Ante las nuevas incursiones mercenarias ¡Cárcel a los golpistas!
La madrugada del 3 de mayo, cuerpos de la armada venezolana y de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES) frustraron una incursión marítima de mercenarios en las costas de Macuto, Estado La Guaira, quienes pretendían poner en marcha acciones terroristas y desestabilizadoras, así como un posible magnicidio contra el Presidente Nicolás Maduro.
Esta acción ha sido reivindicada por Jordan Groudreau, ex boina verde y actual «contratista de seguridad» estadounidense, quien entrenaba a agrupaciones de voluntarios y militares venezolanos desertores en Colombia para realizar operaciones terroristas en Venezuela. Este personaje a su vez señaló la activación de varias células armadas ya insertas en el país y los nexos directos que sostuvo con Juan Guaidó, a través de un contrato por 212 millones de dólares para ejecutar tales acciones, que la marioneta imperialista incumplió.
Mientras transcurren las horas, la situación se sigue tornando tensa y movida. En la tarde del 4 de mayo, fue desarticulado y capturado un grupo de 8 mercenarios en la comunidad pesquera de Chuao, Estado Aragua, vinculados a la misma operación frustrada del día anterior. Este grupo habría sido liderado por Josnars Baduel, hijo del ex General Raúl Isaías Baduel, antiguo Ministro de Defensa del Gobierno de Chávez que luego participaría en conspiraciones golpistas contra el líder bolivariano. Autoridades señalaron que las comunidades organizadas de esta localidad atraparon y entregaron a este grupo armado a las FANB. Más temprano, el Fiscal General de la República, Tarek William Saab, anunció la captura de Gustavo Adolfo Hernández, implicado en la así denominada «Operación Gedeón». A su vez, refirió que existen «pruebas contundentes» que incriminan a Guaidó con estas acciones.
En un reportaje de la agencia Associated Prees, publicado el 1 de mayo, se describe el proceso en cual se gestó la conformación de un ejército mercenario de al menos 300 hombres, entre voluntarios y militares venezolanos desertores, que venía siendo entrenado en Colombia por Silvercorp USA -la empresa de Jordan Groudreau, que estaba siendo liderado por Cliver Alcalá Cordones antes de su detención y posterior entrega a las autoridades estadounidenses por narcotráfico, y que contó con el aval y el compromiso de financiamiento de Juan Guaidó. En dicho reportaje, otros partícipes de la preparación del grupo mercenario, quienes posteriormente declinaron en su labor, declararon que el plan de invasión a Venezuela carecía de posibilidades de éxito, al contar con un cuerpo armado «hambriento», insuficientemente entrenado y con carencias de armamento necesario. Además, se relata como Juan Guaidó se desentendió de sus compromisos con tales planes, haciendo que los mismos recayeran en la improvisación y el aventurerismo de Alcalá Cordones y un Jordan Groudreau, que al parecer se comprometió más de la cuenta con la causa de la reacción venezolana, al más puro estilo desprendido de Rambo.
El domingo 3 de mayo, la periodista venezolana alineada a los sectores de derecha de línea dura, Patricia Poleo, mostró material audiovisual incriminatorio y el contrato firmado por Juan Guaidó, JJ Rendón, Sergio Vergara y Jordan Groudreau, para ejecutar las operaciones de incursión en Venezuela, que el supuesto «Presidente Encargado» no cumplió. Tal contrato se estableció con el monto de 212 millones de dólares, contando con un adelanto de 50 millones para la ejecución de la primera parte de los «servicios», donde todo el dinero estaba respaldado por barriles de petróleo venezolano.
Con estas hechos, nuevamente ha quedado expuesto el carácter repulsivo y apátrida de la derecha venezolana. Si bien, las divisiones de la derecha y su mediocridad han condicionado sus reiterados fracasos, como el presente, queda claro que los llamados a diálogo y reconciliación nacional hechos por dirigentes gubernamentales, en su afán de salvar el capitalismo criollo -y en detrimento de cualquier ideal revolucionario, cayeron en saco roto.
Como sabemos, la oposición reaccionaria venezolana está dividida en tres grandes bloques: 1) un ala conciliadora, de la mano de Avanzada Progresista, el MAS y el séquito de Claudio Fermín, entre otros, dispuesta a establecer pactos con el mismo gobierno; 2) el sector de centro conocido como el G4, conformado por AD, UNT, PJ y VP, por lejos, los partidos más grandes de la derecha y que sustentan la figura decadente de Juan Guaidó; y el ala de derecha de línea más dura y pro-imperialista, compuesta por Vente Venezuela de María Corina Machado y Alianza Bravo Pueblo de Antonio Ledezma. En este marco, los movimientos de Guaidó desde un comienzo han buscado generar cierta cohesión entre el G4 y el ala de derecha más rancia, mediante acciones contundentes (aunque fracasadas) como el fallido golpe de estado del 30 de abril del 2019, los tanteos para concretar una poco probable invasión del ejército estadounidense, y el intento de introducir «ayuda humanitaria» por la fuerza en la frontera colombo-venezolana -el 23 de febrero del año pasado, entre otras. Sin embargo, el haberse mostrado inconsecuente en torno a los designios de la derecha más radical, quienes esperan llamados recurrentes y acciones más decididas en torno a una insurrección armada, ha atizado las divisiones entre el G4 y la derecha de línea dura. El incumplimiento de contrato por parte de Guaidó, recién develado por Poleo y Groudreau, amenaza con seguir enterrando el liderazgo artificial de este y profundizar las divisiones y recriminaciones entre ambos sectores reaccionarios.
