.

La verdadera medida del nivel de civilización de una sociedad es cómo ésta cuida a sus ancianos y jóvenes. Partiendo de esta medida, esta sociedad no consigue la clasificación de sociedad civilizada, más bien la de una sociedad que está al borde de la barbarie. Incluso en el período de boom ya existían síntomas de barbarie en la sociedad, con una oleada de crimen y violencia, y la proliferación de actitudes antisociales y nihilistas entre una capa de la juventud. Pero este ambiente es un reflejo fiel de la moralidad del capitalismo.

Los reaccionarios protestan estrepitosamente por esta situación pero, como no pueden admitir que este tipo de cosas son la consecuencia del sistema social que ellos defienden, son impotentes para proponer ninguna solución. Su única respuesta es llenar las prisiones con jóvenes, que aprenden cómo ser verdaderos criminales en lugar de ser simples aficionados. Y así entramos en un círculo vicioso de alienación social, drogadicción, degradación y crimen.

La «respuesta» del establishment es criminalizar a la juventud, culparla de los problemas generados por la propia sociedad, aumentar la política represiva, construir más prisiones y endurecer el código penal. En lugar de solucionar el problema, estas medidas sólo pueden agravarlo y crear un círculo vicioso de crimen y alienación. Este es el resultado lógico del capitalismo y la economía de mercado, que trata a las personas como simples «factores de producción» y subordina todo a la búsqueda de ganancias. Nuestra respuesta para la juventud es: ¡organícense y únanse junto a la clase obrera en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo!

La crisis del capitalismo significa más desempleo y un nuevo deterioro de la infraestructura, educación, salud y vivienda. Esta decadencia de los niveles civilizados conlleva el riesgo de más desintegración social. Supondrá un aumento del crimen, del vandalismo, del comportamiento antisocial y la violencia.

Es necesario tomar medidas urgentes para evitar que nuevas capas de la juventud se hundan en el pantano de la desmoralización. La lucha por el socialismo significa la lucha por la cultura en su sentido más amplio, elevar las aspiraciones de los jóvenes y darles un objetivo en la vida, que sea más que la supervivencia a un nivel apenas superior al de los animales. Si se trata a las personas como animales se comportarán como animales. Si se las trata como seres humanos reaccionarán en consecuencia.

Los recortes en la educación, la eliminación de las becas y la imposición de aranceles y préstamos de estudios significan la exclusión de los jóvenes de la clase obrera de la educación superior. En lugar de ser adecuadamente formados para satisfacer las necesidades de la sociedad y tener acceso a la cultura, la mayoría de los jóvenes están condenados a una vida de trabajo pesado y empleos no calificados y mal pagos. Al mismo tiempo, se permite a las empresas privadas interferir en la educación, tratándola cada vez más como otro mercado donde conseguir ganancias.

Nosotros exigimos:

1)   Educación decente para todos los jóvenes. Programa masivo de construcción de escuelas y un sistema verdaderamente gratuito de todos los niveles educativos.

2)   Supresión inmediata del arancelamiento de la educación e introducción de becas dignas para todos los estudiantes que quieren acceder a la enseñanza superior.

3)   Empleo garantizado para cada estudiante al abandonar los estudios con un salario decente.

4)   No al dominio y explotación de la educación por el gran capital. ¡Fuera la empresa privada de la educación!

5)   Creación de clubs juveniles bien equipados, bibliotecas, polideportivos, cines, piletas y otros centros recreativos para los jóvenes.

6)   Programa de construcción de vivienda pública accesible a los estudiantes y parejas jóvenes.

«Viabilidad»

La crisis del capitalismo significa que en todas partes los banqueros y capitalistas quieren poner toda la carga de la crisis sobre los hombros de la gente que menos puede permitirse pagarla: los trabajadores, la clase media, los desempleados, los ancianos y los enfermos. El argumento que repiten constantemente es que, como hay crisis, no podemos mejorar y ni si quiera mantener los niveles de vida.

El argumento de que no hay dinero para pagar las reformas es una falsedad descarada. Hay mucho dinero para armas y para pagar las guerras criminales de agresión en Iraq y Afganistán. Pero no hay dinero para escuelas y hospitales. Hay mucho dinero para subvencionar a los ricos, como hemos visto con el pequeño regalo de Bush de 700.000 millones de dólares a los banqueros. Pero no hay dinero para las jubilaciones, hospitales o escuelas.

