Alto al acoso fascista contra Pablo Iglesias e Irene Montero: parar a la ultraderecha con la movilización y organización obreras

Desde mediados de mayo los compañeros dirigentes de Podemos Irene Montero y Pablo Iglesias vienen sufriendo un asedio constante a su casa de Galapagar por parte de elementos de extrema derecha, entre los que se cuentan una concejala de Vox de la localidad y un conocido fascista de la vecina Brunete, ante la pasividad total de la Delegación del Gobierno en Madrid y del poder judicial, que sistemáticamente ha ignorado las denuncias presentadas por la pareja.

La situación ha dado un nuevo giro este mes de agosto, cuando la pareja se desplazó a Asturias para pasar unos días de vacaciones invitados por el secretario general del PCE, Enrique Santiago. Allí, frente a la casa de la familia política del dirigente comunista, se repitieron las mismas escenas de acoso e intimidación, acompañadas de pintadas amenazantes en las carreteras cercanas. Los fascistas llegaron incluso a amenazar y lanzar un boicot contra un restaurante en el que comieron los ministros. La pregunta que surge es quién informó a los fascistas locales del viaje de Iglesias y Montero a ese lugar concreto del Principado. Al regresar a Madrid, ya les estaba esperando el piquete fascista habitual, y de nuevo la pregunta es quién les avisó de que Iglesias y Montero volvían a casa.

El carácter violento de la derecha española

La ultraderecha no desapareció en España después de la Transición. Durante años, se mantuvo agazapada en el aparato del PP, en sociedades privadas, empresas, medios de comunicación y ocasionalmente en pequeños escuadrones de choque para hostigar a inmigrantes, homosexuales y militantes de izquierdas. La quiebra del régimen del 78 y la crisis global del capitalismo han dado un nuevo impulso a esta escoria social, que ahora cuenta con un aparato político independiente, surgido de una escisión del PP.

Vox ha agrupado en torno a sí a todo lo más bárbaro y atrasado de la sociedad española, especialmente sectores empresariales que dominan los sectores laborales más precarios, sobre todo inmigrantes legales e ilegales, y que necesitan hacer ruido para evitar cualquier cambio en dichas condiciones, sobre todo con la perspectiva ahora de un gobierno de izquierda en la Moncloa; así como por sectores del aparato del Estado que reaccionan violentamente ante las amenazas a la “unidad de España” y la quiebra del régimen que defienden y del que obtienen sus privilegios.

Pero Vox, con ser la más extrema, no es la única cabeza de esta hidra. Ciudadanos, el partido “de centro” al que ahora el PSOE y los medios de comunicación quieren volver a hacer “presentable”, alentó el escuadrismo fascista en Cataluña en los meses posteriores al 1 de Octubre, que incluyó amenazas y actos de violencia contra el movimiento independentista. No menos importante, Ciudadanos gobierna en Andalucía y la Comunidad de Madrid con el PP y con el apoyo de Vox. Las políticas de recortes y privatizaciones de estos gobiernos son también una forma de violencia contra las familias trabajadoras.

Las tradiciones de la derecha española son las de la guerra civil, las del odio de clase más brutal y que justifica cualquier tipo de violencia y abuso. Es inútil apelar a los «sentimientos humanos» de las hordas de Vox-PP-C’s, gente de clase media adinerada y burgueses; simplemente carecen de ellos. Gente que vive de «pisar» a otros no puede tener sentimientos humanos de compasión y solidaridad, sino egoístas y opresores. Deben ser enfrentados con la fuerza física o la amenaza de la fuerza física.

El Gobierno y el Estado

Puede parecer sorprendente el hecho de que dos ministros del gobierno de un país desarrollado sean acosados en su propio domicilio y que ante esos hechos el aparato del Estado no reaccione. Pero el hecho es que para este aparato del Estado Unidos Podemos es un cuerpo extraño que hay que eliminar a como dé lugar, utilizando para ello la mentira, la difamación y por último el asedio y la agresión directas. No se nos pasa por alto que ningún movimiento de Iglesias y Montero pasa desapercibido para la policía, que está infestada hasta el tuétano de fascistas y franquistas y son los primeros que «pasan el dato» sobre la ubicación de ambos en cada momento, como parece que ha sido el caso en Asturias. En los últimos días se han producido nuevos ataques a locales y amenazas a dirigentes de Podemos e IU en Andalucía y Murcia, ante las que las fuerzas de seguridad y los jueces no han reaccionado y la prensa del régimen ha guardado el acostumbrado silencio.

Llama la atención especialmente en este asunto el silencio y la pasividad que han mantenido el presidente del Gobierno y los ministros del PSOE hasta hace pocos días, y muy especialmente el silencio y la pasividad del ministro del interior Grande-Marlaska, que se refleja en la inacción de la Delegación del Gobierno en Madrid y de la Guardia Civil. Esta inacción ha llegado al punto de que incluso un sindicato policial, la Agrupación Reformista de Policías, ha pedido a Marlaska que “actúe y de órdenes concretas” para atajar el acoso a Iglesias y Montero. Los dirigentes del PSOE parecen haber olvidado, después de décadas de compromisos con lo más oscuro del aparato del Estado, que la ultraderecha movilizada no distinguirá entre comunistas y socialistas a la hora de ejercer su violencia, como demuestra la experiencia de la historia.