El hecho de que Guaidó terminara desentendiéndose del grupo de mercenarios entrenados en Colombia, pudo deberse a un cálculo tardío de este y sus jefes imperialistas respecto a las reducidas posibilidades de éxito de una invasión con un pequeño grupo de comando, dispuesto a enfrentar a las Fuerzas Armadas de un país entero. Es posible que quienes mueven los hilos de Guaidó entendieron, tras el fracaso de la «Operación Libertad», que romper con la unidad del ejercito venezolano y su oficialidad no es una tareas tan sencilla como en principio se pensaba. A todas luces, la llamada «Operación Gedeón» parte de una lectura errónea de sus artífices, al pretender que operaciones militares audaces, correspondientes a tomas de cuarteles y espacios estratégicos puntuales, detonarían insubordinaciones dentro de las FANB e insurrecciones populares de respaldo. Todo parece indicar que el aventurerismo irracional de Alcalá Cordones y Groudreau los llevó a seguir adelante con sus planes, a pesar de que Guaidó y compañía no prestaron todo el apoyo acordado.
Ahora, la marioneta imperialista esta tratando de deslindarse de sus nexos con Groudreau y toda la operación Gedeón. En su cuenta en la red social Twiter, declaró: «Claro que hay militares patriotas dispuestos a luchar por Venezuela, pero es evidente que lo ocurrido en Vargas es una nueva olla de la dictadura…». Los vínculos de Guaidó con los involucrados, quienes hoy no dudan en señalar su implicación, resulta incuestionable hasta para el más ingenuo. Su incumplimiento con el contrato firmado no lo exime de responsabilidades. También, el imperialismo estadounidense no puede ser visto como un simple espectador de esta obra. Desde Washington se han estado fomentando este tipo de acciones desde el preciso momento en que han llamado a que oficiales de las FANB a que ejecuten golpes de estado, cuando señalan que la posibilidad de invadir militarmente a Venezuela «está sobre la mesa», y anuncian recompensas por la entrega de información que conduzca a la detención de Maduro y otros altos funcionarios del Estado venezolano.
En todo caso, y más allá de los cálculos y diferentes movimientos tácticos de las distintas fracciones de la derecha -y sus elementos aventureros, está claro que para la oligarquía venezolana y sus amos imperialistas, ninguna concesión económica o política será suficiente hasta que derroquen al gobierno de Maduro por cualquier vía y aplasten todo nicho de resistencia obrera y popular, trabajo que ya viene siendo adelantado por la dirigencia bolivariana, su política de ajuste burgués no declarado y su correlato represivo y persecutorio.
Desde la Corriente Marxista Lucha de Clases, condenamos enérgicamente las incursiones de mercenarios y terroristas en Venezuela. Creemos necesaria la adopción de políticas contundentes para frenar esta y futuras amenazas reaccionarias, mediante el fortalecimiento y dotación de armamentos a los órganos como las Milicias Bolivarianas, así como la creación de Comités de Soldados dentro de las FANB, que vigilen de cerca las actuaciones de la oficialidad militar y elementos potencialmente conspiradores. La acción del pueblo pescador de Chuao nos muestra como el espíritu combativo y antiimperialista de las bases populares, obreras y campesinas, puede derrotar cualquier intentona reaccionaria con facilidad. Si se afianzara esta poderosa fuerza social con mayor organización revolucionaria y el refuerzo de sus órganos de milicia popular en todas partes, la defensa nacional sería inquebrantable.
Cuanto antes, Juan Guaidó y sus cómplices deben ser apresados. Vale preguntarse ¿cuántas pruebas incriminatorias se necesitan para aprehender al gran agente de desestabilización interna con que cuenta el imperialismo estadounidense en nuestro país? La rúbrica de Guaidó en el contrato que dio vida a la «Operación Gedeón», muestra la disposición de este de encausar cualquier iniciativa sangrienta para deponer a Maduro. Más allá de que dicho personaje no decidiera ir hasta las últimas consecuencias con estos planes, no puede caber dudas del rol nefasto que este individuo está jugando en la política nacional. Creemos que el gobierno de Maduro se ha negado a emprender acciones judiciales contra Guaidó, no por el apoyo internacional y de la Casa Blanca que este último ostenta, sino para no entorpecer las condiciones de una ilusoria negociación con el imperialismo, que desde Miraflores anhelan concretar. Los constantes y desvergonzados llamados de Maduro a Trump para dialogar, a pesar de que el imperialismo yankee no cesa en política de asfixia económica y asedio diplomático y militar, es solo una ilustración de lo que referimos.
Lo anterior nos dice que la política de conciliación de clases del gobierno, es inútil y contraproducente para derrotar de forma efectiva todas las amenazas que se ciernen sobre el país. Batir a la reacción y al imperialismo de manera definitiva, pasa por la necesaria destrucción del capitalismo en nuestro país. La expropiación de los monopolios imperialistas y nacionales, latifundios y banca, junto a la creación de un monopolio estatal sobre el comercio exterior, bajo control democrático de la clase obrera organizada, corresponden a medidas marcadas por una necesidad inaplazable: la transformación socialista de la sociedad. Sin embargo, somos conscientes de que esto solo puede ser llevado a cabo por una alternativa orgánica revolucionaria, dispuesta a romper con el capitalismo de forma definitiva. La necesidad de un gobierno de los trabajadores impera ante toda la situación.
¡Fortalecimiento de la milicia bolivariana!
¡Armamento y pertrechos para las milicias bolivariana!
¡Creación de comités de soldados en el seno de las FANB!
¡Cárcel a Guaidó y a todos los implicados!
¡Basta de impunidad!
¡Expropiación de los monopolies imperialistas bajo control obrero!
¡Por un gobierno de los trabajadores!
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