El argumento sobre la «viabilidad» por tanto cae por su propio peso. Una reforma concreta es «viable» o no dependiendo de si es para el interés de una clase determinada o no. En última instancia, independientemente de si es viable (es decir, si se podrá poner en práctica) depende de la lucha de clases y de la correlación real de fuerzas. Cuando la clase dominante está amenazada con perder todo, siempre estará dispuesta a hacer concesiones que «no puede permitirse». Esto se pudo ver en mayo de 1968 en Francia, cuando la clase dominante francesa concedió un importante aumento salarial y mejoras importantes en las condiciones y horas de trabajo para acabar con la huelga general y conseguir que los trabajadores abandonaran las fábricas que habían ocupado.

El comienzo de la crisis puede provocar conmoción al principio, pero pronto se transformará en rabia cuando la gente comience a ser consciente de que se les pide que paguen el peso de la crisis. Habrá cambios repentinos en la conciencia, que se puede transformar en un espacio de 24 horas. Un gran movimiento en un solo país importante puede provocar un cambio rápido de toda la situación, como ocurrió en 1968. La única razón por la que esto aún no ha ocurrido es porque la dirección de las organizaciones obreras de masas va a remolque de los acontecimientos y no consigue presentar una alternativa real. Sin embargo, ya hay síntomas de cambio.

En el período reciente ha habido huelgas generales y manifestaciones de masas en toda Europa. En Grecia, desde que en 2004 llegó al poder el partido de derecha Nueva Democracia, ha habido nueve huelgas generales. En los primeros seis meses de 2008 en Bélgica presenciamos una oleada de huelgas no autorizadas que recordaban a los años setenta. El movimiento se extendió rápida y espontáneamente de un sector a otro. En marzo de 2008 la Empresa de Transporte de Berlín (BVG) estuvo paralizada debido a una huelga larga y combativa de los conductores, del personal de mantenimiento y de la administración. Después de años de concesiones por parte de los sindicatos, los trabajadores han dicho basta. Miles de estudiantes tomaron las calles del Estado español el miércoles 22 de octubre último para protestar contra los planes de privatizar la educación universitaria y oponerse a cualquier plan de hacer pagar a los trabajadores la crisis capitalista a través de recortes en educación, salud y otros servicios públicos.

En Italia los estudiantes se están movilizando. Cientos de miles de estudiantes de secundaria y universidad, junto a profesores y padres, se están movilizando por toda Italia contra el intento de Berlusconi de privatizar aún más la educación. Esto ha llevado a ocupaciones de escuelas y universidades. La respuesta del gobierno ha sido amenazar con el uso de la policía armada contra los estudiantes. El sábado 11 de octubre 300.000 trabajadores y jóvenes se manifestaron en Roma en una manifestación convocada por Rifondazione Comunista.

Todo esto demuestra que los trabajadores no se van a quedar de brazos cruzados mientras se destruyen sus condiciones de vida. El escenario está preparado para un auge de la lucha de clases. Los trabajadores no están interesados en la lógica del sistema de la ganancia capitalista. Nuestro deber es defender los intereses de nuestra clase y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores a unos niveles que se aproximen a una vida civilizada. ¡Si hay dinero para los banqueros, entonces hay dinero para financiar el tipo de reformas que necesitamos para hacer de la sociedad un lugar apto para vivir!

¡Defensa de los derechos democráticos!

Durante más de medio siglo los trabajadores de Europa Occidental y Norteamérica creyeron que la democracia era algo fijo y permanente. Pero esto es una ilusión. La democracia es una construcción muy frágil y sólo es posible en los países ricos donde la clase dominante puede hacer determinadas concesiones a las masas para mitigar la lucha de clases. Pero cuando las condiciones cambian, la clase dominante en los países «democráticos» puede pasar a la dictadura con la misma facilidad que un hombre pasa de un compartimento de tren a otro.

En condiciones de intensa lucha de clases, la clase dominante comenzará a girar en dirección a la reacción. Se quejará de que hay demasiadas huelgas y manifestaciones y exigirá «orden». Recientemente entrevistaron a Cossiga, un demócrata-cristiano que fue ministro de interior en Italia durante los años setenta y más tarde presidente de la República y ahora es senador vitalicio, y le preguntaron qué se debería hacer con las manifestaciones de estudiantes. Respondió lo siguiente:

«Déjenlos seguir durante un tiempo. Retirar a la policía de las calles y campus, infiltrarse en el movimiento con agentes provocadores dispuestos a todo, dejar a los manifestantes unos diez días para que devasten tiendas, quemen autos y pongan las ciudades patas arriba. Después de eso, tras haber ganado el apoyo de la población, garantizar que el sonido de las sirenas de las ambulancias sea mucho más bajo que el los policías y carabinieri (antidisturbios), las fuerzas del orden deberían atacar despiadadamente a los estudiantes y enviarlos a los hospitales. No detenerlos, porque los jueces los liberarían inmediatamente, golpearlos y también a los profesores que fomentan el movimiento».