La debilidad invita a la agresión

En los meses de mayo y comienzos de junio cuando las hordas de Vox-PP-C`s salieron a las calles para tratar de derribar al gobierno, espontáneamente la gente de los barrios se organizó y movilizó contra ellos, junto con cientos de trabajadores sanitarios, y consiguieron que el movimiento reaccionario se dispersara. A esto nos referimos con «fuerza física». Lamentablemente, las direcciones estatales, provinciales y locales de Podemos, PCE e IU dieron instrucciones de frenar iniciativas de movilizaciones en la calle contra la extrema derecha para «no tensar» la situación.

Los compañeros de Lucha de Clases de Sevilla fueron testigos de ello a fines de junio. Los representantes de Podemos y del PC, junto a FACUA y elementos pequeñoburgueses del personal sanitario (médicos, etc,) y otra gente que no representaba a nadie, se coaligaron para desconvocar una movilización prevista el 25 de junio con argumentos insostenibles (por supuesto, el principal era el peligro de contagio). Lo ocurrido en Sevilla ha sido moneda común en otras partes del Estado. Si en junio se hubieran organizado manifestaciones y actos contra la extrema derecha, que habrían sido masivos, esta gente no se hubiera atrevido a mantener su acoso a Iglesias y Montero, porque habrían sentido su aislamiento e insignificancia social.

La pusilanimidad tradicional en las direcciones de la izquierda es lo que siempre siembra la violencia de la extrema derecha que se siente más segura por el respaldo policial y judicial. La actuación de estos dirigentes de la izquierda recuerda la misma actitud que mantuvieron el 18 de julio de 1936 la mayoría de alcaldes y gobernadores civiles republicanos, que se negaron a entregar armas a los obreros que las exigían y así facilitaron el triunfo del golpe en ciudades como Zaragoza, Sevilla, Córdoba, Granada, y tantas otras. Como decíamos antes, sólo tenemos a nuestra disposición nuestra «fuerza física». Usémosla sin complejos, Ellos son una minoría en la sociedad movilizada, nosotros la aplastante mayoría. Es lo que evitará cualquier episodio de violencia de la manera más efectiva.

Parar a los fascistas con la organización y movilización obreras

Iglesias y Montero deberían dotarse de su propio «servicio de seguridad» en la militancia honesta y valiente de Podemos e IU, al margen de la policía, aunque sólo sea en su período vacacional. No faltarían voluntarios. Los dirigentes y las bases de UP tienen que aprender de las tradiciones de lucha de los 70, cuando las organizaciones obreras, y en particular el PCE, eran capaces de organizar poderosos servicios de orden para proteger las manifestaciones, defender los locales y asegurar las actividades políticas frente a las amenazas y los ataques del terrorismo fascista de entonces. Hoy, cuando la amenaza del escuadrismo fascista aparece de nuevo, es hora de desempolvar esas tradiciones que fueron vergonzosamente abandonadas en los años de declive de las organizaciones obreras.

Dicho esto, queremos ser claros. La fuerza de la extrema derecha está completamente exagerada, carece en estos momentos de la más mínima base social para imponer sus ideas e ideología en una mayoría de la sociedad, ni siquiera en un sector significativo. Se alimenta de la completa inacción del movimiento obrero y de la izquierda. Una vez que el puño de la clase obrera se levante contra estos fantoches, payasos y pijos adinerados, veremos a toda esta horda de reaccionarios correr como conejos. Por tanto, la tarea más urgente es poner en pie un movimiento masivo amplio que barra de las calles a esta lacra, como ya hemos explicado

Iglesias y Montero deberían reflexionar que abandonar un barrio obrero para vivir en un medio pequeñoburgués acomodado, como en Galapagar, inevitablemente les rodeaba de enemigos de clase por todos lados. Abascal y Casado están en su medio y no tienen nada que temer. Pero ellos podían haber encontrado un lugar apto en Vallecas, Carabanchel, San Blas o Usera, digno y espacioso porque podían pagárselo y en un lugar discreto, que los hay. La cierta incomodidad la habrían suplido con el calor y el cariño de las familias obreras y estarían ahora blindados ante cualquier amenaza. Es hora de que vuelvan junto a la única clase que los puede cuidar y defender hasta las últimas consecuencias.

Desde la Corriente Marxista Lucha de Clases hacemos un llamamiento a participar en todas las movilizaciones que se convoquen para hacer frente a las amenazas y agresiones fascistas, así como a organizar de forma eficiente la protección de los locales y los militantes y dirigentes de las organizaciones de la izquierda, contando sólo con las poderosas fuerzas de la clase obrera. Es una escuela necesaria para prepararnos para los combates que están por venir.

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