Ante la injusta absolución de Dani Alves ¡la lucha es el único camino!

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha revocado por unanimidad la sentencia que inicialmente había condenado al futbolista Dani Alves a cuatro años y seis meses de prisión por violación. Alves fue acusado por hechos ocurridos en la discoteca Sutton de Barcelona en diciembre de 2022. Como consecuencia de esta acusación, el futbolista permaneció en prisión durante 14 meses, hasta que obtuvo la libertad provisional en marzo del año pasado tras abonar una fianza de un millón de euros.

Esta absolución supone nuevamente un golpe para las mujeres, intensificando la sensación de desamparo e inseguridad al ver que nuestros testimonios continúan siendo cuestionados cuando denunciamos situaciones de violencia sexual, a pesar de existir prueba, como es el caso.

En la primera sentencia, la Audiencia Provincial de Barcelona determinó que Alves había cometido una agresión sexual con penetración vaginal mediante el uso de violencia y sin consentimiento de la víctima. Según se recoge en la sentencia, “el procesado, utilizando su fuerza física, venciendo con ello la oposición de la víctima, la colocó inclinada sobre el retrete, donde la penetró vaginalmente hasta eyacular dentro de ella, sin usar preservativo y sin su consentimiento”. Para llegar a esta conclusión, el tribunal se basó no sólo en las declaraciones consistentes de la víctima y en el impacto psicológico de la agresión, sino también en las lesiones físicas que fueron constatadas médicamente.

A pesar de ello, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña absuelve a Alves al considerar que no estaba suficientemente probado ni la ausencia de consentimiento ni la existencia de violencia física. Dicho tribunal considera que el testimonio de la víctima carece de credibilidad por su actitud o actuaciones previas a la agresión, descartando su versión tras realizar una interpretación de las grabaciones por las que, según el tribunal, “No se aprecia en las cámaras que la denunciante y sus amigas se encuentren incómodas (…) se la ve participar en el baile con el acusado de la misma manera que lo harían cualesquiera otras personas dispuestas a pasárselo bien.» Ya en la sentencia condenatoria, el tribunal reconocía que existió un acuerdo inicial para dirigirse al baño privado, pero lo realmente importante es que “el consentimiento se limitó estrictamente a entrar al espacio reservado y no a mantener relaciones sexuales”.

Sobre las lesiones físicas, el tribunal que absuelve a Dani Alves argumenta que no existían pruebas concluyentes suficientes para afirmar que hubo una violencia física explícita que doblegara la resistencia de la víctima. Según el fallo, “el relato es inconsistente porque esa herida de la rodilla pudo producirse en el pequeño espacio de muchas formas”.

El mismo tribunal que considera que el testimonio de la víctima carece de fiabilidad parece pasar por alto el hecho de que el agresor cambiara de versión de los hechos hasta en 5 ocasiones.

En los últimos años, la lucha de las mujeres ha señalado precisamente la necesidad de que no se juzgue la actitud ni las acciones de una víctima de agresión sexual antes, durante o después de los hechos; también que no es necesario que exista violencia física para que se reconozca una agresión sexual. Es por ello, que el hecho de que el tribunal reste veracidad a la víctima por el mero hecho de haber bailado antes de la agresión, y que considere insuficientes unas lesiones físicas para demostrar la agresión sexual, supone un claro retroceso, incluso peligroso para futuros casos de agresión sexual.

Este caso vuelve a evidenciar que la puesta en marcha de leyes como la del “solo sí es sí”, aunque pueda suponer un cierto avance, se revela completamente insuficiente ante la presencia de elementos reaccionarios dentro de la judicatura, especialmente en sus niveles más altos. No importa que el tribunal que absuelve a Dani Alves tenga una composición mayoritariamente femenina. El problema es de clase, de la posición social que estos elementos reaccionarios (ya sean hombres o mujeres), cuyo objetivo principal es mantener el orden establecido, un orden basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la división sexual del trabajo y en unas condiciones materiales que colocan a las mujeres, especialmente a las mujeres trabajadoras, en una posición de desigualdad frente al hombre. Es precisamente este sistema el que genera y perpetúa la violencia que sufrimos por el simple hecho de ser mujeres.

Por todo ello, resulta imprescindible responder a cada sentencia injusta con movilización en las calles, exigiendo la depuración de jueces machistas y reaccionarios que interpretan la ley en función de sus intereses de clase. Es fundamental señalar a los agresores, como Dani Alves, que quedan impunes, aislarlos socialmente y reforzar, a través de la acción de masas, el apoyo y la solidaridad con las víctimas.

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