Esta es una advertencia de lo que podemos esperar en el próximo período de intensa lucha de clases en Italia y en otros países. En el futuro, debido a la debilidad de los dirigentes reformistas, es posible que pudieran instalar algún tipo de dictadura bonapartista (policíaco-militar) en un país europeo u otro. Pero en las condiciones modernas este régimen sería muy inestable y probablemente no duraría mucho.

En el pasado, en Italia, Alemania y España existía un campesinado y pequeña burguesía importantes, que formaban la base de masas de la reacción. Esto ha desaparecido. En el pasado, la mayoría de los estudiantes procedían de familias ricas y apoyaban a los fascistas. Ahora la mayoría de los estudiantes son de izquierda. Las reservas sociales de la reacción son muy limitadas. Las organizaciones fascistas son pequeñas, aunque pueden ser extremadamente violentas, lo que refleja debilidad, no fortaleza. Además, después de la experiencia de Hitler, la burguesía no tiene intención de entregar el poder a los perros rabiosos. Prefieren basarse en los «respetables» oficiales del ejército, utilizando como auxiliares a las bandas fascistas.

Ya en el período reciente en todas partes se han atacado los derechos democráticos. Utilizando la excusa de la legislación antiterrorista, la clase dominante está introduciendo nuevas leyes que restringen los derechos democráticos. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, Bush aprobó a toda prisa la Ley de Seguridad Interior (HSA). La administración Bush intenta destruir las bases del régimen democrático establecido por la Revolución Americana y moverse hacia una forma de dominio libre de leyes restrictivas. En Gran Bretaña y otros países se han aprobado leyes similares.

Lucharemos por la defensa de todos los derechos democráticos conquistados por la clase obrera en el pasado. Sobre todo, defenderemos el derecho de huelga y manifestación, nos oponemos a todas las restricciones legales contra los sindicatos. Todo el mundo debe tener el derecho de afiliarse a un sindicado y junto con otros trabajadores defender sus derechos. Muy a menudo los defensores del capitalismo oponen socialismo a democracia. Pero las mismas personas que se atreven a acusar a los socialistas de ser antidemocráticos y se presentan como defensores de la democracia, siempre han sido los más feroces enemigos de la democracia. Olvidan de manera conveniente que estos derechos democráticos fueron conquistados por la clase obrera hace tiempo en una lucha encarnizada contra los ricos y poderosos que se opusieron enérgicamente a cualquier reivindicación democrática.

La clase obrera está interesada en la democracia porque nos proporciona unas condiciones más favorables para el desarrollo de la lucha por el socialismo. Pero comprendemos que bajo el capitalismo la democracia tiene necesariamente un carácter restringido, unilateral y ficticio. ¿Qué utilidad tiene la libertad de prensa cuando todos los grandes diarios, revistas y cadenas de televisión, salas de reunión y teatros, están en manos de los ricos? Mientras la tierra, los bancos y los grandes monopolios sigan en manos de unos pocos, todas las decisiones realmente importantes que afectan a nuestras vidas se tomarán, no en los parlamentos y por los gobiernos elegidos, sino tras las puertas cerradas de los consejos de administración de los bancos y grandes empresas. La crisis actual ha sacado a la luz esta realidad para que todos la puedan ver.

El socialismo es democrático o no es nada. Defendemos una verdadera democracia donde el pueblo tomará en sus propias manos la administración de la industria, la sociedad y el Estado. Esa sería una genuina democracia, y no la caricatura que tenemos ahora, donde todos pueden decir (más o menos) lo que quieren, pero las decisiones importantes que afectan a nuestra vida se toman detrás de las puertas cerradas por pequeños grupos no elegidos por nadie en los consejos de administración de los bancos y grandes monopolios.

Nosotros exigimos:

1)   Derogación inmediata de todas las leyes antisindicales.

2)   Derecho de todos los trabajadores a unirse a un sindicato, a un piquete y a manifestarse.

3)   Derecho a la libertad de expresión y libertad de reunión.

4)   No a las restricciones de los derechos democráticos con el pretexto de supuestas leyes antiterroristas.

5)   Las organizaciones de trabajadores deben rechazar la idea equivocada de la «unidad nacional» con gobiernos y partidos capitalistas con el pretexto de la crisis. Estos últimos son los responsables de la crisis y quieren pasar la factura a la clase obrera.

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